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Luche y vuelve
Pino Solanas. Peronista de toda la vida, supo combinar su militancia política con la realización cinematográfica. Desde que dirigió La Hora de los Hornos, en 1968, se convirtió en un referente del cine militante en el mundo. Crítico del actual gobierno, toma distancia de los intelectuales que lo defienden y dispara: “No se puede pensar la reconstrucción de Argentina sin una verdadera cruzada ética”.
Retenga este número: cuarenta y cinco. Para ningún peronista significa un número más. Es el año de la movilización del 17 de octubre, y del nacimiento de un fenómeno de masas quizás irrepetible. Para quien escribe esta nota, esos datos parecen extraídos de un manual de historia. El motivo también tiene que ver con ese número: son los años de vida que me lleva el entrevistado. El desafío, entonces, es obvio: acortar esa brecha y entender desde el presente qué queda de aquellos tiempos de agite.
Pino Solanas nace en 1936, “plena década infame, la del fraude patriótico, la del pacto Roca–Runciman, la del invento de la picana, la de la Argentina ‘colonia inglesa’, a un año de la muerte de Gardel, el año del fusilamiento de Lorca y la guerra civil española, a tres años de la Segunda Guerra, y a cinco de que Orson Welles filmara El Ciudadano”, enumera en La Mirada, un libro de reflexiones escrito hace dos décadas en el que teje un hilo conductor entre el arte cinematográfico y los conflictos sociales de la época. De eso se trata, de entrenar la mirada para captar la imagen precisa que permita comprender qué es lo que pasa a nuestro alrededor.
Minas perversas
Pino Solanas reivindica los primeros diez años de gobierno peronista. Le pregunto por qué, ya que pasó más de medio siglo y no parece haber quedado mucho de aquellos tiempos. Dirá Pino: “Los principios fundamentales y códigos doctrinarios del peronismo están en la constitución de 1949: los derechos del trabajador, de la niñez, de la ancianidad, y el artículo 40º, que es toda una revolución económica. Si uno a eso le agrega el paquete de leyes votado en el parlamento en 1947 –que no tiene parangón en América Latina– se da cuenta que era el puntapié inicial de una revolución social. Para que te des una idea, pibe, una de las leyes decía que ninguna empresa podrá repatriar a sus casas matrices más del 8 por ciento de las ganancias. De todo eso no quedó nada”.
¿Y hoy cuando hablamos de peronismo a qué nos referimos?
Es un tema complicado… Vos le decís ‘soy peronista’ a un muchacho de 20 años y es una cosa muy confusa. Desde hace varias décadas se viene produciendo una degradación de los paradigmas del peronismo. Por eso la necesidad de agregar adjetivos o aclaraciones para explicar de qué estamos hablando. El problema de fondo es que desde la muerte de Perón se empezó a traficar con la herencia política que dejaba el líder del movimiento de masas más grande de América Latina. Y como era un movimiento que contenía a distintos sectores, desaparecido el líder, aparecieron todo tipo de travestismos y de filtraciones”.
Pino no lo dice de manera explícita, pero en esa bolsa caen tanto Menem como el matrimonio Kirchner. Sin que me dé tiempo a preguntárselo, él arranca solo. “El gobierno de Kirchner ha demostrado una vocación antipatriótica absoluta, colocando sus intereses personales por encima de los de la Patria. Te doy un ejemplo muy claro. En octubre de 2006 se vota la reforma a la Ley de Hidrocarburos. Las provincias empiezan en silencio a negociar con las empresas la prórroga de las concesiones que había aprobado Menem, y que terminaban en 2017. En ese año el Estado argentino las recuperaba sin mover un solo dedo. Fijate vos lo obsceno de la situación: la ley dice que las prórrogas se pueden negociar sólo seis meses antes de la finalización del contrato, siempre y cuando hayan cumplido con las inversiones pautadas. En este caso no sólo no habían hecho tales inversiones, sino que encima se empezaron a negociar ¡10 años antes! Incluso en Cerro Dragón, el principal yacimiento nacional de petróleo por su calidad, se renovó la concesión hasta 2047. Lo más perverso de todo es que la Nación podría hacerlo asociado a las provincias, y no depender de empresas privadas manejadas por gente como Cristóbal López –testaferro de Kirchner–, sosteniendo así un verdadero capitalismo de amigos. Para volver al principal peronismo: primero la Patria, después el movimiento, y por último los hombres y las mujeres. Nada de esto se ve en la gestión de los Kirchner”, concluye.
