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Kumbia Queers: que no pare la fiesta

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Cumplen 17 años y lo festejan a lo grande en una muestra que recorre su carrera con todo tipo de chiches, objetos extraordinarios, obsoletos, bizarros, música, cumbia y punk. Cómo hacen para sostenerse y sostener la diversión, en las buenas y en las malas. Por Anabella Arrascaeta.

Kumbia Queers: que no pare la fiesta
Inés, Pilar, Pat y Juan: las KQ no paran. Fotos: Lina Etchesuri

En la esquina de la izquierda hay un ciber: una computadora con el monitor encendido muestra un loop de fotos; en el escritorio, cerca del teclado, al lado de la mancha redonda de vino que dejó el vaso de plástico apoyado, hay una ayuda memoria para poder escribir el @ (Alt+64) y la Ñ (AltGr+q); hay mouses y casetes; abajo está la CPU, y en la pared la impresión de un posteo en fotolog (RIP) que hicieron desde México en agosto de 2008. La imagen es de otro mundo, aquel que empezaron a construir 17 años atrás y que llena cuatro paredes de arriba abajo atravesadas con una gruesa raya roja que forma una línea de tiempo. Arriba, con letras negras de imprenta, escribieron: así empezó todo. Y pegaron un papel manuscrito que dice: “Hacíamos Festival Belladona desde 1997 =). Invitamos a Juana Chang a quien recién conocíamos. Ali venía viajando y también participó, estrenó su proyecto solista Afrodyke. Tocamos todxs en Bs As y en La Plata. Y continuamos todo el mes de diciembre saliendo, emborrachándonos y conociéndonos. Finalmente el 2/1/2007 nos juntamos a tocar”.  

Ese es el punto de partida: 2007. Estamos en una de las salas de la galería Para Vos Norma Mía, en el barrio porteño de Chacarita. 

Estas cuatro paredes son el paraíso de las Kumbia Queers. 

Kumbia Queers: que no pare la fiesta
Volantes, afiches, fotos de giras y sorpresas: en el medio una foto de Inés realizada en una producción de una nota de MU de 2012 (n° 161). La muestra va hasta el 3 de Mayo en la galería Para vos Norma mía, Darwin 891, CABA.

Lo que vale la pena

Pre 2007 Pat, Pilar Arrese (guitarra) e Inés Laurencena (batería), eran las She Devils y organizaban el Festival Belladonna. Ahí, a fines de 2006 conocieron a Ali Gua Gua, música mexicana. Juntas, y con Juana Chang (charango, maracas y voz), armaron luego las Kumbia Queers. 

Todas venían del punk, pero querían jugar con la cumbia. Dice Pat: “Fue re sorpresivo el estilo que nos pusimos a tocar, nos sorprendió a la mayoría de la banda, pero después nos dimos cuenta de que hubiéramos tocado cualquier cosa porque lo que queríamos era estar juntas: si bien entre tres ya nos conocíamos, se notaba la energía que había”. Ali se volvía a México y les dijo “nos vemos allá”. Sigue Pat: “Se podría haber terminado ahí, eso lo escuché en mi vida varias veces: ‘bueno vamos acá, nos vemos allá’, o alguien que me decía ‘te espero en Madrid’, dale, y nunca fui. Podría haber sido exactamente igual pero no fue así: todas sabíamos que queríamos continuar”. 

Les alcanzó con subirse al escenario una vez juntas para confirmarlo. Primero viajó Juana y después el resto de la banda para iniciar una gira por México. Sintetiza Pat: “Desde ese inicio notamos que teníamos una onda, que todas queríamos tirar para adelante y que teníamos que aprender a convivir juntas, que no teníamos plata, y que teníamos que hacer todo lo que pudiéramos para sostener la banda”. Esto que puntea Pat podría ser el kit autogestivo: tener onda, aunque sin plata, convivir y sostener.

Años más tarde Alí decidió salirse: el mail en el que se los dice está pegado en la pared, junto con otro montón de relatos que se entrelazan con las imágenes. “El escribir para muchas de nosotras es una forma de desahogarse, de entenderte en el mismo momento en el que algo está pasando”, dice Juana, que no suele volver a leer lo que escribe a modo de diario, sin pretensión de que sea público. “Es una forma de ordenarme, de entender lo que siento, de ubicarme en tiempo y espacio, dentro de una colectividad pero necesitando el propio espacio de intimidad y muchas veces ese espacio era el cuaderno”. 

