CABA
La ley de la mesa
Salud y dieta: el diagnóstico del experto internacional Sebastián Laspiur. Claro y fuerte, un análisis del menú argentino actual: mercado sin regulación y enfermedades de alto costo para la salud pública. ¿Qué hacer? Por Soledad Barruti.
La realidad alimentaria no cambió, siguió la inercia lógica de un problema productivo, económico y social que se puede trazar de la mesa diaria al campo. Para una gran cantidad de argentinos intentar hacerse de alimentos frescos, saludables y adecuados sigue siendo lo que era: salir a cazar en un páramo. Digamos que no llegó lo que tampoco había: no se generó una sola política pública orientada a que las personas tuvieran acceso a comida saludable. Se les prometió el paraíso a las economías regionales, pero los únicos que recibieron beneficios fiscales fueron los que apostaron a la soja. Desesperados, los productores de peras y manzanas hicieron este año lo mismo que los que cultivan lechugas y tomates: reunieron sus camiones en la Plaza de Mayo para regalar sus cosechas. El verdurazo y el frutazo se volvieron otra instantánea que refleja que la apuesta al agronegocio no es sólo la apuesta a las regalías que prometen esos combos de semillas con agroquímicos y fertilizantes sintéticos: es también una apuesta a un único menú, representado por plato principal con azúcares, harinas refinadas y aceites baratos, revestidos de aditivos y envueltos en paquetes que prometen algo más: una especie de alegría.
Por lo demás, para el productor hay miseria y para el consumidor, en el mejor de los casos, un esfuerzo carísimo: 850% más por manzanas y 1000% más por peras es el promedio que se cargó en precio cuando la fruta fue del campo al supermercado. Tampoco es nuevo: comer alimentos en este país es un lujo cada vez más costoso. Según las Encuestas de Consumo de Hogares, entre 1997 y 2013, el consumo de frutas es la mitad de lo que era, pero el de gaseosas es el doble.
La publicidad oficial lo destacó: “Disfrutemos de la ciudad, vamos a morfar un sándwich con Coca”, invitaban los carteles que empapelaron Buenos Aires en octubre, pasando por alto, entre otras cosas, el problema para la salud pública que refleja esa dieta: el 40% del país tiene sobrepeso.
Los problemas comienzan en el mismo lugar que en 2015, 2010, 2008: en la infancia, donde los estragos de esta dieta son evidentes. Nuestros niños siguen siendo récord regional: tenemos de norte a sur, la mayor tasa de obesos menores de cinco años. Las empresas que ofrecen los productos lo saben y están ganando tiempo con campañas de responsabilidad social empresaria con las que se hacen querer. El programa de deportes en la escuela pública más importante del país es de Coca Cola: Dale juguemos. Se trata de una iniciativa federal que empezó en 2007. El mismo año que el Instituto de Ciencias de la Vida (ILSI)la oenegé que nuclea a empresas como Bayer, Monsanto y Coca, hizo su primera evaluación en escuelas públicas de Rosario.
En 2016 los equipos de ILSI fueron elegidos para hacer una evaluación del programa del Gobierno de la Ciudad –Mi escuela Saludable– pero la que cambió fue la sociedad, que se volvió más atenta. Una escuela –la N°26 del Distrito Sexto, del barrio de Boedo- y un grupo de padres bastaron para impedir que el acuerdo avanzara y sus hijos se convirtieran en conejillos de Indias de lo que parecía más un estudio de mercado que un trabajo científico. “¿Además cómo van a evaluar la alimentación saludable en las escuelas si la alimentación institucional es trágica?”, se preguntaba entonces un padre, y seguramente se lo podrá seguir preguntando el año próximo.
Por alimentación saludable lo que entendió el gobierno, hasta el momento, es lo que promueve Alberto Cormillot: lo puso a cargo de esa oficina que abrió el ministerio de Jorge Lemus. Hasta ahora, el médico mediático tuvo por gestión la incorporación de ciertos productos de la lista de Precios Cuidados y la modificación de otros ultraprocesados, que pasaron de ofrecer la línea regular a la light.
De Coca Cola a Coca Zero.
También intentó pasar del dulce de batata común al dulce de batata Alberto Cormillot. Entonces hubo un breve escándalo y se alzó una acusación que en nuestro país tiene mil ejemplos que nos tapan desde hace añares, pero nunca califican de delito: conflicto de interés.
El dulce de batata volvió a lo que era y aquí no ha pasado nada.
Pero Argentina, aunque nadie mire sus estadísticas, está en un tiempo de descuento inevitable y algo va a haber que empezar a hacer. No sólo porque los enfermos por este sistema alimentario son caros –en diabetes nomás se va el 10% del presupuesto en Salud- sino porque el país adhirió a un plan de acción para la prevención de la obesidad en la infancia y adolescencia, junto con los otros países miembros de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y eso nos marca un rumbo claro: tenemos que avanzar, como está haciendo el resto del continente, en políticas alimentarias orientadas a desactivar la bomba que ya está semi estallada.
