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Encuentro cercano
La invitación era simple: conocerse y conversar. El joven espíritu de este intelectual que es un símbolo del pensamiento libre y comprometido con la solidaridad y la veterana experiencia de tres chicas que ya aprendieron a pelear por la vida.
La casa de Osvaldo Bayer parece una feria del libro, aunque los suyos son más bellos y ninguno merecería ese destino de adorno. Duerme albergado por miles de volúmenes, incluyendo una estantería entera dedicada al anarquismo, y casi furtivamente me muestra una gran foto en blanco y negro. “Me despierto mirándola”. La foto es de Marlene Dietritch, y explica por qué a algunas mujeres cabe definirlas como diosas. Bayer cumplirá 81 años en febrero, y toda esa vida ha estado dedicada a las causas que normalmente se llaman de izquierda. Luchas obreras, campesinas, presos políticos, derechos humanos, pueblos originarios y un hábito levemente extravagante: la coherencia. Su obra más célebre ha sido La Patagonia rebelde aunque el tiempo acaso termine por demostrar que su obra más célebre ha sido su propia vida. Varios meses al año los pasa en Alemania, de donde ha venido a visitarlo una nieta que está aprendiendo castellano.
Florencia, Victoria y Ana no son diosas, afortunadamente. Son chicas que ya le han visto la cara a la muerte el 30 de diciembre de 2004, en un país llamado República de Cromañón, que tanto tiene en común con un boliche llamado República Argentina. Le vieron la cara, y decidieron apostar por la vida. No les gusta que les digan sobrevivientes, sienten que es una carga espesa. No les gusta tampoco el lugar de víctimas, y participan en una murga, cuyo nombre es un postulado: Los que nunca callarán.
La reunión está planteada para que conversen sobre un enigma llamado actualidad.
Bayer: Si me dejan empezar, yo vi como una esperanza a las asambleas populares y barriales después de 2001. Esa democracia, esa participación. Por ahí vi la salida, después de tener diversas experiencias de izquierda.
Hoy las asambleas están en Gualeguaychú, La Rioja, Cromañón, Esquel…
Ana: La gente participa en hacer esas experiencias. En cambio, los grupos que ya están armados como partidos no te dejan sentirte parte de algo que vos misma estás creando.
Bayer: Y hacés democracia de ese modo. Porque esto que tenemos hoy no es democracia. Esto de elegir una lista con un eslogan, sin ninguna propuesta real. ¿Para qué elegimos? Tenemos que democratizar a la democracia, nadie tendría que volver a ocupar un cargo que ya ocupó. Miren, es la segunda vez en la historia que un presidente designa a su mujer para sucederlo. Ya pasó en Filipinas con Marcos. ¿Se acuerdan? Pero era un dictador. No quiero aparecer como antikirchnerista, podría analizar que tiene cosas positivas y negativas, pero uno sabe que después de Cristina vuelve el otro. Eso es autoritarismo…
Florencia: Por eso política es una mala palabra para tanta gente.
Bayer: Se compran votos y adhesiones como en la época de los conservadores. Y del otro lado, tenés un país que se da el lujo de tener presos políticos por romper vidrios en la Casa de Neuquén, mientras Sobisch, que dio la orden de reprimir a los maestros cuando terminaron matando a Carlos Fuentealba, no sólo anda libre y sonriente, sino que es candidato. Tampoco escuché a los intelectuales peronistas del gobierno hablando de la represión en Salta a los maestros, por parte del gobernador Romero, con gases y balas de goma: máxima cobardía.
Ana: El Estado busca mantener el orden cada vez más violentamente. A cualquiera que sale con una expresión de desagrado, le mandan la policía. Lo del voto que decías, yo ya no lo veo como una expresión de nada, sino como una obligación y un desinterés.
Victoria: Es cierto, para nosotras con el voto no se gana nada. Vamos porque es una obligación, pero sabiendo que no hay reales opciones. Capaz que votás un partido de izquierda por no votar a los otros. O capaz que directamente anulás el voto, o ni vas.
Bayer: Yo veo lo que pasó con la dictadura, con la crueldad, con los crímenes, y lo único con lo que me conformo es con llegar a la conclusión de que todos tenemos que ser partícipes de la democracia. No conformarnos con votar, sino que ante cualquier problema que nos afecte y afecte al pueblo, y a los niños principalmente, o frente a la injusticia, hay que salir a la calle.
Más que cualquier edificio, la calle es el lugar de la democracia.
Bayer: Sí, y lo he discutido con queridos amigos de la guerrilla incluso. El camino es el de sindicalistas como (Agustín) Tosco que salió a la calle con los obreros y así hizo el Cordobazo. No se encerró en un bosque a hacer la guerrilla. La cuestión es decir la opinión, sentirse protagonista y hacer hoy las cosas que tenemos que hacer.
Ana: La pregunta era por lo que hoy nos puede resultar más fuerte, dónde apostaríamos, y yo apuesto a cualquier espacio donde haya democracia directa, horizontalidad, ganas de participar. Empezás un camino que de otro modo es imposible, esperando a que alguien venga a decirte qué hacer y cómo pensar. Lo bueno ahora sería ir articulando esos espacios. Que cada uno no se quede en su propio problema, sino que nosotros sepamos que podemos apoyar a una asamblea, a una escuela, a otras luchas.
Florencia: En Cromañón éramos un montón de familias y personas diferentes, sin cosas en común, envueltos en la misma masacre pero a partir de esas diferencias pudimos buscar lo que nos unía. Se puede hacer.
Bayer: Claro. La historia te muestra que los pueblos son capaces de movilizar las cosas, y después los traicionan. Hay que aprender de eso para hacer una democracia en serio, sin burocracia ni autoritarismos.
Fin de la charla. Bayer sale a una rotisería a buscarse el almuerzo. Las chicas van a tomar un café, para charlar algo sobre el futuro: mañana tocan Los que nunca callarán.
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Gorilas de vanguardia
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Las elecciones demuestran que la política está en otra parte, y la izquierda también. En plena transformación, ¿dónde se genera el cambio social?, ¿cuáles son los nuevos desafíos? Compartimos estos interrogantes con quienes, desde la acción, nos ayudan a pensar qué significa ser de izquierda hoy.
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