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Rosario, el narco-Estado: plomo & humo. Narcofemicidios, violencia y extractivismo

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La jefa de la Unidad Fiscal de Balaceras revela cuánto se pagan las amenazas y muertes por encargo, entre otras confesiones sobre cómo trabaja la justicia cuando el Estado es cómplice del narco. Una ciudad sitiada por el terror, donde las mujeres y los niños pasaron de ser intocables a principales víctimas. La relación entre extractivismo, pobreza y un sistema penitenciario corrupto. Y las organizaciones feministas y ambientales que explican cómo funcionan las lógicas de una ciudad en disputa. Por Claudia Acuña.

Rosario, el narco-Estado: plomo & humo. Narcofemicidios, violencia y extractivismo
Foto Sebastián Smok para lavaca

1. Balaceras: los tiros que nadie escucha

Juez: ¿Ocupación?

Narco: Contrato sicarios para tirar tiros a jueces.

La jefa de la Unidad Fiscal de Balaceras Valeria Haurigot tiene el brazo apoyado en el respaldo del sillón de cuerina negro y con ese gesto, que le eleva el hombro izquierdo, otorga a sus palabras un tono sport, digamos, que acentúa chasqueando las eses. Si fuera porteña podría calificar como canchera, pero la actualidad rosarina le quita frivolidad a todo: las balas fraguan bronce.

A menos de veinte centímetros está sentado un muy joven empleado judicial, con la cara casi pegada a una pantalla enorme y con auriculares blancos XL clavados en las orejas: es el encargado de las escuchas telefónicas a las bandas narcos que intentan dominar la ciudad con ráfagas de plomo. Parece concentrado en esas conversaciones clandestinas, pero algunas preguntas, o quizá las respuestas, lo obligan a mirarme directo a los ojos.

La oficina es estrecha y contiene cinco escritorios, tres muebles para archivar expedientes, un mapa que hace falso equilibrio en la pared y un problema enorme: se calcula que este año la ciudad soportó el azote de ocho balaceras por día que dejaron un promedio de dos víctimas diarias: 524 personas baleadas, según datos del Ministerio de Seguridad de Santa Fe. Miro alrededor y saco un cálculo simbólico: más de 500 investigaciones judiciales en 7 metros cuadrados. Es como filmar The Wire en un tupper. Pero estamos en Rosario y este tupper ya fue baleado cuatro veces.

Coraje entonces es lo que transmite la fiscal de Balaceras cuando le pregunto si tiene miedo. Responde:

–He tenido miedo en circunstancias concretas, pero lo voy pudiendo superar.

Luego responde todas las preguntas con una catarata de datos que recorren lo sistémico y lo biográfico con pinceladas precisas que describen el cuadro general y, a la vez, el alma humana. Por ejemplo:

¿Cuánto se paga una balacera?

Cuatro mil pesos la ráfaga, 150 mil el homicidio, pero la balacera a la estación de servicio, que implicó páginas y páginas de tinta, reproches políticos, produjo cambios en el sistema de patrullajes y expuso a la comunidad a una situación de pánico y peligro, se pagó con un par de zapatillas.

¿Qué desata una balacera?

Acá en Rosario tenemos a Messi y al Guille Cantero (líder de Los Monos)….

Uno hace goles…

Y Cantero ordena balaceras para pedir la revisión de su condena, por ejemplo… Es decir, las balaceras pueden hacerse para sacarle cosas al Estado, como el cambio de lugar de detención de un integrante de una banda, o para que le mejoren las condiciones de detención. Otra: la clásica extorsión a comerciantes. Te pido plata una, tres, cuatro veces, a la quinta te meto una balacera. Otra: deudas de droga. Me debés, no pagás, te baleo. Otra más: un soldadito te consume droga, vos, jefe, estás preso. ¿Cómo hacés para sancionar a tu empleado? En un trabajo formal lo suspendés o despedís, en este ordenás una balacera.

Nos relataron otra: madre e hija tienen su casa en una ochava, que parece ser la ubicación preferida para instalar un kiosco de venta de drogas. Las balearon ya tres veces para espantarlas. Buscan así que abandonen la casa y ocuparla.

Hay de esas también. Y está esta otra: la que tengo que dictaminar ahora. A la empleada de una pescadería no le gustó cómo la trató su jefa. Tenía una amiga que era conocida de alguien relacionado con un capo narco. A través de ella le pidió una balacera para asustar a su jefa. Cuando por las escuchas encontramos ese origen se lo contamos a la jefa, que es la víctima que hizo la denuncia. ¿Sabés que me pidió? Que no la encarcele: sabe que tiene dos hijas chiquitas y está sola. “Esas nenas no pueden vivir con su madre presa”. Estábamos hablando de eso con él cuando ustedes llegaron: ¿qué pena le doy?

El joven empleado judicial aparta los ojos de la pantalla y me mira.

El Estado Los Monos

Narco: Le tenemos que dar con todo a cualquiera que engachemos.

Soldadito: Sí, dale, vamos… que encima ando con unas ganas de tirar yo…

La fiscalía especializada en balaceras fue creada en septiembre de 2020: pleno coronarivurs. La ciudad ya había sufrido esa pandemia cuando en 2013 asesinaron al jefe de la narco-banda que llamaremos Los Monos si con ese nombre se comprende que en la actualidad se trata de una organización criminal integrada por civiles y agentes uniformados por el Estado provincial y nacional, que cumplen funciones en la Policía y en el Servicio Penitenciario. Apenas comenzó esta nueva ola de ataques la Fiscalía General convocó a una reunión. “Lo primero que nos preguntamos fue: ¿qué es una balacera? No hay un tipo penal que la reprima: hay abuso de armas de fuego, hay extorsión, hay homicidio, lesiones, etc., etc., pero la balacera no existe. Y el Derecho Penal es taxativo: la conducta a investigar y a sancionar tiene que estar bien determinada. ¿Y qué teníamos nosotros? Teníamos que pasaba una moto con dos ocupantes, y producía una ráfaga de tiros, a veces sin pedir nada a cambio, con lo que ni siquiera había extorsión. Entonces cambiamos la pregunta: ¿Qué están buscando? ¿Cual es el objetivo? Y ahí la respuesta fue clara: alterar el orden, producir terror. Y eso sí es un tipo penal: la intimidación pública. Así se decide crear esta unidad con un buen equipo de analistas (a cargo de las escuchas) y tres fiscales”.

¿Resultados?

Hoy cada fiscal tiene unas 200 personas presas en prisión preventiva. Como es una unidad nueva todavía ningún caso llegó a juicio oral.

La cifra justifica el tono de orgullo con el que relata el método de trabajo que han sistematizado: “A través de investigaciones muy meticulosas logramos una detención, secuestramos un arma, un celular y en lugar de quedarnos ahí, en la autoría del hecho, comenzamos a tirar de ese hilo hasta llegar a quién dio la orden, quién la moto, quién el arma, quién el dinero y cuál es la red que sostiene toda esa operación”. Lograron identificar así que en Rosario actúan seis narco-bandas. “El mundo criminal no es el mismo que décadas atrás. Hay un gran nivel de violencia y un muy fácil acceso a armas de fuego. No soy socióloga, pero entiendo que ha crecido la idea de sentirse representado por una organización criminal como posibilidad de ascenso social, porque de otra manera no vas a llegar a nada. Hay una brecha social muy grande. Los excluidos encuentran en estas formas violentas la única manera de tener notoriedad, reconocimiento, poder, ingresos. En sus celulares ves eso: cuando los detenemos se autobuscan en Google.

¿Notás que en esta nueva ola de balaceras hay un componente de género?

Sin duda. Incluso vino una investigadora del Conicet a nuestra unidad para investigar ese rasgo. Eso también cambió. En los códigos narcos las mujeres y niños eran intocables, especialmente aquellos relacionados con integrantes de las bandas. Pero ahora notamos que muchos de los que están presos dan órdenes a sus mujeres, madres, parejas, hermanas, para que lleven el negocio adelante.

No parece que tengan opción de negarse…

No, pero luego y ya en funciones no podés poner todo en una misma bolsa por el rasgo de género. Tenés mujeres que tienen poder de decisión y que compiten por su trabajo como compito yo con una colega. Mujeres que quieren ser líderes porque saben, quieren, les gusta, y pueden. Y tenés otras pobrecitas que son totalmente intercambiables, cuyas vidas no valen nada. Te nombro un caso: en las extorsiones del barrio Ludueña hay involucradas muchas mujeres. ¿Por qué? Porque son las únicas que pueden ingresar el chip del celular en las cárceles desde donde los jefes narcos presos dan las órdenes. Son casos que te hacen comprender que es muy difícil construir la respuesta punitiva de una mujer que forma parte de una organización criminal. 

Es la segunda vez que mencionás delitos que se cometen dentro de la cárcel, donde se supone hay agentes estatales responsables de que eso no suceda… ¿Las balaceras se ordenan desde ahí?

Sí. La logística es afuera, pero la cárcel es el principal problema que enfrentamos porque no tiene ningún tipo de freno. Y no hablo del sistema penitenciario provincial: que quede claro, porque peor es el federal. Es un espanto, un horror, lleno de comunicaciones a cualquier hora. Los presos son empresarios que 24 x 7 están digitando sus negocios. Y terminamos dictando prisiones preventivas de personas que ya están presas.

La próxima prisión preventiva debería ser la del jefe del Servicio Penitenciario…

La responsabilidad estatal la encontramos en todos lados, ya sea por acción o por omisión, como por ejemplo cuando está habilitando el poder de la organización permitiendo que se haga cargo de un sector determinado del barrio donde ejerce sus funciones de venta, pero donde también provee comida, divertimento, cierta posibilidad de abuso sexual en relación a niñas y adolescentes del entorno. Son estas acciones cotidianas las que explican el poder enorme que tiene la organización criminal y su proliferación. Pero también hay acción u omisión del Estado cuando no controla que le vendió mil balas a una persona que a la siguiente semana puede comprar otras mil.

Otros territorios dominados por bandas narcos se caracterizan por las actividades que convierten a las mujeres en mercaderías descartables, negociables. ¿Notás eso también acá?

