CABA
Las pasionarias
Mujeres al Oeste. Crearon un espacio para la acción y desde allí arremeten juntas contra la violencia sexual, en todos sus aspectos. Se definen como subversivas, porque quieren cambiar el mundo público y privado. En eso andan: dictan talleres, brindan asesoramiento, hacen campañas y desafian los prejuicios barrio por barrio.Es una chica de veintitantos años, morena, bella, menuda, que nos mira como desde otra dimensión. En realidad está en otra dimensión: medicada.
Aun así, va como rebotando de un lado a otro de la habitación, como poseída por la tensión y la angustia. Mira los afiches y los va silabeando entrecortadamente: “autoestima”, “momentos felices”, “tus derechos”. Le asombra un póster de la película Yo, la peor de todas, pero parece angustiarse más aun. La madre contará luego que tuvo que rescatar a esa joven de 25 años para salvarla de tanto que la golpeaba el marido. La chica –que tiene una beba de dos años– no puede salir a la calle si no es medicada, por puro pánico.
Estamos en la sede de Mujeres al Oeste, en Morón, hoy está atendiendo una de las abogadas. Se abre la puerta y sale otra joven, rubia y de ojos claros empapados. Se va con su hijito de unos 5 años. La chica morena es conducida por su mamá como si fuese ciega, entran en la oficina de la abogada, y se cierra la puerta.
Si se toma como un asunto gremial– masculino, conviene reconocer que en estos casos da vergüenza ser varón. La curiosa idea según la cual a golpes se hacen los hombres, debería ser considerada junto a la noción de que a golpes se mata a las mujeres, a niñas y niños, o se las viola. Se les mutila vida, en una especie de guerra civil cotidiana en el hogar, dulce hogar. Las cifras marean: en las comisarías bonaerenses de la mujer, por ejemplo, hay 2.000 denuncias mensuales de maltratos domésticos. Casi 70 por día. Y son sólo las que se atreven a denunciar. Sin necesidad de ver marcas de golpes y moretones, los ojos de esta chica, inundados en angustia y farmacología, son más reveladores que cualquier estadística.
Es difícil aceptar la idea de que organizaciones como Mujeres al Oeste sean una “asociación sin fines de lucro”, según figura en estatutos y sellos. Quizás habría que hablar de una conspiración para salvar vidas, de un útero de derechos humanos, o de un aquelarre que anuncia que materias como violencia doméstica, aborto, lesbianismo y autoestima, no son asuntos meramente privados sino algunos de los más importantes temas políticos de la actualidad. Comparan al terrorismo sexista con el terrorismo de Estado, y catalogan la existencia que cualquiera calificaría como “normal” de millones de mujeres, según los parámetros de los campos de concentración. Y no exageran. Frente a la situación, no se remiten a la queja, sino que encaran acciones que definen como “revolucionarias” y “subversivas”, mientras calientan agua y ceban palabras para que se pueda entender mejor la historia del presente.
Brujas e iglesia
Todo nació en una brujería radial: Aquelarre al oeste fue un programa que se transmitió en fm En Tránsito en 1993. “Descubrimos que teníamos audiencia” dice Zulema Palma, casada, dos hijas, una nieta y un nieto. Zulema ya había encontrado una identidad en el feminismo, y una rebeldía geográfica. “Siempre teníamos que ir al ombligo del mundo, la Capital, para poder participar en organizaciones feministas, hasta que nos dimos cuenta de que nuestra realidad era otra, y que teníamos mucho que hacer nosotras mismas”. ¿Quiere decir que también existe centralismo en las así llamadas “organizaciones populares”? Las Mujeres al Oeste se ríen ante la ingenuidad: “Centralismo, protagonismo, llamalo como prefieras” ofrece Liliana Morales, cuatro hijos y una nieta. “Y el centralismo siempre es excluyente”. A tal exclusión se agregaba lo obvio: las diferencias entre el conurbano y la Capital. Diferencias de servicios hospitalarios y de salud, de recursos, de necesidades, de todo. Descubrieron además que hacían un trabajo muy importante a nivel nacional, pero que las llevaba a descuidar lo local: “En la reforma constitucional de 1994 participamos en el cabildeo para intentar que en la Constitución no se instalara la cláusula de que la vida comienza a partir de la concepción”. Cabildeo es el lobby, entendido como modo en que organizaciones defienden determinadas causas ante legisladores y funcionarios. Las Mujeres usan otra definición: soplar orejas.
La idea de que la vida humana empieza en el momento de la concepción es defendida religiosamente por los que se oponen a la legalización del aborto. Amén. Las mujeres en cambio bregaban por eliminar esa noción del texto constitucional, que tilda a cualquier mujer que decide abortar como una especie de delincuente.
“Nosotras peleábamos por lo nacional, pero hubo un grupo pequeño de compañeras que quedaron solas en La Plata, mientras Duhalde (Eduardo) arreglaba con Rico (Aldo) y con la Iglesia (católica) para poner esa cláusula en la constitución provincial”. Esa extraña trinidad logró su objetivo. Zulema: “Es una dificultad más, pero en la práctica las mujeres siguen abortando: las pobres pueden morirse por la falta de posibilidades de hacerlo como corresponde, y las ricas pagan abortos bien hechos”.
