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Tres semanas de lucha: por qué #SomosTélam en cinco historias y cinco retratos
La permanencia pacífica de las trabajadoras y los trabajadores de Télam cumple tres semanas en medio del fallo de la Justicia que cuestiona los 357 despidos porque la empresa no cumplió con el procedimiento preventivo de crisis. “Estamos esperando a ver si se notifica a la empresa del fallo para saber si apelan o si cumplen con el procedimiento, que implicaría la reincorporación inmediata de los trabajadores”, explican la situación. En ese marco, Lavaca cuenta qué significan estos 21 días a través de cinco historias y cinco retratos. El trabajo que busca ser deslegitimado. Los ataques del Gobierno. El cuidado del archivo como patrimonio histórico de la Nación. Las respuestas a Lombardi. El sostenimiento de la lucha entre ofrecimientos e indemnizaciones. Y por qué, entre abrazos y cantos, afirman que la lucha la van a ganar.
1. “No sólo te despiden sino que te ensucian, te tiran y te hacen descartable”
Soy María Aguirre, tengo 47 años y hace 23 que trabajo en Télam. Estuve en varias secciones: Sociedad, Policiales, Portal, Política, y en el último tiempo estuve acreditada en el Congreso. Fui parte del equipo que cubrió el primer juicio del atentado a la AMIA y, en los últimos años, me incorporaron en un grupo de temas de mayor profundidad. Podíamos trabajar temáticas, como el déficit habitacional en la Ciudad de Buenos Aires, personas en situación de calle, adolescentes detenidos en todo el territorio argentino. Podías hablar con mucha gente y sacar seis o siete notas por tema. Era un laburo que no se podía contar en el día a día porque llevaban semanas producir la investigación: por eso es gracioso cuando Lombardi habló en el Congreso sobre la cantidad de notas que hace uno por semana o por mes. No se puede cuantificar todo de la misma manera. Nuestro trabajo no era lo mismo que hacer una gacetilla. El equipo se desarmó cuando renunció uno de los jefes que vino con esta gestión. Luego, a los que siguieron no les interesó continuar. Volví a Política.
Cuando tenés muchos años y pasaste varias gestiones, una es profesional y sabe que en todos los trabajos hay límites y una determinada línea que no te impide hacer profesionalmente tu trabajo. Las ideas de cada uno son de cada uno, pero a la hora de encarar una noticia o una crónica, o de cubrir una sesión, no tiene nada que ver con lo que uno piensa.
Todas las gestiones establecen, más o menos, una línea editorial, pero nunca ocurrió algo como lo que estamos viviendo: esto es un avasallamiento a los trabajadores. No sólo fue nefasto porque te despiden sino que te ensucian, te tiran y hacen descartable lo que uno fue durante muchos años. Te desprestigian. Con categorías que no te pertenecen. Es horrible.
Nosotros, además, tenemos el anonimato porque trabajamos en una agencia de noticias donde los nombres no son importantes. Acá somos letras, somos siglas, y es más difícil defenderte así. Pero nuestros colegas nos conocen e hicieron un aporte muy importante a la pelea. Fue clave la empatía de otros colegas con los que nos hemos encontrado en la calle.

