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Esto no es felicidad

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Daniel Cerezo, el experto del que todos hablan y nadie escucha. Expuso ante el gabinete y lo presentaron como el Ministro de la Felicidad. Luego, informaron que se había deprimido. Antes y después, habló con MU de todo. Mentiras y verdades de un experto en crisis y puentes. ▶ FRANCO CIANCAGLINI

Esto no es felicidad

Daniel Cerezo, 33 años, padre de dos hijos, psicólogo social y pianista.

Esta historia está escrita entre comillas. Daniel Cerezo está a punto de despegar a Sunchales, Santa Fe, un pueblo de 20 mil habitantes, a donde viaja invitado por el Sindicato de Trabajadores Lecheros para brindar una “charla inspiradora”.

Lleva consigo una pequeña valija rodante y otra mochila más pesada: después de darle la misma “charla inspiradora” al gabinete del gobierno de “Cambiemos”, semanas atrás, para los medios Cerezo se convirtió en el “Ministro de la Felicidad”.

Antes de partir con apuro de aeropuerto, Cerezo le pone comillas a la palabra “felicidad” y tacha, directamente, ministro: “Salieron a decir que era asesor de Macri, cuando lo único que hice fue dar mi mirada sobre cómo trabajar la pobreza, cómo meterse en los barrios, y me volví a mi casa”, cuenta, convertido en Ministro de la Seriedad.

Su casa queda en el bajo Boulogne, provincia de Buenos Aires, desde donde parió una teoría que no habla de la felicidad, sino de todo lo contrario: cómo superar los contextos de crisis.

Crisis, sin comillas.

Diálogos sobre felicidad Parte 1. Aeroparque

En el check in de su teoría ya se entiende que, en el mundo en el que  un titular vale más que la dignidad periodística, nunca se va a comprender lo que hay detrás de los anteojos de este hombre de 33 años, nacido en San Juan, criado en La Cava, fanático de Gladys La Bomba Tucumana y de Nelson Mandela. “Un tipo que cuando intentaba dialogar con los blancos, lo querían asesinar”, relaciona con los insultos que recibió por la repercusión mediática de su charla con el gabinete, e intentando convencer(se) de que, a pesar de todo, hizo bien.

Cerezo habla rápido (el avión está por despegar), es descontracturado (otros dirán desprolijo) y se nota que lo que dice pasó antes por su cuerpo. Hay que escucharlo con atención (dice “terminemos con los prejuicios”) y verlo hacer. Y luego, conectar una cosa con la otra: “Yo tenía muchos prejuicios contra los empresarios y me di cuenta de que la pobreza del prejuicio era mucho peor que la económica. Porque erradicar la pobreza no pasa por dar dinero, sino por empoderar a las personas. Incluso a los empresarios”, sintetiza sobre su teoría, que plantea que los empresarios también pueden ser “pobres”.

Bajo ese verbo posmoderno -empoderar- Cerezo fundó en 2014 Creer Hacer, una empresa social que viene trabajando en los barrios Villa La Cava, 1-11-14 y 21-24.

Dicta, en paralelo, cursos a “tomadores de decisiones”: empresarios y políticos. Así su nombre llegó al gobierno (“no sé cómo consiguieron mi teléfono”) y a los lecheros de Santa Fe. El contraste entre esas dos experiencias es el siguiente: en una no le pagaron y sus oyentes demostraron tener, en sus palabras, “nula sensibilidad social”.

Adivinen en cuál.

Cerezo se autodefine como un “puente” entre el sector social y el privado (no hay Estado) y manotea una anécdota para intentar demostrarlo: “Al lado de la villa un empresario había puesto un restorán y cada vez que pasaba, le gritaban algo. Entonces me llama y me dice: ‘Necesito generar un vínculo, una confianza’. Como no tenía trabajo para ofrecerle a todos le sugerí la idea de armar un curso de formación de mujeres chefs”. El proyecto se llamó Cocina para integrar y logró que, finalizado el curso, toda la cadena de gastronómicos de San Isidro tomara a las chefs del barrio.

“Siempre tuve esta idea de cómo hacer una integración más que hacer una inclusión”, plantea Cerezo. Diferencia para anotar. “Los políticos hablan de inclusión, pero ¿incluirme  dónde? Yo ya estoy incluido en esta sociedad, ahora quiero integrarme: que se conozcan, que generen un vínculo para que tengan confianza, y desde la confianza generar una transformación”.

Para eso tiene que viajar a Sunchales. El avión despega, y Cerezo se lleva MU para leer en el viaje.

