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Catástrofe ecológica, inequidad social y ceguera política

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Este 5 de junio es el Día Mundial del Ambiente, en un mundo cada vez más alejado de la sustentabilidad. El ingeniero Walter Pengue envió a lavaca especialmente el artículo El ambiente se partió al medio, en el que desarrolla lo que ocurre cuando el mercado está por encima de la estabilidad planetaria. 
Pengue es el único científico argentino que integra el Panel Internacional de los Recursos de Naciones Unidas. Es titular de la cátedra de Economía Ecológica de la Universidad de General Sarmiento, miembro del Grupo de Ecología del Paisaje y el Medio Ambiente de la Facultad de Arquitectura, e integrante del Diplomado en Periodismo y Comunicación Ambiental Andrés Carrasco.


Una buena parte de la humanidad, conmemora el 5 de Junio como el Día Mundial del Medio Ambiente. Un día sobre 365 es bastante poco, para realizar todo lo que se debería transformar antes del gran colapso humano.  La sociedad global, amerita un cambio civilizatorio, que pareciera estar cada vez más lejos que cerca del andarivel de al menos una mejor y cercana sustentabilidad.
La declamación política y las metas del desarrollo sostenible a cumplirse allá por el 2030, están, desde hace dos días, más lejos que cerca y por la decisión de pocos hombres,  elegidos en un marco democrático, pero ante la mirada atónica de un mundo impávido y parlanchihablante.
No es un tema menor, cuando la economía está por encima de la estabilidad planetaria. Pareciera, para la mediocridad política, que la pauta siga siendo el crecimiento económico por encima de una sociedad que se salvará aún con más humanismo y quizás sí con el apoyo de ciencia y tecnología comprometida,  pero no sometida a los arbitrios y tenacidad del mercado.
El ritmo del crecimiento económico mundial es más acelerado que la propia expansión de la especie humana. Mientras entre 1950 a 2010 el PBI mundial pasaba de 10 a 80 billones de dólares, la población humana lo hacía desde los 3.000 a los poco más de 7.000 millones, lo que equivale a decir que mientras la economía global se multiplicaba casi ocho veces, la población del mundo solamente se duplicó.
Sea por la economía marrón, a la que parecemos volver, o por la remanida economía verde, en la que algunos sueñan como un eje de transformación planetaria, lo que no está en la mente y corazón de la población humana y sus dirigentes, es la imprescindible necesidad de un viraje rotundo, sobre este sistema que promueve el comerse el mundo.
Esta geofagia planetaria y la escasa mirada y oferta de estadistas mundiales y nacionales, nos hacen sentir el frio cercano del ensombrecimiento global más que la tibia luz de esperanza por una sociedad que pelee por sus cambios. A pesar de tanta tecnología, nos seguimos comiendo el mundo. Es una guerra del hombre contra el planeta. La economía y su consumo (consumismo) de materiales, energía, agua y recursos naturales crecen mucho más que la propia expansión de la especie humana.  Fue a través de ese crecimiento económico que se generaron cambios importantes y fuertes presiones sobre los recursos de base (tierras, suelos, agua y biodiversidad), sobre los intangibles ambientales que prácticamente nunca entraron en las cuentas de ganancias y pérdidas de las contabilidades nacionales y por supuesto sobre los mismos humanos, explotados y desnaturalizados de su razón de ser.
El cambio climático y ambiental global, junto con la demanda de recursos y el cambio de uso del suelo, nos muestran que a pesar de los tibios esfuerzos de algunos, seguimos destruyendo el planeta de la especie humana y de todas las otras especies, que ciertamente, no lo desean pero lo sufren.
La humanidad “se come”, más de una tercera parte del plato mundial de la producción de biomasa de todo el planeta. Antes, esta producción se distribuía más equilibradamente entre todas las especies del globo. Además del drástico cambio en el uso del suelo, el resultado se refleja en la pérdida importante de la diversidad biológica, que cuenta con menos territorios y menos alimentos.
En América Latina, la transformación de recursos naturales ha sido notable. En Argentina, entre 1970 y 2009 la extracción de materiales pasó de 386 millones a 660 millones de toneladas, con una tasa de crecimiento superior a la de la población del país.
