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Los espíritus
De cómo se renovaron las esperanzas en los argentinos en Niznhi.
Por Delfina Corti desde Niznhi
Ayer, en Niznhi, amanecieron los caídos. En una ciudad pequeña, donde el mundial lo viven únicamente los hinchas de los países que juegan acá, amanecieron los argentinos que se quedaron después del partido. Acá no se vive la euforia mundialista de Moscú, acá en la peatonal no se juntan a cantar, acá, ayer, solo había rusos, argentinos, croatas, y los primeros panameños.
Ayer al mediodía, los resignados fueron a dar una vuelta por la ciudad. Se reconocían entre ellos por las caras largas. Los menos débiles trataban de levantar a los que ya no podían con el peso de su cuerpo. Frente a una vista increíble del río Volga, un niño solo miraba su celular. No quería, no podía levantar la cara. “Hay que tener fe”, lo animó uno. “Ya tuve mucha fe en este equipo. Ya tuve fe contra Islandia, contra Croacia. Ya no tengo más fe”, soltó el pibe. El papá, a su lado, se lamentaba por su hijo quien no dejó ver sus ojos llorosos mientras se le quebraba la voz al decir esas palabras.
Y tras caminar sin rumbo, comer sin hambre, llegaron las seis de la tarde. Como quien va a a un lugar simplemente a ver qué onda, pero sabiendo que algo increíble puede pasar, llegaron los argentinos al FIFA Fan Fest. Tirados en el piso, vieron el partido. Tras algunas pifias nigerianas, algunos cantaban para convencerse de que lo peor ya había pasado: “Vamos vamos, nigerianos, vamos vamos a ganar que está banda quilombera, no te deja, no te deja de alentar”. Algunos se reían, todos sufrían.
Pasaron 45 minutos. Todavía quedaba un tiempo de agonía. Durante el entretiempo se tomó aire: este mundial está demostrando que en el fútbol todo puede pasar. Incluso llegar con chances al último partido después de un empate y una goleada en contra.
Y, a aquellos que estaban tirados en el piso para ver qué onda, a aquellos muertos, los levantó un golazo de Musa. Y después, otro golazo. Y después, el penal errado. Y ahí, con cautela, los muertos de Niznhy empezaron a renacer porque la chance aún está, porque lo más difícil ya pasó, o al menos uno quiere creer que peor de lo que se jugó no se puede jugar.
Ayer, los muertos renacieron. Ahora, marchan a San Petersburgo. Viajan con cautela y con algo que en el fútbol nunca se puede perder: la fe. Sí, pibe. A los siete años ya aprendiste la lección: la fe es lo último que se pierde.
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