Nota
En la comunidad Qom, dos años después: la memoria y la lluvia
Se realizó en la comunidad Qom La Primavera una conmovedora marcha y acto a dos años de la represión sobre la ruta a quienes reclamaban por tierras que les pertenecen. Hubo aquella vez un policía muerto, quemaron casas de la comunidad, y fue asesinado el qom Roberto López. Esta es la crónica junto a un pueblo que espera justicia.

Un niño mira la bandera mientras, atrás, 60 personas recuerdan a Roberto López y lo declaran “héroe”
Todos los 23 llueve.
La coincidencia no pertenece a un saber ancestral sino a algo que los Qom han venido notando a partir de algunos acontecimientos recientes:
- Como el agua en la comunidad escasea, la lluvia es un fenómeno deseado
- El 23 de noviembre de 2010 la policía formoseña mató a Roberto López
Desde entonces, el 23 de cada mes, lo recuerdan a la vera de la ruta 86, escena del crimen, y llueve. Y la lluvia en el monte formoseño es Lluvia con mayúscula, lluvia tropical, de gotas pesadas.
Dos años después de la represión, como todos los 23, llueve a los baldazos. Los caminos se embarran y se hacen intransitables para las motos. Se nota la necesidad de asfaltar los senderos. Todo de a pie, todos a pie.
Para algunos significar caminar, bajo la lluvia, largos kilómetros hasta la casa de Félix Díaz, el carashe de la comunidad, desde donde saldrá la caravana. De ahí a la ruta.
Nadie dice “che, mejor lo dejamos para otro día que está feo”. A nadie se le ocurre. Nada más los más ancianos se quedan en las casas para no tentar al resbalón en el barro y perder la cadera.

Roberto López, en una foto ampliada que fue el centro de la ceremonia, parece mirar a su hijo Yael, conductor en la radio Qom
Niños, niñas, chicos, chicas, jóvenes y adultos se encuentran en los senderos que bifurcan la comunidad. Todos desembocan en uno principal, el más largo y recto de todos, desde donde puede verse la perspectiva de la procesión bajo la lluvia: cuerpos que van, persistentes, inmutables, en silencio, bajo la lluvia.
Viene bien que llueva y que llueva mucho, que la laguna desborde y desborden los aljibes, algo de fresco para el calor agobiante, que el agua riegue la naturaleza y atraiga a los animales.
Apenas la lluvia para un poquito, el paisaje toma color y brotan los gritos de pájaros y ranas y toda la sinfonía de la naturaleza. La lluvia es parte de la hermosa naturaleza que rodea a la comunidad Qom.
Todo se retrasó, por culpa de la lluvia, por ver si paraba y nunca paró. De la mañana al mediodía se retrasó la ida a la casa de Félix. Desde la radio FM Qom –después de transmitir y convocar- sale un grupo grande, decidido a caminar más de 4 kilómetros.
En la casa de Félix no hay techo para tanta gente. Somos 40 ahí y otro tanto que ya está cortando la ruta.
Los más viejitos están sentados en la puerta de la casa; los jóvenes cortan cañas y arman las banderas que flamearán la jornada: la bandera multicolor de su pueblo, una que dice “Justicia por Roberto López”.
Es hora de encontrarnos todos. A 200 metros de la casa de Félix está la ruta nacional 86, y a otro kilómetro el lugar donde mataron a Roberto.
Cuando sale el grueso de la comunidad – ya somos 50-, la gendarmería interrumpe su almuerzo para cortar la ruta y garantizar que ningún auto nos pase por arriba. Se ve que tienen la mecánica aceitada: no le preguntan a nadie nada, ven a la comunidad y enseguida cruzan sus motos, ubican los conos y comienza el operativo. En algún momento intercambian unas palabras con Félix para saber cómo seguirá todo, y se acomodan a eso.
Seguimos caminando por la ruta de la represión. Llueve como en aquél 2010, recuerda Pablo. Recuerda cómo lo golpearon (lo contó más temprano en la radio), lo metieron en una camioneta y lo llevaron a Laguna Blanca detenido.
Yael, el hijo de Roberto, lleva una foto ampliada de su padre que desplegará en unos minutos. A él también lo “cagaron a palos”, dice, aquél día, .

