CABA
Un mundo sin Carla, por Selva Almada
Selva Almada relata la historia de Carla Soggiu. La escritora narra para MU sus reflexiones y conversaciones con la familia de una víctima de femicidio: Carla Soggiu. La vida de sus padres y de sus hijos, hoy. La cadena de violencias que termina en el desastre. La responsabilidad del Estado, y la memoria como magia. Por Selva Almada.

La familia Soggiu sigue viviendo en la calle Domingo Cabred, en el barrio de Pompeya, donde crecieron sus hijas. Enfrente vivía Carla con su pareja y sus dos hijos. Y en la esquina su hermana menor, Giuliana. El 19 de enero de 2019 Carla llevaba cuatro días desaparecida. Rosana y Alfredo, sus padres, estaban en lo de Giuliana, que estaba embarazada y había comenzado con los dolores de parto. Desde el primer piso de la casa se puede ver la calle, y desde esa ventana Alfredo vio cómo se juntaban vecinos y aparecía un patrullero. Bajó sin decirle nada a su otra hija y caminó hasta el pequeño tumulto, hacia la peor noticia de su vida. Habían encontrado a una muchacha muerta en el Riachuelo y podía ser Carla. La reconocieron por fotos: un tatuaje, un piercing… fragmentos chiquitos del cuerpo de su hija que ya no estaba en ese cuerpo.
Giuliana se fue a parir sin saber nada y cuando llegó al sanatorio, en el plasma de su habitación vio la noticia. Su hija llegó al mundo sin su tía. El cuerpo de su hermana empezaría a ser solo eso, deshabitado de ella, “el cuerpo hallado sin vida” de los titulares de diarios y noticieros; el cuerpo en la morgue; el cuerpo objeto de una autopsia.
Tres años después, Giuliana también se fue del barrio: dejó un buen trabajo, se fue a vivir al sur. No soportaba seguir pasando por todos los lugares donde pasó miles de veces con su hermana.

De la puerta de la casa cuelga un pañuelo blanco estampado con la cara de Carla (el cabello corto, anteojos, una sonrisa luminosa) y las palabras “verdad y justicia”. Amaneció lloviendo y todavía chispea. Los fresnos de la calle tienen las hojas amarillas. Un día típico de comienzos del otoño. Golpeamos y Alfredo entreabre la puerta, conteniendo a tres perritos blancos que ladran y quieren salir a la vereda. Nos pide que esperemos un momento, se lleva a los perros, vuelve, nos hace pasar. Es la casa de su cuñado, antes fue la del padre de Rosana. Ellos viven atrás, pero justo Alfredo, de vacaciones, está pintando la cocina.
Pregunta si queremos café, lo tiene ya preparado; si queremos agua: saca de la heladera un par de botellitas de agua mineral… dice que tuvo que aprender que hay que tener agua y café para recibir a los periodistas y sonríe, una sonrisa rápida. También en estos años aprendió a ir a los juzgados, a reclamar, a golpear puertas, a hablar con funcionarios, a pedir audiencias, a hacer trámites, a juntarse con otras familias a las que también les mataron una hija.
“La primera vez que abracé a Marta (la mamá de Lucía Perez) no tuvimos que decir nada. Cientos de personas me dijeron: lo siento, te acompaño, pero Marta sabe”.

En la agrupación Familiares Sobrevivientes de Femicidio, los padres de Carla encontraron acompañamiento, información, fuerza para seguir peleando por justicia. Alfredo dice que esto no es solo por sus hijas, sino por las hijas de todos, “por las que vendrán”, dice. La estadística confirma esa certeza amarga: el año en que murió Carla hubo 252 femicidios (253 porque su muerte no fue considerada un femicidio por la justicia); 310 en 2020; y 325 en 2021. Desde la agrupación le escribieron ya veinte cartas al presidente Alberto Fernández: le piden una audiencia, que los reciba, que los escuche. Sin embargo ninguna de estas cartas tuvo respuesta.
“La última que le mandamos lo felicité por el nacimiento de su hijo. Porque una cosa no quita la otra. Y porque pensé que así tal vez lo conmovía”.

Rosana entra a la casa, a la conversación, con el pelo largo, suelto, mojado y con el barbijo puesto. Durante un rato solamente veré sus ojos, sin saber cómo es el resto de su cara. Acepta sentarse con nosotros solo un momento porque tiene que ir a buscar a su nieta a la escuela.
Ámbar tenía 2 años cuando murió Carla, todavía no había dejado los pañales ni sabía hablar. El día que su padre ató a su madre, la golpeó ferozmente en la cabeza y la violó, la nena estaba en la casa con ellos. Ese día justo después de Navidad, el 26 de diciembre y cuando faltaban apenas cinco días del plazo que se habían dado Carla y Sergio Fuentes para separarse definitivamente, tal vez porque faltaba tan poco para dejar de tenerla al alcance de su mano, Fuentes puso en escena la última demostración de su violencia machista. Cuando Carla logró liberarse, tomó a su hijita en brazos y no fue a la casa de sus padres, que quedaba cruzando la calle, sino que encaró decidida hacia la comisaría a denunciarlo.

