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Sin corona, virus: La pandemia en la Villa 31

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La pandemia en la Villa 31. Fue el epicentro de contagios durante varias semanas, pero logró reponerse gracias a la organización barrial. El costo fue altísimo: referentes muertos y aislados, mientras los gobiernos de Ciudad y Nación siguen sin entender la complejidad del territorio. Qué dicen quienes viven allí sobre lo que pasó y lo que viene. Por Claudia Acuña.

Sin corona, virus: La pandemia en la Villa 31
Foto: Nacho Yuchark

Analizar lo qué pasó y cómo pasó. De eso se trata. Lo hacen todos los países que ya fueron azotados por la pandemia: China, Alemania, Reino Unido o Italia son ejemplos concretos. En cada uno de estos países, una vez controlada la crisis, un equipo de renombrados especialistas puso el ojo en el centro del huracán: pequeñas ciudades donde se sufrió el foco más cruel del coronavirus. ¿Por qué? Para saber y para aprender. Supieron así que las premoniciones algorítmicas no eran certeras. Que el virus no crece exponencialmente, sino que aumenta hasta que merma, no solo en la cantidad de personas que infecta sino en la forma en la que lo hace. Supieron también que la cantidad de infectados fue mayor que la que fueron capaces de medir las autoridades sanitarias en plena pandemia y que su nivel de propagación está incentivado por las grandes multitudes: el hacinamiento es su mejor hábitat. También establecieron un promedio: la tasa de mortalidad fue del 0,37% en Gangelt, Alemania, 0,43% en Bergamo, Italia, 6,2% en todo Reino Unido y 1,4% en Wuhan, donde comenzó esta historia.

Analizar qué pasó y cómo en la Villa 31 nos permitiría saber y aprender, pero no hay todavía ningún equipo de expertos haciendo ese trabajo, aunque sí se ven por todos lados empleados precarizados por del gobierno porteño luciendo un mameluco blanco, barbijo, máscara y un termómetro digital. Es sábado y eso significa uno de los tantos milagros que produjo este barrio a un costo brutal: 25 muertes, 2.286 personas infectadas.

El mayor y más bestial de los daños lo mide una experta en este tipo de tragedias: Eli, la cocinera del jardín Sueños Bajitos. “Llegué a las 6 de la mañana y ya había una cola de 10 personas para retirar la vianda que entregamos recién a las 12. Cada semana llegan más temprano porque cada día hay más hambre”. Son las once y la cola ya acumula más de cincuenta mujeres, niños, niñas –no hay hombres– que envueltas en frazadas mitigan el viento helado. A pesar del abrigo, tiritan. El estómago vacío es la intemperie.

Joaquín Cara es médico y desde el 2004 colabora en el barrio. “Bauticé a mis tres hijos en la parroquia Cristo Obrero. Trabajé voluntariamente hasta diciembre del año pasado y me fui a provincia, pero cuando estalló la crisis volví para dar una mano”. Su conclusión de lo vivido allí estos meses de pandemia: “Se hizo todo tan mal que hoy podemos decir que la situación en el barrio está mejor, porque peor no se puede estar”. Lo peor lo resume así: el gobierno porteño había montado una Unidad de Detección Febril de Urgencia (UFU) que atendía hasta las cuatro de la tarde, a la que luego se sumó otra del Ministerio de Salud de Nación, montada en un camión. Al principio solo recibían entre 4 y 8 personas por día a las que les hacían un hisopado cuyo resultado estaba listo en el transcurso de la tarde. Pero cuando comenzaron a llegar 100 personas por día los resultados del hisopado comenzaron a demorar y en ese lapso o bien los hacían regresar a sus casas o los trasladaban en micros escolares a hospitales, sin contención, ni información ni suficiente comida, mezclando personas con y sin síntomas. “Si no tenías el virus te lo agarrabas ahí” sintetiza. La crisis estalló con la muerte de Ramona Medina y dejó así en evidencia que el virus atacó en la zona más vulnerable: la que soportó la pandemia sin agua durante 15 días.

Apenas comenzado el aislamiento social obligatorio el barrio creó un Comité de Crisis conformado por los comedores, merenderos, organizaciones sociales y partidos políticos más las iglesias, en un esfuerzo por unir fuerzas para ser escuchados. No lo lograron hasta que estalló la muerte evitable de Ramona, que les abrió las puertas del gobierno porteño y nacional, empujadas por la indignación que sembró esa noticia en las redes sociales. Hoy la familia de Ramona ya no está en el barrio y su casa está vacía, como varias de esa cuadra. El porqué es una llaga: el 14 de diciembre de 2018 la Legislatura porteña aprobó la ley de urbanización de la villa 31, que anunciaba “la construcción de unas 1.200 nuevas viviendas y un plan de mejoramiento de las existentes que consistirá en dotar a las unidades de conectividad de infraestructura para la red de agua potable, energía eléctrica, desagüe cloacal y pluvial; y la disposición de oferta educativa, sanitaria y de movilidad”. La cuadra de Ramona es una de las tantas que tendría que haber sido trasladada a las viviendas prometidas. La pandemia dejó en evidencia que la ley y la inversión de 800 millones que el gobierno porteño asegura haber invertido en el barrio eran nada.