Sí, pero creo que es porque hay una gran explotación de la vulnerabilidad en general. Lo veo más por ese lado. La organización capta porque acá las infancias sufren mucho. Veo niños y niñas totalmente desprotegidos, que cuando los llevan y los encierran para atender un búnker no se fijan en el sexo. Lo que más noto en relación a las mujeres es el manoseo enorme con imágenes, videos, fotos, que les propcionan satisfacción a los que están presos. Y no sabemos hasta qué punto hay un consentimiento de las mujeres que ahí aparecen.

Finalmente, ¿cómo terminamos con las balaceras?

En primer lugar, repensando las políticas penitenciarias. Y hay que repensar el 100 por ciento. Todo. Porque no es lo mismo una población carcelaria con mayoría de personas detenidas por robo que con dominio de población narco. La narcocriminalidad genera violencia extra e intra muros.

Concretamente, ¿qué hay que repensar?

Dónde hay que endurecer y dónde hay que aflojar.

¿Un ejemplo?

No podemos poner en la misma bolsa al que roba un estéreo que al que participa de una organización criminal narco…

Corta en seco la frase y sonríe.

“Estoy pensando que muchas cosas que te dije pueden sonar horribles… Te juro que acá estamos trabajando bien… Pero si te digo eso parecemos los directivos de una empresa fundida”.

La jefa de la Unidad Fiscal de Balaceras parece ahora hundida en su sillón negro y sí: el empleado judicial me mira fijo, a la espera de mi reacción o mi respuesta.

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2. Femicidios territoriales: las cifras que nadie escucha

Soldadito: Ahora estoy acá, en la casa de la señora esa…

Narco: Bueno, bueno… no le cobres mucho… ¿me escuchaste?

Soldadito: Lo que dijiste…

Narco: Eso. La señora te va a dar una moneda y cuando la volvamos a visitar te va a dar otra.

La fiscal Luciana Vallarela alza su brazo para señalarnos las instalaciones de la Unidad de Violencia de Género: la fila de escritorios ocupa un pasillo. Su tarea es atender las denuncias de víctimas de violencia “que no sean delitos sexuales ni femicidios, porque esos casos los trabajan las unidades de homicidios”. Sin embargo, por interés personal, está llevando un registro que imprimió y tiene arriba de su escritorio. Es una larga lista con nombres, números de causa, fiscalía. Su actitud es la de quien espera que esa lista le importe a alguien. 

Para ubicarnos, ¿en que situación estamos respecto de otros años?

Lo que cambió es que la mayoría de los asesinatos de las mujeres hasta el año pasado se daban en un contexto de relación de pareja. No tengo la estadística exacta, pero no superaban más de 10 femicidios y todos en contexto de una relación. La diferencia es que, al día de hoy, ya hay 54 asesinatos de mujeres, lo cual representa el 22 por ciento del total de las muertes de Rosario y la gran mayoría de los casos tienen otro contexto. De hecho, los que pueden clasificarse como “femicidio íntimo” son solo 4 casos. Todos los demás podrían tener que ver con estos contextos de criminalidad organizada. Es otro tipo de femicidio que no era el habitual en la ciudad de Rosario.

50 este año. ¿Y el anterior?

Cero.

¿Qué análisis hacés de esta escalada?

Hay que analizar cada caso para ver si se dan esas motivaciones de género que puedan dar cuenta de un femicidio. Quién es la mujer victima, pero también si son personas que integran las organizaciones criminales y si esa muerte puede tener como objetivo aleccionar porque, tal vez, esas mujeres fueron tildadas de infieles, traicioneras, o si tiene que ver con considerarlas objetos descartables, objetos fungibles dentro de la organización. Por ejemplo, si son los eslabones más débiles, como venta de drogas, vigilancia de búnkers: son mujeres que están consideradas algo fácilmente reemplazable. También, en otros casos, no son las que integran las bandas, son a lo mejor la familia o pareja de algún integrante de alguna organización criminal y eso tiene que ver con un “vuelto” por algo. Por venganza. Donde la venganza es al varón y eso termina victimizando a la mujer. Muchas de estas muertes que han ocurrido en las balaceras también podrían encuadrar como femicidios. Pero hay que hacer una análisis de cada caso para ser rigurosos con el concepto.

A priori, entonces, estamos ciegas porque no contamos con esa información. Pero algo sabemos: son demasiados casos y cambió la materialidad. Ya no son femicidios que se producen en contexto de una relación parental conflictiva sino de narcocriminalidad. Sin embargo, ese contexto no es nuevo para Rosario. ¿Qué cambió?

No ha habido en otros años tantas muertes de mujeres como este. Esta cifra es muchísimo más alta y por eso llama la atención. Pero también esa particular forma de violencia la vemos en nuestra oficina: en la relación de pareja también vemos balaceras o extorsiones, o mayor circulación de armas de fuego, que no eran las formas de violencia que veníamos atendiendo en los años anteriores. 

Rosario, el narco-Estado: plomo & humo. Narcofemicidios, violencia y extractivismo
Majo Poncino, militante del Movimiento Evita, feminista, politóloga, y empleada en la Jefatura de Gabinete de la Nación: “No queremos quedarnos en un feminismo institucional que solo recoge demandas de género y consignas”.

La narcoviolencia impregna todo. ¿A qué te parece que responde?

A varios factores. A la violencia que vivimos últimamente: una disputa en el territorio por las bandas criminales. A que muchos jóvenes inexpertos y muy jugados en el ejercicio de la violencia sienten que su vida no vale y tampoco la de los otros. A que la pertenencia a estos grupos les da la posibilidad de cierto prestigio. A que ese sentido de pertenencia a un grupo, lamentablemente, no se los está dando el Estado o no lo consiguen en otro lugar. A que muchas mujeres se vuelcan a que su casa sea un lugar de venta de drogas porque están en una situación de extrema vulnerabilidad que hace que eso se convierta en una opción económica. Y a que la mayor participación de mujeres en la narcocriminalidad también tiene que ver con que muchos de los varones están siendo encarcelados y entonces ellas continúan con el negocio como una economía de supervivencia, siempre bajo las órdenes de la pareja que está encarcelada. Y en Santa Fe empieza a ser habitual que muchos de los hechos delictivos se ordenan desde la unidad penitenciaria. 

Cuando estos casos llegan a las fiscalías, ¿toda esa información se analiza con una perspectiva de género?

Todos los funcionarios deberían estar formados para trabajar desde una perspectiva de género, no debería ser privativo de esta unidad. Pero justamente lo que proponíamos era analizar estas muertes ampliando la mirada para comprenderlas. Entiendo que producir información permite actuar. Si no, uno va a ciegas. 

¿Deberían tratarse como femicidios?

Hemos hecho la propuesta a la fiscal regional. En este momento está en concurso el cargo de fiscal general y no es el momento para que tomen la decisión de tratar esas muertes desde una oficina de género. 

¿Sos la primera que nota lo que estos 50 asesinatos representan? 

No sé si hay alguien más. En mi caso el interés lo origina la inquietud de empezar a pensar y ubicar cuáles se podrían analizar con este contexto de femicidios producidos por la narcocriminalidad. 

En nuestro Observatorio estamos aplicando el concepto de femicidio territorial que define estos casos…

El territorio es una clave. Lo que veo es que hay un abandono del Estado en territorio que deja el lugar más librado a estas bandas. Hay muchos jóvenes, chicos, de 14 años, que están jugados y el despliegue de la violencia es así, inusitado, fuerte. Sin límite. 

En ese contexto, ¿con qué herramientas cuentan para detener esta escalada? 

Se ha avanzado en la justicia federal en condenas a muchos miembros de organizaciones. La gran mayoría de cabecillas están detenidos. Pero muchos hechos se siguen haciendo desde el servicio penitenciario y eso requiere políticas públicas a largo plazo. Había experiencias interesantes de trabajo en territorios, pero al día de hoy esos dispositivos se han discontinuado. Hoy no se está haciendo nada en ese sentido. El programa Nueva Oportunidad no tiene la misma fuerza, está vaciado de recursos. Solo desde la justicia no se puede solucionar: requiere de acuerdos políticos a largo plazo. 

En tu área, ¿tenés recursos suficientes para abordar casos de violencia?

Siempre son insuficientes para la cantidad de casos. Recibimos aproximadamente 40  denuncias diarias por violencia y somos cinco fiscales mujeres, con grupos de trabajo que son bastante reducidos para el caudal de denuncias. Y esos equipos mayoritariamente están integrados por pasantes contratadas, que tienen un tiempo de duración corto en esos trabajos y eso genera un recambio. Es difícil capitalizar formas de trabajo y modalidades, así que es complicado. Además tampoco hay muchas herramientas públicas efectivas por parte de otros poderes del Estado para abordar la situación de las mujeres. En general la mujer que viene a denunciar también sufre una situación de vulnerabilidad económica, de falta de vivienda que hace que muchas veces viva con su agresor, y esas políticas son temporarias. Existen centros de protección o refugios, pero el Estado no ayuda en temas de vivienda o conseguir un trabajo. Hay subsidios que duran seis meses y de un monto que no alcanza para sostener ni a ellas ni a sus hijos. Es todo temporario, nada efectivo ni a largo plazo, y que dificulta mucho a las mujeres sostener las denuncias. Muchas dicen que quieren retirarla porque hay falta de acompañamiento para esperar los procesos.

¿Cuánto dura ese proceso?

A veces con una abreviada logramos condena. Si tenemos que ir a juicio, lo fijan a dos años. Ese proceso en soledad es muy difícil de hacer. Ese sostén que no está lo suplen las organizaciones barriales y políticas de mujeres que haya en los barrios. Los laburos que hacen para acompañar y sostener los procesos judiciales son fundamentales para que se pueda avanzar: hacen lo que el Estado no hace.

¿Y en los barrios el Estado qué ofrece?

En algunos hay centros para recibir las denuncias. Hay situaciones que no deberían llegar a la fiscalía sino resolverse en ámbitos territoriales. El sistema es clasista, machista, burocrático, y el paso que hay que dar para llegar hasta acá no es gratuito. Más para una persona que no tiene recursos. Si tenés recursos no la pasás tan mal como si no tenés nada.