En la muestra hay afiches, fotos, CD, recortes de notas y reseñas en idiomas varios. Hay volantes, dibujos, tarjetas, panfletos, posters, remeras y stencils. Hay letras originales de canciones, el story board de un videoclip y chapitas de cervezas que forman sus iniciales. Abajo está colgado el diploma que les entregó INAES cuando se conformaron como cooperativa cultural, que nunca activaron porque fue mucha la burocracia. Está el pañuelo por el aborto legal, y también el de Nunca Más. Todo es original, en varias de las acepciones de la palabra:

 Adj. Dicho de una obra científica, artística, literaria o de cualquier otro género: Que resulta de la inventiva de su autor. 

U otra: Adj. Que tiene, en sí o en sus obras o comportamiento, carácter de novedad. 

“A mí me encantó hacerlo con lo que juntamos: eso también es parte del relato”, dice Pat Pietrafesa, a cargo del bajo en la banda, sentada en el piso con la muestra alrededor, que mirada así desde abajo se revela una inmensidad. Pat la mira, y dice: “La muestra no es nuestra nada más: es de mucha gente de la que nos hicimos amigos, que conocimos todos estos años. Siempre existimos porque hacemos cosas con otras personas y es increíble la cantidad de gente que circulaba por acá y recordaba un lugar, un recital. Verse como una historia lo hace bastante colectivo”. 

Ahora que revisaron todo ese material, íntimo y público en redes de aquellos años, volvió la idea de un libro. “Vivimos cosas muy conmovedoras, divertidas, y colectivas: todo lo que nosotras hemos hecho estuvo siempre soportado por colectivos de gente. De todos los lugares en los que nosotras pisamos el 80% se relaciona con otros colectivos que en otro lugar del mundo están trabajando por algo: el hacer es una manera muy hermosa de conocerse con las personas. Y eso también vale mucho la pena que sea contado”. 

Sobre vivir

La lista de países que visitaron las KQ es enorme: sur, centro y norte de América, y gran cantidad de países de Europa. “Muchas veces este grupo ha desafiado hasta la ley de la gravedad”, dice Juana, y larga la risa. “Siempre hubo algo con el proponerse ir para adelante, desde que dijimos nos encontramos en México en tres meses hasta armemos esta muestra para abril. Se decide y se hace”. 

Miles de kilómetros, cinco discos y más de una docena de simples a cuestas en las espaldas, literal: en la previa a la era de la digitalización llevaban los discos y remeras en los bolsos para vender y financiar las giras. Una tarde, en Nueva York en 2008, por ejemplo, estaban intentando subir al subte. Tenían todos los instrumentos, más el equipaje de cada una necesario para tres meses, y alguien además se había comprado parlantes. 

Pilar enumera de esos tiempos: “Cargábamos las valijas con 150 remeras y vinilos. Inés llevaba toda la batería, llevábamos el bajo, la guitarra, los pedales, el charango, las maracas, más nuestras maletas, así por todas partes del mundo. Era bravo, ahí un poco nos rompimos, los primeros siete años estuvimos acarreando y haciendo fuerza: muy literal. Nuestro oficio era ese, porque tocábamos media hora, teníamos pocas canciones”. 

Hoy tienen un montón y el próximo invierno argentino vuelven a Estados Unidos y van a estar de gira durante un mes y tocar, entre otros lugares, en la Marcha del Orgullo en el Lincoln Center. La historia tiene raíces porque siguen haciendo lo que tienen ganas, pero ya no es la misma. 

¿Cómo se hace para sostener un proyecto 17 años?

Juana: Yo no sé si es una fórmula pero hacemos con mucho amor, con mucho disfrute y con alegría. Con los años también hemos bajado un poco la autoexigencia: en vez de autoexigencia es una confianza muy grande en el grupo que hace que de algún lado salga la fuerza para dar lo mejor. Hay desde momentos personales como enfermedades hasta pequeñas cosas que te van sucediendo, pero juntas sabemos que es todo mucho más divertido y mucho más fácil. Se potencian muchísimo los talentos individuales y se quiere y se hace. Por supuesto que todo esto requiere mucho trabajo, tolerancia, respeto por la otra persona y por los tiempos de la otra persona, pero se va haciendo. También creo que hicimos durante muchos años muchos esfuerzos desmedidos y en los últimos tiempos estamos aprendiendo a proteger, a regular cada una sus energías. 

