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La cruel verdad
Habla siempre en plural porque sus películas son el resultado de un esfuerzo colectivo. Su lema: “Se filma o se filma”. Sin actores profesionales y el conurbano como escenario, registra el hoy para cambiarlo. Eso es el cine para Campusano.
Lo primero que uno siente al mirar una película de José Celestino Campusano es desconcierto. La nula estilización, el tosco desplazamiento de la cámara, los personajes siempre a destiempo, la veloz frecuencia con la que los planos irrumpen en un espacio nos provocan una reacción incómoda. Es nuestra sensibilidad la que está a prueba. Porque a pesar del indudable talento de Campusano, que fue legitimado por la crítica y por varios festivales internacionales, no deja de ser desafiante esa irreverencia artística con la que el director se planta a trasmano de ciertos paradigmas cinematográficos que uno, incluso sin reconocerlos como tales, lleva incorporados. Podemos plantearlo de la siguiente manera: existe una colonización u occidentalización del pensamiento, y el pensamiento se manifiesta en el lenguaje. El cine, en definitiva, es un lenguaje. Por lo tanto, existe una colonización en el cine y, lo que es más difícil de aceptar, en la forma de mirarlo. Campusano, entonces, nos hace plantear una pregunta esencial y oportuna: ¿cómo se construye una identidad propia a través del cine?
En los últimos años hubo una proliferación de películas históricas, folklóricas, sobre próceres y gauchos, que tuvieron el incondicional apoyo del INCAA y se proyectaron en las salas comerciales. Al parecer de este director, la propuesta “oficial” consiste en componer una identidad abocándose a nuestra historia, al misticismo de los héroes patrios, con un sesgo torpemente nacionalista y construido sobre relatos canónicos. Campusano lo explica mejor: “Se están destinando fortunas para hacer películas ambientadas hace 50 años. El problema es que la puesta de cámara y la narrativa también son de hace 50 años. Y eso es por un miedo y una imposibilidad de aceptar y visualizar el presente. No ven al prójimo, no ven al igual, porque no lo consideran como tal. Entonces no pueden filmar una película de hoy en día y lo que hacen es un cine anestesiado, adormecido, que no transmite nada”.
Héroes de barrio
La retórica de Campusano, de enunciación ortodoxa y de un calculado uso de las palabras, en un principio parece oponerse a ese cine aparentemente desprolijo. Pero no es así: a medida que nos familiarizamos con la obra, esos personajes interpretados no por actores profesionales sino por gente del barrio, cobran vida. Sus voces desentonadas se transforman en un canto al realismo y notamos que la trama está sutilmente construida sobre los desencuentros amorosos, las relaciones de poder y los cruces generacionales. Ahora entendemos que el nombre de su productora, Cine Bruto, no se debe a la falta de sutileza, sino al afán de mostrar la vida barrial en el estado más crudo y menos artificial posible.
Los protagonistas de sus películas Vil Romance y Vikingo son hombres maduros, viejos, tatuados, con pelo largo y campera de cuero, que hablan, caminan y sonríen igual que como lo hacen en la vida. Vil romance trata sobre la relación homosexual que el protagonista -un vendedor de armas de poca monta- mantiene con un adolescente; Vikingo sobre el vertiginoso mundo del motociclismo. La acción se desarrolla en el Gran Buenos Aires, donde la aventura está atravesada por los códigos barriales -el respeto y la nobleza-, pero donde también hay traición, machismo y violencia: Campusano ha construido la épica del conurbano; sus héroes no son los que cruzaron los Andes, sino los que sobrevivieron a la miseria planificada.
El otro soy yo
Este cine made in Berazategui se sostiene sobre una dialéctica antropológica que busca romper con la otredad; la construcción de ese Otro que siempre es narrado desde afuera, ese Otro ajeno y exótico. Campusano trasciende ese lugar y compone un Nosotros con voz propia, autónomo, que tiene la libertad de narrar la historia que le pertenece. Siguiendo la idea del documentalista Miguel Mirra, no se trata de hacer un relato sobre la gente del conurbano, sino junto a ella. De este modo, Campusano se apropia del lenguaje cinematográfico y lo deja al desnudo: las almas que habitan en el conurbano tienen un lugar puro, auténtico y audaz donde pueden decir: “Somos nosotros”.
