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Volveré y seré hip hop

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 La banda de Ciudad Evita nació al calor de la hoguera de año 2001 y lleva la marca en el orillo de su barrio y de su época. Sus estribillos son proclamas que enuncian sin metáforas cómo es la realidad desde los bordes.

Volveré y seré hip hop

Cuenta la leyenda que si uno sobrevuela Ciudad Evita puede ver claramente cómo la disposición de las construcciones forma la imagen de la abanderada de los humildes, con rodete y todo. Estoy, entonces, caminando sobre un monumento que sólo el cielo sabrá si existe o no. “Nos tocó nacer acá, pero no somos peronistas y la figura de Evita nos chupa un huevo”, dice Quique, frontman de una banda compuesta por casi una decena de varones, que tomó el nombre del barrio como su documento musical de identidad.
La historia de Ciudavitecos está llena de altibajos, momentos de crisis y baches, como la de cualquier proyecto colectivo que haya surgido en el inestable 2001. En ese año Quique, Marian(o) y Tato salían a tocar sin instrumentos: sólo voces en los micrófonos, sobre unas pistas ya armadas. Ser la primera banda de hip hop de Ciudad Evita les trajo unos cuantos dolores de cabeza. El prejuicio de un público no acostumbrado a escuchar grupos que tocan con máquinas era la obligada prueba que tenían que pasar en cada show. Pero no la única.
A fines de 2001 estalló el argentinazo, y la crisis se sintió fuerte en el suroeste del conurbano. “Lo que pasó en 2001 fue algo muy triste y que nos hizo sentir mucha indignación e impotencia. Pero al mismo tiempo, lo espontáneo y lo masivo de ese 19 de diciembre fue algo groso, algo que hoy ya no se ve. Ahora todas las movidas están craneadas, hasta hay piqueteros del gobierno, ¿qué es eso?”, reflexiona Marian. “En esa época a nivel banda estábamos contentos, preparando el primer disco, pero lo que veíamos era un bajón. Y en La Matanza se sintió: hubo mucho saqueo, mucha violencia, mucha muerte”.

Nombre propio
La banda comenzó llamándose r.e.y. Kaníbal (Rico El Yuyo Kaníbal), y bajo ese nombre sacaron, en noviembre de 2002, su primer disco que titulado Ciudavitecos. Pero el camino de este grupo parecía destinado a los conflictos. “Estuvimos tocando dos años hasta que una banda nos dijo que tenía registrado el nombre Rey Caníbal. Nos intimaron judicialmente e hicieron una oposición cuando quisimos registrar nuestro nombre. Nos pidieron plata y no aceptamos. Lo tuvimos que cambiar, y hasta pagarle a los abogados de ellos. Encima nos rompieron las tapas de los discos en la cara. Eso fue lo que más nos dolió”. En 2004, entonces, decidieron que Ciudavitecos, el nombre de ese primer disco, fuera el nombre oficial de la banda. De yapa lo reeditaron, y estuvieron otros dos años presentándolo como si fuera la primera vez.
No es difícil definir lo que se puede escuchar en esa primera producción: letras con una mirada ideológica de la realidad, hijas de esa Ciudad Evita que se quedó sin metáforas:
Hoy vengo a cantar
para que escuches realidad.
No todo es color rosa,
acá pasan muchas cosas.
Micrófono en la mano,
como un revólver cargado.
Y no me vengan con censura
por palabras duras.
Si lo que pasa en Argentina
es evidente
los políticos son todos delincuentes.