También tenés que tener tiempo…

Ni hablar. Para tramitar una restricción de acercamiento tienen que venir al centro de la ciudad. En colectivo. No es gratuito. 

Tampoco obtienen generalmente lo que buscan…

Hay situaciones tan diversas y las mujeres siempre quieren que la persona que la agredió esté presa. Y hay que pensar otro abordaje de violencia porque el sistema carcelario está claro que no es la solución.

Por lo que se ve en Rosario es el problema.

La cárcel es reproductora de la violencia machista. Lo vemos nosotras con el porcentaje de reincidencia. Los que han sido condenados y recuperarn la libertad, los volvemos a encontrar con nuevas denuncias.

Quién cuida a las que cuidan

Narco: Los canas están pidiendo mucha plata.

Jefe policial: Ni ahí, boludo. Están
re-locos estos. ¿Cómo van a pedir más si no tienen nada?

Narco: Bueno, fijate; si no, vemos…

Jefe policial: Los sicologean. Aguantá, flaco. Vamos a esperar un toque.
Y si no, dale.

En un rato hay asamblea de la multisectorial feminista de Rosario, así que llega al legendario bar El Cairo con el tiempo justo para la charla y por eso va al grano. Majo Poncino es militante del Movimiento Evita, vino a Rosario hace 18 años para estudiar Ciencias Políticas y ahí vive hasta hoy, aunque su trabajo la obliga a viajar a Buenos Aires: ocupa un puesto en la Jefatura de Gabinete. Es justamente esa condición de feminista, militante y funcionaria la que le otorga a sus palabras un extraño bonus track. “Cuando empezaron la masividad de los hechos, sobre todo en agosto, algunas organizaciones nos empezamos a juntar para construir un diagnóstico sobre qué nos pasaba como ciudad. Hay un correlato político estructural acá en Rosario: hace muchos años que está inmersa en una discusión en torno a la inseguridad y lo narco, y el escenario es  la disputa territorial.  Recuerdo que cuando empecé a militar ya hacíamos jornadas solidarias como forma de respuesta a las disputas territoriales en el barrio Nuevo Alberdi, en Empalme. 

¿Hoy lo siguen haciendo?

Yo lo sigo haciendo. Es por ahí, por empoderar la organización social, porque es la comunidad desde donde se pueden encontrar salidas. El tejido social es fundamental. Ahí es la discusión más fuerte. La valorización del territorio. No perder el espacio publico. Y con las balaceras nos quieren correr de la calle, de la vereda. 

¿Esas disputas territoriales se expresan ahora en el cuerpo de las mujeres?

Los códigos barriales de “acá no se roba, los ancianos, niños y mujeres no se tocan”, se rompieron. Ahora es al azar. Y el blanco son las mujeres. Por un lado, porque cumplen roles en esas organizaciones, porque el que las comandaba está en la cárcel; y por el otro, porque son víctimas colaterales pero de un sistema que las expone, porque las mujeres somos las que estamos en el espacio público llevando a los chicos a la escuela o acompañando a nuestras hijas al colectivo. Por eso hay que entender el juego como un entramado entre el espacio publico, el rol de las mujeres y cómo se disputa territorio. Nosotras decimos que por eso mismo lo que produce esa violencia son femicidios. 

En un contexto así, ¿qué le demanda el movimiento feminista al Estado?

¿Qué vamos a discutir con el Estado? Hay una discusión de fondo eterna sobre cuál es la intervención que debe tener el Estado en los territorios. La solución no es resolver la inseguridad con más policías, sino que una de las posibles soluciones es intervenir los barrios de una mirada socioestructural más integral: luz, zanjeo, desmalezamiento, generación de trabajo. Cuando valorizás los territorios también desnivelás la fuerza de la violencia para que el barrio genere más comunidad. Si tenemos barrios populares sin acceso a los servicios, donde ni entra el colectivo, los excluís y la única alternativa para los jóvenes que viven ahí es que sean soldaditos.

¿Cuál sería entonces la agenda feminista para Rosario?

Quiénes cuidan a las que cuidan es un interrogante que nos hacemos hoy en este contexto. No es que solo hablamos de una agenda sectorizada y de violencia por motivos de género, en la cual los femicidios y los transfemicidios siguen siendo un número vigente. No queremos quedarnos en un feminismo institucional que solo recoge demandas de género y consignas. Queremos políticas concretas integrales, que le den la accesibilidad al territorio. 

¿Por ejemplo?

Queremos la ley de humedales. El humedal es territorio en términos integrales: es tierra, naturaleza, animales, cambio climático, y eso es disputa territorial. También lo que queremos discutir es el concepto de “buenas y malas víctimas”. Ninguna de las mujeres  que cumplen algún rol en la organización narco o fueron víctimas colaterales de las balaceras son “buenas” o “malas”. Somos todas y todos víctimas de un mismo sistema que excluye por igual a la persona que fue baleada esperando el colectivo y a la que cumple un rol en esa organización por una necesidad. Es central discutir esto, visibilizar la violencia en sus múltiples formas en una ciudad en la que tenemos 70 mil viviendas vaciás y hay una reinversión en el proceso agroexportador. 

¿Cómo integramos la discusión de lo narco, los femicidios y el humedal?

No podemos discutir agendas sectoriales. Como militante feminista quiero discutir cómo se distribuye la tierra o cómo generamos acceso a viviendas en forma igualitaria. Y voy a  discutir todo eso con perspectiva de género, sí. La discusión central tenemos que hacerla en lo sociourbano, lo geoterritorial, en cómo pensamos ciudades más accesibles y feministas. Tenemos que discutir todo: la casa, la salud, el trabajo, el barrio. Tenemos que discutir el poder. Porque somos las mujeres las que todavía sostenemos el tejido social en los territorios más castigados.

La resistencia en los barrios sigue siendo una tarea de las mujeres, pero las organizaciones feministas no tienen en sus agendas estos reclamos

Hoy por hoy el movimiento transfeminista atraviesa una crisis de representación. Y en ese sentido tiene la misma complejidad de un actor político cualquiera. De todas formas la resistencia deviene de las redes que nosotras construimos. Por momentos hay un nivel de desgaste que no está mal que lo tengamos. Hay una discusión de cómo el movimiento va instalando las agendas que nos bajan, pero seguimos en las calles: en Rosario el 8 de marzo fuimos casi 50 mil. Sin embargo el 3 de junio nos pegó un cachetazo y visibilizó un síntoma: estamos atravesando una crisis política. Les decía a la compañeras: ¿cómo podemos en esta ciudad donde nos mataron más de 50 mujeres tener media plaza? La consigna Ni Una Menos ya no alcanza. 

3. Ecocidio

Narco: Escuchá: pude rescatar 300 mil pesos. No conseguí más. La mina tiene dos hijos. No la arruines, porfa.

Jefe policial: Está bien. Te estoy dando una mano grandisima.

Narco: ¿La van a arrestar o puede seguir trabajando?

Jefe policial: Mejor que se haga humo.

Rosario es una ciudad bella que seduce con una combinación exquisita: la urbe y el río. Su costanera es un balcón panorámico que permite apreciar los humedales que le dan aire, horizonte, respiro. Hoy son la escena del crimen: solo este año fueron quemadas 95 mil hectáreas, según el informe satelital que realiza el CONAE. La Multisectorial en Defensa de los Humedales calcula que en los últimos dos años el fuego castigó a un millón trescientas mil hectáreas.

Sobre la ribera deslumbran las altas torres construidas en los últimos años, un boom inmobiliario financiado por el dinero de la soja y sospecha de lavado. El abogado Sebastián Sancevich completa el mapa urbano: 35.061 familias viven en 112 barrios precarios, donde solo el 1,79% accede al agua corriente, el 2,68% tiene cloacas y el 5% luz. Esa es también la escena del crimen. Otra: el puerto privatizado. En agosto de este año incautaron 1.658 kilos de cocaína que partieron de la terminal que controla la empresa agroexportadora Vicentín. 

Ahora mismo mientras nos encontramos con tres integrantes de la Multisectorial en Defensa de los Humedales en una esquina céntrica –que si fuera porteña sería una top de Palermo o Recoleta– nos recibe una balacera. Hay un cadáver en medio del asfalto, cuatro o cinco patrulleros y alguna gente mirando el terror, pero a los pocos minutos lo que queda es la policía recogiendo el cuerpo y gente almorzando en el bar de esa esquina, charlando de temas diversos. En nuestro caso, el menú es pizza y resistencia.

¿Cómo es la vida en la ciudad que se puso más violenta e irrespirable?

Antonella: Invivible. Si no te matan las balas, te mata el humo.  En 2020, en el mismo momento en que estábamos encerrados por la pandemia, nos estaban prendiendo fuego. Ahí comenzó la multisectorial, en esa paradoja de querer protegerte porque decían que tenías que quedarte aislado por cuestiones de salud, pero teníamos igual que salir parar exponer en un acto público y político las quemas. Tenías que quedarte en tu casa por una virus que afectaba el aparato respiratorio, pero al mismo no podías respirar aire. 

¿Por qué nos acostumbramos a lo invivible?

Antonella: No hay que acostumbrarse.

Irina: Se viven ajenos algunos problemas. Nos falta de alguna manera incorporarlos a la vida propia,  porque el tema de violencia, para mí, se fue metiendo de a poco. Vivo hace siete años acá, soy de Bariloche. Cuando llegué, veía y sentía que, en realidad, acá no pasaba nada. Pasaba, pero tan lejos que no lo vivenciaba. Ahora, y desde hace un año, hay balaceras a tres cuadras de mi casa, y matan gente en la esquina. Las personas que vivimos en sectores de clase media lo vemos más de cerca..

Pero el humo afectó a todos…

Irina: Funciona al revés, porque el problema de la violencia es tan fuerte que el humo queda lejos, por más que se levanten y lo respiren. El humo me afectó ayer  y en diez años quizá puedo darme cuenta de cómo me está enfermando hoy, pero mañana me pueden matar en la calle. Es más inmediato.

Antonella: Hay un estudio que revela el mapa de la pobreza y el de la contaminación: coinciden. Hay un montón de población urbana que se asienta a los costados del curso de agua y son todos cursos contaminados. Hay basurales. Vierten desechos al río, siendo que hay una ley que prohíbe. Si miramos las costas tenés los dos polos: megatorres con oficinas o gente muy pobre que se fue a vivir ahí porque encontraron el recurso de la pesca. 

