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Parir con derechos
Las casildas. Crearon herramientas para denunciar la violencia obstétrica: desde una obra de teatro hasta un observatorio. Qué revelan los datos.
Si antes abriste las piernas ¿por qué no las vas a abrir ahora? No grites. No te muevas. Mamita. Nena. Gordita. Estas frases son demasiado frecuentes durante las rutinas de las prácticas obstétricas. Son los sonidos que reciben a un niño o niña cuando llega al mundo. Así parimos y así nacemos.
Las Casildas se cansaron de naturalizar esta violencia y decidieron poner bajo la lupa al sistema. Formaron el grupo en 2011 para difundir información sobre gestación y parto de niñas y niños, pero también para mover cielo y tierra hasta que, finalmente, se reglamentara la ley de parto humanizado. A la vez, generaron su propia herramienta de control: un Observatorio de Violencia Obstétrica.
El primer instrumento con el que Julieta Saulo y Violeta Osorio, coordinadoras de la agrupación, presentaron el observatorio el pasado octubre fue simple: una encuesta. Sin embargo, hasta ellas quedaron sorprendidas por el resultado y la repercusión. Eran muchas las mujeres que querían hablar, escuchar y saber qué pasa realmente en las salas de parto.
Los números son contundentes:
1.040 mujeres realizaron la encuesta en forma voluntaria y en solo 48 horas.
En el 60 por ciento de los casos dicen que utilizaron sobrenombres o diminutivos para referirse a ellas como: “gorda”, “mami” o “nena”.
El 52% no se sintió contenida ni pudo manifestar sus miedos durante el proceso de parto.
Al 50% no le informaron con claridad sobre lo que le estaban haciendo.
En el 50,8% de los casos la bolsa fue rota para acelerar el parto y en el 80% no pidieron permiso para realizar esta maniobra.
Al 51,1% le colocaron oxitocina sintética y en el 72% no le fue solicitada la autorización para colocarla.
Al 83,4% de las mujeres les hicieron numerosos tactos vaginales y al 62% no les fue solicitado consentimiento.
En el 81, 3% de los casos la mujer no pudo tener libertad de movimiento en el momento de parir.
En el 44%, cuando la madre manifestaba su desacuerdo con el trato recibido la respuesta fue asustarla con el bienestar del bebé.
Al 80% no les fue pedida la autorización para realizar prácticas sobre el bebé que acababa de parir.
Así parimos y así nacemos.
Los derechos básicos
En la presentación de estos números Violeta resaltó: “Hasta el día de hoy no hay datos certeros sobre nuestros partos. Los del Ministerio de Salud de la Nación son estimativos. Si no podemos hablar de números, no existe el problema. Somos sólo una anécdota emocional”. Julieta: “En Argentina, en instituciones públicas hay un 30% de cesáreas y en las instituciones privadas, un 90%. El mensaje que dejan estas cifras tan altas es que la mayoría de las mujeres nos olvidamos de cómo parir. Eso es como olvidarte de caminar, algo que naturalmente sabemos hacer”.
Las Casildas acompañaron la batalla que llevó a la reglamentación de la ley N° 25.929 de Parto Humanizado, que se había aprobado en 2004 y recién se reglamentó el 1° de octubre. ¿Qué derechos consagra? Los centrales y básicos: las mujeres deberán ser tratadas con respeto, pueden elegir posición y lugar donde quieren parir, y las instituciones deberán contar con la infraestructura adecuada para que las mujeres estén acompañadas por quién quieran durante el trabajo de parto.
A escena
El nombre de Las Casildas fue elegido en referencia a la autora feminista Casilda Rodrigañez Bustos que habla, entre muchas cosas, de la importancia de parir con placer, conocer nuestro útero y armar redes entre mujeres. Julieta y Violeta a través de la obra de teatro Parir (Nos), entre otras herramientas que crearon -revista, spots, programa de radio, grupos y debates- tejen su urdiembre y levantan una consigna clara: la información es poder.