Testigos y parte
El barrio dice presente en muchos de los temas, casi siempre explícitos y combativos, sin lugar para la lectura entrelíneas. Una violencia esperanzada atraviesa las canciones del disco debut y sirve de puente entre aquel primer trabajo y la placa que lanzaron el año último, La inspiranza. “En Ciudad Evita ves de todo. Yo nací en el barrio Querandí que es el más pobre. Si hasta se olvidaron de hacer las casas que prometió Evita –dice Quique en tono irónico–. Ahora, vos cruzás la vía para este lado y ves a un pibito de 18 años que tiene una tremenda camioneta”, agrega. La desigualdad se hace bien palpable, y las letras de Ciudavitecos quieren dejar registro de su disconformidad. ¿A quiénes le apuntan? A la clase política y a la policía, en primer lugar, y a cualquier persona o institución que quiera impedirles levantar vuelo. “Ahora la cana no rompe tanto las bolas, están más tranquilos, aunque de vez en cuando les agarra el raye y salen a molestar a los kioscos”, relata Cui, otro de sus integrantes. Y cuenta una anécdota bien ciudaviteca, de la que ahora puede reírse. “En una época había un boliche que tenía de dueños a unos policías. Entonces, los tipos lo que hacían era ir por el barrio cerrando todos los kioscos, haciendo un operativo tipo ‘embudo’ para que todo el barrio termine adentro del boliche de ellos. Sí o sí tenías que ir ahí. El problema era que a nosotros no nos dejaban entrar”.
Por momentos las canciones denuncian estas realidades de una manera impersonal, como en las oscuras letras de La Matanza y Puta realidad. Otras, narrando alguna historia particular, testimonio que sirve de muestra para ver un entorno más amplio. Es el caso de Tratamiento, la historia de un vecino que se enganchó con la merca, y por afanarle guita a su viejo para poder comprar terminó internado en una granja: “Estoy en tratamiento/ trato pero miento”.
La banda crece musicalmente cuando se mete con la cotideanidad y le suma al barrio su propia mirada. El mejor ejemplo: Vendedores, un tema que con humor y grandeza rescata aquello que sólo ellos no ven insignificante: los vendedores ambulantes barriales. El video, actuado por ellos, puede verse en Youtube.

Estudiá, boludo, estudiá
Otro clásico del territorio ciudaviteco: el tema de las drogas parece sacarles el sueño. Mientras reclaman a gritos una entrevista en la revista thc –dedicada íntegramente al tema– la despenalización de la tenencia y el consumo de marihuana es una de las banderas que flamea más alto. “Nosotros consumimos y formamos parte de la movida para que se despenalice. Algunos incluso cultivamos. De lo que estamos en contra es del narcotráfico”, explica Marian. Uno de los hits de su primer disco, El mañanero, deja bien en claro su posición:
Legalicen la marihuana
que es natural, no es artificial
no tiene químicos como las demás
renueva lo emocional
y alimenta lo espiritual

En el disco nuevo el tema sigue presente, especialmente en las letras de Superpinito y Apaga la luz. La cruzada obliga a la acción, por eso la banda busca articular con quienes estén de acuerdo. “Todos los años vamos a Córdoba para los actos que se organizan por la despenalización, y la verdad que nos gustaría engancharnos en otros lugares”, cuenta Tato.
Otro de los temas que los obligó a articular para aunar esfuerzos es la defensa del medio ambiente en Ciudad Evita. El proyecto de instalación de una planta purificadora del ceamse en los bosques del barrio hizo que los vecinos se autoconvocaran para resistir el atropello. La banda se hizo cargo y acompañó la movida, tocando en las asambleas y las marchas. “A veces vamos a tocar ahí, son las cinco de la tarde y ves que están todos bailando, desde pibitos de 8 o 9 años hasta tipos de 70”, se emocionan. En esos recitales, el agite de la banda incluye consignas que lanzan desde el escenario con didáctica pasión: “Estudien, boludos, estudien. Que los que mandan nos quieren ignorantes.”
Ellos saben que el proyecto de la planta sigue su curso, pero están dispuestos a dar pelea el tiempo que sea necesario, al igual que todo el barrio.

