CABA
Un mundo nuevo
Trescientas familias, en su gran mayoría bolivianas, ocuparon un predio abandonado a metros del Parque de la Ciudad, en Lugano, hartas de las promesas oficiales que aún siguen sin cumplirse. Conviven allí seis agrupaciones de izquierda que organizaron el nuevo barrio. Rodeadas por la policía y acechadas por los punteros, así construyen sus vidas, con una mezcla de antiguas y novedosas tradiciones.Cuatro ladrones andaban robando por la toma. Aprovechaban los horarios en que la gente se iba a trabajar para meterse en las casillas donde quedaban personas solas o algún viejo. En una de las incursiones, cuando un vecino les hizo frente, le cortaron un pie. Eso envenenó el ánimo del barrio. Finalmente, una tarde los agarraron; se corrió la voz y de inmediato se armó un tumulto. Alguien –una mujer– propuso que los quemaran vivos, incluso que había que llamar a la televisión para que sirviera de ejemplo. Si esa tarde los ladrones se salvaron fue porque la policía llegó primero.
Lo cuenta Gregorio –42 años–, albañil. Con la pico de loro señala el pasillo del asentamiento, la larga fila de casillas en construcción, y dice que los robos son un problema en la toma. El otro problema es la policía, que a 50 metros del lote donde estamos vigila con un camión hidrante y dos celulares, no se sabe si para impedir que el barrio se extienda o porque aguarda el momento para desalojarlo. Ya lo hizo una vez.
Esta zona en tensión, con la amenaza de los ladrones y la policía, es el territorio de una experiencia inédita: una toma organizada por militantes de izquierda –como el Polo Obrero, el Movimiento Territorial de Liberación y el Frente Darío Santillán– pero en la que casi todos son bolivianos. Y bolivianas: cholas que se pusieron el chaleco del po o se reúnen en el local del mtd, aunque todavía sufran como un puñal clavado en el corazón el dolor de haber tenido que dejar el mercado de Cochabamba, o cuenten cómo extrañan, por las mañanas, ya no poder ver salir el sol entre los cerros.
¿Parece una extraña combinación? Resulta que no lo es tanto, apenas uno se pone a escuchar. Gregorio enrosca las puntas de dos cables, termina de hacer la conexión de la luz y dice que entre los paisanos hay cultura de la organización, lo que traduce de la siguiente y simple manera: “Las cosas se consiguen si hay unión, si no no se puede hacer nada”. Cuenta que antes de venir a Buenos Aires, desde Jujuy, estuvo con el Perro Santillán en una ocupación en reclamo por viviendas. Y que su vecino, un salteño, vivió en una toma campesina de Santa Cruz de la Sierra. Alguien dará después un ejemplo ilustrativo sobre qué se entiende en este barrio por cultura de la organización: los vecinos echaron a una agrupación piquetera, a la que le dijeron “No queremos cajas de alimentos, sino que estén políticamente. Que nos apoyen para lo que es importante”.
Estamos a unas cuadras del Parque de la Ciudad, en Lugano. La calle Chilavert, una cuadra larga en la que corren los chicos, es el límite donde termina oficialmente la Villa 20. Del otro lado de la calle empieza un cementerio de autos de la Policía Federal. La toma se hizo sobre ese predio, aunque no llegó a ocuparlo por entero, sino que se extendió como una franja, con la forma de una lombriz apoyada a lo largo de unas cuatro cuadras.
Hoy es sábado, el barrio cumple un año de su primer intento de asentarse y lo celebra con un festival en la canchita de fútbol. Hay música, comidas típicas y muchas sonrisas. La gente va y viene y todos se saludan.
Mónica, integrante de la Unión de Trabajadores Desocupados dice: “Las 300 familias que hicieron la toma eran inquilinos en la villa. Les cobraban 200 pesos por una habitación. La mitad de lo que podían ganar en el mes se les iba en pagarlo. Por eso empezó todo”.
Sentadas al borde de la canchita de fútbol, miramos a las mujeres que a pocos metros, con sus canastos, ofrecen empanadas paceñas muy picantes. Los chicos corren una carrera de embolsados y un grupo de jóvenes y no tan jóvenes –con look militante– arma un escenario para animar el festejo. Uno de ellos nos presenta a Sara, 30 años, el pelo largo y oscuro, quien a su vez se presenta a sí misma de la siguiente manera: “Sara, del Frente Darío Santillán”. Vino de Cochabamba a Buenos Aires en el 98, por falta de trabajo. “Mi mamá fue una de las que fundó el sindicato en Cochabamba. Salíamos a trabajar cuando todavía no había permiso para vender en la calle, nos apoyábamos las verduras en la falda, usando la pollera de manta. Así conseguimos que existiera el mercado. Aprendimos a pelear contra la cana, siendo niñas. Y menos mal”.
¿Por qué?
Porque soy boliviana, soy morocha y tengo cara de india –se ríe–: Y nada de esto les gusta a los policías.
Sara dice además que tiene “sangre caliente” y que por eso cuando se enteró de que estaban ocupando los terrenos del depósito de autos, empezó a buscar “con qué organización podía quedarme. Miré bien y elegí”.
Los movimientos que trabajan acá son seis: el Polo Obrero, el mtl (una agrupación piquetera que nació del Partido Comunista), el Frente Darío Santillán, la utod (Unión de Trabajadores Ocupados y Desocupados, salida de una asamblea barrial), el mst (del Movimiento Socialista de los Trabajadores) y el Frente de Organizaciones en Lucha. También están los Autoconvocados, un grupo que se separó del Teresa Rodríguez