Sueldo y pico
El libro La Mirada surge de una extensa entrevista que Horacio González le hizo a Pino a fines de los 80. Hoy están ideológicamente distanciados. Aquél defiende al gobierno encabezado primero por Kirchner y luego por su esposa, mientras que Pino asume una posición mucho más crítica. Como me podía imaginar, la diferencia también la marca la cercanía al proyecto de país impulsado por Perón. “Hay intelectuales, como Norberto Galasso y algunos otros, que comparan al gobierno de Kirchner con la primera etapa del gobierno de Perón. Eso es una falta de memoria absoluta. Perón toma tres medidas claves: nacionalización del Banco Central –hoy sigue regido por la Ley de entidades bancarias sancionada por Martínez de Hoz en plena dictadura–; nacionalización de los depósitos bancarios –hoy no hay proyecto nacional que priorice el crédito para la industria local–; y nacionalización del comercio exterior -hoy ni en el auge del conflicto con el campo se cuestionó a los grandes grupos agroexportadores-. Entonces pensar en similitudes entre un gobierno y otro me parece un disparate”, se posiciona Pino.
¿Cuál es, entonces, la distancia que tiene que haber entre un intelectual y el poder?
El intelectual no puede ser una suerte de materia pura que observa de afuera. No se puede estar en la tribuna del Coliseo, hay que bajar al ruedo y correr la suerte de alguno de los que está peleando. Mirar de afuera siempre es fácil, me parece una actitud cobarde, y yo defiendo a los que dan un paso al frente y se comprometen con un proyecto. Ahora, a no confundir: de ahí a cerrar el pico frente a las barbaridades que comete el gobierno al cual vos estás sirviendo, eso es aberrante. Los intelectuales son híper críticos, hasta que empiezan a cobrar un sueldo y entonces censuran públicamente buena parte de sus opiniones. Eso merece la peor de las críticas.
Crear el poder
La charla continúa fluida. Por momentos siento que estoy haciendo un curso intensivo de Peronismo I, impartido por alguien que lo vivió de primera mano. Pero lo que sé de Pino (y esto no me lo contó nadie) es que no sólo las palabras son su fuerte para ofrecer esa visión que él tiene sobre Argentina reciente. Están las imágenes, y está la cámara que le permitió hacer pie frente a la imposición de la mirada de los otros. Dirá Pino en el citado La Mirada: “Es necesario un paciente trabajo de objetivación del material, de crítica a toda la colonización pedagógica de la que vive un aparato cultural poco imaginativo, que copia mal y de manera desactualizada. A ese aparato contribuyen muchos centros académicos con sus revistas y diarios, y en muchos momentos la propia universidad. Por eso el primer gesto de salud mental y de salud del alma es desarmar esos modelos que se nos venden como absolutos y máximos”.
¿Qué lugar ocupa el cine ahí?
Así como una película no cambia el mundo, ni hace la revolución, puede incidir en lo inmediato mucho más que un libro. Aunque sea tirás una piedrita en una laguna…
¿Y quién marca los tiempos entonces? ¿La televisión?
Claro. La televisión trabaja el imaginario colectivo e induce a la opinión pública. En épocas de marcada despolitización como esta, donde se impuso la cultura de la derrota de los 90, se ve muy clara esa tendencia. Hay un sentimiento de derrota que viene impulsado por el neoliberalismo y por las universidades que se alinearon en esta postura al momento de enseñar. Todo eso es una máquina que te dice ‘dejá el romanticismo de lado, y sálvese quien pueda’. Eso laceró la solidaridad y la idea de experiencia colectiva, reemplazándola por la cultura del individualismo. Entonces el cine dejó de ser una experiencia colectiva y se transformó en un dvd el sábado a la noche en casa tomando una cerveza con amigos”.
