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El adiós del barrio

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Flores se reunió en la Basílica en la que Jorge Bergoglio se inició en el sacerdocio en 1953. Las voces, las contradicciones, los silencios y los gritos. Los sueños, el llamado del papa Francisco a animarse, y a no balconear la vida. Por Lucas Pedulla.

La vicepresidenta Victoria Villarruel baja del auto blanco oficial, sube toda vestida de negro –zapatos negros, pantalón negro, saco negro– las escalinatas de la Basílica de San José de Flores, le habla al enjambre de medios que se le tiran encima de “acompañar a los argentinos por el dolor por la pérdida de nuestro Santo Padre”, y un vecino de este mismo barrio porteño donde ese Santo Padre se crio le grita desde la mano de enfrente:

-¡Vendepatria!

Son las 18.32 y la iglesia es un hervidero. El sacerdote dice que entran 800 personas sentadas pero se queda pensando un rato cuántas hay ahora. 

-1.800 personas, seguro– dice sin pestañear.

El flujo fue continuo a lo largo del día desde el momento en que todo el barrio –todo el país– se enteró de la muerte de su vecino Jorge Bergoglio, a los 88 años, después de 12 de un pontificado cuyos efectos ya se empiezan a sentir, como lo dice Graciela, de 77, que vino desde Villa Caraza, en Lanús: “Francisco es amor”.

El adiós del barrio

Visitantes

La gente se acomoda como puede, donde puede, y se nota el fastidio de los fieles de siempre respecto de aquellos que no se quieren perder la ocasión y que sacan fotos y filman, como esa prensa que no se queda quieta entre las paredes del templo. Norma, vecina de Caballito, es una de las que se queja luego de dos choques:

-Van y vienen como si estuvieran en un zoológico– dice bien alto para que se la escuche, indignada-. Qué me importa Villarruel, ¡es el Papa Francisco! Tienen mierda en la cabeza.

Otra señora complementa:

-¿A usted le parece venir a la Iglesia a ver a Villarruel? Pero qué farsa.

Otra se suma a la ronda:

-Pero está sola en el banco, por lo menos nos podemos ir a sentar.

La observación es periodística: Villarruel se sienta sola. En diagonal, a su derecha, están el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y el diputado Leandro Santoro. Enfrente de ellos, la vicejefa del Gobierno porteño, Claria Muccio. “Qué país”, murmura un señor, haciendo explícitas esas imágenes que a veces no pueden explicarse con palabras.

Recuerdos del colectivo

Afuera se venden pañuelos de Francisco a 3.000 pesos y remeras a 20.000 pesos. Siguen llegando personas. Delia, 66 años, de Virrey del Pino, en La Matanza, por “el valor y el coraje” de Francisco.

Nahiara, de 21, y Martín, de 27, pareja de Balvanera, porque Francisco “inspira a la juventud y nos da un empujoncito para la vida”.

María Eva, de 72 y de Nueva Pompeya, sur porteño, porque Francisco “pisaba el barro y pisaba la villa”.

-Viajaba en el colectivo con nosotros– subraya y afirma con vehemencia-. No decía “acá hay olor”. Nosotros, el pueblo, somos el zócalo, los cimientos de un edificio que sería la sociedad, pero los gobernantes siempre hunden los cimientos y así prevalece la gente de guita. Él lo decía y por eso jodía: a los cimientos hay que cuidarlos.

Los cimientos de esta basílica también lo recuerdan, como el confesionario que tiene enchapada una leyenda que jura que allí mismo, el 21 de septiembre de 1953, Jorge Mario Bergoglio “siguió el llamado de Dios para ser sacerdote”. Por eso esta misa, este amor, que Pamela (36) y Gabriela (26), vecinas de barrio, agradecen:

-La sencillez de poder transmitir la santidad y la cercanía con la gente, su mensaje de misericordia, es lo que más destaco de toda su obra –dice Pamela, y se toca la cruz que le cuelga del cuello como cadenita-. También, la alegría de no transmitir una fe muerta del pecado, sino más de la gracia y de la conversación.

Gabriela señala el “poder estar para el otro” como un mandato juvenil:

-Me acuerdo cuando dijo “hagan lío”, para que no nos quedemos quietos, como animándonos a salir. También dijo que no balconeemos la vida.

