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Retrato de una época

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Eduardo Vasco Murúa. Presidente del Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas, su currículum incluye 31 causas judiciales, varias detenciones y un amigo: el Papa. ▶ SERGIO CIANCAGLINI

Retrato de una épocaAntes de cumplir los 30 años Eduardo Murúa, el Vasco, ya era totalmente canoso. A los 55, este taurino sigue empecinado en darle sentido al zodíaco arremetiendo de cabeza en distintas situaciones. Así logró que le abran 31 causas por usurpación, que le acondicionen las canas con cachiporras y culatas en incontables rounds, y que se lo pueda considerar un virtuoso en el arte de ir preso.

Ejemplos:

Murúa fue golpeado y detenido en junio al ocupar Industrias RB de Martínez con los trabajadores para hacer cumplir la Ley de Expropiación de esa fábrica de la que los desalojaron tras 16 años de trabajo.

El 24 de marzo se había presentado en el portón del Parque de la Memoria con 22 integrantes del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), para impedir que entrase allí Barak Obama, ganándose un hospedaje en la Comisaría 51° junto a su compañero Emilio Carrasco.

En abril hubo amenaza de detención no concretada cuando se instaló en el Ministerio de Energía reclamando contra los tarifazos cometidos por el ministro Juan José Aranguren.

Una a favor: su charla de 100 minutos en Santa Marta, Vaticano, con el Papa Francisco. Ocurrió el 23 de febrero, cuatro días antes de la audiencia de 22 minutos del Papa con el presidente Macri. Murúa cuenta que Francisco le dijo: “Nunca vi tanto gorila junto en un gobierno”.

Estas andanzas suelen tener una causa: el trabajo. Mientras una parte de la curiosa etnia local sostiene que el problema es que los argentinos no quieren trabajar, Murúa es uno de los tantos ejemplos de lo contrario.

De Lorenzo a las velas

La oficina del Vasco Murúa en IMPA tiene un cartel fileteado de Juan Domingo Perón, una foto de Eva y otra foto de ambos. Hay mate, cigarrillos, y trabajadores que pasan saludando. A los 12 años (1973) Murúa entró en la Unión de Estudiantes Secundarios. Su padre era peronista y funcionario en Lanús. El golpe del 76 y una visita fallida de los grupos de tareas hicieron que papá Eduardo mudase la familia a Chivilcoy, donde correteó veladores de cerámica.

Vuelta la democracia, el joven Murúa se incorporó a Intransigencia y Movilización, trabajó en una metalúrgica porteña, y se afilió a la UOM, oponiéndose a la conducción de Lorenzo Miguel. Conoció a Francisco Gutiérrez, el Barba, quien le presentó a Guillermo Robledo. Menemismo en los 90, ola de despidos: “La desesperación hacía que los compañeros aceptaran cualquier arreglo o indemnización. Había que buscar otro modo de lucha. Por una experiencia en Quilmes pensamos lo de la cooperativa,  ocupando la fábrica para hacerla producir”.

En 1998 Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentinas (IMPA) era una cooperativa más de forma que de fondo, regenteada por un Consejo que funcionaba como tantas patronales de la época: directivos ricos de empresas vaciadas y fundidas. Murúa colaboró con los trabajadores, ocuparon IMPA, desplazaron a la directiva, y como les habían cortado hasta la luz, votaron la incoroporación del hombre canoso a la cooperativa iluminados por las velas.

Empezaron de nuevo. Recuperaron la relación con proveedores y clientes que confiaron en ellos porque los conocían. A parir de 2000 IMPA fue un espaldarazo para empresas recuperadas por flamantes cooperativas sin patrón, a las que aportó recursos concretos en medio de la mayor crisis de la biografía argentina. “Nos atacaba la izquierda diciendo que éramos patrones, los sindicalistas, la derecha, los progres, los medios. Pero había que seguir”.

Murúa incrementó su estadística de usurpaciones al colaborar con la recuperación de otras empresas, con un saldo: “Hasta ahora no perdimos ni un conflicto”.