Ivo:  La violencia atraviesa esta ciudad en todo sentido. Es intencional y es sostenida: no pasa porque sí. El río nos lo advierte: vemos que hay un fuego intencional que tiene objetivos económicos, ganaderos, inmobiliarios y que no termina porque nadie lo detiene: es sostenido. El humo afecta a todos: no se salvan ni los ricos. Modifica tu día a día:  tenemos que adaptarnos para no pasarla peor. Ponés un trapo húmedo abajo de las ventanas, rejillas de ventilación, tenés todo cerrado, no hacés actividad física porque te hace mal. Organizás así la resistencia al humo, pero hay una resistencia imposible de organizar que es la del cuerpo: no podemos dejar de respirar. Y recién lo vivimos cuando pasamos por la costanera: el delta ahora mismo se está prendiendo fuego y si el humo no llegó a la ciudad es porque el viento lo llevó para otro lado.  

 ¿Qué los llevó a organizarse y salir?

Antonella: La pandemia nos trajo una paradoja: había tiempo. Eso permitió que algunes pudiéramos dedicarle tiempo a organizarnos. También teníamos miedo.

Ivo: El click lo hizo la contradicción entre enciérrense, tengan todo bien ventilado y no poder abrir las ventanas porque te asfixiaba el humo. En ese momento decidimos salir. Entendimos así que la justicia social que militábamos en tantas organizaciones es sinónimo de justicia ambiental: el agua que falta en muchos barrios es el humedal que estamos defendiendo. El desafío es lograr que la gente entienda que tenemos que defender el sustento de la vida. 

¿Cómo lograron que lo entiendan?

Ivo: Lamentablemente fue el humo. Si no hay humo y convocamos a una movilización vamos mil personas, pero si hay humo llegamos a diez mil. De todas formas creo  que la multisectorial logró que el ciudadano común comprenda la importancia de los humedales en contexto de crisis climática. 

De nuevo: ¿cómo lograron que se comprenda la importancia de los humedales?

Irina: Con comunicación. Pudimos explicar las cosas sin mucho tecnicismo. Eso también es mucho laburo. Y hablándole a las familias, yendo a las escuelas, a los barrios. 

Ivo: La multisectorial hizo un buen trabajo de compilación de información precisa y confiable, que explica no solo el origen del humo, sino cómo se relaciona eso con la vaca o con la mansión de lujo que ves en los humedales. 

Antonella: Estamos informando a los medios.

Irina: Porque no hay infomarción oficial. Y eso dice un montón del problema.

Antonella: Cesar Massi, una persona militante como nosotros, con su tiempo y su mouse, fue haciendo mediciones con el sistema satelital. Si esta persona ciudadana no se tomaba el tiempo para hacerlo no teníamos registro de lo que estaba arrasando el fuego. Eso lo tiene que hacer el Estado. Pero el Estado se encarga de ocultar, no de registrar. 

Por último: ¿qué opinan sobre el estado de la ley?

Ivo: Como multisectorial estamos seguros de que queremos la ley consensuada o nada. No de capricho, sino porque es una ley que surge de un trabajo arduo y colectivo, que tiene el aval de la ciencia, la academia y más de 500 organizaciones de todo el territorio. Y hay cosas que no queremos negociar, como la moratoria, que prohíbe las nuevas actividades productivas o la extensión de las ya existentes desde que la ley se sancione hasta que se implemente, porque pueden pasar cinco años hasta que hagan los relevamientos territoriales. Y en ese lapso pueden arrasar con todo. El Delta tiene 2 millones de hectáreas y en dos años se quemó la mitad. Imaginate en cinco.

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El fin de la cultura del acoso

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La agrupación Periodistas Argentinas presentó el informe “La cultura del acoso: punto y aparte” en el que reconstruyeron el testimonio de 19 mujeres –colegas, alumnas, vecinas– que sufrieron acoso por parte de Pedro Brieger. Los testimonios, que abarcan un período de 30 años, fueron presentados en el Senado de la Nación. “Ustedes necesitan saber, nosotras necesitamos hablar” se planteó a lo largo de la lectura colectiva del informe. “Brieger era nuestro profesor, nuestro compañero de trabajo, nuestro jefe de cátedra, nuestro vecino, nuestro colega, nuestro acosador” dijeron: “Su prestigio profesional logró enmascarar su perversión”.

Publicamos aquí los 19 testimonios reunidos por Periodistas Argentinas, y el informe completo que propone una legislación que castigue específicamente este tipo de conductas abusivas, sumada a campañas de prevención y erradicación del acoso en medios de comunicación públicos y privados y en universidades públicas y privadas en las que se denunciaron estas conductas. “Consideramos imprescindible también que Pedro Brieger pida disculpas públicas a las afectadas”, agregó el trabajo de Periodistas Argentinas.

Una voz colectiva irrumpió en el Senado de la Nación para poner punto y aparte a la cultura del acoso. Un freno. Un hasta acá que marque el comienzo de otra forma de transitar la profesión periodística. 

Periodistas Argentinas presentó el informe “La cultura del acoso: punto y aparte” en el que reconstruyeron, con escucha, paciencia, lágrimas y organización, el testimonio de 19 mujeres –colegas, alumnas, vecinas– que sufrieron acoso por parte de Pedro Brieger. La periodista Nancy Pazos abrió la presentación diciendo: “Esto que nos llama a estar hoy acá es un gran pedido de reflexión para todos”. Es que los relatos que se relevaron y hoy se presentaron transcurrieron a lo largo de 30 años. “Brieger era nuestro profesor, nuestro compañero de trabajo, nuestro jefe de cátedra, nuestro vecino, nuestro colega, nuestro acosador”, sintetizó la periodista Agustina Kämpfer que en el año 2010 expresó públicamente en un programa de televisión que el periodista Pedro Brieger, flamante ganador del premio Martín Fierro, era “un acosador”. En ese momento nadie la escuchó. 

El fin de la cultura del acoso

Nancy Pazos y Agustina Kämpfer, de Periodistas Argentinas. Y un mensaje: “game over”. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Kämpfer describió que quienes sufrieron el acoso tuvieron que “abandonar tesis, mudarnos, renunciar, dejamos de ir a conferencias, coberturas; todo con el único fin de no volver a verlo. Él viajó por el mundo, recibió premios, condujo programas, vivió donde quiso por el tiempo que quiso. Su prestigio profesional logró enmascarar su perversión”. Por eso pidió a una sala llena: “Ustedes necesitan saber, nosotras necesitamos hablar” y dio paso a la lectura de algunos de los 19 testimonios. 

Los relatos fueron leídos por distintas periodistas. Cada uno de ellos fue hilvanando historias en donde Brieger se masturbaba, tocaba a colegas, las abordaba en ascensores, en habitaciones, en salas de control de televisión. Relatos en donde él hablaba unilateralmente de sexo, o donde hacía exhibicionismo explícito. En la mayoría de las situaciones él estaba en posición dominante, en donde había una asimetría de poder que, además de humillar, buscaba despojar de algo a la víctima. El informe revela la compleja dimensión del acoso y a su vez desnuda las responsabilidades institucionales de medios públicos y privados, instituciones académicas públicas y privadas y todos y cada uno de los contextos y personas que silenciaron y naturalizaron estas violencias que son imposibles de soportar. 

Aunque en este caso hay un nombre y apellido, la colectiva de periodistas que nuclea profesionales de todo el país, resaltó que lo que reconstruyeron también “se puede ver reflejado en un montón de otras historias”. Es que luego de cada uno de esos encuentros, pudieron trazar lo común: ir de lo biográfico a lo sistémico, y descubrir el mecanismo de la máquina abusadora.

La describieron así: 

  • Se activa por sorpresa, busca producir asco y humillación, enmudece y coloca a la afectada en una situación de degradación y culpa. ¿Qué hice yo para merecer esto?
  • El mecanismo incluye que luego, al contarlo a otros, –aquellos que son los responsables de poner límites o pueden ayudar a construirlos– no se dimensiona el daño, se naturaliza esa conducta, y no se hace pública, lo cual permitiría a otras prevenirse y al responsable de esa conducta, limitarse.
  • Al sexualizar por asalto y en la primera oportunidad, desde el vamos, las relaciones laborales y académicas se produce un despojo de la dignidad de esos vínculos, deshonrando su condición previa, que no es moral sino ética: quien enseña, cuida; quien tiene prestigio profesional, oficia de mentor y guía, protege.
El fin de la cultura del acoso
  • Uno de los tantos abrazos, con la periodista Claudia Acuña. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
  • La reiteración deja en claro el estímulo que provoca la impunidad. ¿Qué construye esa impunidad? El silencio y la inacción cómplice, pero sobre todo la combinación de esos factores con algo que lo potencia: el prestigio que construyen los premios, oportunidades y espacios de visibilidad pública que acumula la conducta abusadora.

“Las afectadas cargan entonces con la responsabilidad de “denunciar” ante una institución ajena al ámbito donde se produce el daño: “la Justicia”. El desafío, entonces, es cómo hacer justicia para estos casos”, expresó Nancy Pazos. En Argentina existen leyes para penalizar el acoso callejero, pero no para aquellos acosos que se producen en el ámbito laboral y académico: esa es la gran deuda que el informe de Periodistas Argentinas propone saldar y por eso sugirió que se legisle específicamente este tipo de conductas abusivas. 

Entre quienes escuchaban había personas que pueden llevar adelante el debate en los poderes del Estado: la Ministra de las Mujeres Género y Diversidad, Estela Díaz;  las diputadas nacionales Mónica Macha y Paula Penacca; la diputada del Parlasur Victoria Donda. Luego llegó el senador nacional Martín Lousteau. También Larisa Kejval, Directora de la carrera de Comunicación de la UBA; Leonor Cruz, Secretaria de Géneros y Diversidad de CTA Autónoma; Yamile Socolovsky, Secretaria de género de CTA T; y Ana Paoletti, Secretaria General Adjunta de SIPREBA. 