-¿Qué significa eso?

-No mirar la vida desde afuera, sino ser protagonistas.

Animarse a soñar

Son las 19 en punto y de pronto el coro empieza a cantar. La ceremonia comienza puntual, como toda misa marca e indica religiosamente. El arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, es quien oficia la misa, y sus primeras cuatro palabras rebotan por los altos muros, las finas pinturas, las increíbles cúpulas, para llegar a tantas almas fuera de protocolo:

-Se nos fue papá.

García Cuerva cuenta que esta Basílica despertó la vocación de Francisco. Que los corazones habitan sentimientos contradictorios, porque la muerte genera “temor y angustia”, y habla de “tristeza” y de “orfandad”, pero también de que hay un nuevo amanecer, porque “la muerte no tiene la última palabra”. Dice que la tentación siempre fue tapar los problemas “no con perfume aunque sí maquillarlos”, y que el valor de Francisco fue ponerlos arriba de la mesa: la ecología, el calentamiento global, el planeta como la casa común, la exclusión y la cultura del descarte, la guerra, el tráfico de armas, la transparencia de la Iglesia.

-Animó a los jóvenes no a quedarse, sino a soñar –dice García Cuerva-. Tenemos que ver cómo, entre todos, construimos lo que el Papa nos enseñó todos estos años. Sobre todo, no tenemos que ser especialistas en diagnósticos, sino resolver problemas.

Luego, invita a escuchar dos fragmentos de dos de sus principales encíclicas:

  • La primera que lee es de Laudato Si’: “Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos”.
  • La segunda es de Fratelli Tutti: “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”.

La Basílica responde con una ovación.

La vicepresidenta Villarruel no aplaude.

-¡Hoy nos duele el corazón! –grita una señora cuando vuelve el silencio.

Antes de la comunión, García Cuerva, como si hubiera escuchado el grito, dice:

-El Papa decía que la guerra comienza en el propio corazón. Por eso podemos sentirnos lejos del foco de conflicto en el mundo, pero la guerra comienza en el corazón. Y eso los argentinos sabemos mucho porque nos destrozamos. Y, si no nos alcanza la lengua, tenemos las redes sociales. Regalémosle al viejo algo más: démonos la paz entre nosotros. 

Es el momento de la misa donde todas las personas se saludan entre sí, algunos se abrazan. La prensa entonces dirige las cámaras y los flashes a la vicepresidenta y sus gestos. No pasa desapercibido que, entre otros, saluda a Pérez Esquivel. En el resto de la Basílica los besos duran, se extienden, luego llega la comunión, y todo se desordena en una fila que recibe el pan y la sangre de Cristo, mientras Triana, 26 años, de Villa Devoto, trabajadora en una cooperativa en la villa 31, piensa en las palabras que acaba de escuchar:

-Me quedo con lo que nos dijo: animarnos a soñar.

-¿Por eso le decían “comunista” al Papa?

-Esos son discursos viejos –dice y se ríe-. Sólo buscan crear un enemigo.

García Cuerva anuncia que la ceremonia está terminando y que la misa oficial de exequias se realizará en la Catedral de Buenos Aires, en Plaza de Mayo, al mismo momento que suceda en Roma, aunque todavía sin confirmar el momento. Pide rezar un Ave María, porque el Papa era muy devoto.

-¡Viva el Papa! –cierra el arzobispo, tres veces.

-¡Viva! –tiembla la Basílica en tres tiempos.

El adiós del barrio

La salida es lenta, con paciencia. Muchos todavía siguen llorando. La vicepresidenta Villarruel se retira con sus custodios, por el centro del templo. Lavaca se acerca a Pérez Esquivel, quien reivindica a Francisco como un “pastor junto a los pueblos” y un “amigo” con quien se reunía con frecuencia, y dice sobre el saludo con la vicepresidenta:

-La vicepresidenta aquí no es la vicepresidenta, es una fiel más que vino a honrar a Francisco. Nada más.

Sin embargo, cuando Villarruel baja las escalinatas de la Basílica en dirección al auto blanco oficial, parece que ese afuera ya la reconoce nuevamente como la vicepresidenta, porque ya no es un vecino quien le grita, sino una multitud, que chifla y canta, y le da otro cierre al evento:

-Como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar.

