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En la frontera

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Hohn Campos Gomez, cinéfilo. Es uno de los más interesantes programadores de festivales latinoamericanos y su mirada como crítico señala los conflictos estéticos actuales que marcan la difícil relación entre política y cine. Por Bruno Ciancaglini.

En la frontera

John Campos Gómez no se define como crítico ni programador de cine. “Soy un cinéfilo“, dice. Tiene 28 años, es de Lima, Perú, y, además de trabajar en festivales en Chile, Bolivia y México, es director de Transcinema, un festival de cine de No-Ficción. Primera incomodidad: un espacio cultural que se define conceptualmente a partir de una negación. “Lo pensamos como una provocación. ¿Qué es la No-ficción? Creo que es eso: una forma de complejizar, cuestionar, salir de la comodidad y la simplicidad. Nos encanta que nos pregunten qué es la no ficción. Es el cine de lo real, pero que se apoya en la experimentación cinematográfica, que juega con elementos de la ficción. No es el documental misionero, que busca una verdad u objetividad”.

Entusiasta, movedizo, John habla rápido y piensa más rápido todavía; por eso a veces su lengua se tropieza, como si quisiera terminar la frase antes de empezarla. Estamos en su habitación del Hotel Hermitage de Mar del Plata, en el marco del Festival de Cine. En el ascensor me pregunta “¿por qué diablos me quieres entrevistar?”. Me río. Él no. Me quedo balbuceando sin saber qué responder. Ningún entrevistado jamás me había preguntado eso, que al mismo tiempo es lógico, elemental, la razón de ser de toda entrevista. Ahora me doy cuenta: John es molesto. Es  de esas personas que desde la intuición y el inconformismo nos sacan de un cachetazo de la comodidad y nos obliga a repensar incluso lo más difícil de pensar: lo obvio.  Lejos del academicismo como del subjetivismo caprichoso, John no es un polemista (como algunos quieren verlo), pero sí un entusiasta. Y el entusiasmo  siempre es molesto. John es molesto y se lo agradecemos.  Mientras miramos al mar desde un quinto piso, pienso de nuevo en esa pregunta que me dejó tambaleando. Espero que ustedes encuentren alguna respuesta.

¿Cómo te metiste en el mundo del cine?

No tengo una formación académica. Estudié un año en un instituto de cine en Lima. Llegué a escribir un guión, pero nunca filmé. Desde los 17 años que iba a cineclubes, ahí empecé a ver películas y leer críticas. Me di cuenta que disentía con cosas que escribían y dije ¿por qué yo no puedo decir algo sobre las películas que veo? Abrí un blog, empecé a escribir sobre películas y ahí empezó todo. Fui programador de las dos primeras ediciones del festival Lima Independiente y luego me fui para fundar el festival Transcinema con otros colegas. No quisimos definirlo como un festival de cine documental, porque allá lo documental está asociado a reportajes, a una cosa televisiva. De ahí surge la idea de No-Ficción. La critica la lee gente del mundo del cine. Pero un festival es otra cosa: armas una programación y la pasas en un centro cultural. A partir de ahí, está fuera de control. Puede ir mi mamá, un indigente, un jubilado. A lo largo del tiempo fui construyendo una linea de pensamiento sobre el cine, una linea difusa, que no sabría definirla del todo, pero está basada en la gran amplitud de cosas que miro. Me gustan desde las películas de superhéroes hasta lo experimental. Creo que si no tienes ese panorama es dificil decidir una línea a seguir.

El festival Transcinema tiene una definición precisa del cine político: “El cine-político no es precisamente el que recoge las polémicas sociopolíticas como tema central de las películas. El cine-político es aquel que enuncia un discurso disidente al status quo, el cual mediante los recursos del cine se encauza a representar una mirada personal sobre el mundo. No es cine de la utopía, sino que explora la realidad para discutirla”.

Sigue John: “Yo me peleo con la idea del “cine necesario”. Es un concepto que se usó en Perú y en varios países de latinoamerica para justificar películas malas sólo porque tocan temas importantes. Creo que el cine es una combinación entre un procedimiento y una sensibilidad y en eso hay un entramado bastante complejo.  Entonces me molesta eso: tal película es necesaria porque toca tal tema, pero es una mierda panfletaria que cae en un reduccionismo absoluto. Creo que es una trampa. Por otro lado, el cine latinoamericano varias veces cae en esa elevación de lo bucólico o pachamámico como valores en sí. Curiosamente los que hacen esas películas son gente urabana de clase media.  Al principio ese cine surge para demostrar que no se necesitan grandes recursos para hacer algo bueno, pero también es otra forma de reduccionismo.

¿Y la “porno-miseria”… ?

Hace poco vi una película colombiana sobre un maleante de una villa que secuestra a una chica y la hace su mujer. El tipo lo único que hace es insultar y pegarle a la chica. Tienen hijos, le pega, la insulta. Y al final qué pasa: al tipo lo matan. Entonces tuvo su merecido. La tortura de la mujer duró dos horas y su merecido, un segundo. Con eso se gana al público porque hay redención; yo creo que eso es cine miserable. La porno-miseria es cada vez más sofisticada. Hay que estar atentos porque siguen vendiendo mierda. Creen que están denunciando algo y lo único que hacen  es usufructuar situaciones de dolor y reforzar prejuicios. Quizás es inconsciente, no es por maldad, sino por falta de sensibilidad para abordar cosas complicadas que necesitan más autorreflexión.

Por último, dos conceptos que están presentes en tu forma de pensar y programar cine: lo trans y lo fronterizo.

La experiencia del cine fronterizo en realidad no surge de mí. Surge de una amiga que quiso llevar ciertas ideas, que en mi caso funcionan exclusivamente en el campo cinematográfico, a una cuestión territorial o geopolítica. Por eso participé de la primera edición de la Escuela Transfrontera, una residencia para cineastas de lugares fronterizos entre Perú, Bolivia y Chile. El prefijo trans no es de transgresión sino de transformación constante. Nuestra idea es la de cine mutante, un cine que se mueve. Lo fronterizo es porque nada es puro, el cine tampoco. Está bueno que eso quede asentado. Todas las películas tienen algo de ficción y documental, y si no queda claro hay que seguir insistiendo en eso. Tenemos que ser extremistas, decir a los gritos “el cine es todo esto”.

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