Palabra de experto
Colaborador técnico en este camino, Sebastián Laspiur mantiene cierto optimismo. Después de años de trabajar en el Ministerio de Salud, donde estuvo detrás de las leyes de eliminación de grasas trans y reducción de sodio, este médico especializado en Enfermedades No Transmisibles saltó a las oficinas del instituto internacional. Cauto, diplomático, pero también consciente de que el tiempo apremia se encontró con MU frente a una enorme mesa vacía en las oficias de OPS en Plaza San Martín y esto dijo: “La situación es grave. Es urgente para Argentina desarrollar políticas públicas orientadas a cambiar esta tendencia hacia la que nos conducimos si todo sigue igual: el aumento de enfermedades que viene de la mano del consumo de alimentos ultraprocesados”.
La OPS es un instituto que se caracteriza por generar investigaciones científicas, ¿hay evidencia que demuestre eso?
Sí. En las últimas publicaciones se estableció que aumenta el consumo de ese tipo de comestibles con exceso de azúcar, grasas y sal, y el de bebidas con azúcar, y aumentan los problemas de salud. No hay mucho que inventar ni que seguir investigando: tenemos la fortuna de estar en una región de la que podemos absorber distintas lecciones aprendidas, seguir caminos que inauguraron soluciones concretas de regulación en Chile, México, Brasil.
La gente suele decir que lo que falta es educación.
No. La educación es muy importante, pero la educación no es lo único que rige el comportamiento de las personas: si se nos somete a empujones de mercado para que uno emprenda una acción por sobre otra, es muy difícil contrarrestar eso con educación. Hace falta regulación.
¿Me podría dar un ejemplo?
Si estamos en un evento y lo único que tenemos en la mesa es gaseosa y panchos, lo que vamos a tomar y comer probablemente sea eso. La libertad individual está en no consumir eso, pero todo está orientado para que lo haga. Bueno: eso es lo que se repite en el escenario actual, donde la oferta de comestibles ultraprocesados es ilimitada, la de alimentos frescos escasa y la información para interpretar uno y otro es esquiva.
El empujón para comer es el libre mercado.
Es un sistema alimentario. Porque hay países mucho más liberales, como Chile, que no abandonó la libertad de mercado ni mucho menos, pero está volviendo esa libertad más honesta. Qué hizo: generó rótulos alimentarios frontales que indican qué excesos tienen los alimentos, y los productos excesivos no se pueden publicitar ni vender en escuelas. En Argentina los consumidores no eligen libremente porque la información no está, la oferta no tiende a lo saludable y desde el Estado se tiene que hacer mucho más para revertir la situación.
A falta de información acá lo que hay es publicidad.
Muchísima, sobre todo publicidad orientada a niños. Los entornos infantiles y escolares deberían estar protegidos.
El escenario de la libertad de oferta es, al final, un escenario muy injusto.
Sí, completamente, y desde el inicio del sistema productivo.
Desde el campo.
Desde el campo. Argentina, como productor de alimentos verdaderos y naturales, les plantea a esos productores una competencia desleal con respecto a los ultraprocesados. Las frutas y verduras no pueden estar meses en una góndola como los cereales o los snacks. La cadena de transporte, de frío, de reposición de un alimento fresco y uno que no, es incomparable. El costo de producción también: es mucho más rendidor hacer galletitas que manzanas. Luego salen al mercado y unos tienen publicidad y los otros no, y unos esconden la información o la revisten de otra cosa, como un paquete con personajes infantiles, y otros son lo que son: un brócoli o un pedazo de carne. Y, finalmente, cuando las personas los comen, unos son adictivos y generan que no puedas parar de comer, mientras los otros tienen la saciedad propia de los alimentos. Entonces, si naturalmente están en desventaja, no pueden tener el mismo tratamiento impositivo y de comercialización, porque es un modo de orientar el consumo hacia la parte problemática de la góndola. Una parte que también se vende y se paga caro porque funciona: tener los comestibles a la vista y las legumbres en el fondo. Y así consumimos mucho de ciertos alimentos y muy poco de otros y eso se ve reflejado en la realidad ventajosa de cierto sector de la industria alimentaria por sobre otros.
Lo que está en juego
Los gobiernos suelen no querer meterse con las grandes empresas fabricantes de alimentos porque las ven como generadoras de empleo y superadoras del trabajo de alimentos sin valor agregado como frutas, verduras, carnes.
Esa disyuntiva debe ser revisada. Las economías regionales son grandes generadoras de empleo. Y contribuyen al sostenimiento de un sistema más justo, donde no sólo haya movilidad social hacia las ciudades. En los últimos años se triplicó el consumo de gaseosas, aumentó el consumo de jarabe de maíz de alta fructosa, es cierto. Pero disminuyó la producción de jugos naturales, y las empresas locales de soda cerraron. Cambiaron los perfiles de consumo y se trasnacionalizaron las empresas alimentarias.
Cuando estuvo en el ministerio de Salud hizo un informe sobre las muertes que genera el consumo de ultraprocesados en Argentina, sobre todo de gaseosas, algo que no se suele contabilizar.
