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Enemigos públicos: Senegaleses en Argentina

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Los persigue una fiscal premiada por Nike. Los encarcela la Policía de la Ciudad sin pruebas ni procesos. Entre el racismo y la prepotencia del Estado, la comunidad senegalesa se organiza para trabajar y vivir. POR ALEJANDRO VOLKIND
En el pizarrón están escritas estas palabras: Respeto, Racismo, Devaluación, Visa, Trabajo.
Anochece en Floresta y el Sitio de Memoria Automotores Orletti empieza a tomar forma de escuela. En este lugar, donde hace cuatro décadas se torturó y desapareció a más de un centenar de militantes de toda Latinoamérica, un grupo de migrantes está a punto de arrancar la clase de español.
La mayoría son senegaleses.
En pocos minutos el aula improvisada se llena. Pese al evidente cansancio, todos sonríen y chocan sus grandes mano en cada saludo. Algunos están contentos con las ventas del día. Otros repasan la tarea con cara de preocupados. Piden ayuda. Se pasan apuntes y respuestas. Vuelan lapiceras. Se escuchan risas. Es una clase de cualquier secundario lista para empezar.

Enemigos públicos: Senegaleses en Argentina

Fotos: Nacho Yuchark

Fantasía y realidad

-¿Palabras que empiezan con la letra R? – pregunta Mariana.
-Racismo – responde de inmediato Mamadu.
Mamadu tiene 37 años y la mirada firme. Llegó a Buenos Aires hace ocho meses, entusiasmado por lo que veía a través de los buscadores de Internet: la imagen era la de una ciudad parecida a las europeas, pero sin conflictos. “Un lugar ideal para juntar plata y enviársela a la familia, lo necesario”, aclara. “Pagar la luz, el agua y la escuela para mi hermano”. Sin embargo, Mamadu se encontró con una realidad menos idílica. Desde 2015, el gobierno de la Ciudad lanzó una cruzada contra la venta ambulante -la principal forma de sustento de más de 3.000 trabajadores senegaleses que llegaron en los últimos años- y desalojó violentamente a los manteros que se habían instalado en los puntos más transitados de la Ciudad. Entre ellos, a los senegaleses como Mamadu.
Todavía están frescas las imágenes de Serigne Dame Kane, el trabajador que terminó desmayado, desangrado y con un brazo quebrado tras ser arrojado contra una vidriera por efectivos de la Policía de Infantería de la Ciudad. ¿El delito? Intentar que no le secuestraran la bolsa con zapatillas que tenía para vender.
pisodios similares, aunque menos mediáticos, se repiten cotidianamente. “Todos los días me avisan de uno o dos trabajadores senegaleses detenidos”, comenta Demian Zayat, coordinador del Programa contra la violencia institucional del Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad.
Para él, el discurso del “combate” contra la venta ilegal que imparte el gobierno es falaz. “No es ilegal vender en la vía pública”, asegura y explica que el Código Contravencional permite la venta ambulante cuando se trate para subsistencia, baratijas o no resulte competencia desleal con comercios, ítems en los que entran los vendedores senegaleses. “La policía va eligiendo lo que le conviene en cada momento”, asegura Zayat, que lo vio con sus propios ojos. “En un operativo realizado en abril, después de perseguir a tres trabajadores senegaleses dentro de una galería, la policía los detiene. Yo voy atrás y escucho: ‘Traigan al inspector de faltas’, porque las faltas no las puede hacer la policía sino que necesita un inspector. ‘Ah, no hay, entonces le hacemos contravención’. ‘ No, no, los tenemos que llevar detenidos’, le responde otro. ‘Bueno, entonces le hacemos resistencia a la autoridad’”. Finalmente los terminaron procesando por infrigir la Ley de marcas.