El fin de la cultura del acoso

Larisa Kejval, directora de la carrera de Comunicación de la UBA, y las diputadas Mónica Macha y Paula Penacca. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Luego Periodistas Argentinas hizo un pedido concreto de reparación que se sintetizó así: 

  • En aquellos medios de comunicación públicos y privados donde se produjeron estos hechos: espacios para campañas de prevención y erradicación del acoso.
  • En aquellas universidades públicas y privadas donde las afectadas tuvieron que soportar estas conductas: jornadas y campañas dedicadas a la prevención del acoso.
  • En todos estos ámbitos: procedimientos claros y ampliamente informados para canalizar denuncias, a cargo de personas capacitadas para garantizar la no re victimización y la confidencialidad que requieren estos casos.
  • Consideramos imprescindible también que Pedro Brieger pida disculpas públicas a las afectadas. Nuestro objetivo y nuestro compromiso es organizarnos y abrazarnos hasta lograrlo.

“Salir de lo biográfico, ir a lo sistémico es lo que cambia el mundo. Nos tenemos que organizar y nos tenemos que abrazar, y lo vamos a cambiar. Este es un momento para escucharse”, dijo sobre el final la periodista de MU Claudia Acuña. “La justicia no sabe qué hacer con esto, nosotras si, por eso pedimos cosas razonables”. 

El aplauso del final fue enorme: una forma de abrazo. Quizás la frase que sintetiza fue la que tenía escrita en su saco Nancy Pazos: game over. 

El fin de la cultura del acoso

Nancy Pazos, y la emoción tras la lectura colectiva del Informe. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Los testimonios

Testimonio 1

Año 1995

Escenario: Universidad de Belgrano

Afectada: Empleada Administrativa

Situación: “Brieger llamó a la Universidad de Belgrano, preguntando por una de las autoridades de la Facultad. Y como no estaba, le dijo a la secretaria: ‘Estoy en casa, en short, ojotas, en un sillón muy cómodo y con mi (…) muy duro’. Y luego le dijo una serie de groserías. La secretaria le cortó la llamada, pero Brieger volvió a llamar varias veces durante ese mismo día, así que ella habló con el decano y el director de la carrera, quienes intervinieron, convocaron a Brieger y le dijeron que tenía que renunciar a su cargo docente. Según personas cercanas a la secretaria, ella vivió con miedo por mucho tiempo, al punto que cambió el recorrido cotidiano para llegar a la universidad”.

El fin de la cultura del acoso

La ministra de la Mujer y Diversidad de la provincia de Buenos Aires, Estela Díaz, junto a Leonor Cruz, Secretaria de Géneros y Diversidad de CTA Autónoma y Yamile Socolovsky, Secretaria de género de CTA T. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Testimonio 2

Año 1996

Escenario: Edificio donde vivía Brieger

Afectada: Vecina

Situación: “Vivíamos en el mismo edificio, en Belgrano. Yo en la planta baja, él, unos pisos más arriba. Cada vez que nos cruzábamos él me miraba libidinosamente. Un día subí por el ascensor hasta la terraza para colgar la ropa. Él justo había entrado al edificio y subió conmigo. Enseguida me expresó que cada vez que me veía salir con mi bicicleta, le calentaba mi culo subiéndose al asiento. Luego, se abrió la bragueta del pantalón y sacó su pene. No supe qué hacer. Volví a mi casa asustada y helada, dejé el canasto y subí a la casa de unos vecinos a contarles lo que me había pasado. Ellos le tocaron la puerta, pero él no respondió. Mis vecinos me sugirieron que hiciera la denuncia. Cuando salí camino a la comisaría, me crucé con un policía de la calle y le pedí ayuda: `Es la palabra tuya contra la de él: ni te molestes, me dijo. Mirar para todos los costados cada vez que tenía que entrar o salir del edificio me estaba volviendo loca. Pedí dinero prestado porque no tenía un mango (criaba sola a dos criaturas) y apenas pude, me mudé.”

Testimonio 3

Año 1996

Escenario: Conferencia

Afectada: Alumna

Situación: “Tenía 21 años, era alumna de tercer año en TEA, había cursado Política Internacional con él y había trabajado en la investigación de uno de sus libros, sin percibir remuneración. En agosto o septiembre de ese año me invitó a una conferencia del escritor español Juan Goytisolo en la Fundación Los Cedros, muy cerca de la facultad, por lo cual a la salida de TEA fuimos caminando hasta el lugar. Durante el trayecto, hizo comentarios sobre la ropa que llevaba puesta, me preguntó si tenía novio, etc. Mientras esperábamos el inicio del evento sentados, de la nada, me susurró: `cómo te bajaría la bombachita y te pegaría en la cola´. Me quedé absolutamente paralizada, muda, sin saber qué hacer. Transcurrió toda la conferencia y no me moví. Luego hubo un cóctel, en el que me alejé de él todo lo posible, hasta que me dijo `¿nos vamos?´. Le dije que no, que me iba a quedar. Esperé un rato y salí mirando para todos lados, aterrada de que estuviera en la calle, o escondido en algún lado. Siguió llamando a mi casa (era la época de los teléfonos fijos), yo intentaba no atender, pero una vez lo hice y me preguntó por qué no le hablaba más. Recuerdo haberle dicho `vos sabés bien por qué´ y que se hiciera el desentendido. No me acuerdo si en ese llamado o en otro, me invitó a una reunión una noche en su casa, con gente que no estaba en pareja. Obviamente me negué. Fue mi última comunicación con él. Decidí no dedicarme a la política internacional, algo que me apasionaba, para nunca volver a verlo”.

El fin de la cultura del acoso

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org.

Testimonio 4

Año 2001

Escenario: Maestría de la Universidad Nacional de La Plata

Afectada: Alumna

Situación: “Soy licenciada en Economía, pero siempre me interesó Medio Oriente. Por ello, a fines de los años noventa averigüé en qué maestría podía inscribirme. Mi novio (hoy padre de dos de mis hijos) estaba cursando, justamente, la materia de Medio Oriente, en la facultad de Sociales de la UBA. Así llegué a él. Conversé con él y decidí empezar la maestría de Relaciones Internacionales en la UNLP, donde era docente. Yo volvía de La Plata a CABA en micro. Un sábado, compartimos el viaje. Nos sentamos juntos. De la nada, se me tiró encima para besarme. Me quedé helada. Lloré. Lo único que me acuerdo es haberle dicho `vos conocés a mi novio´. No me acuerdo cómo siguió el viaje, ni cómo llegué a mi casa. Nunca más volví a la maestría. Perdí tiempo, plata y, lo más importante, mi sueño de estudiar lo que me apasionaba”. 

Testimonio 5

Año: 2001

Escenario: Reunión de propuesta laboral

Afectada: Ex alumna

Situación: “Había sido mi profesor, lo elegí para que me entregara el diploma. Era un vínculo de mentoría. Nos juntamos por una propuesta laboral en un café en Barrio Norte. Nunca mencionó el trabajo. En un momento, fuera de contexto, me pregunta “¿vos en la cama también sos tan culposa?”. Me sentí muy incómoda, me quedé inmóvil y en silencio, mayormente mirando el piso. Por una hora me habló de cómo se masturbaba recordando cómo me sentaba yo en clase y con la ropa que yo llevaba en la entrega de diplomas. Me contó que él tenía una forma de vivir el sexo diferente porque había vivido en un kibutz, relató una situación iniciática en una carpa en la que había descubierto que gozaba con mirar a otros tener sexo y masturbarse. Todo esto era un monólogo sin pausas.

En un momento me preguntó:

-¿Qué te gustaría más, tocarte para que te mire o que me toque para que me mires?

-¡Quizás no me interesa nada nada de todo lo que estás diciendo!

-¿Y entonces por qué decís “quizás”?

Esa respuesta me terminó de enojar, porque me di cuenta que además me estaba intentando manipular. Lo saludé y me fui. Corrí. En mi casa escribí todo lo que había pasado. Todavía lo tengo. Unos días después le envié un correo electrónico, le dije que no me hablara nunca más, le hablé de su abuso de autoridad, de la diferencia de edad, de que la propuesta laboral se había transformado en someterme a su monólogo sexual. Que su exhibicionismo me había causado parálisis y asco. No respondió por escrito, pero intentó comunicarse conmigo insistentemente por varias semanas. Nunca volvimos a hablar”.

Testimonio 6

Año 2001

Escenario: TEA

Afectada: Alumna

Situación: “Estaba cursando periodismo en TEA cuando lo tuve de profesor de Política Internacional. En cada clase, se paraba delante de mí y me acosaba con las miradas: eran sistemáticas, repetidas y explícitas durante toda la clase: pasaba por mi entrepierna, luego mis pechos y luego mis ojos; y volvía a bajar para empezar su recorrido otra vez. Yo me preocupaba por estar todo el tiempo con las rodillas muy juntas, cuidando cómo me vestía los días que iba a cursar con él. Mis compañeros comenzaron a pensar que teníamos un vínculo íntimo, porque él transmitía eso: se me acercaba para hablarme al oído y decirme cosas inapropiadas, asquerosas, por lo bajo, pero delante de todos. La pasé muy mal y tenía con él dos de las tres clases semanales”.

Testimonio 7

Año 2003

Afectada: Periodista

Situación: “Fue mi profesor en TEA a principio de los 2000 y, luego, el primer periodista que me dio trabajo. En los años siguientes, ya él un referente muy conocido y respetado, me abrió puertas que me ayudaron a comenzar mi carrera como periodista especializada en temas internacionales. Trabajando juntos, cuando estábamos solos, solía hacer comentarios sexuales que nada tenían que ver con la conversación. Yo siempre trataba de cambiar de tema, pero él seguía. La vez más grosera fue una noche en la que lo alcancé a su casa en mi auto, y me preguntó insistentemente sobre mis gustos sexuales. Tenía veinte pocos y él me duplicaba la edad. Me congelé, no supe qué decir, me aterrada que la situación escalara. No recuerdo bien cómo salí de ese momento, pero sí que a partir de ahí intenté no volver a quedarme a solas con él, y de a poco fui abandonando esa relación profesional. Por décadas, me dio vergüenza reconocerlo, tanto ante los demás, como ante mí misma”. 