Por momentos creo que Pino lee mis pensamientos. Frente a sus palabras tengo el mismo sentimiento de derrota que él relata. No encuentro una salida, ni siquiera cuando trato de pensar qué hubiera hecho Perón en mi lugar. Otra vez, él se me adelanta. “Nadie nunca en la vida encargó un poema. Si se acercan a decirte que escribas es para decirte ‘escribí lo que yo quiero que escribas’. La juventud, ustedes, tienen que aprender a crear sus propios poderes, y hoy tienen muchas más facilidades que antes. Los medios de producción hay que inventarlos, nadie va a venir a decirte cómo los tenés que hacer. Nadie ha tenido más chances de hacer cine que la generación actual. En mi época si querías filmar tenías que comprar fílmico. Hoy no cuesta nada: cualquier chico con una cámara de mil dólares filma un largometraje. Las nuevas tecnologías han democratizado el cine, hoy no filma el que no quiere”, arenga.
Petróleo Sangriento
“Pino quiere seguir filmando. Al éxito impensado de La próxima estación (documental sobre el saqueo y vaciamiento de la red ferroviaria argentina, que sigue en cartel con más de 50 mil espectadores acumulados) le sigue un film sobre la necesidad de recuperar los recursos naturales. Así, planea terminar una pentalogía que se inició con Memorias del Saqueo, siguió con La dignidad de los Nadies, Argentina Latente y La próxima estación. El documental se llamará La tierra sublevada, y Pino me cuenta que el día que hacemos la entrevista es el primero que pasa en Buenos Aires después de estar más de una semana recorriendo el norte argentino en busca de testimonios para el film. “Los signos distintivos de la época en América Latina son los vientos de transformación para recuperar los recursos naturales. La pelea es por la recuperación de la minería y el petróleo. Si no hablamos de estos temas, estamos hablando de otra cosa, no de cambio. El valor supremo es la vida, y las formas de conservarla y de cuidar el medio ambiente.” Y frente a las luchas por el cuidado de la ecología y los bienes que son de todos, asoma nuevamente la figura de Perón. “Lo que marcó el gobierno de Perón es que puso una revolución social en marcha apoyada en dos pilares fundamentales: defender los intereses de la nación y la ética pública. Esa fue una respuesta a la sociedad que demandaba un país menos infame, menos oligárquico, incorporando a los que se quedaban afuera. Los años 90, en cambio, son la generación del reviente, la generación prostibularia: los bienes públicos, lo que es de todos, se convierte en botín de guerra de la clase dirigente. No se puede pensar la reconstrucción de Argentina sin pensar en una cruzada ética. Lo que es de todos tiene que estar en el centro de la cuestión”.
Para terminar, Pino cuenta una anécdota sucedida hace un par de años, cuando tuvo la posibilidad de hablar por primera y única vez con Néstor Kirchner. “En esa ocasión le dije: ‘mirá Néstor, el 70 por ciento de los argentinos está de acuerdo con la nacionalización del petróleo’. ‘Te equivocás, el 72’ me respondió´. Entonces, ¿cómo es posible?. Porque no hay voluntad política de avanzar más en la recuperación de los recursos naturales, ni de reconstruir la industria pública. Y es falso que no se pueda. Se puede”.
Pino habla de Perón como de un padre del que está orgulloso. Alguien que le mostró las herramientas para construir un camino, y le dio la libertad para hacerlo. Escucho a Pino como un abuelo que me entrega el testimonio de lo que vivió, que se niega a aceptar la realidad actual, y que desde su lugar la sigue peleando. Termino la entrevista y para volver al centro busco la parada del 45 (¿qué otro?). Una vez arriba sigo leyendo La Mirada. No me había percatado de la dedicatoria casi hasta el momento de bajarme: “A quien tenga veinte años”. Seguro que cuando llegue a mi casa la primera palabra que ponga en el Google va a ser Perón.
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