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El fiolo que te parió

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“Todo lo que conocí en la prostitución traté de llevarlo a otros espacios.” Fue así como Sonia Sánchez encontró una fórmula para analizar el mundo actual. Problemáticas como la identidad, el Estado, la resignación, el trabajo y la alienación cobran una perspectiva clara y evidente: el sistema fiolo. Un concepto desde el cual puede analizarse temas tan variados como el trabajo precario o el fútbol. Y, por supuesto, la política, con sus proxenetas estelares: los punteros políticos.

El fiolo que te parióDel incierto número de preguntas extraordinarias que cada persona puede plantearse en la vida, Sonia Sánchez ha sido capaz de formularnos al menos dos. La primera:
¿Cuándo te sentís puta?
Cada vez que lo pregunta a grupos de estudiantes, intelectuales, trabajadores, desocupados, activistas y desactivados, la respuesta es similar a la que podría estar pensando ahora quien está con este enigma entre sus manos.
Entonces, la siguiente pregunta es:
¿Quién es tu fiolo?
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(Aquí habría que permitir un espacio dedicado a lo que la imaginación o la biografía le dicte a quien está leyendo.)
 
Es posible que la respuesta a cada uno de estos interrogantes abra opciones para algunas actividades de alcances imprevisibles: pensar, mirarse a uno mismo, y mirar alrededor. Los que lo intenten, quedan invitados a iniciar este trayecto. Y los que no, continuarán seguramente con sus rutinas habituales.
 
La mala vida
¿En qué medida la prostitución puede darnos un modelo para pensar las claves de la vida social y política, cultural, económica, deportiva y sentimental de nuestra época?
Sonia Sánchez procede de lo que se ha dado en llamar el “oficio más viejo del mundo” (y en ese caso, la prostitución –incluyendo a prostituyentes y proxenetas– sería antecesora de las religiones, los ejércitos, los partidos políticos, los organismos financieros, las academias e incluso el jet set). Pero para evitar este tipo de simplificaciones, Sonia nos enseña: “Lo único más viejo en el mundo es el hambre”.
Con justicia, también le dicen “mala vida“ , aunque mirada con los ojos de Sonia esa maldad debe incluir a los organismos internacionales, los funcionarios, la policía, los sindicatos, los jueces, las leyes y sus creadores, los legisladores de toda laya, entre otros artefactos institucionales.
Sonia, entonces, dice: “Lo que conocí en la prostitución traté de llevarlo a otros espacios”. Ahora mismo está preparando un libro con María Galindo, de Mujeres Creando de Bolivia, en el que juntas deshilvanan claves para entender el poder. Y el no poder. Antes todavía, cuenta aquí eso que vio y le permitió entender el funcionamiento de lo que definió como Estado proxeneta: un formidable disparador para descifrar muchas claves sobre la obediencia, la enfermedad y la incertidumbre en una sociedad contaminada por el adn fiolo. Y para pensar cómo liberarse de esas jaulas.
 
