Miradas y voces desde el búnker ganador de las elecciones, más acá de Milei: las razones de un voto bronca, con propuestas de terror y la euforia desatada. Los debates y las preguntas que se abren ante lo que viene.

Texto: Lucas Pedulla

Fotos: Nacho Yuchark

“Va a hablar Massa”.

El dato prende un reguero de pólvora sobre la esquina de Maipú y Córdoba, frente al Hotel Libertador, plena city porteña, que empuja a todas y todos a repetir un mismo gesto calcado: celulares que sintonizan alguna señal de noticias. 

De fondo se oye un setlist de rock nacional que, al clásico Panic Show de La Renga, le suma hits de Virus, Soda Stéreo, Los Piojos y Callejeros. 

Y de repente también la voz de Fito Paez:

El amor después
del amor tal vez
se parezca a este rayo de sol.

La música no deja oír el discurso del ministro; los celulares son llevados a las orejas.

Algo se intuía desde las 18 horas cuando empezaron a llegar los primeros cierres de mesas: un resultado de paridad en una escuela de Moreno, o una victoria violeta en San Justo, en un distrito como La Matanza, hacían prever que esta esquina daría que hablar… Hasta que el Ministro lo confirma.

–Ganamos– dice uno. Y todos festejan.

Son las 20:18 del domingo 19 de noviembre de 2023 y Sergio Massa acaba de anunciar su derrota.

Durante las elecciones generales de octubre el segundo puesto de La Libertad Avanza apenas agrupó a centenas de personas. Esta vez los abrazos de genuina alegría se dan entre miles y con máscaras de terror de Jason, trajes de Batman o Transformers gigantes. También está el Hombre Motosierra –un joven con un traje de cabeza y brazos de… motosierra–, al lado de otro varón vestido de peluche de león. Detrás de ellos se vislumbra el cartel apagado de una sede de ANSES. 

Dato geek: el traje motosierra está basado en el manga japonés Chainsaw Man, que narra la historia de un chico en un mundo donde los demonios nacen de los miedos humanos.

Los demonios –o los miedos– son mucho más reales en esta esquina, y tampoco lo representan personajes de ficción ni se explican en 14,4 millones de Videlas o Masseras.

Acá hay trabajadoras de casas particulares.

Hay obreros metalúrgicos.

Hay estudiantes.

Hay jóvenes empleados de kioscos que no llegan a fin de mes.

Hay trabajadores precarizados.

Hay egresadas de la universidad pública.

Hay conurbano.

Pocas encuestas con el diario del lunes pueden decir que son Gardel, pero siempre alguna que nadie vio se lleva el premio: en este caso fue la consultora Prosumia, que no sólo estimó que Javier Milei se impondría por 11 puntos, sino que pintó una heterogeneidad que sintoniza con esta calle. Además de relevar que tendría casi el 90% de intención de voto en ocupaciones militares, los datos arrojaron que:

50,3% de asalariados votaron a Milei versus 43,2% de Massa.

47,4% de jubilados y pensionados vs 43,6%.

63,5% de cuentapropistas vs 30,6%.

50,9% de trabajadores informales vs 43,1%.

De pronto, otra canción baja los pensamientos a tierra. Es La Bersuit:

Se viene el estallido
de mi guitarra
de tu gobierno, también.

Chainsaw Man agita y baila sus brazos, su cabeza, sus demonios.

Entre los festejos, una pareja que está con su hijita cuenta que llegaron desde Lugano. Ella se define como empleada doméstica y él, obrero metalúrgico. “Esto es un gran cambio. Es otra cosa”, dice la señora, que confiesa que no sabe qué va a pasar mañana, pero con sus palabras explica porqué votó eso: no quería más de lo mismo. 

Votó “el cambio”.

¿Creés que tu trabajo va a mejorar con el gobierno de Javier Milei?

Creo que sí, espero que sí. Tengo esa esperanza.