Cargando todo este contexto y no a pesar de él, el Comité de Crisis se reunió con las autoridades del gobierno porteño y planteó un protocolo que hoy se convierte en modelo de intervención territorial, único en el mundo. Fueron las personas organizadas quienes definieron cómo enfrentar la pandemia estableciendo principios claros:

  1. Búsqueda activa: en lugar de esperar la demanda de casos, salir a buscarlos.Conciencia social: brindar información clara y confiable. Según las palabras de una vecina integrante del Comité “Se trata de que cada uno aporte para salir de esta crisis todos. Fomentar la responsabilidad social, pensar en el otro –el amigo, el vecino–, y saber que con mezquindad y egoísmo no combatimos este virus.
  2. Difundir medidas claras y posibles para cuidarse. “El barbijo es muy importante; no los guantes, que te cuidan a vos pero no a los demás porque el látex arrastra al virus. Lavarse las manos, dejar los zapatos en la puerta. Si no hay suficiente agua para bañarte cada vez que volvés a tu casa, al menos lavarte bien las manos y la cara con agua y jabón. Desinfectar con lavandina: una tapita en un litro de agua es suficiente”.
  3. Comprender que en un territorio así no llegás a 55 mil personas con un spot de tevé. La comunicación debe ser por los canales de difusión que ya tiene el barrio: sus paredes, comedores, merenderos, organizaciones sociales y medios: un ejemplo, el canal de la villa Urbana tevé transmitió en directo todas las reuniones del Comité de Crisis con las autoridades.
  4. Comprender que el problema real y de fondo que deja en evidencia esta pandemia es que no puede haber asentamientos como estos: si no existen condiciones dignas de vida no hay salud.

Lograron así que de aquellos 100 casos diarios se bajara hoy a menos de 10.

Lograron también que las 55 promotoras de salud -que atajaron el peor momento de la crisis con contratos precarios- sean formalmente incorporadas a la planta interina del Estado porteño y cuenten con un salario más digno y un seguro. Falta todavía que las familias aisladas reciban la comida y elementos de limpieza en forma suficiente, pero al menos lograron que los comedores reciban más mercadería para enfrentar lo peor, que siempre en ese barrio es el hambre y sus consecuencias: la falta de horizonte, esa pandemia social a la que resisten como esta y como siempre, inventando lo que les niegan.

No lograron, por cierto, que las respuestas lleguen a tiempo y todavía ni siquiera en forma suficiente, pero han logrado otro increíble milagro: sucedió en “El Comedor del fondo”, la trinchera que desde hace años da comida y contención a adolescentes y niñes que sobreviven en containers oxidados y consumen paco. “El virus comenzó a golpearnos porque al comedor vienen a buscar comida las personas en situación de calle que pasan la noche en el parador de Retiro que tuvo los primeros infectados de la zona. En ese momento a los chicos la policía les incautaba los carros y les decía: quédense en sus casas. Y los pibes respondían: ¿qué casa? Luego, el brote llegó a afectar a muchos colaboradores del comedor y tuvieron que venir funcionarios. Lo que produjo esta situación es que por primera vez nos vieron. Por un lado, vieron cómo explotó el comedor: de entregar 100 raciones diarias pasamos a tener que responder a 400 demandas de comida diaria. Y por otro lado, vieron a los pibes. Esta semana fuimos a buscar al Centro de Aislamiento de Costa Salguero a 20 pibes que pasaron ahí 15 días aislados. Para ellos fue increíble tener por primera vez cama, abrigo, comida, techo. Cuando les dieron el alta, planteamos ¿y ahora dónde los mandan? Y les dieron un subsidio habitacional. Ahora recibimos de lunes a lunes 450 raciones de comida, nos dieron anafes, garrafas, recursos. Desde ese punto de vista, el de los pibes, y después de estar durante ocho años remando en dulce de leche, logramos que el coronavirus provoque eso: que nos vieran”, resume Javier, uno de los tantos expertos que en este territorio le han ganado una batalla decisiva a esa pandemia que deja ciego, sordo y prepotente al Estado.

Superado el pico, obtenidos algunos recursos centrales para darle batalla al virus, ¿qué otras puertas abre esta brutal experiencia? Responde Julián, de El Campito, respuesto ya del contagio que lo recluyó quince días en un hotel en una habitación donde el solo entraba el sol durante un minuto y medio: “Lo que tenemos que pensar es que estas condiciones de vida son las que producen estas enfermedades. Y que la solución de fondo es una sola: terminar con el hacinamiento y la indignidad que representa este tipo de asentamientos”. El barrio tenía un proyecto de urbanización que las autoridades porteñas ignoraron. Contemplaba, por ejemplo, la construcción de un hospital que ahora el coronavirus justificó con notables argumentos. “La crisis dejó en evidencia que la llamada urbanización que quiso imponer el gobierno porteño es un cuento”. La falta de agua fue la prueba evidente, porque el virus lo marcó territorialmente: ahí donde faltó, fue en donde hubo más infectados y más muertes. También el aislamiento obligado dejó en evidencia que, por ejemplo, no funcionaban las antenas que tenían que darle conectividad satelital al barrio. En una reunión admitieron que de las 37 colocadas, 23 no funcionan. Pero no es tan evidente para el resto en este barrio en el que todas las noches frías se corta la luz, porque no hay gas natural y la red instalada no soporta que en muchas casas se enchufe al mismo tiempo una estufa eléctrica. Y esa falta de gas implica que todas las casas necesiten una garrafa, que es cara y no todos pueden comprarla, mucho menos ahora cuando es imposible generarse un ingreso. La lista sigue y conduce siempre a un mismo horizonte: lograr que el barrio tenga todo lo que le falta. 

 El coronavirus, entonces, es también el nombre de una oportunidad para lograrlo.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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