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GLBT: gorda, libre, boliviana, terca
María Galindo. Ahora que las identidades sexuales son parte del debate parlamentario y mediático, le pedimos a esta activista, artista grafitera y referente del feminismo latinoamericano un texto que resuma la experiencia de su práctica y que represente un aporte y, al mismo tiempo, un desafío: cómo romper moldes.
Porque comprendemos que la homofobia,
el racismo,
el machismo,
la explotación y la violencia
tienen una misma raíz
y que cuando trabajamos de manera separada un problema de otro no conseguimos transformar nada, sino únicamente apagar la fuerza contestataria y propositiva de nuestras luchas y así convertirnos en clientes baratos del sistema.
Porque comprendemos y partimos de esa pequeña comprensión, sabemos que nuestra arma más cierta contra la homofobia y las formas de violencia y humillación es la alegría, la osadía; el beso descarado en la calle y el amor desenfrenado en las plazas.
Nos negamos a hablar de discriminación y, menos aun, de homofobia como algo que nos incumbe o nos afecta sólo a lesbianas y maricones.
Por eso también y al mismo tiempo nos negamos a afirmar que a maricones y lesbianas lo único que nos afecta es la homofobia o la discriminación para con nuestra opción sexual.
Nuestro papel es el de movimiento transformador. Y en ese sentido nos colocamos frente a todas las formas de humillación, ejercicio de poder y violencia, de frente y de manera directa.
Queremos acercarnos, al menos acercarnos, al deseo de comprender todas estas formas al mismo tiempo y como simultáneas.
Si no hacemos eso estamos condenadas a ser un simple bálsamo.
Haremos una política cómoda y confortable, que termina gratificando las propias formas de jerarquías sobre las que está construida nuestra sociedad.
Queremos una sociedad sin jerarquías y ese es el sueño donde también nos colocamos como lesbianas.
Trabajar cada una de las formas de humillación y de poder en nuestra sociedad de manera separada no es sino parte de la influencia del neoliberalismo y del liberalismo. Es una forma de fragmentación no sólo de los movimientos sociales, sino sobre todo, es una forma de fragmentación de los horizontes de lucha.
Las víctimas
Por eso las Mujeres Creando no nos colocamos en el terreno contra la discriminación, ni por la tolerancia social, porque eso es achicar nuestro espacio político, es perder horizontes de cambio, y movernos en un pequeño patio de reivindicaciones las más de las veces victimistas.
Consideramos que esa visión ha colocado frecuentemente a los movimientos denominados como de Gays, Lesbianas, Travestis y Transexuales (GLBT) como movimientos cuyo único horizonte de lucha debe ser la aceptación, la tolerancia y la normalización.
El victimismo está dentro de nuestras venas como lenguaje único y reiterativo, como sepultura de otras formas de comunicar nuestro lugar en la sociedad.
Esa visión ha aislado a los movimientos denominados de Gays, Lesbianas, Travestis y Transexuales del conjunto de otros movimientos sociales conformando, además, fuertes estereotipos estéticos y lenguajes estereotipados también.
Esa visión ha despolitizado la lucha de maricones y lesbianas y la consecuencia inmediata ha sido la pérdida de propositividad, el empobrecimiento del lenguaje, el aislamiento y la repetición aburridora de frases hechas.
Maricones y lesbianas somos parte fundida y confundida
en todas las poblaciones,
en todas las instituciones
y en todos los sectores sociales
por eso mismo aislarnos es un error y, quizás, es complacer un ánimo de que nosotras debiéramos separar lo que se llama “libertad sexual” de lo que es todo el conjunto de lucha políticas.
La visión GLBT es una visión neoliberal de las luchas de maricones y lesbianas, es un invento,
un enlatado,
un producto del propio sistema
donde el envase lo ponen ellos
pero el contenido de frustración lo ponemos nosotras y nosotros.
Esa visión neoliberal ha construido artificialmente a sus propios interlocutores, colocando a los sujetos sociales en cubículos o cajas separadas y con discursos separados, juntando a unos y separando a otros, construyendo muros y barreras entre movimientos y entre identidades y simplificándolas y banalizándolas al máximo.