Sí: en Argentina por cada millón de personas mueren 74 por el consumo de bebidas azucaradas. Es la mayor mortalidad de la región por la ingesta de esas bebidas. La comparación entre quien consume un vaso al mes y quien consume dos vasos es que, con ese aumento, el riesgo de diabetes tipo 2 aumenta un 26 por ciento, el de síndrome metabólico, 20 por ciento, el de enfermedad coronaria, 35. En las oficinas de la OMS ya no se ofrecen bebidas azucaradas.
Sin embargo muy pocos lo ven: lo grave del asunto. ¿Falta comunicación?
Siempre es más difícil poner en la agenda a las enfermedades crónicas, como la diabetes, que a las infecciones, como la Gripe A ,o al dengue. Aparece un brote de algo y eso enseguida está en los medios como algo de lo que hay que protegerse. Las enfermedades crónicas, en cambio, son solapadas, lentas y tienen un mito: son problemas de responsabilidad individual que se revierten con educación, una educación que viene de la casa, que no tiene nada que ver con el Estado. Pero la evidencia indica que no es así: la población necesita que el Estado intervenga y regule sobre los factores de riesgo de esas enfermedades. Algo que, como vemos, no tiene que ver sólo con el sector salud. La intervención debe ser regulatoria. Ahora bien, ahí tenemos un segundo problema: mientras la sociedad no reclame, lo que avanza son las políticas de responsabilidad social empresaria y el lobby de la industria, que quiere posicionarse como parte de la solución del problema o que dice que puede autorregularse. Pero la autoregulación no demostró ser efectiva en materia de ultraprocesados , tabaco y consumo de alcohol.
El del tabaco es el ejemplo más claro.
Exactamente, esa es la primera experiencia en la que el Estado se comprometió y comprometió distintas áreas hacia la defensa de la salud como un bien común, luego de ver que las empresas no iban a contenerse solas. Fue una lucha mundial y resultó muy exitosa. Y se mostró todavía más exitosa en los países donde llegó más rápido: en Brasil, por ejemplo, se fuma menos que en Argentina porque se desarrollaron políticas públicas fuertes, muy temprano.
Sin embargo muchas personas creen que no fuman porque lo decidieron ellas, o porque se informaron mejor.
La cultura cambió, pero cambió porque surgió una fuerte regulación: durante 30 años en Argentina se buscó concientizar sólo a través de los médicos y las cifras de inicio y permanencia se mantuvieron igual. Hay que aprender de eso. El asunto recién se revirtió cuando se prohibió la publicidad y se prohibió fumar en ambientes cerrados, se estableció un etiquetado con advertencias y se incrementó el precio. Eso hizo que cambiara la percepción social sobre lo que es fumar: dejó de estar bien visto. Lo que puede ocurrir es que al haber habido un cambio cultural, las personas se lo hayan apropiado y no vean que todo lo otro tuvo que ver directamente con eso.
También hay a quienes les resulta imposible comparar el tabaco con los alimentos: las sociedades argentinas de nutrición y ciertos expertos mediáticos que hacen recomendaciones al gobierno dicen que es ofensivo compararlos.
Creo que no se puede comparar a los alimentos con el tabaco, pero sí se pueden comparar los comestibles ultraprocesados con el tabaco en algunos aspectos: las políticas de comercialización, componentes adictivos y consecuencias dañinas para la salud son comparables.
Verdad y consecuencia
Para distinguir un alimento de un comestible problemático, la OPS tiene un documento muy claro al respecto: el perfil de nutrientes. Establece, entre otras cosas, cantidades aceptables de ingredientes polémicos. Fue presentado en 2016 en nuestro país, pero no fue muy bien recibido: la industria alimentaria nucleada en la COPAL difundió una posición en contra y sus sociedades científicas asociadas dijeron que era anticientífico.
Cierta parte de la industria se manifestó en contra, es cierto, pero el perfil está siendo tomado por algunos legisladores para la elaboración de leyes y nosotros estamos muy satisfechos por eso.
¿No cree que en Argentina estamos quedando muy atrás?
Sí, comparado con algunas experiencias de la región, pero se están dando algunas iniciativas parlamentarias que van de la mano de los que se considera que es lo correcto: ir en contra de los conflictos de interés, avanzar hacia una regulación clara y proteger la salud de la población alimentaria. Pero creo que es cuestión de tiempo, que ingresar a esa tendencia va a ser inevitable.
¿Qué pasaría si no se hace nada? ¿Si pensamos que tenemos otros problemas que atender?
No es inocuo: los índices de prevalencia de obesidad van a seguir aumentando, la diabetes también, ciertos tipos de cáncer, también: 14 al menos. También enfermedades psiquiátricas, como la depresión. Existe una dificultad para dimensionar el problema: desde 2005 no se mide a nivel nacional la nutrición infantil a través de encuestas. Ahora se está preparando una encuesta que nos dará la dimensión exacta del problema, pero todo nos dice que el incremento de la obesidad infantil es muy preocupante. Entonces ciertas decisiones se van a tener que tomar más temprano que tarde.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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