Parir (Nos) pone el foco en los abusos invisibilizados en las rutinas obstétricas. Eligieron mostrarlos en una obra de teatro porque les parecía una forma de abrir el debate sobre un tema del que no se habla. Julieta lo sintetiza sin metáforas: “Cómo nos hacen mierda en la sala de partos”.
Literalmente Parir (Nos) representa eso: cómo te ponen suero sin decirte qué tiene, te atan, te abren las piernas, te hacen muchos tactos vaginales, te llaman con diminutivos que reemplazan tu nombre, despersonalizándote; te dan oxitocina sintética, medicalizando el parto de entrada y te colocan la inyección peridural aunque hayas pedido que no lo hagan. Otra práctica médica que está prohibida y, sin embargo, se realiza es el cristel: un profesional empuja al bebé montándose en la panza de la parturienta. Otra acción común: la episiotomía. Meten una tijera en el periné femenino y cortan músculo, tejido, piel y mucosas. Los médicos lo hacen porque acelera el parto y pueden sacar al bebé más rápido, pero usan la excusa de que previene desgarros. Más claro: te desgarran para que no te desgarres. Violeta explica: “La episiotomía es un desgarro quirúrgico, pero si se realiza de manera rutinaria y a todas las mujeres sin distinción, la consideramos una mutilación femenina innecesaria”.
Julieta resume qué soporta el recién nacido: “La primera impronta que tenemos al llegar a este mundo es muy violenta”. Da algunos ejemplos: tironean del bebé para sacarlo más rápido, le colocan una zonda anal para ver si va a hacer caca o no, sin esperar a que lo hagan solos y le introducen una zonda gasogástrica para sacar líquidos, sin esperar a que los expulsen con estornudos o arcadas. Conclusión: no hay tiempo para darle lugar a los procesos naturales.
¿Por qué piensan que hay tanta violencia en una sala de partos? Julieta: “Es un negocio. Son partos industrializados. Todo está estandarizado. Entramos a una máquina y todas tenemos que dilatar un centímetro por hora. En este sistema los médicos no tienen tiempo para esperar que una mujer esté 48 horas en trabajo de parto”. Violeta: “Por un lado, el problema es que el sistema médico hegemónico considera a la embarazada como una enferma y transforma al parto, que es un hecho fisiológico natural, en un acto medicalizado y quirúrgico. Por otro lado, hay dos grandes estereotipos con peso del patriarcado: mujeres y embarazadas. Todo se potencia.”
Parir (Nos) ya fue presentada y discutida en distinto espacios, la mayoría vinculados a la salud o los derechos humanos.
Y por casa…
Ambas señalan el nacimiento de sus hijas como punto de partida: sus propios partos son la gestación de Las Casildas. Julieta era publicista y trabajó hasta el último día. Llegó al hospital y ella, que nunca había dejado que le dieran órdenes, se encontró aceptando todos los mandatos hospitalarios. A partir de esa experiencia cambió: se recibió de psicóloga social. Quiso dejar de vender objetos para comenzar a publicitar ideas.
Violeta es colombiana y su primera hija nació allá. Es un ejemplo de que la violencia obstétrica también puede suceder en un parto domiciliario: “Elegí parir en mi casa porque me parecía lindo, pero el médico se tenía que ir de viaje, quiso apurar y me mandó a cesárea”. Uno de los ejemplos que muestran en Parir (Nos) es de un parto domiciliario para poder así visibilizar y debatir cómo el patriarcado también dispone de nuestros cuerpos en nuestras casas.
Las Casildas también trabajan para que todo el proceso que implica una crianza no sea algo sólo de mujeres y en soledad. Tienen grupos de crianzas donde las familias se apoyan unas en otras; puericultoras que responden consultas sobre lactancia, gestación y primera crianzas; y doulas, que son mujeres que acompañan a otras mujeres en el camino de la maternidad.
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