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Marcha de jubilados: Boca, peronismo, CGT, traiciones y una asamblea mirando el futuro

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Un miércoles con marchas separadas, y gente buscando recuperar la iniciativa, la creatividad y la fuerza de reunirse. Imágenes sobre Boca, el peronismo, las traiciones, la CGT, el Garrahan con aumentos, y algunas ideas para salir del corralito.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos: Juan Valeiro

“Miércoles de jubilados”, anuncia un grafiti pintado de rojo en medio de la plaza de los dos Congresos. La proclama denota una costumbre. Lo habitual. Algo que se hizo norma y, como tal, tiene su costado positivo y otro que no tanto. 

Este “miércoles de jubilados” tiene algo particular, distinto al resto, que rompe la costumbre, lo habitual, lo normal: esta vez, un grupo convoca a las 14, otro a las 15 (como venía sucediendo) y otro a las 17. En conjunto (y separados) forman una síntesis de lo que es hoy la fragmentación de las luchas en Argentina.

Marcha de jubilados: Boca, peronismo, CGT, traiciones y una asamblea mirando el futuro

La calle y lo colectivo.

La organización de Jubilados Insurgentes es la que llega primero. Pasadas las 14, ya andan haciendo semaforazos y marchando alrededor de la plaza. Las canciones, esta vez, sobre todo apuntan a la CGT (Confederación General del Trabajo), que en esta misma jornada eligió su nueva conducción hasta 2029, que seguirá en forma de triunvirato: Octavio Argüello (Camioneros), Jorge Solá (Seguro) y Cristian Jerónimo (empleados del vidrio). La elección llega en medio de los crecientes rumores por parte del Gobierno nacional de avanzar con una reforma laboral. 

Boca River y el recibo

Armando, vecino de Barracas, tiene 75 años y dos esperanzas: “La primera es ganarle a River el domingo”. Boca –su Boca– siempre le genera ilusión, aunque la situación del equipo a veces lo tira para atrás: “Ver a algunos jugadores me la quita”.

Cualquier comparación con la política no es mera coincidencia, se ríe, y por eso cuenta lo otro que lo esperanza: “Venir a marchar todos los miércoles”. Su jubilación ya no le alcanza y pregunta si hace falta mostrar su recibo: “Son 390 mil pesos en la mano”, dice, moviendo la cabeza. “Se hace re imposible. Por eso venimos: aunque nos den un palazo en las elecciones, vamos a seguir luchando”.

Marcha de jubilados: Boca, peronismo, CGT, traiciones y una asamblea mirando el futuro

Asamblea a megáfono abierto.

Su análisis: “El peronismo no está unido porque hay mucho traidor. Hay una CGT quieta, que hoy se renovó, pero muchos sindicatos no aportaron nada. Recién ahora el Garrahan consiguió algo, pero a los jubilados nos siguen pisando. Encuentro el déficit en la falta de unión del pueblo porque somos pocos los que venimos todos los miércoles. Necesitamos más apoyo. El único apoyo es la prensa”.

Se pregunta por qué no hay más políticos que acompañen: “Si ellos nos representan, ¿por qué no pelean con nosotros? Como dijo Perón, con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes. Por eso perdimos: pelean por un cargo pero cuando hay que salir a pelear de verdad, no los veo”.

Entre Boca y la CGT, Armando mueve la cabeza. Pero mantiene su esperanza.

Asamblea en el corralito

Una vez que los jubilados terminan de dar la primera de las varias vueltas que hoy se caminan, proponen algo no habitual, no normal, distinto, “porque algo diferente tenemos que hacer, así no va más”. Un concepto que representa una buena dosis de sabiduría: “Es bueno reconocer cuando no sabemos bien qué hacer”.

Marcha de jubilados: Boca, peronismo, CGT, traiciones y una asamblea mirando el futuro

Zulema agarra el megáfono y dirige la batuta. En 3, 2, 1 se arma una asamblea espontánea en la calle con un objetivo: “Que hable quien tenga alguna propuesta concreta para pensar qué hacemos y definir cómo seguimos, coordinados, para que no quede cada uno con su librito”.