María Aguirre fue parte del equipo que cubrió el primer juicio del atentado a la AMIA. Foto: Nacho Yuchark para lavaca.
2. “Buscaban que agarráramos la plata y nos fuéramos, pero consiguieron el efecto contrario”
Soy Jorge Garmendia, redactor especial de la sección Turismo, 55 años. Recibí un telegrama de despido después de estar trabajando 7 años. Arranqué en el gremio en el ´89 en Diario Popular, pasé por Perfil y El Día. Me llegó como a todos un telegrama que no esperaba: el sábado anterior había estado trabajando con el jefe de redacción de la mejor manera. El mismo que después me echó. No vi la liquidación, no me explicaron nada. Ahora estoy luchando para recuperar mi puesto de trabajo. Soy viudo con dos hijos. En Turismo éramos cuatro: quedó uno solo.
Soy Rodrigo Gadano, redactor especial de Deportes, acreditado en Independiente: viajé a cubrir la Recopa, y cuatro meses después me echaron. Entré en 2010. Más allá de todo lo que se dice, no soy ñoqui. Si bien tengo mi ideología, no es la que ellos denuncian o tal vez la que a ellos les gustaría. Ninguno pone la ideología ante el laburo. Yo entré por administración de ventas, después por el área de Publicidad que desguazó este Gobierno y, después, a periodismo. Por eso la descripción que hacen es mentira, es falsa y es injusta. Y no puede pasar esto.
Creo que si hubieran querido hacer otro tipo de ajuste, habría pasado. En Deportes somos 34 y echaron a 16: dejaron en la calle al acreditado en San Lorenzo, en AFA, en River. Dejaron a 18 compañeros: dos se jubilan este año y seis, en los próximos 5 años. Es una sentencia de muerte anticipada. ¿Cómo vas a cubrir los partidos? Laburamos de lunes a lunes de seis de la mañana a una de la mañana: salen 90 cables por día. ¿Cómo los vas a cubrir con 10 personas? Por eso es destacable también la lucha que están haciendo los que quedaron. Muchos están en la calle con nosotros, en la permanencia. Saben que quieren matar a la agencia.
Yo tengo 28 años. Recién, cuando justo nos sacaron la foto, le decía a Jorge: lo más importante es que todo lo que pasó nos cambió el sentimiento. Nos reavivó pasiones y compromisos. No sé qué buscaban, pero consiguieron eso. No creo que lo quisieran: buscaban que agarráramos la plata y nos fuéramos, pero consiguieron el efecto contrario. Con los que están adentro, con los que están afuera, todos y todas, vamos a trabajar por lo que hacemos siempre: no estamos en contra de nadie, pero sí la política se tiene que hacer cargo que se equivocó. ¿Cómo puede ser que haya un montón de argumentos y a todos nos despidan sin causa?

Jorge Garmendia y Rodrigo Barano, trabajadores de Télam, abrazados en la marcha a la agencia tras el fallo de la justicia laboral. Foto: Nacho Yuchark para lavaca.
3. “Lombardi no tiene idea de lo que está haciendo”
Me llamo Gabriela Suárez y hace 14 años que trabajo en la web. Cargo notas, le doy formato y también escribo artículos sobre salud. Quiero decir que no entro en ninguna de las categorizaciones de Lombardi: no hago núcleo duro ni operaciones de prensa ni fake news. Es todo mentira, todo calumnia. ¿Y sabés qué? Todavía no recibí telegrama: me di por despedida porque recibí una indemnización. Pedí un aclare de situación laboral pero no recibí nada. Es una injusticia y Lombardi no tiene idea de lo que está haciendo. No hay argumentación válida: somos trabajadores. Nadie sobra en Télam. Nadie es ñoqui. Pero fue un baldazo de agua fría. Nos empezamos a enfermar. Fue catastrófico. Pero te sentís muy acompañada, porque la unión de los compañeros es increíble. No sólo somos los despedidos, sino los que hicieron quedar del lado Disney de la empresa. Por allí iremos logrando cada paso.

Gabriela Suárez, 14 años en Télam, apoyada en el hombro de su compañera. Foto: Nacho Yuchark para lavaca.
4. “Es un ataque directo al gremio de prensa y a la libertad de expresión”
Soy Matilde Suárez, tengo 30 años, trabajo en el archivo periodístico desde 2015. Entré en el marco de un proyecto de puesta en valor y digitalización del archivo histórico. La idea original, que se vio interrumpida con la gestión de Cambiemos, era poner a disposición del pueblo todas las notas y cables que salieron en Télam, en tanto patrimonio del país. Hablamos de la cobertura de la Guerra de Malvinas, el Juicio a las Juntas, el juicio de María Soledad Morales, de Elisa Muñiz. La idea era ordenar y digitalizar todo ese material. Quisimos tener formaciones específicas para esto pero la gestión la negó. También tuvimos muchos momentos de tensión porque la mayoría de los jefes son hombres y se generaron incomodidades a partir de que empezamos a participar del movimiento sindical de mujeres. El 8M, por ejemplo, hicimos actividades, y después sumariaron a compañeras por agarrar bidones para hacer ruido.
A todos los que entramos entre 2014 y 2015, nos echaron. Somos pibes y pibas de 30 años. Nunca me consideré despedida ni desempleada: siempre como trabajadora de Télam porque entendimos que todo lo que ocurrió es ilegal, una salvajada de este Gobierno. Es un ataque directo al gremio de prensa y a la libertad de expresión, sin ningún tipo de fundamento ni sustento alguno: eso quedó claro en la interpelación de Lombardi en el Congreso.
Pero el fallo de reincorporación sienta un precedente.
Vamos a volver a la agencia.
Y vamos a volver distintos.