Testimonio 8

Año 2005

Escenario: TV Pública

Afectada: Periodista

Situación: “Era redactora del noticiero nocturno y de Visión 7 Internacional. Tenía con él una relación amable, hasta que un día, estando sola en control, él entró y se colocó detrás de la silla en la que estaba sentada. Estaba trabajando, cuando siento que me agarra el cuello y luego mete la mano por adentro de mi pullover y comienza a tocarme. Sentí asco y humillación. Me levanté inmediatamente, fui a la redacción y se lo conté a mis compañeros, que como respuesta se rieron”.

Testimonio 9

Año 2005

Escenario: Cobertura internacional

Afectada: Periodista

Situación: “Tenía 25 años y trabajaba en la TV Pública. Desde allí, me enviaron a Mar del Plata a cubrir la Cumbre del ALCA para darle asistencia periodística a él. Al inicio del viaje, en el colectivo, hablaba de lo contento que estaba de trabajar conmigo. Empezó a tocarme los muslos cada vez que podía, el cuello y la espalda, en la parte de la cintura. También tenía la costumbre de hablarme cerca, muy cerca, hasta que le sintiera su aliento. Yo me alejaba, pero él se acercaba de nuevo. Desde el primer día se inventó que nos debíamos una cena y desde el comienzo del trabajo no paraba de decir de lo lindo que iba a ser cenar juntos. En ese momento usábamos handies, y por esa vía me decía cosas fuera de lugar y me insistía con cenar. También me pidió que fuera a su cuarto. No recuerdo qué excusas le puse para no ir. Me di cuenta de que no iba a parar. Recuerdo la sensación de preguntarme ¿por qué hace esto? En un momento me animé a decirle: Basta. Ni se inmutó. Yo era como su presa. Por un lado, estaba cumpliendo mi sueño de ser periodista, y por el otro, estaba viviendo una pesadilla. Era tan insoportable que decidí pedir ayuda. Era medianoche y él seguía diciéndome cosas por handy. Lo puse en altavoz y le pedí a mi productora jefa que lo escuchara. Ella no lo podía creer. Le dije que, por favor, por más que al otro día teníamos notas importantes, me dejara irme de la cobertura, porque él no iba a parar. Ella habló con mi jefa directora. No recuerdo qué excusa le dimos, ni siquiera tengo claro por qué no dijimos la verdad. Me pagué yo misma el viaje de regreso y me fui. Tiempo después, cuando me lo cruzaba en el canal, lo evadía. Y él se hacía que no me conocía. Tuve miedo, vergüenza; quería olvidarlo, aunque nunca pude”.

Testimonio 10

Año 2006

Escenario: Trámite de ingreso al doctorado de Ciencias Sociales, UBA

Afectada: Alumna

Situación: “Me presenté al Doctorado de Ciencias Sociales con beca Conicet. Al haberme especializado en Medio Oriente, le pedí que me dirigiera. Como soy de Rosario, la mayor parte de la comunicación fue por mail, y en términos cordiales. Pactamos un encuentro en Buenos Aires para que él firmara los papeles del doctorado. No me acuerdo en qué bar, pero cuando llegué, comenzó a preguntarme cuáles eran mis fantasías sexuales. Ante mi negativa a hablar del tema, comenzó a decirme que quería tener relaciones sexuales en un avión, y que le gustaba que la gente lo mirara. Me relató un encuentro en un hotel alojamiento con una mujer, que los vio alguien de limpieza y que eso los excitó más. Yo estaba helada y transpiraba del terror. Salí del bar y me subí a un taxi llorando. No entré al doctorado, no le escribí nunca más”.

Testimonio 11

Año 2006

Escenario: Radio Nacional

Afectada: Periodista

Situación: “Tenía 33 años y estaba a cargo de la revista de una asociación civil, como secretaria de redacción. Lo contacté para entrevistarlo. El encuentro fue en Radio Nacional. Al principio todo fue cordial. Entramos a una sala muy pequeña, en la que sólo cabía una mesa y una silla en cada extremo. Le hice mi lista de preguntas, y al final le consulté si quería agregar algo que yo no le hubiera preguntado. Inmediatamente, hizo una alusión a mi cuerpo. Me descoloqué, simulé no haber escuchado, y volví a preguntarle “¿querés agregar algo que no te haya preguntado?”. Y volvió a decirme lo mismo. Di por terminada la entrevista, volví a mi trabajo y se lo conté a mis compañeros, que me dijeron que no exagerara, que sólo había sido un piropo”.

Testimonio 12

Año 2007

Escenario: Palacio San Martín, cancillería argentina

Afectada: Estudiante y miembro de la comunidad islámica

Situación: “Tenía 25 años y hacía dos años me había recibido de licenciada en Ciencias Políticas en la UBA. Vengo de una familia de musulmanes originarios de Siria. Para ese año yo colaboraba con una fundación turca, a la cual llegué a dirigir unos años después. En ese entonces se desarrollaban cenas en Cancillería, a las que acudían referentes del mundo islámico en Argentina. Una de esas noches yo conduje el evento, y por eso estaba sentada en la mesa principal. A mí lado se sentó él. Intercambiamos palabras, le hablé de mis intereses académicos, y de la nada, se acercó a mi oído y me dijo: `son tan lindas las musulmanas de acá… ¡como vos!´Me pareció un comentario desubicado de su parte. Mi madre estaba sentada a mi lado. Al final de la noche me dio su mail y me dijo que le escribiera, a propósito de mi investigación académica. Así lo hice. La respuesta fue mucho peor al comentario de la cena. Me preguntaba cómo era el sexo de las musulmanas. Me contaba sus preferencias sexuales y me invitaba a encontrarme con él. Nunca le contesté el mail. Siempre quedó rondando en mi cabeza qué había hecho yo para que se desubicara de esa forma… me sentía estúpida y culpable”.

Testimonio 13

Año 2008

Escenario: Conferencia de política internacional

Afectada: Periodista

Situación: “Trabajo como corresponsal en Medio Oriente y Asia desde hace años, cubriendo las noticias desde el lugar de los hechos. Como directora de un curso a corresponsales, lo invité a dar una charla. Luego de la conferencia fuimos a almorzar. Inmediatamente comenzó a preguntarme si me masturbaba, a decirme que no me veía bien, que estaba seguro de que mi novio no me satisfacía, y a contarme sus inclinaciones sexuales. Le dije que no me interesaba hablar de nada de eso, pero él no se detuvo. Luego de ese episodio, comenzó a enviarme mensajea. `¿Hiciste los deberes?´, me preguntaba. Se refería a lo que me había dicho en ese almuerzo: si me había masturbado frente al espejo. Yo sufrí un abuso en mi infancia, y esa situación me quebró de manera tal que siento aún en el cuerpo, en los huesos, el dolor de la humillación que me provocó no haber podido frenarlo con más determinación”.

Testimonio 14

Año 2008

Escenario: Cobertura internacional

Afectada: Periodista

Situación: “Llegué a Túnez junto a uno de mis jefes de Télam para cubrir el viaje de la entonces presidenta Cristina Kirchner. Ahí conocí a Brieger, que era parte de la delegación. Tomamos un té con galletitas en el hall del hotel y charlamos de temas profesionales. Al día siguiente, me dijo que no podía asistir al encuentro con la mandataria, me pidió que le compartiera el audio y me dio su número de habitación. Subí, con la computadora en la mano, a dejarle el audio como favor de colega. Al llegar a su habitación, veo que tenía la puerta entreabierta. Me lo encuentro desnudo, recostado sobre el respaldo de la cama, tapándose con una sábana, masturbándose mientras me hablaba. No recuerdo cuanto tiempo me quedé ahí ni lo que me dijo. Me fui y nunca más le volví a hablar. En ese momento no le dije nada a mi jefe, no era un contexto cómodo para hablar algo así. El 99% de la delegación eran hombres. Seguí trabajando como mecanismo de defensa. Lo bloqueé. Lo negué. Pasó el tiempo y él aparecía en todos lados. Yo veía que ganaba premios y que cada vez tenía más visibilidad y más poder. Me daba miedo dar la cara y exponerme”.

El fin de la cultura del acoso

El encuentro de Periodistas Argentinas en MU, antes de la presentación del informe. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Testimonio 15

Año 2010

Escenario: Radio AM 750

Afectada: Alumna y periodista

Situación: “Tenía 25 años, daba mis primeros pasos en el periodismo. Él era bastante más grande que yo y un referente en temas internacionales. Cuando me presenté, le dije que quería dedicarme de lleno a lo internacional, que me gustaría que me contemplara si encaraba una búsqueda laboral. Me dijo que no tenía nada concreto para ofrecerme, pero que podía ayudarlo con las noticias sobre Siria, algo que comencé a hacer sin percibir un salario. Este trabajo no remunerado se mantuvo unos meses y a la par cursé su materia de Sociología de Medio Oriente (UBA). Un día fui a hacerle una entrevista para un portal digital en el que trabajaba. Me citó en el centro cultural Caras y Caretas, donde hacía su programa de radio, en la AM750. Fuimos al hall y mientras lo entrevistaba se masturbó ahí mismo, delante mío, mientras yo le pedía por favor que no lo hiciera. Había gente cerca, pero no le importaba nada. Me llevó años entender que no había tenido la culpa”.

Testimonio 16

Año 2010

Escenario: TV Pública

Afectada: Periodista

Situación: “Lo contacté para entrevistarlo. Me sorprendió su inmediata respuesta a mi correo, ya que era un sábado a la noche. Mucho más me sorprendió el tono de ese correo: me llamaba “ovejita” (la revista se llamaba Oveja Negra), me preguntaba qué estaba haciendo un sábado a la noche y me pidió que le mandara fotos. Comenté esto en la reunión de sumario con el equipo de redacción de la revista. Me ofrecieron no hacer la entrevista, o ir acompañada por un de ellos. Sentí que ambas propuestas vulneraban mi capacidad de afrontar situaciones difíciles. Pedí que me acompañe el fotógrafo de la publicación, quien estaba al tanto de todo.

