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El veneno del barrio

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San Nicolás, Atanor y el Barrio Química. Una planta de Atanor en San Nicolás fue clausurada por arrojar residuos de agrotóxicos al río, y luego reabierta. En seis manzanas, ya hubo unas doscientas muertes. Voces de un barrio que no quiere el cáncer del silencio. Por Lucas Pedulla.

El veneno del barrio

En el Barrio Química, partido de San Nicolás, a 230 kilómetros de Buenos Aires, entre calles de tierra, otras asfaltadas, pájaros y una extraña armonía, esta mujer de 65 años habla sobre una preocupación que lleva una década: algo, en este barrio aparentemente sereno, los está enfermando. Marta Roma se levanta y dice:

-Esperen acá.

Marta regresa con una remera blanca que tiene estampado en el pecho un mapa de las seis manzanas del vecindario. Se ven así 163 cruces negras censadas por los vecinos, que miran hacia una enorme palabra: “Atanor”.

Marta señala las calles Argerich y Alem:

“Fijate: veintiún muertes solo ahí, en menos de dos años. Que nos digan por qué frente a Atanor hay tantos muertos y enfermos. Yo tengo problemas respiratorios, principio de tiroidismo… hay familias enteras que murieron”.

Hace un mes el juez de Ejecución Penal de San Nicolás, Facundo Puente, ordenó la clausura preventiva de una de las plantas de agrotóxicos de Atanor al probar que allí se arrojaban químicos al arroyo Jaguardón, que desemboca en el río Paraná.

La noticia de hoy es que la planta volvió a funcionar.

La noticia de siempre es que siguen sumando cruces. Lo que no hace el Estado, como tema de salud pública, lo contabilizan los vecinos. Al margen de los enfermos que siguen vivos, la actualización del mapa de la muerte llega a 200 casos: “El más reciente fue acá a la vuelta”, relata Marta: “Una nena de 6 años”.

En su página web la empresa informa: “En Atanor creemos que la sustentabilidad del negocio es el único camino posible para el futuro”. Presenta sus ocho plantas: Munro, Pilar, Baradero y San Nicolás (Buenos Aires), Río Tercero (Córdoba), Ingenios Concepción y Marapa (Tucumán), y la mina de sal Valuveal (La Pampa).

La planta del Barrio Química cuenta con 115 “colaboradores” y produce:

12 mil toneladas al año de atrazina.

8 mil toneladas al año de simazina.

23.600 toneladas al año de formulación de herbicidas 2,4D y 2,4DB.

12.500 toneladas al año de formulación de “insecticidas y otros”.

Atanor se presenta como “el único productor de 2,4D y 2,4DB del Mercosur y el segundo productor de glifosato de Argentina y uno de los principales productores de Atrazina a nivel mundial”. También destaca la formulación de cipermetrina y clorpirifos, usados en fumigaciones sobre plantaciones transgénicas.

En julio de 2015 la Agencia Internacional para la Investigación sobre Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que el 2,4D -segundo herbicida más utilizado en Argentina, prohibido y limitado en seis provincias-, es “posiblemente cancerígeno”. La misma categoría que  el glifosato, el agrotóxico más utilizado en el país, con 200 millones de litros al año.  Atanor fabrica 130 millones de litros. El tercer agrotóxico más utilizado es la atrazina.

Atanor produce todos.

Lo tenés adentro

«Nacido y criado en este barrio”, dice Roberto Pereyra, 48 años, pensionado, y cuenta que los terrenos se lotearon cuando la fábrica ya funcionaba. “Hay muchos afectados. Yo estoy con problemas respiratorios y tengo heptacloro en sangre”. El heptacloro es un plaguicida prohibido en Argentina y el mundo: “En la Fiscalía me preguntaron a qué distancia vivo de la fábrica. Usted verá: una cuadra”.

Dos de sus tres hijos tienen problemas respiratorios: “Viven con medicamentos”. Su mujer, María Victoria Delgado, cuenta: “Tengo picazón siempre, se me hacen granos, me rasco y me rasco. Y vengo con problemas respiratorios de antes, con inhalador. Pero lo que me asombra es la cantidad de fallecidos de cáncer que hay en el barrio. Mucho cáncer de pulmón”.

Roberto: “La empresa sigue derramando líquidos, pero nadie se toma esto enserio. Una vez hubo una neblina anaranjada, y se huele a tóxicos, como un gas. Según de dónde sople el viento, agarrate. ¿Por qué no se va la gente? Muchos se han ido. Otros no tenemos dónde. Es un barrio humilde, obrero. ¿A dónde quieren que vayamos?”

Cuando la ropa pica

Dora Duque vive en una casita de material y techo de chapa con su mamá de 99 años, dos perros y el canto de casi una decena de pájaros.