Uno de los compañeros reprimidos hace dos años lleva la bandera multicolor de los pueblos originarios
Vamos llegando, se ve el lugar por un árbol. El único árbol tan cercano a la ruta. Algunos se esconden de la lluvia allí abajo. Pero el pequeño monumento a Roberto está más allá, y todos relegan el toldo para congregarse alrededor. Total, ya estamos todos mojados.
Somos sesenta y pico, dos motos que han logrado llegar pese al barro, un auto. A dos años de la muerte de Roberto López pocos son los foráneos que acompañan a la comunidad. Los Qom lo viven también como una ceremonia íntima, para ellos y para Roberto.
Despliegan su foto: Roberto tiene la mirada penetrante hacia un costado que el cuadro pierde. Yael, el hijo, agarra la pancarta de ese lado. Parece que él y Roberto se miran. Que se dicen algo con la mirada. Roberto parece que está allí.
Las gotas de lluvia confunden las lágrimas.
Comienza hablando Félix. En su idioma y un poco en español. Todos los que irán hablando repiten la fórmula de intercalar palabras, la mixtura qom-castellano parece ser la identidad del idioma de la comunidad.
El profe Antonio tiene una teoría sobre ésto: los más chicos son quienes más hablan en español “porque repiten las cosas de la tele”; los adultos van alternando, y casi pueden utilizar cualquiera de ellos; los más ancianos conservan la raíz del lenguaje originario.
El idioma está cambiando.
Félix habla. Inicia la ceremonia. Sigue lloviendo y van llegando las mantas y los plásticos para atajar las gotas. Van llegando más tandas de pobladores.
Durante tres horas, casi 70 personas congregadas al borde de la ruta – ya los autos pasan- escuchan y hablan. De a uno por vez, termina uno y empieza el otro. No hay turnos ni peleas por quién habla primero; nadie sabe quién hablará después, ni que dirá; no está premeditado. Todos los que quieran decir algo sobre Roberto tienen el silencio de la comunidad para ser escuchados. Durante tres horas hablan más de 20 personas, en español y qom, dicen cosas parecidas, piden justicia, llaman a la resistencia, recuerdan a López y lo definen su “héroe”.
Si es que hay una conclusión entre tanto tiempo, palabras y lluvia, es que Roberto López es para todos el ejemplo de lucha que encarna la comunidad Qom.

Me cuentan de Roberto: tipo corpulento, rudo, sabio. Uno de los más respetados.
Era conocido y reconocido como cazador. Se metía en el monte de mañana y a la tarde nomás traía comida para muchos. Repartía.
Yael, su hijo, siempre tiene una sonrisa. Incluso hoy. Estuvo serio durante la ceremonia pero enseguida recupera la alegría. Así lo vive. Es hablador, maneja muy bien el español. Es que estuvo años en Buenos Aires trabajando en la construcción, y dice que quiere volver. Aunque por ahora está chocho como locutor del programa “Música cristiana” de FM Qom.
Aquí muchos son creyentes, como Yael. La ceremonia lo muestra: algunos se toman las manos, forman un círculo unido, cierran los ojos y comienzan a rezar. Cada uno por su cuenta, con alguien que eleva la voz más que todos y guía, pero cada uno hablando hacia adentro, hacia sí mismo, a Roberto López o a quien sabe quién. Es un momento emotivo, muy intenso, del que no todos participan – Félix y su familia, por ejemplo- pero respetan.
Hace 3 horas que está lloviendo y nadie se movió de su lugar.
Los gendarmes consultan a Félix cómo sigue la cosa.
Los Qom ocupan la ruta una vez más, para volver ahora hacia la comunidad, a hacer lo suyo, avanzando por todavía sobre el asfalto con la bandera que pide justicia por la muerte de Roberto López.
Es el momento en que el cielo comienza a clarear.

Un sendero de la comunidad un día de lluvia, 23 de noviembre, dos niños caminan hacia la casa de Félix Díaz donde se conmemorará a Roberto López, asesinado dos años antes
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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