La Cotorral, por Susy Shock.

Vamos llegando a la idea del nido propio, que intentamos que sea esta Cotorral, desde muchos distintos caminos, es cierto, pero nos une lo trava siempre, sobre todo a una generación, que se supo sobreviviente de todo, afuerísima de todo, con una idea de finitud que también fue parte de ese construirse y vivirlo todo a 120 kilómetros, porque el futuro era una agenda demasiada heterosexual para que nos tuviera en cuenta, demasiado binario, demasiado ajeno. Y no es que las cosas han cambiado tanto, si miramos que sigue siendo esos 35/40 años el promedio de vida que nos hace sombra, a diez años de la ley de identidad de género, dato que pocxs se animan a gritar, porque se les cae el banner del lindo relato de la integración Paki, con la que sostienen ministerios y cargos. Repito: No es que las cosas han cambiado tanto, ¡y sin embargo cómo han cambiado las cosas! Porque, diría Lohana, Nosotras no somos las mismas. 

Entonces ese punto de partida, que cada cual lleva en su cuerpo, con papá y mamá desentendidxs de nuestra infancia y su resguardo, esa calle que solo te brinda sexo a cambio de un pedazo de pan, y que las manos niñas negocian día y noche, esa escuela que te excluye, esa Ciencia que te dice que andamos enfermas, esa foto del viaje de egresadxs que nos deben, como le gritó la Wayar en la cara a panelistas una tarde en televisión, ese trabajo que te niegan, esa mano del chongo que nunca te lleva de día, de cara al sol, todo eso y más, es lo que nos trajo hasta aquí, a este sueño de un espacio colectivo, a donde las nanas queremos que solo sean las canciones que nos hagan dormir, y los abrazos, la práctica redoblada que nunca se agoten. Porque queremos andar abrazadas por un país que no nos tiene todavía en su agenda emocional y que encima miente, desde los discursos y la televisión, que nosotras andamos divinas recibiendo de los gobiernos sueldos y viajes en primera.

No les voy a mentir, andamos enojadas, polillas siempre, pero enojadas y vemos como el progresismo desperdicia épocas en los que darlo vuelta todo por mirarse demasiado el ombligo, mientras las lacras mayores ganan adeptos y suben otro y otro escalón; no voy a mentirles, andamos atentas también a que sus torpeza no nos haga perder el equilibrio, y la señal de hacia dónde van nuestros sueños. Porque nosotras remamos en los abismos, y sobre todo somos y seremos flores de loto.