El lema del movimiento fue Ocupar, Resistir y Producir. Se aclara a los funcionarios culturales que la frase no pertenece a Jorge Luis Borges.

Ocupando la Rosada

En casos como Crometal (Berazategui) los trabajadores echaron a la policía, fueron a su vez desalojados, y volvieron a ocupar la fábrica hasta que la expropiación fue celebrada en fiesta pública. “En uno de esos choques me metieron un balazo que me agujereó la campera”. En la clínica IMECC de Almagro, las fuerzas del orden arrojaron a Murúa y sus compañeros por una ventana. “Suerte que era en planta baja. Al rato llegó el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde como depositario judicial del edificio, y ganamos”.

Hubo también ocupaciones de despachos, como el de la Comisión de Desarrollo Económico de la Legislatura, que facilitó la expropiación de Gráfica Patricios, o del juzgado de Juan Gutiérrez Cabello por Textiles Pigüé. “El juez era divino. En un momento saqué la llave de la puerta y me dice: ‘¿Los muchachos que están afuera me están puteando? ¿Y usted me está tomando el despacho?’. Pero teníamos razón, él lo sabía, y por eso la planta quedó para los trabajadores”. 

El movimiento tuvo un encuentro en octubre de 2004 con Néstor Kirchner. “Llevé una carpeta explicando que crear un puesto de trabajo costaba un millón de pesos en ese momento. Pero con solamente cien mil por trabajador, se podían recuperar las fábricas cerradas. Proponíamos un fondo de reconversión tecnológica como préstamo para nuevas maquinarias, y una ley para las expropiaciones definitivas. Kirchner nos dijo: ‘La plata está, y lo de la ley arreglalo con Alberto Fernández’. Planteamos que estábamos contra el pago de la deuda, y que hubiera 2.500 procesados por reclamos sociales. Patricio Griffin, del INAES, dijo que no era tema del Presidente sino de la justicia”.

Marzo de 2005: todo seguía en la nada. Murúa fue a una reunión con Oscar Parrilli, secretario general de Presidencia, quien lo hizo atender por Juan Bontempo. Afuera, los trabajadores de IMPA y el MNER arrojaban papeles de aluminio en un acto objetivamente brillante. Como no había respuesta Murúa dijo: “Avisale a Parrilli que me quedo aquí, en su despacho, hasta que salga alguna solución, que es lo que discutimos en asamblea”. Estaba con Robledo y el entonces abogado del MNER y legislador kirchnerista, Diego Kravetz: “Ese directamente se escapó”. A las dos de la madrugada, con promesa de futura reunión, Murúa y Robledo salieron de la Rosada y la relación con el oficialismo caducó. Kravetz mantuvo la coherencia fonética: de Néstor (Kirchner) con los años pasó a Néstor (Grindetti), intendente de Lanús investigado por los Panamá Papers. Es hoy su secretario de Seguridad, nada menos.

Vuelve Murúa al tema K: “El gobierno anterior apostó a intervenir, dividir y debilitar a los movimientos sociales. Usaron los derechos humanos, pero la única forma de asumir los 70 es romper con el plan impuesto por la dictadura, que es la planificación de la miseria para convertirnos en una sociedad con riqueza concentrada, saqueo de los recursos, fuga de capitales, injusticias. Acá no hay pobres, hay robados: millones a los que les roban la parte de la torta que les corresponde. Eso no cambió, y era el compromiso de los 70, no los discursos sobre derechos humanos. Quieren que los pueblos sean mendigos, que les pidas y te den, no que los cuestiones. No les importaba la crítica de derecha ni izquierda, sino la del movimiento social. Te decían: ‘Pero las condiciones, el momento, no se puede’. Má sí: si no se podía te hubieras ido”. Por ideas como esa es que muchos kirchneristas no lo saludarán en el próximo Día del Amigo.