“Entendías al lavar la ropa. Lo que tendías afuera quedaba impregnado de ese color amarillo, que no sale. Y si te la ponés, te agarra una picazón que más vale tirar la prenda y listo. También cae como una ceniza negra. Es horrible. Es un olor que me corta la respiración y me va lastimando la garganta hasta dejarme afónica. Los ojos me lloran y la nariz me pica. Todo sale de Atanor. Mis hermanos vivían del otro lado, en un ranchito. Tomaban agua de ahí. Murieron de cáncer: uno de colon, al otro le agarró parte de la carótida en la garganta. Ese trabajaba en Atanor”.

Se llamaba Hugo Rolando Duque. “Una vez lo mandaron a hacer una fosa profunda, llegaron unos tipos de blanco, con máscaras, y enterraban cosas. Escombros, materiales. Cuando volvía de trabajar Hugo tenía la nariz amarilla. Cuando empezaron las denuncias lo entrevistaban porque sabía mucho. Una vez le dijeron, con abogados, que no hablara, se iba a meter en problemas. Pero él siguió contando lo que sabía, hasta que falleció”.

Atanor pertenece al grupo multinacional Albaugh LLC, con sede en Estados Unidos, y un 20% de su paquete accionario en manos de la agroquímica china Huapont Nutrichem Co. Nació en 1938 como una sociedad mixta privada y estatal. En 1988 Compañía Química S.A (de Bunge y Born) adquirió el 34% de las acciones y obtuvo así acciones de YPF y Fabricaciones Militares. En 1997, Albaugh compró el 51% del capital a Bunge y Born. En 2005 vendió la planta de Llavallol tras las denuncias por el vuelco de deshechos tóxicos al Riachuelo.

Atanor es además la mayor corporación azucarera del país: de la caña extraen componentes para la formulación del glifosato. Pero la agencia de noticias Bloomberg informó que Atanor proyecta vender sus dos ingenios (Concepción y Marapa) por 200 millones de dólares “en tanto se concentra en su negocio de protección de cultivos, y pone la mira en activos que podrían salir a la venta ante la fusión de Bayer-Monsanto”. La facturación de Atanor alcanza los 600 millones de dólares anuales. La firma posee en el país el 10 por ciento de cuota de mercado de productos vinculados al agronegocio, equivalente a 2.500 millones de dólares.

Corrupciones

Las primeras denuncias de contaminación fueron realizadas por los propios trabajadores. Hubo causas judiciales, penales y administrativas, acompañadas por el Foro de Medio Ambiente de San Nicolás (Fomea), Protección Ambiental del Río Paraná y la asociación civil Optar, dedicada a brindar trabajo a jóvenes con discapacidad.

“Cuando hay una población con índices tan elevados de enfermedad y muerte en proximidades de una empresa que manipula elementos químicos de manera tan desaprensiva como lo hace Atanor, es presumible que allí esté la causa de las enfermedades que denunciamos”, dice Fabián Maggi, abogado de un grupo de vecinos.

“Cuando hay contaminación no hay solamente un empresario contaminador sino un funcionario corrupto. Atanor no tiene permisos de descarga de efluentes gaseosos al aire, ni líquidos al río. Sin embargo el OPDS (Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible), que es la autoridad de aplicación, le dio el certificado de aptitud ambiental. Otra situación se plantea con la Autoridad del Agua (ADA) y sus convenios con Atanor, donde la propia empresa  pagó viáticos y alojamientos a los inspectores que debían fiscalizarla. Es una franca muestra de corrupción de funcionarios. Todo está denunciado”. El cuadro de lo denunciado por el doctor Maggi se completa con la noticia de que está mal habilitada la enorme chimenea que desprende gases y esa nube anaranjada que cada tanto ven los vecinos, y se comprobó lo que había denunciado Hugo Duque: se enterraron residuos tóxicos, como lo demostró el trabajo de otro de los impulsores de que tampoco la información sea enterrada: el ingeniero Martín Solé.

A fines de agosto el juez Facundo Puente allanó Atanor y clausuró provisoriamente la planta de síntesis de atrazina al corroborar las denuncias por contaminación. Prohibió el vertido de efluentes, y el ingreso de camiones desde otras plantas de la empresa, con materiales para ser volcados al río. Obligó a informar qué transportan esos camiones. La Cámara de Apelaciones confirmó la medida, pero solicitó que la empresa estuviera en funcionamiento para extraer muestras de agua. Puente lo hizo. Maggi: “El juez simplemente levantó la clausura. La actividad de Atanor quedó sin control alguno”.

MU se comunicó con el juzgado, pero el juez pidió licencia tras el fallo.

En la Municipalidad no contestaron al pedido de entrevista.

En Atanor, tampoco.

Atanor desde adentro

Uno de los trabajadores que disparó las primeras denuncias es Darío Álvarez, 50 años. Comenzó a trabajar en la planta de San Nicolás a fines de los 90. Lo echaron en 2005 por un accidente laboral. Hoy está con problemas alérgicos y dolores en las articulaciones.