Así empieza a pasarse el megáfono de mano en mano, como un ejercicio de democracia participativa en peligro de extinción.

Uno invita a reunirse “todos juntos” en la CTA Autónoma, este próximo viernes y pensar “entre espacios que pensamos distinto un plan de lucha común a encauzar”.

Otra dice que ya no alcanza con esta concentración de los miércoles, que hay que pensar “acciones más allá de esta vuelta a la plaza que nos obliga a hacer este gobierno cada miércoles y entre vallas”. Alguien agrega: “Esto parece un corralito. Cortan todo el tránsito del centro y nos dejan adentro para que marchemos”.  

Otro aporte: “Pero no podemos irnos de acá, lugar emblema de nuestra resistencia; quizás hay que buscar otro espacio, pero en las inmediaciones del Congreso”.

Marcha de jubilados: Boca, peronismo, CGT, traiciones y una asamblea mirando el futuro

Nunca se deja de marchar.

Un jubilado propone ir a Tribunales. Pero ni bien termina de formular la idea, plantea el primer problema: “Aunque claro, ir allá a las 5 de la tarde no tiene sentido, ahí a partir de las 3 no queda nadie”. 

La CGT y el aumento al Garrahan

Alguien sugiere aprovechar que la CGT tiene nueva conducción y marchar hacia allá “por lo menos un miércoles”. No termina de formular la iniciativa que llueven los insultos a la Central sindical. “Pongan a quien pongan es lo mismo, porque el problema es la dirección que tienen y ya sabemos que van a pactar por la reforma laboral. Son unos traidores”. Debe aclararse que la definición de “traidores” es la más suave y elegante que se propinó a la central sindical.   

Otro se envalentona: “¿Alguien cree que ahora nos van acompañar? No vinieron nunca a luchar con nosotros, son ellos quienes nos empujaron a venir acá por las nuestras, porque les importamos tres carajos. Esta mañana solo cambiaron figuritas”.

Marcha de jubilados: Boca, peronismo, CGT, traiciones y una asamblea mirando el futuro

Le da pie a un jubilado con el pelo color ceniza que en menos de tres minutos resume la historia del sindicalismo argentino y hace un homenaje: “Hoy se cumplen 50 años de la muerte de Agustín Tosco, uno de los referentes del Cordobazo, que logró evitar lo que buscaba la dictadura: implementar la jornada laboral de 12 horas. Con este gobierno estamos retrocediendo medio siglo”.

Tras el desahogo contra la CGT, el enojo sigue: “Ayer se conoció el aumento a los trabajadores del Garrahan y hoy ellos tendrían que haber mandado alguna delegación solidarizándose con nosotros. Su aumento fue un logro colectivo por tantos espacios que los apoyamos”.

Obelisco y tres ideas

La asamblea vuelve al tenor inicial propositivo. “Otra opción es concentrarnos en el Obelisco”, dice uno, pero otra con más canas y experiencia le recuerda: “Enfrente hay una base de la Policía de la Ciudad. No es el punto más estratégico”.

Marcha de jubilados: Boca, peronismo, CGT, traiciones y una asamblea mirando el futuro

Acuerdan tres puntos:

1) seguir viniendo al Congreso, pero seguir pensando el cómo y el dónde;

2) hacer otras acciones por fuera del Palacio Legislativo;

3) pensar nuevas estrategias para el próximo miércoles.  

Termina la asamblea espontánea y Zulema de Jubilados Insurgentes le dice a lavaca: “Todavía no decidimos nada en concreto, será un proceso de pensar qué es lo mejor. Lo que se viene es muy groso y el gobierno está envalentonado con la última elección, por eso no queremos dejar que se asienten, este tiempo es clave para seguir reclamando por nuestros derechos. Nuestra responsabilidad es no dejar este espacio vacío que venimos llenando hace tanto”.

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Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

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La noticia del día: el próximo 18 de noviembre fue citado a indagatoria el policía Pablo Alexis Aldama, sospechoso de haber agredido a la jubilada Beatriz Blanco (foto principal) haciéndola golpear de nuca contra la vereda. Fue algo de lo mucho que dejó este miércoles en el que jubiladas y jubilados marcharon pese a la habitual fumigación de gas pimienta por parte de las fuerzas de seguridad, que vallaron toda la zona de Congreso impidiendo el tránsito. Reflexiones pos electorales, propuestas de exportación, dilemas complejos, carteles lúcidos, cómo combatir el EPOC, y la certeza de seguir en la calle.