Enemigos públicos: Senegaleses en Argentina

Fotos: Nacho Yuchark


El racismo en las fuerzas de seguridad no es nuevo y tiene un antecedente a favor de los vendedores. En 2009, en un fallo conocido como Bara Sakho (el nombre de un senegalés), el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad reconoció que existía una persecución discriminatoria contra los vendedores ambulantes senegaleses por parte del Estado y ordenó a policías y fiscales que debían dejarlos vender baratijas, porque lo hacían para subsistir. Sin embargo, ocurre todo lo contrario: los relatos más fuertes hablan de allanamientos por la madrugada, en los hoteles y a punta de armas largas. Con o sin órdenes de allanamiento, los esposan y les sacan todo: celular, ahorros, mercadería. Nada queda registrado, nada se les devuelve. “Varios decían que nunca sintieron tanto miedo en su vida como durante el allanamiento. Y son pibes que vienen de Senegal, que pasaron por muchos países antes de llegar hasta acá, no son vidas acomodadas”, comenta Zayat, en referencia a un operativo realizado el año pasado.
Detrás de los allanamientos, que solo en junio de este año fueron 27, está la fiscal Celsa Ramirez. Según ella, los senegaleses son parte de una mafia. Del mismo delito acusó al sindicato Metrodelegados en durante el último conflicto salarial. “Ramirez es una fiscal que, como Nike, quiere estar siempre de moda. Y hoy la moda es agarrársela con los más débiles, y los senegaleses están en primera fila”, describe la abogada Gabriela Carpineti, representante legal en varias de las causas contravencionales. La referencia a la marca de la pipa no es caprichosa: en 2017 la fiscal Ramírez fue ganadora del premio Nike gracias su lucha “contra la piratería”, que incluyó ocho operativos contra la venta ilegal en el barrio de Liniers y la clausura de una docena de puestos que estaban a un costado de las vías del tren Sarmiento.
Desde el punto de vista jurídico la acusación contra los senegaleses está floja de papeles. “Ellos venden como forma de subsistencia, no falsifican, con lo cual aplicar la Ley de marcas reviste de mucha irregularidad”, asegura la abogada. Los hechos le dan la razón: en la mayoría de las causas ni siquiera fueron llamados a indagatoria, y aquellas caratuladas como “resistencia a la autoridad” se archivan. “Lo que le interesa a la fiscalía es el proceso, no tanto la condena”, sostiene Zayat. “Están detenidos 24 horas, pierden la mercadería y después la causa muere”, coincide Carpineti. “El objetivo es inhibirlos a que vuelvan a la calle a trabajar”.
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Fotos: Nacho Yuchark

Correr es mi destino

-¿Palabras que empiezan con la letra V?
-Visa – contesta Penda.
Penda llegó de Senegal hace un año y medio y es la única mujer del curso. Esta es su segunda clase pero por la naturalidad con que se maneja no se nota. Saluda afectuosamente a los profesores y, antes de sentarse al lado de su marido, les deja a Bamba, su hijo de 26 días, para que lo acunen.
Antes de venir, Penda sabía poco y nada de Argentina pero, cuenta, la insistencia de su hermana pudo más. “Vení a Argentina que acá se está bien”, le dijo. Así desembarcó en Buenos Aires y al poco tiempo conoció a Abdou, con quien formó pareja. Juntos se organizaron para sobrevivir vendiendo comida y mochilas en la calle y, pese a que la situación está muy difícil “porque el municipal no quiere y nosotros no tenemos otra cosa para hacer si no puede vender”, con la llegada de Bamba los planes cambiaron. “Yo tengo un hijo que es argentino ahora. Nuestra idea es quedarnos. Solamente está muy difícil ahora. Si todo está bien, queremos vivir acá”.
Sin embargo, el camino para la radicación también está lleno de impedimentos. Argentina no tiene embajada en Senegal y la más cercana está en Nigeria, que cubre 14 países de África del oeste. Si un senegalés quiere solicitar una visa para venir a Argentina tiene que trasladarse casi 4.000 kilómetros y convencer al cónsul nigeriano que viene a Argentina a hacer turismo o a asistir a una conferencia y asegurar que va a volver. Aun así, generalmente no se las conceden. De esta forma están condenados a ingresar irregularmente a través de la frontera con Brasil. Por eso, una vez en el país solicitan la condición de refugiados -único caso en que se permite este tipo de ingreso- y aunque la Comisión Nacional de Refugiados (CONARE) la rechaza sistemáticamente, les permite contar con un certificado de residencia precaria que deben renovar cada tres meses.