Separar los discursos y las identidades es una operación liberal que facilita las cosas para el sistema, entendiendo por sistema el poder estatal, el orden simbólico de normalidad, las definiciones sobre lo bueno, lo malo, lo moral o lo inmoral, las relaciones económicas, de empleo, oportunidades de educación, etc.
Discursos separados que además no afecten sus intereses,
sino que se concentren,
gasten sus energías
y se pierdan en la reivindicación de derechos que les salgan baratos.
Así, los indígenas pareciera que nada tienen que hacer con nosotras y nosotros,
viejos y viejas tampoco
porque eso de ser gay o lesbiana pareciera que es cosa de gente joven, blanca, sana, flaca y con plata.
O eso de ser lesbiana o maricón es cosa de hablar de “sexo” en su sentido más reducido y simple.
Es decir de “diversidad” y punto
y no como cuestionamiento de la familia, por ejemplo,
o de la sexualidad falocéntrica, por ejemplo
o de la heterosexualidad obligatoria, por ejemplo.
Mujeres Creando ha puesto en la sociedad boliviana de manera pionera temas como el del lesbianismo sobre la mesa de las casas, pero como un tema que tiene una raíz común con todas las luchas por la justicia que nosotras también desplegamos.
Estamos seguras de que nuestro trabajo impulsor ha causado un importante proceso liberador de hombres y mujeres, de jóvenes y niñas y niños en el derecho de preguntarse sobre su sexualidad y de decidir y asumir sus decisiones torcidas.
Ellas y ellos han encontrado en nosotras una voz decidida y una acción solidaria que no ha pasado por la venia institucional, ni el permiso de nadie, menos aun del Estado.
La libertad no es para nosotras aquella que nos otorgan, sino la que nos tomamos.
Para entrar en tema me permito invitarles a una otra lectura de GLBT, mezclando, por ejemplo, entremedio a:
LPD: lesbianas, putas y desempleada.
TGV: trabajadores, gays y viejos.
LLV: lesbianas, locas y viejas.
TTY: tú, tú y yo.
TNT: tú, nosotras y tú.
Construyendo espacios de identidades desde nuestras realidades
y no desde los corsés del sistema.
Construyendo espacios de luchas desde jardines sin rejas
y no desde los cubículos y jaulas publicitarias que nos imponen.
Construyendo lenguajes inaceptables por su carga de justicias,
de alegrías
y de rebeldías.
Mayoría y minoría
El concepto de mayoría y de minoría derivado de una especie de clasificación de derechos humanos prioritarios y secundarios es parte de una visión neoliberal que no se ha superado en absoluto, pero también es parte de una visión patriarcal. Los derechos humanos tienen un carácter universal y cualitativo, no cuantitativo, pero en el ejercicio de la defensa de éstos se ha perdido perspectiva. En la práctica se ha reconducido la energía a formular listas específicas de derechos por colectivos, dispersando y fragmentando el discurso y creando formas fragmentarias de interpretación de la vulneración de derechos, donde no hallamos -es más: ni siquiera buscamos- relación entre una y otra.
El varón es el ciudadano por excelencia. Desde ya, el concepto de ciudadano es un concepto masculino y heterosexual de antemano y de manera sobreentendida, y por muy indígena que sea un hombre siempre será al fin y al cabo miembro de ese Humano en mayúsculas que es el masculino.
La mayoría esta constituida por la masa obediente de la normatividad social -la maternidad, el matrimonio, la heterosexualidad, por ejemplo- y estas tres normas patriarcales constituyen la base sobre la cual se fundamentan estas mayorías que no son voluntarias, sino que están así constituidas sobre la base de formas de coerción y disciplinamiento.
Lo que quiero decir, en resumen, es que antes de cuantificar las veces que una lesbiana es expulsada de su trabajo por lesbiana, que una joven lesbiana es expulsada de su colegio por lesbiana que no consigue vivienda o lo que sea, antes de cuantificar o de formular siquiera esa afirmación, necesitamos poner en cuestión la matriz interpretativa que nos coloca como minorías frente a mayorías.