Biografía de la desobediencia
Sonia integró la primera organización de Argentina de mujeres prostitutas. “Ahí se planteaba que la prostitución es un trabajo. Al principio me pareció bien. Fue un avance. Pero luego te das cuenta de que el discurso del trabajo sexual representa un verdadero corsé porque fija un límite: de ahí no te permiten mover más. Te dicen: compañera, sos una trabajadora sexual. ¿Eso significa que la prostitución es un trabajo? Hay que enfrentar la verdad. Y la verdad es que la prostitución es violencia. No es trabajo. Es violencia psíquica y física ejercida sobre cuerpos de niñas, adolescentes, jóvenes, maduras y viejas. Es una violación concreta y también simbólica, porque al mismo tiempo violan tu cuerpo y tus derechos. Entonces, ¿ser torturada es un trabajo? ¿Ser humillada es un trabajo? ¿Ser prostituida por el hambre es trabajo? No: es un discurso que protege, justifica y fortalece al torturador, al humillador, al hambreador. Al prostituyente.”
Además, razona, el discurso del trabajo sexual favorece al fiolo. “Lo que nos quiere decir es que ser fiolo no es delito, porque si yo soy una trabajadora sexual, el fiolo pasa a ser un empresario del sexo y el burdel, una fábrica.”
Sonia cuenta que al sacarse la etiqueta se enfrentó a otro problema: si no aceptaban ser trabajadoras sexuales, ¿qué eran? “Pensé que el problema era que no nos veíamos a nosotras mismas. Siempre pintadas como payasas para estar en la calle, ocultando quiénes éramos, sin poder decir lo que hacíamos.”
Frente al problema de identidad, hizo lo siguiente: en una casa de todo por dos pesos compró varios espejitos. En una reunión, los repartió a cada una de sus compañeras, haciendo otra pregunta inesperada: “¿Por qué no nos miramos un buen rato?”. Parecía un juego.
“Primero hubo risas, después silencio. Al rato estábamos llorando. ¿Qué soy? ¿Madre? ¿Esposa? ¿Puta? ¿Trabajadora? Apareció una palabra que no habíamos usado nunca: mujer. Ahí empezamos a vernos.” De ese tipo de experiencias surgió la noción de mujeres en estado de prostitución. “Fue un cambio muy fuerte. En lugar de ser, estar en una situación que no quieres. Al pensar así puedo verme en otra posición de futuro.”
La descripción de todo este proceso implica, entre otras cosas, un método para pensarse a sí mismo por fuera de las etiquetas que se nos imponen: pensar qué dicen de nosotros mismos, quiénes lo dicen, qué consecuencias prácticas tiene, rechazar aquellas identidades que nos sujetan y crear nuevas, previo paso por mirarse en el espejo. Sonia lo sintetiza así: “Yo primero me dejé de mentir. Y cuando vos te dejás de mentir empezás a ver la perra mentira de los demás”.
Después de algunos años en la presidencia de ammar Capital, Sonia decidió renunciar a fines de 2006, y en varios sentidos volver a empezar. No le gusta el estancamiento, intuye que todo tiempo pasado fue peor, y ha sabido tomar decisiones tan radicales y veloces como tirar a la basura todas las etiquetas que le quisieron endilgar.
Jorge Drexler diría:
“La vida cabe en un clic”.
El libro que está preparando junto a María Galindo es uno de los tantos territorios nuevos que logró abrir y sigue abriendo a partir del único clic que cambia una vida: decir basta.
 
El decálogo
Sostiene Sonia que cuando se habla de fiolo, proxeneta, cafisho, “siempre hablas de un explotador o una explotadora”.
¿Pero existe la puta sin fiolo?
Siempre hay un fiolo. Es un hombre, una mujer. O es la pobreza y el hambre.
¿Cómo es el fiolo personificado?
Cuando es un hombre, entra por el lado lindo, suave, de alguien generoso que te va a ayudar. Te hace un regalo, te lleva a un lugar bonito. ¿Sabes quién es? El príncipe azul, pero ya sabemos que el príncipe azul destiñe. El proxeneta construye una estrategia de control sobre la mujer, su familia, su necesidad. Te dice: “¿Quieres mantener esta vida conmigo, el Príncipe Azul? Tienes que ir y pararte allá, no te va a hacer mal, es poco tiempo, yo te voy a proteger, ya vas a salir”. Si la chica se niega, se acaba el príncipe y empiezan los golpes y amenazas. Porque el proxeneta vive de explotar a los demás.
¿Qué es ser explotador?
Es el que vive de mí, de mi fuerza, de lo que puedo producir con mi cuerpo, con mi saber. El Estado también es eso.
¿De qué modo?
Te dan cajas de alimentos y forros a través de las organizaciones de putas. Un ejemplo: en la organización que yo fundé nos daban 7.000 forros por mes, pero sólo catorce puestos y por seis meses, para un microemprendimiento de costura.
 