Más palos: “Los que aceptaron en la etapa anterior los armados desde el Estado para dividirnos han cometido un error histórico y lamentable. La Ley de Expropiación la mataron por una modificacioncita de la Ley de Quiebras que no le sirve a nadie. El fondo para capital de trabajo se regaló a cambio de subsidios ínfimos, y el fondo de reconversión tecnológica lo dejaron morir. Tiraron todo para atrás haciendo cosas que solo le sirven al Estado para frenar nuestras luchas”. Un concepto: “Fue un plan para desmovilizar lo social. Para mí el único lugar que tenemos es la calle. Atrapados en la lógica institucional, no tenemos destino”.

Cuestión de fe

El papa Francisco recibió a Murúa y a Guillermo Robledo a quienes conoce desde 2002. Guillermo es fundador del Movimiento Helder Cámara por la paz entre las religiones y los pueblos.   “El Papa nos preguntó sobre las elecciones y Cristina: ‘¿Qué quiso hacer esta señora?’. Dijimos que el pueblo trató de frenar la cosa después de la primera vuelta, pero el propio gobierno parecía que jugaba a perder, o a que Scioli ganara por poco para controlarlo. Así les fue. Apoyamos a Scioli, que incluso vino a IMPA para anunciar la creación de un Ministerio de la Economía Popular. Era el mal menor. Le contamos también a Francisco la situación actual del país. ‘¿Qué me viene a pedir este señor?’, dijo por Macri. Comenté que la política es endeudarnos. ‘Por buen puerto viene’, contestó. Y dijo: ‘Ustedes son jóvenes, pero yo viví el 55 y tengo el presentimiento de que hay un clima similar, de revancha contra los pobres y los humildes’. Y mencionó algo más, que nunca conté: ‘Nunca vi tanto gorila junto en un gobierno’. No hablaba enojado, sino preocupado y triste”.

Sobre las cúpulas sindicales: “Francisco dijo: ‘Olvidate, solo se puede confiar en los movimientos sociales’. Yo contesté: ‘Ojo, porque en el entramado con el Estado pueden convertirse en algo meramente reivindicativo’”.

Murúa no cree en Dios. “Pero nos llevamos bien con Francisco”. Le regaló un frasco de dulce La Salamandra, joya recuperada por sus trabajadores para evitar el vaciamiento a manos de Cristóbal López. El Papa bendijo rosarios, camisetas del MNER y el cuaderno enviado por la contadora Julia Taborda con la contabilidad de IMPA.

“Cuando volvimos pasó lo de Obama que nos parecía, como trabajadores, una afrenta al pueblo argentino. Cuando los de la Embajada y la seguridad gringa, muy educadamente, dijeron que nos teníamos que ir de la entrada al Parque de la Memoria, les respondí: ‘Los que se tendrían que ir son ustedes’. Pero esa vez en la comisaría nos trataron bien”.

Cálculo: “Cuando tomamos el Ministerio de Energía explicamos que al trabajador formal le dan aumento de salario menor a la inflación, pero al autogestionado directamente le quitan el dinero del bolsillo, con la recesión y los tarifazos. No podemos trasladar los aumentos a precios, como hacen los monopolios. Nos rompen cualquier plan de negocios, y nos convierten en muertos sociales”.

Panorama: “¿Por qué nadie plantea hacer un bloque con los 3 millones de trabajadores de la economía popular, 4 millones de las pymes y 4 millones del Estado, o sea 11 millones que son la demanda agregada de los 500.000 trabajadores de las mutinacionales? Somos los que pagamos para que las corporaciones concentren cada vez más riqueza que creamos nosotros, y nos roban”.   

Murúa cree que estos tiempos son violentos. “Una jueza declaró abstracta la ley de expropiación de RB. Eso es violento. Y encima reprimen al que reclama. Habrá que seguir. No solo movilizarse, sino quedarse en las oficinas, ministerios, donde sea, a lo Gandhi, pacíficamente, hasta que te resuelvan las cosas. De última, que nos metan a todos presos. Pero por favor: que alguien nos explique por qué”, dice este señor mientras bajo sus canas sigue bullendo un proyecto insólito: que el trabajo digno sea posible.

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