Esto significa que el aumento en la extracción de materiales no está impulsado por el consumo doméstico (interno en sí mismo) sino fundamentalmente por la exportación de commodities (agricultura, forestal, ganadería, energía y minería). Siendo la biomasa un producto muy importante en las cuentas de exportación de las economías latinoamericanas y en especial de Argentina, es llamativo que desde las políticas públicas, como también desde la investigación más integral que incumbe a los territorios, se haya prestado menor atención a los impactos y procesos que derivan en la cancelación de relevantes prestaciones ambientales. Entre estos impactos están los efectos sobre los ciclos biogeoquímicos y la contribución de Argentina y de la demanda mundial a estas alteraciones. Asimismo  en un país que basa su desarrollo en el sector agropecuario, no  hay reflexión sobre los efectos de contar con un territorio de altísima calidad productiva que es a la vez muy susceptible a las transformaciones.
Es más, hasta ahora se promovió el cambio de uso del suelo (mayor deforestación), para producir también biocombustibles (biodiesel y bioetanol), bajo una muy falsa premisa de sustentabilidad, al usar el argumento de la producción de energías limpias. El gobierno anterior y el actual, siguiendo incluso las premisas y mensajes de algunos líderes a los que admiran, promovieron estas prácticas sin analizar estrategias, coyuntura y lo más importante, no sólo el producto, sino las bases de los recursos involucrados, en especial, la tierra involucrada.
Hoy día, cuando ya el mayor país de la tierra, se sale por la decisión de su gobierno, de los Acuerdos de París (2015) sobre Cambio Climático, los mismos promotores de estas energías, se rasgan las vestiduras, indicando la imprudencia de la decisión, pero más que por conciencia real, por la mera preocupación de un mercado que promovieron sin revisar la inevitabilidad del desastre.
Estados Unidos es la mayor economía del mundo, hasta ahora, seguida muy de cerca por China, que lo alcanzará en breve.  En términos absolutos muestran la huella de carbono más grande del planeta (7.479.646 kt) y la tercera per cápita (24.830 kg por persona). Es un importador neto de tierra, agua y materiales incorporados en productos y por cierto, un enorme emisor, derivado en especial de su propio estilo de vida.
Los grandes territorios de algunas economías suelen diluir de alguna manera el fuerte impacto de la demanda de recursos de estos países. No obstante la demanda de recursos básicos se sigue multiplicando.  Estados Unidos consume además tres veces más agua (665 m3/capita) que el promedio mundial (250 m3), lo mismo que los materiales (29.476 kg/capita), representa el 25 % del PBI global, y cuenta con poco más del 5 % de la población global (301.231.207 millones).
La coyuntura de la vida, hizo que estuviera en Washington el mismo día que presidente Trump decidía retirar a su país de los acuerdos de Paris, en otro foro, aquel que revisa decisiones para acompañar al planeta por una mayor sustentabilidad en la producción de sus alimentos. Qué dicotomía. Seguramente es un momento inolvidable.  Que no se resuelve con la esperanza de volver, en algún momento, a un acuerdo que no es brillante ni de máxima, sino un tibio concilio mundial, por un tema que no se atreven a promover en sus cambios profundos.  Una mirada reduccionista y parcial, sobre un tema global y complejo.
Pero no es un problema de solo un país en contra y otros 194 a favor, sino de lo que sucederá de aquí en más.  De lo lejos, y no lo cerca que estamos, cada día que pasa, de encontrarnos con un mundo que garantice nuestra estabilidad civilizatoria. Quizá pueda rememorarlo a mis nietos, sobre los impactos de la decisión de este día allí, en la capital del mundo occidental. Quizás no.  Pero lo que sí es seguro, es que para este cambio no será útil ni práctico promover como gran cambio al reciclado de papelitos, el guardado de tapitas, o las ciclovías, sino un cambio es más profundo y complejo. Es el cambio civilizatorio que, parece, ningún estadista está dispuesto a enfrentar.
Quizás frente a la gran crisis, se esconda detrás la esperanza.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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