¿Cómo definirías tu cine?
Nuestro cine trata de establecer relatos que el intelecto no pueda preconcebir. El universo sí, pero no el intelecto. De hecho, en algún punto, con estas películas ya lo estamos logrando. Considero que la diversidad habita en la periferia y no donde radica la mayor concentración de riqueza y poder. De hecho, todas las capitales del mundo son parecidas: comparten logros, vicios y limitaciones. Y funcionalidad. La periferia, en cambio, es un universo inabarcable, es un festín para cualquier artista. Es muy contradictorio que tenga tan poca representatividad artística. Nunca tuvo lugar en el cine argentino. Los medios masivos utilizan el conurbano para ridiculizarlo. Los marginales de muchas telenovelas son como subhumanos que no tienen anhelos y se arrastran por la vida. No hay nada noble en ellos. Yo hago todo lo contrario. Y respeto los contenidos que ya están instalados: la mejor historia para filmar está sucediendo frente a nuestros ojos. No tengo ninguna duda. El tema es que por una limitación de los sentidos, por un adormecimiento, no la estamos viendo. Nos están gritando al oído y no lo estamos escuchando.
Sigue Campusano:
“Argentina es un país muy particular. En la sociedad y en la política pasa de todo. ¿Por qué el cine no lo refleja? La realidad está que explota de contenidos”.
Y sigue:
“Nosotros tuvimos ocho años de dictadura y diez años de menemismo, que fue un cáncer enquistado en la historia. La sociedad se hizo muy cómplice de esa mediocridad. Por eso hay un adormecimiento, pero no falta nada para que haya un despertar también”.
Y sigue más allá:
“Nosotros hace muchos años que hacemos esto, y lo seguiremos haciendo, porque es una cuestión de militancia por el arte, por dejar el testimonio más puro y menos contaminado de cómo eran los periplos de vida en este momento de la historia”.
¿Cómo se puede construir una mirada y un estilo diferente?
La clave para construir un estilo está en una charla o en un poema. La parte embrionaria de un estilo se puede desarrollar leyendo cosas que están en áreas muy visibles y ajenas a lo estrictamente cinematográfico. El tema es que para poder percibirlas tenés que descontracturar la mirada.
¿Y cómo se descontractura la mirada?
Hay algo que es muy difícil de retirar del cine, que es el problema de clase. Los complejos de clase social que pueda tener un director se visualizan en el corte de una toma, en la duración, en la puesta de cámara, en la iluminación. Se nota más que nunca en la gente que filma a las clases humildes. ¿Qué perfil prepondera? ¿Por qué no hay otro? Porque no lo pueden ver. Necesitan que el pobre esté en ese lugar y no en otro. Entonces, lo estigmatizan y lo entierran en esa ubicación para que no salga de allí. En cada elemento que hace a la construcción del cine se nota.
¿Cómo se construye de otra manera?
Nosotros tenemos una herramienta para luchar contra eso, que es la composición coral: todo el mundo opina en nuestras películas. Si quiere opinar un niño, yo paro el rodaje y dejo que el niño opine. Más aun si es un niño. Yo no me siento desautorizado en absoluto. Permito que todo el mundo nutra. Si hay dudas, filmamos la toma de más de una manera. Eso me ha dado herramientas fabulosas de la composición, porque pudimos salir del Yo, componer por fuera de ese Yo. Me gusta que el cine tenga ese riesgo.
¿Así se puede construir una identidad?
Lo que más refleja la identidad de un pueblo es mantener el tono de las relaciones humanas en el estado más genuino posible. Para eso tenés que formular dos preguntas: qué harías en tal circunstancia y qué dirías en esa circunstancia. Con esas respuestas podés empezar una película en cualquier momento. Si vos tenés una cadencia de planos determinada, y contradiciéndola podés contar algo, ahí estás corriendo un riesgo altísimo, construyendo algo distinto. Si vos podés desplazar ciertos recursos iconográficos e instalar otros que nadie creería que podían funcionar, eso es totalmente subversivo.