No quiero ser parte de ninguna minoría y menos aun de ninguna mayoría: lo que quiero es salir de esa lógica y autodesafiarme y encontrar y construir tejidos sociales que me permitan no sólo reconocerme como lesbiana, sino como lesbiana feliz, o como lesbiana desempleada, hermana de todas las desempleadas de mi país, hermanada con putas y con indias, porque si no lo único que estamos haciendo es construir desde las identidades sexo-genéricas -como se las ha querido nombrar-, construir ahí adentro guetos jerárquicos.
A la izquierda homofóbica
Otra de las matrices ideológicas que constituyen las reflexiones sobre los sujetos sociales vienen de la izquierda.
En América Latina y, particularmente, en nuestro país se ha abierto una nueva oportunidad para la izquierda y el sujeto indígena. Esto abre un momento de gozo, pareciera de cambio, replantea muchas cosas. Lo decimos todos, lo coreamos todos, ¿pero es así realmente?
La izquierda boliviana es portadora de muchísismas taras ideológicas. Es profundamente machista en sus prácticas políticas y parte de ese machismo, por supuesto, no sólo es la condición de las mujeres de las organizaciones como botín político, como sujeto no pensante y servil, sino acompañando esas concepciones está una visión completamente homofóbica que ni siquiera se asume como tal.
Desprecian la homosexualidad en hombres y mujeres y ésta forma parte de sus motivos de risa, de ridículo, de señalamiento y de aislamiento.
En el caso del sujeto indígena se trata de un sujeto exclusivamente masculino, que está aún en la fase de mitificación de su cultura, de sus usos y costumbres y de su rememoración de un supuesto pasado mítico. Ve en la homosexualidad una amenaza a sus valores ancestrales y a su cohesión cultural que mientras mas rígida sea, más controlable se puede hacer. Por eso es un sujeto caudillista y machista que se permite utilizar la homosexualidad como amenaza.
El escenario donde hemos visto esto han sido algunas de las discusiones en la Asamblea Constituyente, donde la posición indígena ha sido autoritaria y hasta violenta. Frente a homosexuales y maricones la falta de respeto ha sido la norma, en la mayor impunidad a través de medios de comunicación, y de comportamientos homofobicos por parte de varios de los constituyentes indígenas y evangélicos.
El problema dentro de la izquierda de nuestras izquierdas no es buscar un pedazo para maricones, para lesbianas, para travestis, sino a partir de nuestra existencia replantear todo el concepto de una política sin cuerpo como es la política izquierdista. ¿Acaso alguno está dispuesto a entender que una lesbiana tímida, cerrada, callada, servicial en sus filas puede significar la necesidad de replantear todo lo que vienen sustentando? ¿Acaso alguno en el sindicato, en la fábrica, en el barrio o en el movimiento está dispuesto a entender que la presencia de una travesti es tan inquietante que hay que ponerse a pensar y repensarlo todo?
La izquierda ha supuesto una política sin cuerpo. Nosotras les recordamos que quizás ésa sea una de las raíces de la profunda homofobia que hay en todas nuestras izquierdas. Quizás ésa sea una de las explicaciones de la risa, la burla y la hiriente homofobia que se despliega ahí adentro. Y lo digo con conocimiento de causa. A mis 18 años, militante de un pequeño partido marxista leninista en Bolivia, arriesgábamos nuestras vidas, cocinábamos para miles, salíamos en las noches a pintar las calles, resistíamos la persecución. Pero en ese supuesto contexto fiero yo me decía bajito que esto de ser lesbiana nada tenía que ver con esa lucha, que era una carga con la que no podía joder la dinámica de resistencia que habíamos creado, que callarse era lo mejor, lo más justo y, en el fondo, tenía solamente mucho miedo de ser rechazada y expulsada por traidora. Lo sé hoy y pienso que he perdido mucho tiempo en esas divagaciones que sólo han postergado la conquista de mi dignidad y, sobre todo, la conquista de una política con cuerpo. Cuánto valioso tiempo perdí dentro de la izquierda y cuánto miedo contra mí misma tragué.
Adentro del gueto
Hay que señalar, además, los problemas al interior del universo de maricones, travestis, transexuales y lesbianas. Hay que señalarlos a riesgo de ser hostilizada y declarada una vez más persona non grata.
El primero: la construcción de un sujeto capaz de nombrar el placer entre mujeres, el placer entre hombres y el cuerpo y la sexualidad, más allá de los límites de la heterosexualidad obligatoria. Éste es un desafío político y conceptual fundamental y fundante de la capacidad de nombrarnos.