esde el punto de vista del Estado el argumento es que con los forros les están brindando una ayuda, cuidándolas de posibles enfermedades. Sonia se subleva: “Cuando salíamos a exigir educación, trabajo, el Estado respondía con esas cajas de alimentos y forros. Yo decía: diablos, no es eso lo que pedimos. ¿Qué está pasando? Pido algo para salir de la prostitución, pero me dan cosas para sostenerme en la prostitución. Eso es proxenetismo. Como cuando te dan planes de `inclusión social´ que mantienen todo como está porque en lugar de darte herramientas para buscarte vos mismo el sustento te obligan a depender de que todos los meses te llegue a tiempo una caja de comida que es siempre insuficiente. Igual hace el proxeneta: te mantiene en la esquina, no te deja crecer, no te suelta. Y, lo más importante, no te deja pensar”.
Sonia advierte que este sistema fiolo se funda, entre otras cosas, en algo tan medular como el manejo del tiempo. La dádiva, la violencia, el control, la explotación continua “no te permiten reaccionar, estás sometida al tiempo que te imponen: ese día a día que se transforma en una eternidad”.
¿En qué sentido?
Hay cosas que terminás aceptando porque pensás que sólo son por un tiempo, que después vas a conseguir algo mejor. Aceptás el trabajo de porquería, como aceptás pararte en una esquina o aceptás los forros. Pero pasa el tiempo y seguís ahí, porque una vez que aceptás no hay después, hay lo mismo. Ya sos un trabajador precarizado, ya sos una puta y ya sos un pobre desocupado. Ya sos parte del sistema fiolo que no te deja salir de ahí porque te obligó a aceptar sus lógicas, sus valores y, lo que es peor, aceptás que no sos capaz de lograr otra cosa. El fiolo es el que te hace creer que sos lo que sos porque te lo merecés y que lo poco que te da se lo tenés que agradecer porque, en realidad, no te merecés nada”.
 
Y pone como ejemplo las cajas de alimentos de los planes sociales que se distribuyen una vez por mes y duran menos de diez días. Son 10 productos cuyo precio de venta al público no supera los 15 pesos. Yerba, harina, fideos, arvejas, azúcar… todo de marcas irreproducibles y de una calidad que los funcionarios que las envían seguramente omiten en sus dietas. “Esa caja es una humillación, y la humillación garantiza tu sumisión.” Un círculo al que identifica como la cadena del fiolo.
 
 
Dejar de ser
Pero el Estado proxeneta no es sólo lo que se ha venido describiendo hasta aquí. Pregunta Sonia: “¿De quién es la policía? La policía y la prostitución fueron siempre juntas, es la historia de este país”.
La enumeración va más allá: incluye a los foros y congresos internacionales, organizaciones no gubernamentales, expertos y sindicalistas: “A todos les sirve que la puta siga en la calle. Hacen encuestas, estudios, documentos, tesis. Luego, están los laboratorios con sus espermicidas, lubricantes, preservativos, estudiando la resistencia de la vagina, el efecto de sus productos. El día que la puta hace clic y se da cuenta de todo, deja de ser un negocio. Mientras tanto, le da de comer a mucha gente”.
Considera que lo que queda planteado es un mapa de lo que llama despersonalización: “Ya no sos vos, sos una cosa que depende. No pensás, no decidís, no podés hablar, porque tu voz, tu pensamiento y tu poder de decisión son del proxeneta o de los parásitos que viven de vos”. A ese no ser uno mismo, en otros ámbitos se lo llama alienación.
 
 
Tres conceptos
Sonia habla del fiolo, extiende el concepto al Estado, y permite entender múltiples formas de relaciones laborales, políticas y económicas. No es casual que al preguntar ¿cuándo te sentís puta? la mayor parte de las respuestas (más allá de las obvias diferencias entre una mujer penetrada por la fuerza 25 veces al día y un empleado urbano) se relacione siempre con la cuestión laboral, con los abusos que se sufren las personas como ciudadanos, usuarios, consumidores, con el recorte de los derechos y de la capacidad de tener su voz, pensamiento, poder de decisión.
Para María Galindo la definición de Sonia sobre el Estado fiolo tiene –por lo menos– tres vertientes importantes de análisis:
y “El carácter masculino del Estado: ya no solamente relacionado con su patrón patriarcal que viene de padre, sino con su patrón proxeneta que viene de explotador del cuerpo de las mujeres. El decir Estado proxeneta nos aclara el lugar de objetos sexuales de intercambio que ocupamos las mujeres en todas las sociedades y culturas del mundo. Nos aclara también la negación de nuestra condición de sujetos. El Estado proxeneta es definitivamente una manera de jerarquizar las relaciones sociales en una determinada sociedad. Es una mirada que sale desde el mundo de la prostitución, pero que nos sirve para comprender las relaciones sociales en todos los ámbitos y actores”.
y “Al mismo tiempo, pienso que Estado proxeneta es un concepto útil y clarificador para todos los movimientos sociales y no sólo para las mujeres en situación de prostitución. Por ejemplo, acá en Bolivia, los movimientos de campesinos, de desocupados o de lo que fuere han entrado en esa relación de dependencia que Sonia describe. En esa relación de pedir concesiones al Estado y de pedir que el Estado te reconozca. Y sin ese pequeño patio, sin esa pequeña jaula donde te mueves jugando a pedir concesiones –y el Estado jugando a dártelas o quitártelas– no tienes otra política, ni otro espacio, ni otro interlocutor, ni dónde moverte. Es como si más allá del Estado no hubiera política, ni sueño de transformación, ni objetivo, ni horizonte. Es como si la relación con el Estado se comiera todo o fuera todo.”
y “Otro elemento importante de las caracteristicas de este Estado proxeneta es el tipo de relación que te propone en lo micro, en lo pequeño. Es la relación burocrática que tiene como característica la incapacidad de resolver los problemas. Porque además de burocrático, el Estado se caracteriza definitivamente por establecer una relación humillante protagonizada por algún funcionario o funcionaria mediocre que halla en el pequeño espacio que ocupa el terreno ideal para ejercer, reiterar y subrayar ese espacio de “poder” en el que respecto de ti se coloca. Ese funcionario o funcionaria y sus mecanismos de postergación, humillación, arbitrariedad, impunidad y corrupción son el rostro del Estado frente a vos puta, a vos desempleado, a vos viejo, a vos vieja, a vos vendedora ambulante. Es la cara del proxeneta que vive de ti con tu dinero.”
 