Matilde Suárez es una de las encargadas del mantenimiento y digitalización de material histórico de Télam. Foto: Nacho Yuchark para lavaca.
5. “Quieren que haya una sola voz, la de Clarín, pero no van a poder”
Soy Rodolfo Luna. 64 años. 14 en Télam. Entré en 2004 convocado para hacer el Reporte Nacional: hace dos meses lo liquidaron, un ratito antes de los despidos. Era un diario de ocho páginas, un tabloide, que salía para todos los pequeños diarios de las provincias de todo el país. Estos medios, que tienen tirajes chiquitos pero están arraigados en su comunidad, tuvieron una voz cuando antes, por sus propias limitaciones económicas, replicaban todo lo de los grandes medios concentrados: Clarín, La Nación, La Voz del Interior, El Tribuno, Los Andes. Logramos tener muchos abonados de diarios de pequeños ciudades, que sumaban decenas de miles de ejemplares. Diseñé suplementos literarios, de deportes, de chicos, agrario, de ciencia y pase hace un año al área que era Infografía.
Fui despedido.
Tengo 47 años en el gremio, la primera redacción la pisé a los 17 y es la primera vez que me despide un resumen de cuenta bancaria. No recibí ningún telegrama a 21 días del conflicto. Me despidieron de La Razón, de Clarín junto con 116 compañeros, el 4 de noviembre de 2000, por el delito de tratar de organizar a los compañeros en una democracia sindical. Estuve cuatro años sin conseguir trabajo. De todos estos lugares me despidieron por un telegrama firmado por el jefe de personal. Acá no, y es simbólico: somos los primeros despidos del FMI. El gobierno acordó la entrega del país en un pacto que determina cuántos empleados públicos debe tener el Estado, cuánto tiene que valer el dólar, la paritaria. Ellos lo manejan todo. Lo decimos porque el jueves que entró el primer tramo de Fondo Monetario nos depositan la plata de supuestas indemnizaciones, porque ni nos dicen qué son.
Hace 21 días permanecemos pacíficamente en las dos plantas de Télam. Estamos, también, resguardando el patrimonio del Estado argentino. Millones de pesos en máquinas, computadores, equipos de filmación, edición, equipos de radio. Y, sobre todo, en la memoria. Télam fue fundada el 14 de abril de 1945 por Perón con una visión continental. Es la primera agencia que tiene América en su nombre: Télam es el acrónimo de Telenoticiosa Americana. La fundó con la intención de contrarrestar a Associated Press y United Press. Y casi 80 años después la quieren liquidar. Por eso es simbólico que hayamos sido despedidos por un banco: ellos abandonaron los edificios como abandonan el estado.
La lucha no es sólo por la reincorporación sino por defender la agencia de bandera. Aquí está la información de los últimos 80 años del Estado argentino. Lo primero que hizo la dictadura fue destruir el archivo. No quedó nada, no hay fotos, y lo poco que se salvó fue porque lo defendieron los trabajadores. Es por el mismo sentido que vienen a vaciarnos la memoria: liquidaron 6 corresponsalías y otras 9 están trabajando con una sola persona.
Quieren que haya una sola voz, la de Clarín, a la que han dado la fusión con Telecom el mismo día que los despidos.
Le traemos una muy mala noticia: no van a poder.
Logramos una pequeña victoria y que el juzgado declare que los despidos son ilegales y nos tengan que reincorporar a todos. Esto significa que no pueden atropellar con todo. Nos da fuerzas para seguir luchando. Seguro la patronal, que actuó de manera violenta y perversa, va a apelar, como apeló la reincorporación de Marcelo Bartolomé, despedido con tratamiento oncológico. De esta gente no se puede esperar más nada salvo lágrimas.
Pero los que se van a tener que ir son ellos, no los trabajadores.

Rodolfo Luna, 47 años como trabajador de prensa, se enteró de su despido cuando le depositaron la indemnización. Foto: Nacho Yuchark para lavaca.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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