Enemigos públicos: Senegaleses en Argentina

Fotos: Nacho Yuchark


“¿Es compatible tener un sistema de visas para el 60% de los países cuando vos reconocés en tu Ley de Migraciones el derecho humano a migrar?” La pregunta la dispara Marcos Filardi y su palabra tiene respaldo. Entre 2008 y 2013, Marcos trabajó como Tutor Público Oficial de los niños, niñas y adolescentes refugiados solicitantes de asilo y desde allí fue parte de una mesa de regularización migratoria que logró en 2013 normalizar la situación de 1800 senegaleses. Sin embargo, equel mecnismo fue una excepción y desde hace cinco años no hay ninguna posibilidad que los senegaleses que ingresaron al país obtengan la residencia permanente, salvo por matrimonio o teniendo un hijo nacido en Argentina.
El panorama no augura mejor futuro para el 2019. Subidos al efecto Bolsonaro, representantes del gobierno y de la oposición ya adelantaron que pretenden modificar esta Ley -considerada de avanzada en todo el mundo- bajo el pretexto de que nuestro país “es demasiado generoso y abierto”. La estrategia es marcar un vínculo directo entre migración y delito (desmitificado por los propios datos públicos), y así justificar mecanismos de expulsión.
“Muchos de nosotros estamos pensando en migrar para otro lado”, asegura Mamadu. “No podemos continuar esta lucha porque está muy difícil”. Sin embargo, el regreso es todavía más complejo que la ida. “Hay muchos chicos que quieren volver pero ahora el pasaje a África está 70 mil pesos: imagínate como conseguir eso, imposible”, explica Alpha, que hace 3 años llegó de Senegal, donde era guía de turismo y chofer de un camión, que vendió para venir a nuestro país. Acá nadie quiso contratarlo en esos oficios y terminó ofreciendo bijouterie en Constitución. “Al comienzo estaba mejor, pero después la cosa empeoró y no hay laburo. Ahora estoy peor que en Senegal. En días de buen trabajo saco 200 ó 300 pesos. Con eso tenemos que comer y pagar alquiler y el alquiler sale caro: por una habitación chiquita te cobran 5 mil pesos”. La idea de ahorrar para enviar dinero a sus familias también quedó pulverizada en los últimos meses. “Con el aumento del dólar, uh, re complicado”, comenta Alpha. “No nos sirve para mandar nada”.
Alpha habla en plural y tiene lógica: acá la vida es comunitaria. Todos comparten la habitación en algún hotel familiar y se turnan para cocinar. La hermandad se forjó en la calle y en comisarías como la 18 de Constitución, donde en septiembre permanecieron detenidos vendedores ambulantes y dirigentes de la CTEP que intentaron frenar un operativo. “Cuando salimos y vimos que había mucha gente –cuenta- sentimos que nos acompañaron en serio, resistiendo a la represión hasta que todos nuestros compañeros fueron liberados. Acá hay muchos sectores: peruanos, bolivianos, senegaleses, argentinos. Todos venimos para tener más fuerzas para pelear contra las injusticias”, comenta Alpha. “Tenemos que unirnos para ser un montón de gente y poder hacer una contestación”.
Ya empezaron: a fines de octubre realizaron un escrache a la sede de Nike del Abasto, denunciando la persecución y también la explotación en talleres clandestinos de la marca que protegen los fiscales porteños.
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Fotos: Nacho Yuchark

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Actualidad

Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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