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Beatriz Blanco (en la foto de portada) es la jubilada que fue gaseada y empujada por la Policía Federal el 12 de marzo pasado –el mismo día que el fotógrafo Pablo Grillo fue atacado por una granada de gas lacrimógeno, y Jonathan Navarro por un disparo que le hizo perder la vista de un ojo–.

La imagen de Beatriz golpeándose la nuca contra el suelo dio la vuelta al mundo por lo violento: le causó un traumatismo encéfalo craneano, una herida cortante y problemas oculares permanentes.  

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Foto: Juan Valeiro/ lavaca.org

Pero está viva para contarla. Beatriz tiene 82 años y un empuje que no merma ni con un golpe ni con una elección adversa. Este miércoles –como siempre– vuelve a caminar con su bastón cobrizo entre manifestantes y fuerzas de seguridad –federales, gendarmes y policía porteña–.

Sobre el domingo: “La gente ya no cree en soluciones porque ya no cree en nada, hace mucho que no se le da nada. Y además tiene miedo, y eso se nota en que cada vez hay menos gente involucrada, con temor a la represión, a quedarse sin laburo, y ahora encima a que le suban las horas de trabajo. Se van corriendo los límites, así estamos”.

Pero hay un lado positivo del “así estamos” de Beatriz. Este martes 28 de octubre el Juzgado Criminal y Correccional Federal 1 llamó a declarar al presunto policía que la agredió: “Existiendo en autos motivo bastante para sospechar que Pablo Alexis Aldama ha participado en la comisión de un delito de acción pública, cíteselo a los efectos de recibirle declaración indagatoria, fijando audiencia para el día martes 18 de noviembre de 2025”.

Dice Beatriz: “Lo quiero ver, le quiero hablar y decirle gracias. Gracias por pegarme, gracias por romperme la cabeza y el ojo; y gracias por romperme la cadera”. Lo dice con su voz suave y tranquila de siempre, y enfila con su bastón hacia la marcha.  

“Será largo lo que viene”

Detrás de Beatriz la Policía Federal va cercando a la gente que reclama en la vereda sobre la plaza de los Dos Congresos a la altura de Rivadavia y Callao, y la intima a pasar del otro lado de la valla.

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

La frontera en Congreso. Foto: Juan Valeiro/ lavaca.org

Un hombre –con un gorro en el que se lee “jubilado testarudo”–, se acerca a Beatriz y suspira: “Será largo esto, muy largo”. No habla de hoy sino de lo que vendrá. Habla de la época. Mientras, los federales se acercan un poco más. La mayoría sin identificación. Se arrima otro jubilado y se arma una especie de asamblea que reflexiona sobre los comicios recientes: “Nos va a costar un pulmón o dos todo lo que viene, todas las reformas que el gobierno intentará hacer”. Otra voz plantea entre el sonido de redoblantes y trompetas: “La mayoría del pueblo eligió seguir estando mal por miedo a que se descontrole todo esta semana”. 

La Policía Federal termina de acorralar a los pocos manifestantes –y a los muchos fotógrafos– que aún quedan del lado del Congreso hasta terminar de cerrar la hilera de vallas. A la tensión le sigue una serie de gaseadas que deja a 11 personas heridas, según la Comisión Provincial por la Memoria.

Otra jubilada, señalando a la policía: “A esta gente la compadezco: sus dirigentes haciéndose los guapos en canales de stream y ellos acá poniendo el cuerpo”. 

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Geopolítica. Foto: lavaca.org

La pierna de Fernando

Fernando Quintero caminaba por la vereda y fue atropellado hace 9 años por un colectivo que había perdido el rumbo. Le amputaron la pierna derecha.

“Pero hace cuatro meses me sacaron la pensión” cuenta a lavaca, y al contarlo se le inundan los ojos celestes. Fue una segunda amputación.

¿Cuánto era la pensión? “263.000 pesos”.

