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Los pobres dan plata

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La experta y ex ministra de Evo, Graciela Toro Ibáñez desnuda en su libro cómo el sistema financiero logró ganar 1.300 millones de dólares con los más pobres.

Los pobres dan plataGraciela Toro Ibáñez es menuda, silenciosa y apacible. Su trabajo la convierte en un huracán capaz de arrasar con los telones que cubren los rincones del poder más obscenos. Ésa es la conclusión a la que se llega tras la lectura de su libro La pobreza: un gran negocio, una investigación rigurosa y minuciosa de la industria financiera del microcrédito en Bolivia. Allí ha puesto toda su formación académica al servicio de la denuncia de una de las formas más perversas de la usura moderna: la que clava sus colmillos en el cuello de los que nada tienen. Es socióloga y economista, con una maestría en Economía y Política y una experiencia como ministra del gobierno de Evo Morales en la cartera de Planificación y Desarrollo, puesto que dejó en noviembre de 2008. Fue entonces cuando puso toda esa experiencia a analizar cada una de las denuncias que recibió la Oficina contra la Usura de Mujeres Creando. Legajos que representaban historias de vida atrapadas en una perversa cadena de endeudamiento. El resultado es contundente. De lo particular logró trazar un cuadro general que aterra. Algunas de sus revelaciones:
 
La industria financiera del microcrédito en Bolivia cosechó una cartera de 1.382 millones de dólares.
La tasa de interés cobrada por estos préstamos supera en varios puntos a la del mercado bancario tradicional.
El 90% de las endeudadas son mujeres dedicadas al trabajo informal, madres de tres o cuatro hijos.
 
Sentada en el auditorio de la tradicional iglesia de San Francisco, con el párroco Carmelo Galdós como anfitrión, Graciela expuso sus conclusiones en una charla en la que compartió el panel con el representante de una de las más importantes organizaciones de microcrédito local, que no pudo responder ni uno solo de los cuestionamientos, que ella sostuvo con firmeza y sin mover las manos de su regazo. “Estamos hablando de un sistema que cosecha márgenes de ganancias mucho más altos que el sistema bancario formal. Se trata de organizaciones financieras que, bajo la figura de oenegés, convirtieron en mercado financiero a los más pobres. ¿Cómo lograron hacerlo? No sólo cobrando las mayores tasas de interés del mercado: lo que detectamos claramente al analizar los legajos es que el problema no era sólo la tasa de interés activa sino la efectiva”.
 
¿Cuál es la diferencia?
La tasa de interés efectiva es la que resulta de sumar todos los cargos adicionales que le cobran al deudor. Se supone que una tasa de interés se origina para amortizar el costo de prestar el dinero. Pero el sistema microfinanciero traslada a ese deudor el sostenimiento de todos sus costos: los de estructura, personal, equipamiento, publicidad, etc. Cuando se suman esos costos “extraodinarios” a la tasa de interés declarada en cada préstamo el resultado es infernal: aumenta la tasa desde un 10 y hasta un 37%, según surge de los casos que analizamos. De esa manera, es la población más pobre la que mantiene todo el sistema. Estamos hablando de una población que recurre al microcrédito porque no califica para el acceso a otro nivel de crédito. Es decir, personas que están en una situación desesperante y, por lo tanto, no tienen capacidad para negociar otras condiciones.
Sin embargo, la estrategia del microcrédito se publicita como un éxito.
Lo que detectamos es cómo funciona ese éxito. Las mujeres piden ese dinero para comprar mercadería y sostener así una estrategia de sustento familiar. No tienen capacidad de ahorro y cualquier contingencia les impide cumplir con el pago de la cuota comprometida. Entonces, piden el dinero para pagar la cuota a amigos y familiares. El resultado es una cadena de endeudamiento de la que no pueden salir. En tanto, el sistema financiero de microcrédito exhibe su éxito: su tasa de mora es bajísima. Es un círculo perverso en el cual el único beneficiado es el sistema financiero. Y desde su punto de vista, claro que es un éxito. Un ejemplo: la rentabilidad sobre el capital, en promedio, llega al 19,5%, cuando en el sistema bancario alcanza en el mejor de los casos el 16%.
Una de las hipótesis que desarrolla el libro es que este sistema le permite al mercado capturar los recursos de la economía informal.
Así es. La llamada economía informal se ha transformado en una estrategia para las poblaciones y en un problema para el Estado. Si el 70% de tu población se dedica a la economía informal, como en Bolivia, ese problema es político y serio. Representa una respuesta contestataria. Significa que la mayoría de la población ha razonado: el Estado no me da nada, pues bien, nosotras creamos los espacios que necesitamos para sobrevivir. Y los creamos en la calle. El microcrédito representa, entonces, una estrategia del Estado para ganar su tajada de eso.
¿Cuáles son los datos que lo comprueban?
En primer lugar, el Estado ha subsidiado desde la compra de maquinaria hasta la publicidad del sector. Por otro lado, en el libro se detalla el listado de montos que la banca internacional derivó al Estado boliviano para que éste los transfiera al sistema de microcréditos. Así lograron su capitalización. Se hace evidente entonces que esos costos que le trasladan al deudor y que elevan la tasa de interés en forma extraordinaria no son reales, porque ya han sido pagados por los subsidios que entregó el Estado. Son, en realidad, la tasa de ganancia. Eso es lo que prueba el libro: cómo el sistema financiero convirtió en rentable el mercado de la pobreza.
¿Qué dimensiones tiene?
Estamos hablando de un millón de personas atrapadas en esa cadena de endeudamiento. Y de un monto de más de 1.300 millones de dólares.
¿Actualmente las condiciones son las mismas?
Se ha regulado la tasa de interés activa, que bajó a un promedio del 9%, pero sigue vigente el mismo enfoque. Sigue funcionando ese esquema de intermediación financiera, donde el Estado no puede intervenir directamente, sino a través de lo que se llama una banca de segundo piso que deriva los recursos públicos hacia el sistema financiero. Así lo subvenciona clara y explícitamente.
 

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