Pilar: Cada una tenía sus proyectos, su personalidad, su actividad y su alter ego musical. Y lo que pasó fue que se derribaron un poco los egos en base al respeto o a la amistad; entonces aprendimos a convivir, a escuchar a las otras, a bajar un cambio. Y también el súper mega privilegio de que haya gustado y de poder viajar. Creo que también eso nos alimentó mucho, si hubiéramos seguido tocando solo acá no hubiera sido lo mismo. Nos enriqueció mucho el hecho de viajar, de lo que hay en las paredes casi todo son casas okupas, centros culturales, todos esos aires nuevos nos hicieron muy bien: la posibilidad de conocer gente que está agitando cosas y moviendo en otros lugares. Vas aprendiendo cómo sobreviven quienes tienen poco espacio, cómo lo hacen quienes tienen menos plata, cómo quienes quieren poner un lugar más educativo: todo eso nos fue alimentando. 

Kumbia Queers: que no pare la fiesta
Junto a amigues que las acompañan en el trayecto: “Todo lo que hicimos siempre fue posible porque estuvimos rodeadas de gente”

Del bajón a la fiesta

Ahora las Kumbia Queers, cuando viajan, lo hacen también con Elena, hija de Pilar e Inés, a quien Juana describe como alguien que siempre está alegre y que vuelve todo más divertido. Es también parte del momento en el que están, este que definen como “más tranqui”. Dice Juana: “Antes hacíamos más sin medir y hoy hay una conciencia también del margen energético que tenemos y la verdad que estamos todas mucho más tranquilas y más felices”. 

Pilar suma: “Nos pasó mucho de no llegar a procesar todo lo bueno que nos pasaba. Hubo años en los que por ahí el aprendizaje vino siete años más tarde porque era una sucesión de cosas alucinantes. A su vez, pasaban cosas: nos enfermamos, en el medio murieron padres, madres, y seguíamos viajando y tocando. Es una banda que tira algo positivo, nos gusta hacer bailar y hacer pasar un momento lindo, entonces veníamos de viajar, de un desgaste total, llegabas y por ahí se te murió tu mamá o tu papá, y después había que seguir tocando y transmitiendo fiesta. Es muy fuerte y hubo cuestiones que pensás que está todo controlado y después hay unos cachetazos de realidad”. 

Inés también dice que ahora están “regulando”, sin el impulso de llenar las agendas de shows y movidas, y que se dieron espacios para que cada una pueda hacer también otras cosas, por ejemplo estudiar: Pilar está cursando diseño gráfico; Inés, artes electrónicas; y Juana, abogacía. 

Juana: “El éxito empezó a pasar por disfrutar lo que estábamos haciendo. Y hay algo en la repetición, en hacer 90 shows por año cuando está tu mamá enferma o cuando estás mal de amores o tenés bronquitis, que no está bueno. Entonces hubo como una ruptura de volver al disfrute para que sea genuino y para que llegue de la manera en la que nosotros se lo entregamos a la gente que lo va a estar recibiendo. Y si para disfrutar tenemos que hacerlo menos, hagámoslo menos”. 

Kumbia Queers en modo tranqui…: inauguraron una muestra, están por irse de gira, y acaban de presentar su último tema “Toco madera” que canta:

“Toco madera para exorcizar el dolor, le pido a esta pena que abandone la habitación”.

¿De qué trata? El espíritu de salir de la pena para exorcizar junto a otres es la intención que las hizo también hacer la muestra. Pilar: “Nosotras nos movemos así: armamos entorno donde te podés sentir mejor porque vas haciendo cosas, pero es inevitable ver que alrededor se está derrumbando todo y tampoco te podés quedar angustiada, triste o esperar a que pasen cuatro años. Al principio no te da ganas, te parece frívolo salir a cantar algo que tiene que ver con la diversión en este contexto, y en realidad es justamente hasta más necesario. Estamos muy apaleades y poder juntarnos a charlar, a tocar la guitarra, no dejan de ser excusas. Como hacía Susy Shock en MU la Posta Sanitaria, ahora hay que hacer como postas levantadoras. Por eso estar acá es importante: esto es lo que tenemos para proponer ahora que no estamos tocando, no como escape, sino como encuentro”. 

Toquemos madera.

Y que la suerte esté de nuestro lado. 

La fiesta ya es nuestra.

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