Ángel, su otro hijo, tenía 5 años y pasaba mucho tiempo en lo de los abuelos. Alfredo dice que el nene hablaba hasta por los codos y que Fuentes lo sacaba de la casa para que no viera ni contara lo que le hacía a Carla. En un par de semanas Ángel va a cumplir 9 años, fue elegido el mejor compañero en el colegio y en la escuelita de fútbol. Festejar el cumpleaños después de la muerte de su mamá y tras dos años de pandemia es todo un evento para él y también para Rosana. Ella cuenta, como quien cuenta una travesura, que ya prepararon todo, las sorpresitas, las invitaciones, todo.
Son dos ansiosos, dice Alfredo: cuando llegue el día las golosinas en las bolsitas van a estar húmedas.
A Fuentes lo detuvieron enseguida. Sin embargo, los días posteriores en la vida de Carla fueron de mucho ajetreo: los trámites; trabajar volanteando y limpiando casas; soportar el acoso de la familia de su ex marido que la interceptaba en la calle pidiéndole explicaciones, amenazándola, diciéndole que cómo había sido capaz de hacerle eso a Sergio. En ese torbellino de cosas dejó para después, cuando estuviera más tranquila, la visita al médico. Porque luego de la golpiza, sobre todo golpes en la cabeza, ahí donde Fuentes sabía que tenía la válvula, Carla de a ratos se sentía mareada, confusa. Rosana le insistía para que fueran a consultar al médico y ella que sí, que pronto, cuando escampara un poco.
A los 15 años le habían detectado una hidrocefalia avanzada.
Le hicieron una tomografía y ahí vieron que tenía un monstruo, dicen sus padres. Los especialistas no se explicaban cómo no estaba parapléjica. Había que operarla con urgencia y la familia movió cielo y tierra para hacerlo. Les pregunto si ella tenía miedo y me dicen que no, al contrario, ella les daba ánimos a ellos. La cirugía fue un éxito.
El especialista que la atendió les había dicho que después de la operación Carla sería otra, una nueva, diferente. Y en cierto modo fue así. Alfredo no sabe si por la cirugía en sí o porque justo coincidió con la adolescencia, los cambios en el cuerpo, los primeros chicos.
Tiempo después conoció a Fuentes, un muchacho rollizo, hijo de un policía, que trabajaba medio tiempo en un supermercado. Aunque no les caía bien ni entendían por qué Carla se había enamorado de él, sus padres no se opusieron. Habían criado a sus dos hijas con libertad, les habían enseñado que eran dueñas de sus destinos, que ellas decidían.