La entrevista se hizo en la TV Pública, donde él era columnista internacional del noticiero de la noche. Al comienzo, todo fue normal, hasta que llegamos al camarín. Me hizo entrar y le cerró la puerta en la cara al fotógrafo. Se sacó los pantalones y quedó en calzoncillos, camisa y corbata. Eran unos calzoncillos grandes, de esos que tienen abierto adelante, que abrió aún más para mostrarme su pene. Me quedé helada, pegada contra la puerta, agarrando el picaporte. No pude reaccionar. Cuando salimos del edificio, le conté a mi compañero fotógrafo lo que había pasado, y me dijo “Qué zarpado”.

Testimonio 17

Año 2011

Escenario: Facultad de Ciencias Sociales, UBA

Afectada: Ayudante de cátedra y alumna

Situación: “Lo conocí siendo su alumna en la cátedra de Sociología de Medio Oriente, que él dictaba en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Más tarde, fui ayudante de cátedra en esa misma materia. Al tiempo, también comencé a hacer algunos trabajos free lance para él. Sufrí dos situaciones claras que me incomodaron y que recién ahora, en 2024, puedo identificar como acoso sexual. La primera, fue un día en que me lo encontré en el pasillo de la Facultad poco antes de que empezara su teórico: recuerdo que nos pusimos a charlar, en principio de forma cordial, y de golpe se me acercó a la cara y me hizo un comentario sobre mi cuerpo. Me quedé inmóvil y “salí” de la situación abruptamente, ante la llegada de una de mis compañeras. La segunda situación fue por mensaje de texto, y más explícita: teníamos una cena de la cátedra y me mandó un mensaje preguntándome si después de la cena me quería `fugar con él´. Nunca le contesté; tampoco fui a esa cena. Finalmente, acordamos el pago de lo que me debía y ese fue el fin de mi trato con él. Al tiempo renuncié a la cátedra”.

Testimonio 18

Año 2012

Escenario: Entrevista

Afectada: Periodista

Situación: “Estaba haciendo un programa especial por las elecciones en Venezuela para el canal Hispantv, lo invité a participar, ya que él se encontraba en Caracas. Apenas lo recibí en el hotel en el que se realizaba la transmisión, me miró de arriba a abajo, fijó su mirada particular e insistentemente en mis pechos, me abrazó, me acarició la espalda de forma inapropiada y, acercándose, me habló con voz libidinosa. Continuó la entrevista sin apartar su mirada en la misma parte de mi cuerpo”.

Testimonio 19

Año 2019

Escenario: Radio 10

Afectada: Periodista

Situación: “Conseguí trabajar en el programa de radio donde él estaba. Era la columnista de género. No cobraba, pero recién empezaba mi carrera y me parecía importante tener esa experiencia. Comencé a recibir sus comentarios desubicados y traté de soportarlos, pero eran constantes. Hasta que comenzó a enviarme mensajes a mi celular. Y yo, que supuestamente tenía que darles herramientas a las oyentes sobre estos temas, no sabía cómo responderle sin poner en riesgo mi trabajo. Decidí renunciar. Para explicar por qué me iba, le mostré las capturas de pantalla al productor”.

El fin de la cultura del acoso

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

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Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

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Condenado

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José Jorge Alperovich fue condenado a 16 años de prisión por “abuso sexual en grado de tentativa por tres hechos y abuso sexual agravado por el acceso carnal en seis oportunidades, mediando la dependencia, el abuso de poder y el abuso de autoridad”. Las reacciones, la política de los hombres, y los detalles de una jornada histórica.

por Lucrecia Raimondi

El ex gobernador de Tucumán José Jorge Alperovich fue condenado a 16 años de prisión. Tras conocerse la sentencia leída por el juez Juan María Ramos Padilla en el Tribunal Oral enlo Criminal y Correccional Nº 29 de CABA, Alperovich fue detenido y puesto de inmediato a disposición del Servicio Penitenciario Federal por haber abusado sexualmente de su sobrina durante más de un año cuando trabajaba como su asistente personal durante la campaña en la que buscó un cuarto mandato como gobernador de la provincia de Tucumán en las elecciones de 2019.

El Tribunal consideró que el ex senador y tres veces gobernador era responsable de “abuso sexual en grado de tentativa por tres hechos y abuso sexual agravado por el acceso carnal en seis oportunidades, mediando la dependencia, el abuso de poder y el abuso de autoridad”. Además el juez dispuso la inhabilitación perpetua para ejercer la función pública. Los fundamentos se conocerán el próximo 16 de agosto y hasta entonces no tendrá posibilidad de apelar la condena. 

Ni cargos ni fama: justicia

“Estamos realmente muy conformes con la sentencia de condena”, expresaron Pablo Rovatti, Defensor Público a cargo del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos de la Defensoría General de la Nación y Carolina Cymerman, Defensora Pública con funciones en el Programa, ambos son abogados de la víctima. Sobre ella dijeron: “Está muy conmovida y aliviada, porque siente que luego de cinco años desde que denunció los abusos y después de haber sufrido una campaña de deslegitimación de su palabra, pudo obtener lo que siempre ha buscado, que no es cargos, ni fama, sino su sanación a través de la justicia”.

Milagro, amiga de la denunciante, contó cómo llevaron el proceso del juicio y la noticia de la condena: “Teníamos miedo pero confiábamos en el proceso judicial y ha sido conmocionante que el juez haya creído en la palabra de la víctima. La pena de 16 años es una pena muy alta, también que haya ido preso ahora es un mensaje muy fuerte contra la impunidad del poder. No solo se pudieron comprobar los abusos sexuales sino como funciona la política desde adentro, como se perpetúan esos lazos de poder, como se genera esa asimetría y la violencia contra las mujeres. No es un caso aislado, es como funciona la política de los hombres”.

En la audiencia final del juicio, con posibilidad de decir sus últimas palabras, no quiso agregar nada. El 3 de junio Alperovich ya se había despachado cuando cerró la etapa de testimoniales con 5 horas de declaración indagatoria. Tampoco quisieron él, ni sus cuatro hijos, ni su mujer, hacer declaraciones a la prensa. Durante el cuarto intermedio hasta la deliberación del Tribunal, esperó acompañado de su familia, que estaba inquieta y con los abogados fumaban en el patio del edificio, contestaban mensajes, iban y venían por el hall de entrada, o hacia la sala vacía donde esperaba Alperovich con custodia policial dispuesta desde el 9 de junio por el juez Ramos Padilla, luego de oír los argumentos de las acusaciones, el requerimiento de pena y de medidas preventivas. Antes de conocerse la sentencia, se vio nervioso al acusado. 

Condenado

La denunciante fue mamá

La denunciante prefirió preservarse de la exposición mediática. Y de cruzarse con la familia Alperovich, que intimida. F. vive en la provincia de Tucumán y hace dos meses fue mamá; siguió el juicio por zoom. La decisión que tomó en 2019 de denunciar a su tío poderoso no fue fácil. Intentó que tres espacios tomasen su caso pero ninguno vio posible enfrentarse a una personalidad tan influyente. Aceptó el peso político y judicial de su representación legal el Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos de la Defensoría General de la Nación, a cargo de Pablo Rovatti, que llevó a juicio el caso junto a Carolina Cymerman y Esteban Galli. En su alegato, la querella rebatió la versión de que la joven acudió a la justicia para, en alianza con sus adversarios, desprestigiar la figura política de José Alperovich.

Hoy, el abogado Pablo Rovatti y la abogada Carolina Cymerman plantearon tras la sentencia: “Creemos que el mensaje que la condena expresa es importantísimo en términos más generales. Este es un hito más en la lucha de las víctimas de violencia sexual contra la impunidad de los más poderosos, y nos parece que, como tal, promueve el acceso a la justicia para muchas víctimas que callan por temor no ser creídas o porque piensan que no vale la pena denunciar”. 

El cúmulo de pruebas

Durante los cinco años y cinco meses que duró el proceso desde la denuncia en noviembre de 2019 hasta la condena en junio de 2024, para el Poder Judicial la acusación quedó probada. Declararon 69 testigos, se constataron conversaciones y pericias psicológicas que comprobaron la veracidad de la acusación: “El relato de la víctima fue claro, persistente, espontáneo, cargado de angustia y dolor, estuvo apoyado por el testimonio de aquellas personas que vieron su deterioro físico y psíquico, por aquellos que oyeron de su boca que había sido violada, su familia, sus amigas, las profesionales que la ayudaron a fortalecerse”, describieron sus abogados. 

Además, la experta del Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional, Mónica Herrán, confirmó que el daño psíquico de la joven está asociado a la victimización sexual, y por los chats con Alperovich, donde le dice a su sobrina cosas como “te amo”, “sos mi dueña”, “podrías ser más cariñosa” -que jamás eran contestados por la víctima- entre otros muchos similares y los comentarios degradantes que le profería frente a su entorno de trabajo.

Los primeros abusos sexuales, cometidos en Puerto Madero -por eso se lo condenó en la justicia nacional de CABA- sucedieron cuando Alperovich “manda a mudar” a los asesores con que solía compartir el departamento, como Dante Loza y Jorge Gassembauer, que atestiguaron haberlo dejado solo con la víctima: una joven 35 años menor, que en diciembre de 2017 hacía pocos días que la había contratado para que lo asistiera personalmente durante su campaña electoral a gobernador y con la que tenía en vínculo familiar por ser la hija de un primo. 

También pesaron los mensajes del entorno más cercano e íntimo de Alperovich que sabían, en mayor o menor medida, que pasaba algo: el rumor general que circulaba mal intencionadamente en el equipo de campaña, y que la defensa pretendió instalar en la opinión pública, era que la víctima había sido la “minita” de Alperovich, en un contexto de notable asimetría de poder en el que decenas de testigos declararon que “a Alperovich nadie le podía decir que no”. 

Falsos testimonios

El silencio obediente llevó a que el juez ordene investigar por falso testimonio durante el juicio a tres personas de confianza de Alperovich: Víctor Hugo De Cataldo, empresario de transporte y pareja de Sara Alperovich, hija del acusado; David Cayata, ex policía, ex custodio y chofer de Alperovich; y Manuel Frías, cocinero personal. Todos negaron ante el Tribunal haber visto o sabido del padecimiento de la denunciante. Sin embargo, constan pruebas de conversaciones por chat en las que intercambian sobre el malestar de la joven o la vieron minutos después de que sufriera un episodio de abuso. Hoy el Tribunal dispuso que se los investigue a los tres y a dos peritos psicólogas de parte de Alperovich por su desempeño profesional. 