El feminismo, como matriz ideológica y filosófica, ha inaugurado la política desde el privado, desde el cotidiano y desde el cuerpo y, en ese contexto, el feminismo es un punto de partida imprescindible e ineludible en ese proceso de nombrar y construir un sujeto. Un sujeto por fuera de los parámetros patriarcales, un sujeto que pone en cuestión la familia patriarcal, la sexualidad fálica y violenta y el sentido de posesión de las mujeres como objeto. Estas tres premisas tienen consecuencias fundamentales a la hora de señalar los horizontes de lucha de maricones, lesbianas, travestis y transexuales.
Cito estos dos ejemplos opuestos solamente para marcar una especie de línea, de frontera que está instalada ideológicamente dentro de las organizaciones de lesbianas y maricones:
En ese contexto, el matrimonio, por ejemplo -que no el deseo de construir pareja- no resulta ser un horizonte de lucha aceptable porque recoge la visión patriarcal de familia y la recoge como modelo al cual adecuarse.
En ese contexto, el derecho a la exploración de la sexualidad y del cuerpo y el derecho a la educación sexual, donde maricones y lesbianas somos parte del imaginario humano a través de nuestro arte y cultura, es para nosotras una de las bases fundantes de nuestras luchas.
Las líneas de fuga las traza la matriz feminista que apunta a poner en cuestión los parámetros patriarcales de familia, pareja, sexo y sexualidad.
Por el otro lado, las fronteras que traza un patrón liberal que no piensa, no conceptualiza, sino que utilitariamente repite aquello que los organismos internacionales, a través de oenegés, imponen como sentidos y parámetros válidos de lucha en nuestras sociedades del Sur. Es decir, que el mundo de maricones, lesbianas, travestis y transexuales también esta colonizado por la cooperación internacional.
Noticia de último momento
Puedes llegar a perder todo lo que tienes empezando por la vida misma. Entonces no es que no accedes a derechos -que también-, sino que serás despojada de los que por casualidad tienes.
Una lesbiana no goza de ningún derecho humano en la sociedad boliviana.
Si te pescan en el colegio serás condenada por tu amor a la patologización de tus sentimientos.
Si te pescan en el trabajo serás condenada a perder tu trabajo.
Si te pescan en la calle te expones a ser golpeada, insultada y señalada.
Si te pescan y eres madre, puedes perder tus derechos como madre.
Si eres pública no podrás encontrar una vivienda y siempre serás sujeto de mofa.
La complicidad en la violación de tus derechos empieza en el cura y termina en el policía, pero todos se cuidarán la espalda de no dejar prueba alguna del señalamiento y o la violencia que vives para que jamás puedas pedir cuentas y termines la jornada a oscuras culpabilizándote por ser diferente.
No es un retrato dramático, y si las cosas han cambiado mínimamente y hoy tenemos referentes públicos como soy yo misma, puedo decir sin miedo que es por la mera fuerza de la terquedad, el amor a la vida y el amor al amor y punto.
No queremos inclusión ni conciliación.
No queremos bendiciones, ni aplausos, ni perdones.
Queremos amor.
Y luchamos por todo el paraíso.
Mu41
Abusados
En un caso, una maestra fue condenada, pero cumplió sólo 6 meses de prisión y no se investigó a los hombres mencionados por las seis nenas abusadas. En otro, fue absuelto el profesor de gimnasia y fueron procesados dos peritos. El tercero sucedió en un jardín de infantes de Villa Gesell y todavía espera justicia. Sus diez expedientes se convierten en una prueba de cuál es el rol de quienes deben escuchar el relato de niños y niñas de apenas 4 años y hacer algo a partir de ello. También, de cómo se comporta la máxima autoridad eclesial cuando se reportan denuncias que involucran a las instituciones de la que es responsable, actitud que mereció hasta el reproche de los mismos jueces que exoneraron a los denunciados por considerar que los testimonios de los chicos estaban “contaminados”. El caso del Instituto Ana Böttgger de Villa Gesell permite verificar cómo se toman esas pericias y plantea un debate de fondo: por qué los tribunales no están en condiciones de hacer justicia.
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