El arte ataca
Campusano tiene una premisa de hierro: el artista tiene que ser detractor. ¿Sí o sí? No duda: “Si no es detractor, es cómplice”.
Hombre del conurbano, tiene casi 50 años y trabaja el día entero en su negocio de aberturas, a un costado de la ruta. Es descendiente de indios Pampas, anarquista y militante de organizaciones barriales que batallan contra los negociados de los municipios, la contaminación y el abuso policial: “Las asambleas son fabulosas, porque allí preponderan los intereses comunes por sobre todas las cosas. El problema es que la Constitución las considera ilegales, porque dice que `el pueblo no delibera sino por sus representantes. Pero nuestros representantes representan justamente sus propios intereses, y no los nuestros. Por lo tanto, no podemos esperar a que cambien los representantes para empezar a cambiar algo. Al igual que el cine, las asambleas son herramientas de cambio”.
¿Por qué?
El cine, en lo artístico, es la única herramienta de cambio que queda. Porque tiene una gran particularidad: incide sobre tu inteligencia emocional. Las otras artes también, pero carecen de la posibilidad de relato secuenciado.
Cine y Política parecen ser dos caras de la misma moneda para Campusano. Sus conocimientos sobre una los aplica a la otra, y viceversa: hace poco tiempo formó parte del primer jurado abierto en un festival de cine. Cuenta: “Yo considero que hay tres instancias clave en materia cinematográfica, y estas en general se manejan en la oscuridad: la concesión de premios, la programación de festivales y el otorgamiento de créditos y subsidios. En el festival de Río Negro implementamos, creo que por primera vez, un jurado abierto. Debatimos ante la crítica, ante el público y los directores. ¿Por qué una película es descalificada y otra desfavorecida? Muchas veces te das cuenta de que el capricho y la arbitrariedad priman. Si no podemos desterrar estas actitudes tan perjudiciales, por lo menos queremos exponerlas”.
Ahora, junto a un grupo de directores que conforman ese plural con el que siempre habla, está preparando un congreso que se realizará en Córdoba y en diciembre: “Sería básicamente una asamblea para plantear cómo hacemos para lograr jurados abiertos en los festivales, blanquear el área de programación y democratizar los comités de precalificación del INCAA, que son los que conceden créditos y subsidios. Si no planteamos esto no va a haber renovación posible. Es muy estresante hacer una película en las condiciones actuales. Incluso habiendo sido favorecido con un subsidio, te puede llevar cinco años todo el proceso de gestación. Y es muy difícil que un director pueda desarrollar un talento artístico haciendo una película cada cinco años”.
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Paren de fumigar
Este es un breve resumen de los informes que en diferentes localidades elaboraron médicos y científicos. Tienen en común la seriedad de las fuentes y la coincidencia de los resultados. Señalan que existe una relación entre el aumento de casos de cáncer, malformaciones congénitas y leucemia en las zonas de mayor fumigación con agrotóxicos. Por el momento son los únicos que trascendieron y con mucha dificultad para su difusión, sobre un tema que preocupa y moviliza a los vecinos de las zonas afectadas, principales motores de campañas y denuncias judiciales que lograron hasta ahora resultados parciales y provisorios. El debate de fondo es el modelo agroindustrial que afecta hoy a todo el campo argentino.
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La peste
Paren de fumigar. Un caso raro, una sospecha, un diagnóstico: médicos, pediatras y científicos de distintas provincias inundadas por el monocultivo y el glifosato fueron, casi siempre en soledad, el amplificador de una realidad silenciada al detectar que el crecimiento exponencial de malformaciones de bebés, cáncer y abortos a repetición, no es una plaga sobrenatural sino el efecto de un tipo de modelo productivo. En Chaco un informe impulsado por una pediatra oficialista (pero no obsecuente) determinó un 300% de aumento de casos de cáncer y 400% de malformaciones en zonas altamente fumigadas. Algunas de las voces que no se resignan a estas epidemias.
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