El shock de la empanada
La psicoanalista brasileña Suely Rolnik también usa una referencia similar en un ensayo llamado Geopolítica del rufián. Suely considera que así como el cafisho explota el erotismo –que es la fuerza vital de la prostituta– el capital explota la fuerza creativa de las personas; las rufianiza, a través de una relación perversa, o sea, enferma. Esa geopolítica de la obediencia abarca la dictadura del consumo, los recursos cada vez más sofisticados de control social y una especie de hipnosis neoliberal. “Es como si no estuvieras viviendo o como si estuvieras viviendo como un zombi, disociado de la realidad. Eso es patológico.”
El médico y psiquiatra argentino Fernando Salazar agrega a este diagnóstico: “Para saber si una persona está enferma hay dos vertientes. Una es cuando hay una conducta estereotipada: ante cualquier estímulo responde con lo mismo. Y la otra es la rigidez: no se puede mover de otro modo.” Aquello que enferma, entonces, es lo que te obliga a responder y moverte así. Tal como lo hace un fiolo.
Salazar agrega algo que vuelve a poner en red todo el problema: “Lo que hace un trabajador en un call center, ¿cómo se aguanta? Es una relación perversa y para soportarla, te disociás. Frente a la angustia tu cerebro se divide, la cabeza se pone en otro lado. Y el sistema te termina enfermando porque para soportarlo debés cortar el contacto con vos mismo, con tu propio deseo. Y así me banco el trabajo, la vida actual, los jefes, los prostituyentes y los fiolos”.
Cuenta que un día llegó a su consultorio una paciente en un estado de angustia tal que casi no podía hablar. Sólo repetía: “No quiero que me hija sea una empanada”.
Supuso que se trataba de un delirio, hasta que entendió: la mujer se había cruzado en la calle con una chica que estaba promocionando la oferta de una casa de comida vestida de…. empanada. El shock de su paciente tenía su razón de ser: sus dos hijos habían estudiado en el Colegio Nacional Buenos Aires. El mayor ya había conseguido su primer empleo en un call center. La mujer, entre lágrimas, razonaba: “Aprendió inglés, francés, latín, leyó los clásicos… No me importa que gane poco, pero ¿cómo puede un chico así preparado pedir permiso para ir al baño en el trabajo? Yo fracasé, la escuela fracasó porque lo único que no le enseñamos es a mandar a quien lo humilla al carajo”.
 