¿Y cómo sigue la cuestión? “Me dieron un turno para que un médico certifique que no tengo una pierna. El turno es para abril”. Todo ocurre en órbita de la ANDIS, agencia de discapacidad de notoriedad pública. Gracias a la aplicación de este tipo de motosierra, el gobierno sostiene que logra equilibrio fiscal.

Tal vez esta foto sirva para que alguien certifique antes de abril que a Fernando Quintero le falta la pierna derecha. Y que le devuelvan la pensión.

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Fernando Quintero. Le amputaron una pierna, y la motosierra oficial también le mutiló la pensión de 260.000 pesos. Lo citaron en abril, para certificar que le falta la pierna derecha. Así se logra el equilibrio fiscal. Foto: Juan Valeiro/ lavaca.org

“Llenar las calles de pasos”

Mientras tanto, dos drones de las fuerzas de seguridad sobrevuelan la escena. Filman desde arriba lo que expresa otro jubilado en un cartel: “Derrotados son los que dejan de luchar”. 

También graban a Carlos, 73 años , con un cartón en las manos pensando en lo que pasó en las elecciones, pero sobre todo mirando a futuro: “Acá no se rinde nadie”. Lo justifica cuando habla: “Por un resultado electoral en contra no se desarma el reclamo. Al contrario. Hasta que no haya una mejora en los remedios y en las jubilaciones esto va a seguir y se va a incrementar porque seguirán mandándose cagadas. Yo confío en que el pueblo va a reaccionar”.

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Jubilado gaseado. Hubo un total de 11 heridos. Foto: Juan Valeiro/ lavaca.org

Alicia, de Jubilados Insurgentes, resume cómo estamos: “En las ciudades inundadas, como Bahía Blanca, Milei no les dio un peso y ganó igual. Es difícil de comprender. Somos masoquistas”. 

Y comparte su alternativa: “Hay solo una salida: llenar la calle de pasos”.

Motosierra, medios y comercio exterior

Eduardo tiene 79 años, cumple 80 el 30 de marzo. Leva un gorro piluso y un cartel que es una propuesta de comercio exterior: “La solución argentina: exportar libertarios a los Estados Unidos ¡hasta agotar el stock!”

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Eduardo. A los 9 años lo mandaron del colegio a su casa porque se producía el bombardeo de las FF.AA a Plaza de Mayo. «Así que estamos acostumbrados, siempre peleando».Foto: Juan Valeiro/ lavaca.org

Es un hombre de sonrisa fácil: “Los medios de comunicación hacen un aporte importante a la confusión, a que la agente no razone. Te dicen que es mejor esto que lo otro, pero no está muy claro qué es lo que está bien o lo que está mal. Te hablan del peronismo, y yo pregunto: ¿se entiende qué es el peronismo? Entonces es difícil. Por eso lo que me parece importante es seguir acá, sin resignarse, tratando de lograr lo mejor”.

Cree que es una época complicada. “Pero mirá: cuando yo tenía 9 años iba al colegio que está frente a Plaza Lavalle, al lado del Colón. Y un día nos mandaron a todos para casa. Habían empezado el bombardeo a Plaza de Mayo de 1955. Duró cuatro horas. Mataron como a 300 personas o más que iban por la calle tranquilamente. Uno no se puede olvidar nunca de algo así. De cómo mataron. Pero se peleó, se peleó después cuando fue la proscripción, cuando estuvieron los militares, cuando estuvo Menem, después en el 2001”.

Fernando trabajó en mil oficios. Fue empelado en casas de cambio, vendedor en comercios, y tuvo un oficio por el que merecería un lugar en el gabinete nacional: vendía y reparaba motosierras en el Once. “Pero eso me enfermaba, por el humo de los motores”. Tuvo otro negocio de venta de repuestos de autos. “Pero me fundí en la época de Menem, con todo lo importado”.

Pone una mano en el hombro del cronista: “Así que estamos acostumbrados. Siempre peleando”.

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Cacerola y máscara antigas. Foto: Juan Valeiro/ lavaca.org

Un camino entre quienes piensan parecido

Rubén y Mario integran el Movimiento Activo de Trabajadores y Jubilados (MATyJ). “Hay una clase media y un sector muy pobre con miedo a perder lo poco que tiene”, piensan. Recuerdan la época de Carlos Menem: “En el 95 le llamamos el ‘voto cuota’, muchos sectores votaron por miedo a que todo explote”.