“Envasaba y formulaba agroquímicos. Salían para Dow o Nidera, pero todo era  de Atanor. ¿Derrames? Permanentemente. Eran de 2 mil y hasta 5 mil litros. Muchas veces no te dabas cuenta porque no andaba la alarma. No tenían un dique, una pileta para controlar. Todo iba al río, y después te hacían lavar. Yo no entendía la peligrosidad del producto. Pero teníamos los brazos salpicados, porque las máquinas además eran viejas y andaban mal. Un par de veces, envasando Herbifen, me deshidraté, me tuve que ir a casa con medicamentos, todo acalambrado”.

Dice que nunca vio a un inspector del OPDS. “Aprobaban todo sin mirar nada. Solo iba Prefectura, pero la empresa se enteraba antes, y nos hacía limpiar bien”.

Álvarez habla de sus compañeros: “Néstor Moreno entró conmigo. Tenía 36 años. Estaba en el sector Glifosato. Me dijeron que le agarró leucemia, pero murió reventado: le sangraban los ojos, los oídos. A otro, Néstor Acosta, le sacaron un riñón. En la planta de salicílico todos fueron operados del ano, de apendicitis, tenían problemas estomacales, la piel quemada. Si se volcaba la cipermetrina, por ejemplo, no podías respirar. Un día el supervisor agarró un frasco para ver si estaba bien la numeración. Después fue al baño, y al hacer pis se tocó los testículos: se le inflamaron así. La irritación que te provocaba en los ojos te dejaba enceguecido. Una vez estalló un tanque y ahí fue cuando toda una nube naranja invadió San Niolás. No había plan de contingencia, y la seguridad siempre dejó mucho que desear”.

¿Por qué pasaba eso? “Por falta de inversión. Y juegan con la desinformación. Cuando ingresamos nos dieron  una charla: no podíamos decir absolutamente nada de lo que veíamos ahí. Teníamos que firmar una especie de acuerdo, como si fuera de silencio. Te instalaban un miedo:  si hablabas, te quedabas sin laburo”.

Lina duele

Otra puerta del Barrio Química se abre. Otra historia. Carolina Alejandra Cruz, 38 años, empleada doméstica, invita a pasar. Y a escuchar.

Su hija Lina nació en 2010. “Vivía congestionada, con alergias, broncoespasmo.  A los 3 años la operamos de los oídos. A los 5 años volvió a escuchar mal, ponía la TV fuerte. Volvimos a operarla en junio del año pasado. Y supimos lo que nunca imaginé”.

¿Qué es lo que Carolina no imaginaba? “Un viernes Lina fue al jardín. Una de mis sobrinas me dijo: ‘Tía, tiene elevada la costillita’. Pensé que era un golpe. La llevé a la guardia, no la quisieron atender. No tenía dolor. Fui de nuevo. Le hicieron una ecografía y una placa. Me dijeron que había que hacerle un estudio de alta complejidad que ahí no podían hacer. Preparé el bolso y fuimos a Rosario. Le hicieron una tomografía y le diagnosticaron un tumor. Ya era sábado. Se me vino el mundo abajo. ¿De qué era? ¿De dónde viene? Si en mi familia no tengo a nadie con eso. ‘Está muy complicado’, me decían. Respiraba mal. A la noche, en el sanatorio, se puso morada. La derivaron. Me decían que tenía líquido en los pulmones, que le estaba oprimiendo el corazón. Imaginate: de un viernes en el jardín a un domingo en un sanatorio. El lunes le hicieron una punción para saber qué tenía, para ponerle un nombre y ver con qué clase de quimio iban a empezar. Era rabdiomiosarcoma estadio IV. Ese día la oncóloga me dijo: ‘Es un 40 ó 50% de cura’. Apostábamos que se iba a achicar para poder operarse. Pasaron los meses, pero los estudios no respondían como ellos querían. Y no podían hacer la cirugía de alta complejidad. Había que ir al Italiano o al Garrahan. Decidimos el Garrahan. No queríamos pensar lo peor. Nunca tratamos de mentirle a Lina. Dijimos: que ella entienda a su manera. Así fue. Le hicieron rayos, quimio oral, pero no avanzaba. En el hotel del Garrahan tuvo un episodio de ahogamiento. Un llamado de atención. No podía estar ahí, tenía que estar en el hospital. Ya no respiraba muy bien, estaba somnolienta. Vinieron los tíos, toda la familia. Ya estaba medio dormidita. Me pedía solamente hacer pis. Ese día la bañé, comió, cantamos. No pensé que se me iba. Pero se fue”.

Lina murió el 25 de julio de 2016.

La enfermera especialista en cuidados paliativos del Garrahan, Mercedes Mechi Méndez, con experiencia en atender niños con cáncer que llegan de sitios en contacto con agrotóxicos, le preguntó a la familia si vivían cerca de alguna fábrica, de alguna empresa, de una zona potencialmente peligrosa. Le contestaron que sí.

Enfrente.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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