La píldora fiola
Salazar considera que el estrés es positivo (es lo que nos permite salvar una situación de peligro desde la época de las cavernas) pero el estrés que genera este tipo de situaciones es diferente, porque no lo dispara un peligro puntual, sino todo un proceso de riesgo que va acumulando tensión hasta convertirla en una presencia permanente. Y así se produce todo un nuevo universo fiolo: “El negocio de los laboratorios que te venden sustancias para que vos sigas bancando vivir así: calmantes, analgésicos, antidepresivos, vitaminas, viagras y todo lo demás”.
Cree también que de esta manera funciona ese mecanismo que Sonia describe cuando habla de “dejar de ser vos”. “Un bebé no es autónomo. En la medida en que hay desarrollo psíquico se gana en autonomía, que no es aislamiento sino lo contrario, la posibilidad de salir de lo autorreferencial y narcisista, y conectarse con los demás. Pero la posibilidad de autonomía, de elección, de libertad, en un sistema fiolo que no quiere abrir opciones, es una batalla cotidiana. Librarla es lo que permite ser más sano, no desde lo moral o lo ético, sino desde lo psíquico y, por eso mismo, desde lo social.” (Suelly dirá que, por eso mismo, lo psíquico cobra la dimensión de lo político.)
La referencia al bebé no parece casual. Ya el Colectivo Situaciones había nombrado como “infantilización” al proceso que describen de la siguiente manera en el libro ¿Quién habla? La lucha contra la explotación de alma en los call centres:
“Decimos que la producción capitalista infantiliza: subordina nuestras facultades vitales a un guión preestablecido, a un conjunto de consignas que obedecer, a jerarquías artificiales en el lugar de trabajo; obliga a un tipo de vida completamente sometido, que nos expropia nuestra capacidad de problematizar, de formular preguntas e inventar respuestas. Todas aquellas aptitudes creativas que ponemos en juego a lo largo de nuestras vidas, en cualquier situación, en las más cotidianas, son ahora puestas a trabajar, puestas a obedecer. Precisamente cuando lo que se esclaviza ahora es el lenguaje, la mente, las fuerzas de creación, la subordinación toma esta forma infantilizada, en la que quien puede hablar no tiene nada para decir y quien debe enfrentar los problemas los encuentra ya planteados. Hay que estar atentos a las consignas. Hemos vuelto a la escuela. ¡Atentos, atentos a las consignas!”.
 
Lecciones de desobediencia
Un psicoanalista de los que han cimentado el prestigio internacional que tiene Argentina en la materia, el doctor Hernán Kesselman, estima: “Por momentos me parece que se han naturalizado cosas que tendrían que provocar escándalo o reacción. No sé si es obediencia debida, o resignación”.
Esa pasividad es un síntoma del mundo signado por la lógica del rufián. Incluye, en algunos casos, la aparente imposibilidad de rebelarse (y la actitud quejosa al respecto) y en otros, cierto cretinismo formalizado a partir de frases como “cumplo órdenes” o “las normas son así”. Frente a esto, Kesselman propone “resistir, pero además tratar de transformar aquello que nos enferma”. Y cita a Pichón Riviere: “Hay que planificar la esperanza; sabiendo que lo mejor siempre es el momento de la planificación”. La esperanza no como espera, sino como acción.
Cree, además, que es útil imaginarnos como náufragos aferrados a un trozo de madera. “La creatividad sería aprender a subirse y convertir ese madero en una tabla de surf para dirigirnos hacia un contacto social positivo, que rompa el aislamiento y nos libere del naufragio.”
Salazar ubica a esos maderos salvadores en nuestras cabezas: “Nuestra diferencia genética con los monos es ínfima y radica en la capacidad de reflexión, de crítica y de creación”. Por eso advierte: “Te dicen que está todo inventado, todo hecho. Pero son líneas que te bajan, como hace el fiolo, para que nadie piense distinto. No es cierto. Todo está por inventarse, todo está por hacerse”.
Suely habla de “un continuo proceso de liberación”.
¿Y Sonia –que empujó varios de los debates que aquí fluyen– dónde encontró la fortaleza frente a estos naufragios?
-La fortaleza está en la rebeldía y la desobediencia, para que se respete tu forma de pensar, para que no te tapen la boca ni con plata ni con forros. Tienes que dejar de mentirte, y mirarte. Mirar si estás haciendo lo que quieres.
Sonia cree también en cada pequeño acto de afirmación de la persona, de la recuperación de la confianza en sí misma, como un camino que nadie sabe hasta dónde puede llegar.
La vida cabe en un clic.
Por eso Sonia nos advierte a todos que la trampa, siempre, es el miedo: “No hay que paralizarse, ni bloquearse, ni tenerle miedo a la ruptura”.
Luego, con esa mirada que lo ha visto casi todo, me cuenta algo de lo que aprendió gracias a la vida: “Nunca vas a saber todo lo que puedes lograr, si no lo intentas”.
Quizá por eso Sonia ahora es parte de MU.

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