Keiko, también de Jubilados Insurgentes: “El peronismo no tiene programa. La Libertad Avanza tiene: te vamos a hacer mierda. Es su programa. ¿Y los otros? ‘Freno a Milei’, te dicen. Eso no es un programa. Hasta Menem tuvo una propuesta, con salariazo y revolución productiva, que después fue todo mentira. Y otra cosa: ¿cómo el candidato va a ser Taiana, que tiene mi edad? ¿Por qué no ponen a otro pibe como vos?”. Alguien la escucha y observa: “La derecha sí se renueva”.

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Foto: Juan Valeiro/ lavaca.org

El sacerdote Francisco Olveira, o padre Paco, está frente a la policía. Piensa dos cosas: “Una es que el apoyo de Trump y Estados Unidos influyó mucho porque hasta yo, si no pensara como pienso, votaría a Milei porque la sensación era que se iba todo a la mierda, lo cual no quita que eso ocurra, pero más adelante”.

¿Y lo otro? “Lo otro es que hay muchos hijos de puta, con perdón de las chicas de AMMAR que quiero mucho, que les importa un carajo el 3% de Karina, que promulguen leyes sin financiamiento, lo que le hacen a la gente del Garrahan, a los jubilados, a las personas con discapacidad”. Sintetiza: “Muchos que solo votan a otro hijo de puta”. 

El padre vive en el asentamiento Esperanza, en Merlo, oeste del conurbano. “Los sectores más pobres que habían votado a Milei se dieron vuelta, salvo este sector que te marco. Te cuento un ejemplo: la provincia está completando una obra que tenían que hacer las ISU (Integración Socio Urbana) a nivel nacional, y un vecino que es mileísta sacó fotos trucadas diciendo que como habían perdido las elecciones, se estaban llevando las máquinas”.

Paco mastica bronca, pero dice que la salida es seguir estando en la calle. ¿Y hacia dentro? “Me gustaría que Bregman y Grabois se sentaran a charlar. Debería ser un camino, entre quienes pensamos más o menos lo mismo. Pero no sé si pueda darse en nuestra Patria”. 

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Foto: Juan Valeiro/ lavaca.org

“Si tirás la toalla, perdemos”

Guillermo, 77 años y vecino de Ituzaingó, es jubilado metalúrgico. Estuvo algunos miércoles sin venir porque tiene EPOC y está medicado. Tiene un cartel con dos palabras: “Voto luchar”. Piensa que hay mucha gente que sabe que está mal, pero no quiere estar peor: “Saben que el peronismo no es alternativa porque no luchó en dos años. La CGT, tampoco. Pero la izquierda algo creció: siempre está acá y eso se paga. Conozco muchos peronistas: hay gente enojada con su dirigencia, porque perdieron y se dividieron más: se peleaban por octubre, ahora se van a pelear por las elecciones de 2027, pero no están peleando con la gente acá. Si hubieran hecho algo, ganaban con todo el apoyo”. 

-¿Por qué seguís viniendo con tu EPOC y todo este contexto?

-Venir acá te cura, te da pila, es un remedio. Te mantiene ligado con tu realidad. ¿Voy a sentarme en una silla de paja a ver cómo pasan los vecinos por la ventana? ¡Me pego un tiro! Hay que creer en la lucha, creer en las calles. Hay que subir al ring aunque te caguen a sopapos, porque si tirás la toalla, perdemos. Nosotros vamos por el round final.

Marcha de jubilados: “Hay que creer en las calles”

Imagen en la plaza de Congreso.Foto: lavaca.org

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Mapumundi: Lef y una cartografía de la situación mapuche

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Lefxaru Nawel es ciudadano argentino de nacionalidad mapuche, werken (vocero) de la comunidad, abogado, profesor universitario, rockero y papá, entre otras cosas. Fue uno de los detenidos en julio por reclamar que se cumplan las leyes. Su mirada sobre el gobierno de las corporaciones, Occidente, el fin del cinismo, los cascarudos, el racismo y el odio, el progreso, el fracking, la pobreza, el agua, Vaca Muerta, la democracia y algunos datos sobre las utopías y el futuro. Por Sergio Ciancaglini.

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