Un estilo nacional, la promesa
En realidad no querían hacer un asentamiento, sino que se cumpliera una ley de urbanización sancionada por la Legislatura porteña (la 1770), por la cual el Gobierno de la Ciudad se comprometió, en el año 2005, a construir 2.000 viviendas para aliviar el hacinamiento de la villa. Sara explica: “La urbanización es mucho mejor porque tenés calles y no pasillos, y podríamos hacer que abran una escuela y un centro de salud, por ejemplo”. Mónica completa: “Nosotros averiguamos en el Instituto de la Vivienda (ivc), nos entrevistamos con funcionarios, fuimos haciendo todo un camino las seis organizaciones, pero no conseguíamos nada. Por eso al final, empezamos a mirar si entre nosotros había disposición, si queríamos agarrar el lugar”.
La toma tuvo tres intentos. El primero fue el 21 de septiembre de 2006. Eran unas 150 personas que se juntaron de noche en los locales de los movimientos en la villa y, juntos, cruzaron la calle Chilavert y ocuparon los terrenos. Allí reclamaron que se cumpliera con la ley. Al día siguiente iba a inaugurarse un estadio para la Copa Davis a diez cuadras de allí. “Habían gastado alrededor de 16 millones para construirlo en tres meses y poder hacer el campeonato, mientras nosotros seguíamos en la villa esperando que hicieran la urbanización”, recuerda José Guzmán, uno de los referentes del asentamiento. Por eso tomaron el predio, para presionar. Los sacaron con la Infantería a la mañana siguiente.
“Yo igual tuve un buen pálpito porque esa misma tarde ya fuimos fuimos todos a reclamar a la comisaría por los presos”, recuerda Mónica. A partir de entonces, empezó un tira y afloje para conseguir que la urbanización se cumpliera:
Tras el desalojo, se abrieron negociaciones con el Gobierno de la Ciudad, que les prometió que acelerarían los trámites para el traspaso de las tierras y la construcción de las viviendas.
Llegó diciembre y no había pasado nada. Volvieron a tomar el lugar y se retiraron voluntariamente porque les prometieron que el 15 de enero “como plazo máximo”, se firmaría el traspaso; luego les dijeron que esperaran 20 días más. Pero no pasó nada.
En marzo de 2007 seguían esperando novedades. Ahora los funcionarios ni les atendían los llamados. Ya eran 300 familias y volvieron a entrar, pero para quedarse.
“Dijimos: de acá no nos movemos. Pusimos carpas en el medio de los terrenos y decidimos mantenernos todos juntos para evitar la represión”. En ese momento pasó una cosa imprevista: otros vecinos de la villa aprovecharon y se metieron a los costados de las carpas donde ellos estaban, pero sin sumarse a la toma organizada. “No nos peleamos, porque todos necesitamos un lugar”. Esperaron un mes y medio más, sin que ninguna de las promesas pendientes se concretaran, y resolvieron empezar a construir en el espacio limitado que les había quedado.
Las organizaciones trabajan juntas en algunas cosas y en otras por separado. Por ejemplo: se repartieron el terreno como si fueran las fetas de un salame, en un tramo están las familias de la utod, en otro las del po, los autoconvocados y el mtl. Cada movimiento hace asambleas semanales, en las que resuelve sus temas; a su vez los seis se juntan para las cosas más generales, como los reclamos o trámites ante el Gobierno de la Cudad. Es la manera que encontraron, posiblemente, de poder avanzar sin sufrir la fragmentación conocida. Por eso mientras caminamos nos dicen que hasta este pasillo llegan las familias de la utod y que en el aquel otro empiezan las del po. Los movimientos decidieron reglas, por ejemplo que no haya alcohol, que no se alquilen ni vendan los lotes y permanecer juntos ante las amenazas.
“Nombramos delegados y armamos equipos de trabajo para poner los postes, instalar la luz, colocar los caños de agua y hacer las cloacas”, explica José. “Como mucha gente trabaja en la construcción, no nos resultó difícil”. ¿Hicieron todos juntos el tendido de los servicios públicos? “No, cada uno por su parte, para sus compañeros. Pero varía, no hay una regla fija, a veces también hacemos tramos en común”. Sara da un ejemplo: “Nosotros hacemos bastantes cosas con los Autoconvocados”. ¿Se juntan por afinidad ideológica? “No, más bien porque estamos cerca en el terreno, uno al lado del otro”.
Aprender otra cosa
José tiene 29 años, es maestro de 7º grado y representa un punto de cruce de las dos culturas: nació en Potosí pero vive en Argentina desde los 3 años. Siendo boliviano, tiene mucho de argentino, y siendo de izquierda tiene poco de la izquierda tradicional. Estuvo en la organización de la toma desde el principio. “Milito las 24 horas”, dice.
¿Por qué?
Porque me gusta.
¿Cómo empezaste?
Cuando estaba haciendo el secundario y en los colegios se hicieron protestas; ocupamos las escuelas contra la Ley Federal de Educación.