Rosana sale y vuelve al ratito con Ámbar. La nena se pone tímida cuando nos ve y recién saluda a Alfredo cuando él le reclama dulcemente: ¿no vas a saludar al abuelo? Cuando ella se acerca para abrazarlo, él le dice “mirá, trajiste una hoja pegada en la suela”, y saca la hoja de fresno, un pedacito de otoño en los pies de su nieta. Ángel va a una escuela de jornada completa, todavía faltan unas horas para la salida. Rosana reparte su tiempo entre las escuelas de los chicos, llevarlos, traerlos, y las actividades de cada uno: patín, fútbol. Antes tuvo la misma dinámica con Carla y Giuliana: estudiaban dibujo, idiomas. Pero además de la escolaridad de los chicos, también se ocupa de tramitar una y otra vez, cada dos, cada seis meses, la Asignación Universal, la única ayuda económica que los hijos de Carla reciben del Estado. Como su muerte no se caratuló como femicidio, los nenes no pueden acceder a la pensión de la Ley Brisa.
En 2018 a Rosana le diagnosticaron cáncer y estuvo buena parte del año con un tratamiento. Alfredo reunió a sus hijas y les pidió ayuda. Ahora los dos piensan que estuvieron tan pendientes de la salud de Rosana que no pudieron ver que a pocos metros su hija vivía la última parte de su infierno doméstico.
No me hubiese contado para no preocuparme, dice Rosana. “Siempre entraba dando un portazo. Hola, bruji, me gritaba desde la puerta”. Ese año pasaron mucho tiempo juntas porque Carla la ayudaba con las tareas de la casa.
Yo no iba casi nunca a su casa, dice Alfredo. Solo en ocasiones obligadas como un cumpleaños o una navidad. No soportaba verlo a él jugando a la play todo el día, sentir la suela de los zapatos pegándose en los pisos. La degradación lenta de la violencia de género: expulsar a la familia, cortar lazos, aislar a la víctima.
Alfredo reflexiona que al fin y al cabo la lógica del Estado se parece bastante: a quien se la aísla en un refugio, la que tiene que esconderse y cambiar sus rutinas y las de sus hijos, es la mujer violentada mientras los abusadores siguen en la calle.
Rosana sospechaba que pasaban otras cosas: dos por tres su hija tenía moretones visibles y cuando le preguntaba Carla le restaba importancia: se había golpeado contra un mueble. Cuando la llamó desde la comisaría ese 26 de diciembre de 2018 para decirle que Fuentes la había golpeado y violado y que estaba allí para denunciarlo, las sospechas se volvieron certezas. La conmovió tanto lo que Carla le estaba contando como su valentía: le había pasado, pero iba a denunciarlo, lo iba a meter preso.
La posibilidad de una vida nueva, empezar de nuevo, salir fortalecida. Fuentes detenido y ella con un botón antipánico, el amuleto que le dio el Estado para protegerse. Este pequeño dispositivo que permite auxiliar a una mujer en problemas empezó a utilizarse en la ciudad de Buenos Aires cuando Mauricio Macri era Jefe de Gobierno. Carla lo recibió unos años después, cuando Macri era presidente y Horacio Rodríguez Larreta llevaba su primer período al frente de la ciudad.
El día que Carla no pudo volver a su casa, activó cinco veces el botón antipánico que aparte de geolocalizar a quien lo acciona tiene la capacidad de registrar conversaciones o sonidos del ambiente que luego pueden utilizarse como prueba en un juicio, por ejemplo. Carla logró comunicarse con el operador: estaba perdida, sabía dónde vivía pero no cómo llegar, estaba en una villa, había barro, estaba sentada en el barro, no sabía cómo salir de ese sitio. Cada vez que ella accionó el botón, el GPS (que no funcionaba porque el contrato con la compañía que se encargaba de que funcionara se había terminado unos días antes y el Gobierno de la Ciudad no lo había renovado ni había contratado a una compañía nueva) condujo al patrullero una y otra vez a la puerta de la casa de Carla, justo allí adonde ella no sabía cómo llegar.
Lo último que registró el aparato fue el sonido del agua. El Riachuelo, donde cuatro días más tarde un empleado municipal encontró su cuerpo.
Aunque la sucesión de hechos es tan clara para cualquiera, para la justicia una cosa no tiene que ver con la otra: Sergio Fuentes fue condenado a seis años de prisión por violar a su ex pareja pero no se tuvo en cuenta el agravante del vínculo. Tampoco se tuvo en cuenta que la paliza que le dio antes o durante la violación dañó la válvula que Carla tenía en la cabeza y que le permitía llevar una vida normal. Ni que, dañada la válvula, ella tuvo el episodio que la llevó a morir ahogada en el Riachuelo. Ni que también falló el botón antipánico, el aparatito al que Carla se aferró hasta el último minuto.
Rodríguez Larreta y Santilli son culpables, sostiene Alfredo. El Jefe de gobierno de la ciudad y su entonces vicejefe son el Estado que debió proteger a Carla y a las tres mil mujeres que en ese momento tenían un botón antipánico.
Mientras charlamos dejó de llover y salió el sol. Caminamos con Rosana, Alfredo y Ámbar unas cuadras hasta el mural que le hicieron a Carla en el barrio: ella sonríe entre flores y colores alegres. Ámbar sabe que esa chica del dibujo es su madre. ¿Qué recordará de ella? ¿Se acordará de ese día, de su padre golpeando y violando a su mamá? Ella estuvo ahí con Carla. El Estado, además de desestimar su muerte como femicidio, además de ser responsable de que el GPS del botón antipánico no funcionara, además de no ayudar económicamente a Ámbar y a su hermano Ángel, tampoco les dio contención ni asistencia psicológica. Entonces nadie sabe qué recuerda Ámbar ni qué impacto tendrán esos recuerdos a lo largo de su vida. Ojalá, a pesar de todo, los recuerdos luminosos logren imponerse sobre los otros, ojalá sea como escribió Ángel hace unos días, en una tarea de la escuela por el Día de la Memoria: “Los recuerdos pueden ser mágicos. Como me pasó a mí cuando recuerdo a mi mamá que ya no está con nosotros, todavía la puedo ver en mi corazón”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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