Garrido en vez de Cúneo

La defensa de Alperovich, a cargo de Augusto Garrido -que tomó el caso cuando Mariano Cúneo Libarona asumió como ministro de Justicia- intentó sostenerse en el poco vínculo familiar que tenían y argumentar que el proceso fue “una causa armada para los titulares de los diarios”, como dijo el condenado la última vez que se defendió ante el Tribunal. “Tenemos la excusa pueril del complot, un descargo en sí mismo inconsistente, plagado de contradicciones internas, inverosímil y reñido con toda la prueba reunida. A excepción de sus familiares, que poco saben de los hechos, de tres personas que se prestaron a mentir y pretenden relativizar sus propios mensajes escritos, y de dos psicólogas inescrupulosas que se prestaron a copiar y pegar, sin disimulo, el descargo del propio imputado. La conclusión es sencilla, Alperovich es culpable de todos los hechos por los cuales ha sido acusado”, enfatizó el abogado querellante Pablo Rovatti.

Durante el juicio se cayó de madura la versión de una campaña sucia orquestada en su contra para desprestigiar su candidatura, en la que F. habría sido usada por su ex pareja, David Mizrahi, aliado político del ex gobernador de Tucumán Juan Manzur y opositor de Alperovich. La denuncia se hizo a fines de noviembre de 2019 cuando la derrota electoral del condenado ya era un hecho aplastante: en octubre la fórmula de Alperovich quedó en cuarto lugar. Incluso, los abogados de F. explicaron durante el juicio que la joven renunció a su trabajo con él en mayo de ese año y era consciente que podría perjudicar la campaña -pero sobre todo a ella – denunciar por abuso sexual a uno de los hombres más poderosos de Tucumán, antes de las elecciones en las que buscaba un cuarto mandato como gobernador de la provincia. 

F. pudo juntar fuerzas para decir “basta” y tomar distancia de su abusador, un político con impunidad, al que nunca nadie le puso un freno pese a saber cómo era su conducta con las mujeres. Hasta hoy: José Alperovich encontró un límite en la Justicia y deberá cumplir 16 años de prisión.  

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Condenan a Juan Darthés a 6 años de prisión por el abuso sexual a Thelma Fardin

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Seis años luego de iniciada la denuncia y luego de un reciente fallo adverso, la justicia brasilera condenó hoy a Juan Darthés por el abuso sexual a la actriz Thelma Fardin cuando ella tenía 16 años y él, 45. Darthés había logrado eludir a la justicia mudándose a ese país pero, gracias a la lucha de la víctima, del apoyo de organizaciones como Actrices Argentinas y Amnistía Internacional, y a la colaboración entre fiscalías de Nicaragua (país donde ocurrió el abuso), Argentina y Brasil, finalmente fue condenado. Si la sentencia queda firme, deberá pasar 6 años de prisión, pudiendo salir a trabajar. “Al fin la justicia escucha mi palabra, me cree, y creyéndome a mi le cree a muchas otras”, dijo la actriz hoy en una conferencia de prensa, acompañada por sus abogados que consideraron al fallo como “histórico” tanto respecto a la cooperación judicial internacional como por la escasa cantidad de denuncias por delitos sexuales que llega a sentencia condenatoria (en Argentina, solo el 15,5%; en Brasil, el 1%). La palabra de la víctima y el elemento probatorio consistente, las claves de la sentencia. El caso de Fardin motorizó en su momento (2018) que miles de mujeres se animaran a denunciar casos de abuso y acoso sexual a la línea contra el abuso de las infancias. “¿A dónde van a llamar hoy las personas que están sufriendo violencia?”, se preguntó hoy Thelma ante el desmantelamiento de todas las líneas de atención del Estado en relación a violencias. Crónica del largo camino hacia la justicia.

Por Anabella Arrascaeta

La justicia de Brasil condenó hoy al actor Juan Darthes a seis años de prisión por el abuso sexual a Thelma Fardin ocurrido en Nicaragua en 2009, durante la gira que realizaba el elenco de la tira televisiva “Patito feo”: ella tenía 16 años y él, 45. 

“Al fin la justicia escucha mi palabra, me cree, y creyéndome a mi le cree a muchas otras”, dijo la actriz en una conferencia de prensa en la que estuvo acompañada por Carla Andrade Junqueira, su abogada ante la justicia brasileña; Martín Arias Duval, su abogado en Argentina; y Paola García Rey, directora adjunta de Amnistía Internacional Argentina. 

La sentencia llegó seis años luego de iniciada la denuncia y catorce años después de que sucedieron los hechos. Durante la conferencia, que se realizó para visibilizar la nueva sentencia, Thelma hizo hincapié en que nunca buscó venganza sino reparación. “Tiene que ser una esperanza de que hay una posibilidad de reparación en la justicia – dijo- y que hay una posibilidad de reparación que nos involucra a todos en la sociedad, que es la que tenemos que seguir construyendo con empatía”. 

Condenan a Juan Darthés a 6 años de prisión por el abuso sexual a Thelma Fardin
Fardin hoy durante la conferencia de prensa en la sede de Amnistía. Foto:Tomás Ramírez Labrousse | Amnistía Internacional Argentina

El largo camino hacia la justicia

En 2018, Thelma se acercó a la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM), en Ciudad de Buenos Aires, para realizar la denuncia por el abuso. La respuesta fue que tenía que denunciar el caso en Nicaragua, donde habían sucedido los hechos. Hasta allí fue: el 4 de diciembre de 2018 en Managua se presentó ante la Unidad Especializada de Delitos Contra la Violencia de Género del Ministerio Público Fiscal y denunció por “abuso sexual agravado” a Darthés. 

La noche que Thelma hizo pública su denuncia, las llamadas a la línea contra el abuso sexual en infancias aumentaron 1200%. “¿A dónde van a llamar hoy las personas que están sufriendo violencia?”, se preguntó hoy Thelma en un claro panorama de desmantelamiento de todas las líneas de atención del Estado en relación a violencias. 

Ese mismo diciembre Darthes viajó a Brasil, país del que es ciudadano y que le permitía eludir la justicia nicaraguense para ser juzgado ahí. Recién en 2020 el Ministerio Público Fiscal de Brasil inició la investigación incorporando las pruebas con las que contaba la justicia en Nicaragua y las evidencias que había recolectado la Unidad especializada en Violencia de de Violencia contra las Mujeres (UFEM) en Argentina. 

Fue recién en abril de 2021 que el Ministerio Público Fiscal de Brasil acusó formalmente a Juan Darthés por “estupro agravado”, delito acá conocido como violación. En mayo de 2023 Darthes fue absuelto por un tribunal de primera instancia pero la justicia brasileña revocó el fallo de primera instancia y, hoy, el Tribunal Regional Federal de San Pablo dictaminó mayoritariamente por 2 a 1 declararlo culpable de violación. Esta nueva condena da vuelta aquella primera sentencia y obliga a Darthés a seis años de prisión. La condena se dará en “régimen abierto” por lo que podrá salir a trabajar, pero deberá volver a la cárcel todas las noches. “La prisión no será efectiva hasta que no quede firme la sentencia”, aclaró el abogado Duvan.

Condenan a Juan Darthés a 6 años de prisión por el abuso sexual a Thelma Fardin
Volver a reír: a Thelma agradeció a las personas que la acompañaron y le creyeron desde hace seis años. Foto: Tomás Ramírez Labrousse | Amnistía Internacional Argentina

La condena

“La justicia valoró la palabra de la víctima y entendió, justamente, que en este tipo de delitos su principal prueba es su voz, por lo que el respeto a sus tiempos y la credibilidad en su palabra son esenciales”, dijo Paola García Rey, directora adjunta de Amnistía Internacional Argentina. Además detalló que los jueces en esta oportunidad centraron su análisis en el acusado: en su rol de adulto y en su rol de poder, a contramano de lo que suele hacer la justicia que hace foco en quienes denuncian. En esa línea García Rey dio algunos ejemplos de lo que fue el proceso: Thelma tuvo que pasar por nueve pericias en los distintos países y declaró tres veces; al contrario de Darthes, quien declaró una sola vez y no respondió preguntas. En el actual contexto, desde Amnistía remarcaron que el fallo es “una luz para las mujeres y niñas en la región”. 

Por su parte, el abogado Martín Arias Duval definió al fallo como “esperanzador”. Dijo: “Estamos acostumbrados a ver casos de cooperacion internacional en casos de narcocriminalidad y es inédito que tres Ministerios Públicos Fiscales hayan colaborado recíprocamente para llevar a juicio un caso como el de Thelma”, remarcó en relación a la investigación conjunta en una denuncia por abuso sexual. Es una práctica que deseamos que se repita”. 

Duval aclaró que en estos delitos “son pocas las sentencias definitivas a las que se llegan”. Los datos le dan la razón: en Argentina, según datos de la UFEM, solo el 15,5% de denuncias por delitos contra la integridad sexual llega a sentencias condenatorias. Este patrón se reitera en otros países de la región, por ejemplo en Brasil, donde Darthes fue condenado, la tasa de condena por violación sexual es solo del 1%. Duval: “Afortunadamente se empiezan a romper estereotipos y prácticas que tienen que ver con un modo de pensamiento que no hacen más que revictimizar una y otra vez a las víctimas”. 

Por su parte la abogada Carla Andrade Junqueira, quien representó a Thelma en Brasil, remarcó estar “orgullosa de la justicia que hizo el tribunal al valorar la prueba con todas las convenciones de derechos humanos, de derechos de las mujeres, y de los niños”.

Además, la letrada dejó en claro el importante precedente que deja este caso: “En caso de abuso sexual la palabra de la victima tiene especial importancia, principalmente cuando es consistente con el resto del conjunto probatorio. Eso entendió la justicia: teníamos un robusto conjunto probatorio consistente, que no deja duda sobre la materialidad y autoría del crimen, y cualquier exigencia distinta a esto en casos de abuso sexual es violar las convenciones internacionales en derechos de mujeres y niños”. 

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