Ya en esa época prefería mantener distancia con ciertas formas de hacer política de la izquierda argentina. “Las escuelas estaban llenas de partidos políticos, hubo mucha discusión sobre si debían estar en el centro estudiantil porque venían y te cooptaban el espacio. Eso es algo que me quedó marcado, creo que por eso nunca milité en un partido. La modalidad de avasallar, el tema del aparateo, de interponer la bandera antes que el trabajo, la izquierda tradicional está acostumbrada a eso, siempre son las mismas prácticas”. A fines de 2001 creó con unos amigos la asamblea de Lugano. “Ibamos caminando por la plaza con tres compañeros y vimos a una mujer golpeando una cacerola. Nos enganchamos también nosotros a golpear, esa tarde quedamos en contacto y empezamos a juntarnos en la plaza, a 15 cuadras de acá”. Más tarde armaron una olla popular y una comisión de desocupados que terminó trabajando en la villa con la vivienda. Aquel grupo se transformó en la actual utod.
Para José, el 2001 mostró “un caudal de nueva izquierda que podría haber sido una nueva fuerza si se hubiera direccionado para un mismo lado”. Por eso cree que “más que echarle la culpa de lo que no podemos hacer a la cooptación del kirchnerismo deberíamos fijarnos qué cosas hacemos mal nosotros. Rever los vicios que tienen la izquierda y los militantes, porque no vamos a ir muy lejos si la discusión sigue siendo cuánta mercadería te saco y cuánto te doy. Y eso es lo que se aprende en los partidos”.
La familia de José también es un símbolo de la riqueza de la tradición que en la toma se resume: “Mi viejo siempre fue albañil y minero, también criaba animales, cultivaba. Mi mamá era ama de casa y luego se hizo albañil para ayudar a mi papá. Es que la primera vez que mi papá toma una obra para poner tejas, las coloca mal y se desespera y se larga a llorar, y ahí llega mi mamá, que justo le llevaba la comida, y comienza a ayudarlo. Así aprendió a ser albañil. Tenía 20 años”.
¿Cómo fue para vos llegar a Argentina?
Muy duro. Recuerdo que me decían “tomatada”. Hice la primaria en La Tablada y la discriminación fue tremenda. Cuando vinimos a Lugano, nos anotamos en la escuela, y ahí si viví el rechazo y la discriminación más fuerte todavía, era como un insulto ser boliviano. Terminé la secundaria y de la terciaria me faltan 15 materias. Me recibí de maestro.
¿Tus papás eran de izquierda?
No, mi papá nunca tuvo experiencia en la militancia. Ahora, por los hijos, tiene lectura y es crítico en un montón de cosas, se pudo armar una identidad, no sé si de izquierda, pero sí de crítica. Y eso se dio por influencia de los hijos.
Para vos como militante ¿qué significa decir que sos de izquierda?
Yo milito las 24 horas porque me apasiona esto y lo veo necesario. Pero para mí la militancia es enseñarle a leer a mi mamá. Siempre hablamos de la izquierda cuando nos referimos a los partidos políticos, pero hoy surgieron nuevas posiciones políticas, nuevas formas de pensar: el horizontalismo, el trabajo de base, la discusión asamblearia, la formación de los compañeros para que tomen decisiones, para que se construya un poder real de los vecinos de la toma; son formas de construcción diferentes a las de la izquierda tradicional.
En la villa 20, sin embargo, pudieron hacer otra cosa. ¿Por qué? Todos dicen que porque hay un trabajo concreto para hacer, cosas puntuales que solucionar. “Esto es un caso particular, porque estamos construyendo”, marca José. Guillermo, del po, escucha la pregunta y alza los hombros como indicando un misterio: “Me parece que es porque pensamos más en lo reivindicativo y convivimos. Y eso que acá la mayoría de los otros movimientos son ´antipolo´, ya sea porque nosotros nos ponemos rígidos o porque ellos se ponen prejuiciosos”. En el fol, Joaquín alude a que nadie compite para ver quién es más de izquierda. “Al menos para nosotros, la discusión sobre si somos de izquierda no es lo central. Es un tema casi académico, ¿no?”
En una de los lotes cercanos al cementerio de autos Nicolás –57 años– se asoma con un bebé en brazos. Salteño, tuvo una vida de nómade según dónde consiguiera trabajo. Pasó incluso cinco años en la zona rural de Santa Cruz de la Sierra. “Me había ido con los del mst (el Movimiento Sin Tierra). Nos organizamos del lado argentino y pasamos para allá para la toma. Era todo más duro, con armas en lugar de palos”. Ahora está en uno de los grupos de albañiles que se ocupan de hacer la red de agua potable. “Ya casi está terminada”, informa con modestia.
En el pasillo, dos hombres colocan un desagüe en el piso: es la línea de las futuras cloacas. “En unos días ya van a estar”, contestan cuando una de nosotras les pregunta. Aunque la policía no haya retirado el camión hidrante ni los celulares, en el barrio se ve una decisión de confiar en el futuro. A veces la fe puede llegar de arriba, pero acá parece ser algo que emerge. O se construye: “Creo que no nos van a sacar, porque ya hicimos mucho”, suspira Mónica.
En las últimas elecciones de la villa armaron una lista única y les disputaron el poder a los punteros que la manejan hace décadas. Uno de sus misteriosos efectos parece haber sido el aumento de los robos. Ahora patrullan la toma con grupos de vigilancia que se turnan las 24 horas, para avisar si circulan caras extrañas. Entre policías y ladrones, así llegaron a las puertas del verano. De las promesas del plan de urbanización todavía no hay noticias. En los lotes las casas se siguen construyendo, una pared de ladrillos reemplaza a las bolsas de nylon, en otra ponen una ventana donde antes había un pedazo de cartón. ¿Es porque están seguros de que van a poder quedarse? Mónica sonríe y nos regala una lección de rebeldía: “Siempre es mejor pensar que todo va a salir bien”.