Diálogos sobre pobreza Parte 2. Internet

Entre estas palabras entre comillas, siempre de definiciones ambiguas, Cerezo agarró la más polémica: pobreza. Y saltó a la “fama” con una charla TEDX en 2014 en la cual, ante un auditorio de 10 mil personas, entre las que se encontraban su familia y su profesora de piano, habló de “pobrezas múltiples”. A saber:

La pobreza cultural. 12 años. “Pensé que la música era solo lo que escuchaba en mi barrio. No sabía que existía otra música”. Así pasó de tocar en el piano La pollera amarilla a Para Elisa, de Beethoven. Supo, además, que este no era sólo el perro de una película.

La pobreza de la dignidad. 14 años. Comenzó a dar clases de piano a jóvenes principiantes del barrio. “Entonces pasé de ser el pibe que se mandaba cagadas en la esquina, a que todos me llamaran ‘profe’”.

La pobreza del prejuicio. 25 años. Después de coordinar el centro cultural (“Ya no me importaba aprender yo y enseñar yo: lo que hacíamos era formarnos y empezar a pensar cómo se podía mejorar la calidad de vida de la comunidad”), empieza a trabajar dando talleres en el penal de San Martín. “Uno piensa que las personas que están privadas de su libertad no pueden cambiar su futuro. Sí: lo único que necesitan son oportunidades”.

La oportunidad de Daniel Cerezo llegó, precisamente, a partir de una de las charlas a la que lo invitaron a contar su experiencia. “Un pibe joven escucha mi historia y me dice: vos tenés que trabajar conmigo. Tenés que hacer en mi empresa lo que hacés en los barrios”. Y entonces Daniel fue nombrado Gerente de Cultura y Felicidad de la empresa de Alpargatas Páez.

Mantuvo ese cargo hasta que fundó Creer Hacer junto a tres socios y se le ocurrió replicar el modelo de charlas estilo TED en los tres barrios donde tienen pisada: “Ponemos un micrófono e invitamos a ese líder anónimo, ese líder positivo, para que sea legitimado por la propia comunidad, que lo aplauda y se sienta respaldado más allá de la acción concreta, que puede ser organizar un torneo de fútbol o gestionar un comedor”.

Diálogos sobre las ideas Parte 3. Entretiempo

Una entrevista que le hizo la revista Noticias lo transformó en trending topic. El título: “El ministro de la Felicidad del PRO, deprimido”. Nos llega entonces, vía Internet, un mensaje de Cerezo desde Sunchales: “Tengo una idea”. La idea es una invitación al proyecto más ambicioso de Querer Hacer, próximo a inaugurarse: en las ex oficinas de Páez en Boulogne -muy cerquita de Panamericana y Márquez- Cerezo y los suyos acondicionaron al mejor estilo Google un edificio de dos pisos para poblar con emprendimientos sociales e incubar nuevos proyectos. Bautizaron ese edificio Mate y esperan que allí se asienten 50 puestos de trabajo, subalquilando los espacios a precio de costo: “Además va a haber mentores y talleres. Y un 30% buscamos que sean emprendedores que estén arrancando, idealmente del barrio, que van a estar sponsoreados seis meses por una empresa y por el propio espacio, con la idea de que en ese tiempo se vuelvan sustentables”, cuenta. Caracteriza toda esta propuesta con otros dos nombres entrecomillados: “Una red autogestiva colaborativa” y “un círculo virtuoso”.

Diálogos sobre la riqueza Parte 4. Boulogne

De villero a profe. De psicólogo social a gerente. De gerente a CEO. Todos esos podrían ser los títulos entrecomillados de los saltos de vida de Cerezo, si no advertimos su línea clara: los pies en la tierra. Llamémosle Boulogne, La Cava o La Realidad, que le permite mirar e interpretar de abajo hacia arriba: “Desde hace poco las empresas se empiezan a preguntar qué está pasando que hay una rotación de personal increíble;  que no logran generar pertenencia en los empleados; qué pasa que ya no alcanza con un buen sueldo”, plantea. “Ahí es donde se genera una tendencia de trabajar con las nuevas generaciones que buscan otro estilo de liderazgo, cómo ser un referente, cómo ser un líder positivo, un líder de servicio más que un líder autoritario o impuesto por su conocimiento técnico, académico”.

Al lado de Cerezo, mate en mano, se para Luis, El Facha, uno de los cuatro socios que llevan adelante el proyecto. Parido en las oenegé, aporta: “Las empresas tienen mucho conocimiento de planes estratégicos, técnicos, académicos, operaciones, y por ahí un liderazgo muy basado en el hacer y en lo que tenés. Y lo que se ve en los barrios es un liderazgo muy basado en el ser: son personas que desarrollan proyectos no por la posición que ocupan, sino por lo que son”.