Su marido, el obrero, también la tiene: “Espero que haya más estabilidad: esto está horrible”.

Muy cerca están Yamil y Brian, dos jóvenes que llegaron desde el norte bonaerense. Yamil es obrero textil y le falta un año para recibirse de ingeniero civil. Explica qué motivó su voto: “La verdad, la esperanza. Y el cansancio, también. El cansancio de ver que cada día trabajás un montón y no podés llegar a fin de mes”.

Brian cursa su primer año de Historia en el Joaquín V. González y no teme que el electo candidato cumpla con su promesa de arancelar la educación pública: “Eso fue lo que dijo el partido de Massa, con su campaña de miedo, pero la verdad… yo confío en Milei”.

Estefanía, una señora que llegó con su hijo veinteañero, dirá sobre este mismo tema: “Demonizaron ciertas propuestas que ni se detuvieron a entenderlas. Intentaron que la gente asocie la palabra voucher con algo malo sin prestar atención con lo que significaba”.

¿Y qué significa?

-Que vas a poder elegir la escuela por su calidad.

¿Sí? 

Lautaro, su hijo, no cree que sea exactamente así, pero su voto tiene otro motivo: “Es el único candidato que me pareció sincero y con propuestas fuertes para cambiar el país. Lo que más me convocó es la dolarización”.

Jonatan y Macarena llegaron desde Córdoba, provincia que aportó un importante caudal de este aluvión (74,05%, es decir 1.637.147 votos versus 573.695). Él es empleado en un kiosco, ella estudiante. ¿Qué los sedujo? “La propuesta de privatización”.

Y cuando pensás en la década del 90 con Menem y el fin de ese recorrido en 2001, ¿pensás que es buena la privatización?

-Sí, genera mucho temor, pero a la vez hay que animarse, porque si seguimos así, yo creo que cada día va a ser peor.

A cada pregunta y repregunta sobre las propuestas de dolarización, vouchers para la educación y el negacionismo con respecto a los derechos humanos, se repiten testimonios que contraponen la necesidad del “cambio” y de “terminar con el kirchnerismo”, y hacen pie en lo económico.

¿Qué nos dice esto? Lucía se abraza feliz con otra señora luego de la confirmación de un triunfo de casi 12 puntos de diferencia. Tiene 29 años, es de Carmen de Patagones (sur de la provincia de Buenos Aires). Hace 10 años vive en CABA. Y es politóloga egresada de la UBA. 

“Sí, de la universidad pública”, aclara orgullosa. 

¿Qué te parecieron entonces las propuestas de Milei? 

-La educación pública es un derecho constitucional. Si quiere arancelarla como dijo, voy a ser la primera en salir a la calle a defenderla. 

¿Por qué entonces el voto y la alegría? 

-Porque se termina la corrupción. Necesitábamos un cambio. La variable que no se tuvo en cuenta, a diferencia de otras elecciones, es el voto rechazo. Acá hubo más votos rechazo que votos por ideales o voto convencido. Hay mucha gente que no votó convencida a Massa, y tampoco a Milei. 

¿Es tu caso? 

-Sí. Mi candidata no estaba. En las generales no voté porque estaba lejos de mi domicilio, pero hubiera votado a Bullrich, aunque no me gustaba y no era la mejor candidata de Juntos. Eso pasa también: hay una crisis de la representación política. Ojo, ambos discursos son peligrosos, tanto Massa como Milei. Pero la política necesita nuevas caras. Vamos a ver qué nos depara ahora este fenómeno Milei.

Asume lo peligroso del momento, pero plantea lo siguiente: “Vamos a ver”.

Ya son las 22 y ya es el Milei electo quien habla por las pantallas. 

Lee un discurso con tono moderado, mientras que la ahora multitud, canta en la calle: “Cristina va a ir presa”.

El cierre es con el grito “Argentina, Argentina”, un sustantivo propio que a partir del 10 de diciembre veremos qué significa.

Y cómo afrontarlo.