CABA
El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.
Por María del Carmen Varela
El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.
La propuesta reza:
El Teatro está Abierto: ENTRÁ.
La historia no se repite igual, pero rima.
El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.
La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.
Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».
El texto poético que acompaña el mitín:
Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada
Ayer fue incendio, hoy es apagón
Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito
Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva
Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital
En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.
Entrá porque es urgente
Entrá porque es ahora.
El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.
Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)
[email protected]
Instagram: @festivalentra
CABA
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.
Por Francisco Pandolfi
Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra).
La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.
La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.
Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra.
Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran:
• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.
• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.
• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.
• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.
• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.
• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.
Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:
• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.
• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.
• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.
La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.
Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.
¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?
Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.
¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?
Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.
¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?
Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.



La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.
Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.
Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.
Actualidad
Marcha de jubilados: balas y bolitas

Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.
Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.
Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.
Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.
Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla.
- “Vacas gordas, jubilados flacos”.

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.
Números y un café
Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.
Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.
De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.
Abus en la calle
Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.
En la marcha hubo muchos carteles al respecto:
- No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
- Ni veto ni represión: fuera el FMI
- No al veto a las leyes en jubilaciones
- No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei).
Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”.

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.
Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.
Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”.

Jubilado hablándole a la pared.
Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”.
Vallas a donde vayas
El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.
Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”.

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.
Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.
La violencia y las bolitas
Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando.

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar).
La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

¿Qué escudan los escudos?
Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”.
Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.
Sin embargo, la gente no se fue.
La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió.
“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.
Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.
De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.
Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:
–Juguemos a las bolitas.
Todos se rieron, por el absurdo de la situación.
De nuevo, frente al horror, la creatividad social.
Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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