Después de señalar a Daniel con la mano, sigue: “También hay un cuestionamiento muy grande de las empresas, de esa cuestión de la responsabilidad social. Hoy la demanda, desde la sociedad misma, es: ‘necesito que todo lo que hacés y tenga un impacto ambiental y social esté bien gestionado’. Si sos una empresa que destruye un bosque y después le das guita a un comedor, la sociedad se da cuenta: pasás a ser un hipócrita. Ya no existe el buen marketing: detrás, debe haber una buena empresa”.

Daniel: “Si me preguntás si hay un aprovechamiento de los empresarios de sus trabajadores, seguro que sí. Pero la verdadera respuesta es: no hay que subestimar a las personas. En cuanto las personas se dan cuenta de que hay una manipulación, automáticamente el circo se cae. El empresario ahora se dio cuenta de que si no empieza a cumplir, no tiene futuro: si no empieza a preocuparse por el medioambiente va a dejar de existir la materia prima con la que tiene que producir, y así”.

Si a Cerezo se le pregunta por qué el gobierno está interesado en entender la pobreza, dice que cualquier político debería comprenderla. Si se le dice “las empresas” Daniel contesta: las empresas no existen. “Empresas, las pelotas. ¿Quién es la empresa? En el fondo hay personas. Lo que buscamos es que esa persona tenga una habilidad mucho más amplia que el egocentrismo, la omnipotencia y el individualismo”. Y cuando habla de los barrios, se entusiasma: “La crisis te puede paralizar y generar una frustración, o te puede generar una oportunidad de pensar qué querés hacer”, plantea. “Las crisis golpean en los sectores más vulnerables, pero también esos barrios son los más creativos y en los que más sobrevivientes hay”.

Si la brecha económica se amplía, ¿no es más difícil hacer de “puente”? “Las medidas económicas perjudican al sector vulnerable, eso seguro. El tema es cómo podemos desarrollar proyectos para no quedarnos solamente en la queja, no decir ‘qué mal que está esto’, porque claramente de ahí no vamos a partir para ningún lado. Sino: cómo enfrento esta situación, con la que no estoy de acuerdo, que me perjudica, y sigo quejándome… Yo no estoy justificando nada, lo que digo es: los panoramas siempre fueron complejos, y lo seguirán siendo. Si vas a los barrios, lo sabés. Y ante eso, vos podés generar un proyecto que puede superar esa situación”.

¿Ese no es un discurso individualista? “Al contrario: es todo lo contrario a la meritocracia. Estamos planteando que cualquiera puede proyectar su sueño más allá del contexto y llevarlo adelante. Y un proyecto te va a llevar a aliarte con otros, y a tener más participación en el barrio o una comunidad, justamente salir del invidiualismo”.

Epílogo sobre política Parte 4. Acá

Dicen que entre las empresas y los barrios está el Estado, con sus políticas públicas que defienden el “bien común”, regulan la vida comunitaria y protegen a la ciudadanía… Cerezo ve otra cosa: “Claramente el Estado no da a  basto y siempre hubo y va a haber organizaciones sociales. Ojalá no sea por necesidades básicas como alimentos – comedores- sino para formarse, cuando las papas no queman. Hoy queman”.

Sobre el uso político de la pobreza, el clientelismo y los punteros: “Lo mejor para generar ese vínculo es ir a los barrios, pero más importante es volver. Si vos caés cada muerte de obispo para la campaña…”.

El Facha de Querer Hacer revela: “Después de lo del Ministro de la Felicidad, hubo gente del barrio que nos dijo: ¿nos usaron para llegar ahí? Estábamos a un mes de organizar la actividad Barrio Abierto en la 21-24 y tambaleamos todos: ¿lo hacemos, no lo hacemos? ¿Lo hacemos en la Casa de la Cultura que es un lugar del Estado? Y finalmente la gente del barrio nos dijo: esto es del barrio y de nadie más. Fue un aprendizaje: la gente del barrio nos bancó”.

Cerezo: “Yo no estaba ni preparado ni sabía la dimensión que iba a tener, ni mucho menos la buscaba. No tengo la cintura política ni me interesa tenerla en un tema partidario. Yo sé que hago política, pero que tiene que ver con la política social. Siempre lo hice, y lo voy a seguir haciendo”.

La moraleja no tiene comillas.

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