Generar espacios
No sólo la lucha contra la punición del consumo de marihuana y contra los rellenos sanitarios los lleva a armar movidas con otros actores sociales. La masacre de Cromañón, a fines de 2004, también los obligó a hacer nuevas lecturas y posicionarse de otra manera en el mundo de la música. “Cromañón fue un garrón. Como banda no teníamos ningún lugar para tocar, se nos cayeron un montón de fechas. La solución de la gente que tendría que haber evitado lo que pasó fue cerrar todos los espacios. Mataron a un montón de gente, y la solución fue matar además a un montón de músicos”, reflexiona Quique. Ciudavitecos no se quedó quieto, y buscó la manera de esquivar la sentencia. “Nosotros tuvimos que generar el espacio para las bandas independientes: tocar en el barrio, coordinar con otras bandas, e ir armando los lugares. Pero fue muy duro, estábamos todos bastante paranoicos, teníamos miedo que a algún pibito le pase algo en un show, estábamos pendientes de los matafuegos y de cosas que antes no te fijabas”, dice Marian y asiente el resto. Es que allí estuvo la clave: en la autogestión y la articulación con la gente del barrio y con otras bandas. De esa manera se logró abrir un espacio que parecía imposible. “En ese momento se armó un movimiento que se llamó mur (Músicos unidos por el rock) y así se consiguieron dos lugares en Capital: el Centro Cultural Centeya y el Carlos Gardel. Pudimos rescatar esos lugares para bandas chicas, y lograr que además nos pagaran por tocar”. Ese fue el comienzo de una movida que parecía más grande de lo que finalmente fue.
Hoy no saben si el mur sigue funcionando, los lugares donde tocan volvieron a los vicios pre-Cromañón, y sigue pendiente por parte de muchas bandas una lectura política más profunda de lo que sucedió el 30 de diciembre de 2004. “Yo viví mucho tiempo en Villa Madero, y ahí murieron muchos pibes. Muchas familias quedaron re locas, y los quieren arreglar con 800 pesos por mes”, relata Quique. La indignación es un buen punto de partida, pero no alcanza como meta final.

Bomberos voluntarios
Ciudavitecos hace todo a pulmón. La elaboración de los discos, la organización de las fechas, y las giras por el interior del país. La falta de plata nunca fue un obstáculo para lo que se proponían, sea grabar en un buen estudio, o irse a Capilla del Monte en malón todo un verano. “Este verano fuimos de gira a Capilla del Monte y entre la banda, los hijos, las novias, los amigos, éramos 26. Juntamos la guita con los shows, esa plata no la repartimos sino que va toda a una alcancía. Lo mismo cuando ensayamos: en lugar de pagar una sala de ensayo tocamos acá, y cada uno pone algo de guita en la alcancía. Sumale la venta de discos, pines, remeras que hacemos nosotros, y ahí ya tenés la plata”, cuentan como si fuera tan fácil como ir a comprar una docena de facturas. Marian relata la experiencia de presentar el primer disco, allá por 2002. “El primer disco lo salimos a tocar en todas partes: en Capital, todo el conurbano, y después nos fuimos a Mendoza y a Córdoba. Acá en Ciudad Evita enchufábamos los bafles en cualquier kiosquito que nos dejaba y le dábamos para adelante”, recuerda. Y es que el hazlo tú mismo es una de las filosofías de Ciudavitecos. Aunque, vale aclararlo, ninguno de ellos vive de lo que genera el grupo. Cada uno tiene su actividad, y le dedica a la música el tiempo que puede. “Todos laburamos, ninguno vive de la banda. Somos como bomberos voluntarios de la música: dedicamos un tiempo de nuestra vida al arte como hace un voluntario”, se sincera Quique.
La noche helada cae sobre el conurbano. Pienso en Evita y su rodete inmutable. ¿Lo estaré pisando? Seis de los integrantes de la banda se preparan para un nuevo ensayo semanal. Suben los equipos a la sala y ponen en marcha un ritual que les es conocido. Tanto como las calles de este barrio que, mochila al hombro, camino de regreso a otra ciudad. De fondo, me despide una melodía y una arenga:
«Aunque nos corten la lengua
seguiremos cantando
aunque nos corten las piernas
seguiremos bailando”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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