Subversivas al Oeste
En 1995 quedó oficialmente fundada Mujeres al Oeste. Tiene 15 integrantes y un estilo que le ha permitido multiplicar actividades e influencia. Trabajan realizando talleres referidos a salud, sexualidad, autoestima, derechos, y también organizando reuniones como Liberatoria, grupo de ayuda de mujeres que son o han sido sometidas a violencia sexual, o abuso sexual. Muchas veces, desde la infancia. Además, salen a los barrios a brindar talleres, encuentros y capacitaciones, lo cual permite luego que las mujeres reproduzcan ese tipo de actividades.
No se trata de clases, charlas ni conferencias. Liliana Morales: “Lo que hacemos son dinámicas de taller para facilitar que las mujeres hablen, reflexionen, rompan el silencio y que a partir de eso todas podamos pensar y decidir”. En esa ruptura del silencio, las mujeres ven una de las principales posibilidades para que cambie la persona, y por lo tanto cambie la realidad. “La mujer ha sido educada para ser pasiva, perdonar, trabajar para los demás, y callar los problemas familiares”. Esta pasividad abarca también los problemas de sometimiento doméstico. “No hay diferencia de clases en esto” dice Liliana. “Al revés, a veces la mujer de más recursos, más educada, tiene justamente el problema de que las instituciones educativas son reforzadoras de estos patrones culturales. La mujer pobre, de pronto tiene más facilidad para entender el problema”. Zulema mira el otro lado: “Tampoco idealizamos a la mujer de los sectores populares, que tienen un pensamiento que puede ser muy conservador y tradicional sobre la maternidad y la sexualidad, porque no imaginan para sí mismas otras posibilidades. Por eso prenden algunas iglesias tan retrógradas en esos sectores”.
Casos. Hace poco una docente se sumó a uno de los grupos. “El primer paso es que estar con otras a una le hace clic en la cabeza” dice Zulema. La mujer pudo relatar su historia como golpeada. Se produjo el clic. Se separó. El marido seguía amenazándola. Fue a hacer la denuncia ante una fiscalía. ¿Cuál pudo haber sido la respuesta? “No hay pruebas”. Ese mismo día el marido la detectó, le descerrajó dos balazos en la cabeza, y luego se suicidó. A veces vale la palabra milagro: la mujer quedó viva. Raquel Disenfeld cuenta: “Tiene una bala entre el maxilar y el oído que todavía no le pudieron quitar. Es una mujer maravillosa, inteligente, pero encima de lo que le pasó, se quedó pensando: pobre, debe haber creído que yo estaba muerta y por eso se suicidó”. Con la cabeza vendada como una herida de guerra, en la cama del Hospital Posadas, la mujer reveló algo más a Raquel: “Es la primera vez que puedo comer. Antes no podía, por la angustia”, dijo con la sensación de empezar una existencia diferente ante un puré de zapallo.
El trabajo del grupo, además, involucra la llegada a las escuelas, donde plantearon talleres sobre prevención de violencia en el noviazgo que abarcaron a más de 2.000 adolescentes del oeste.
En los talleres buscan desnaturalizar: romper la idea de que la violencia o el sometimiento son una cuestión natural que debe tratarse puertas adentro. Buscan también descubrir: destapar estos problemas. Y mover, para que situaciones, cabezas y corazones logren cambiar de lugar sin resignarse a que las cosas son como son.
Pero a todo esto no le dan un contenido privado. “Lo personal es político” dice Zulema, retomando una idea clásica del feminismo. “Estamos haciendo la revolución feminista, que es silenciosa pero cambia estructuras culturales. Muchas veces la revolución cambia estructuras políticas, pero no las de fondo que son las culturales”.
Soplando orejas
Zulema cree que este activismo pacífico por la vida es ampliamente subversivo: “Es una palabra a la que se le puso un contenido falso y degradado, pero es al revés. Subversivo es un ser humano comprometido que está tratando de cambiar lo que es injusto en este sistema patriarcal y capitalista. Nosotras somos subversivas”, explica, mientras corre la ronda de mate.
Las Mujeres al Oeste reconocen que el Estado es el que menos apoyo brinda a acciones de este tipo. “Aportan a cuestiones de otro perfil” dice Zulema, un tanto enigmática. ¿Por ejemplo? “El Estado bonaerense apoya fuertemente a la Iglesia católica y no a las feministas. O sostiene comedores y acciones de beneficencia, pero no a los que trabajan en la reivindicación de sus derechos, y menos a las mujeres. Por supuesto que está muy bien apoyar a los comedores, pero hasta ahí llegan”. Las Mujeres trazan así una distinción entre las organizaciones que sostienen esta realidad, y las que buscan transformarla. Raquel: “Acá hay una paradoja. Si el hombre defiende los derechos de las mujeres, es desde una posición de seducción o para conseguir votos. Y si lo hace una mujer, es feminista o parcial”. Zulema aclara: “O resentida, reventada, trepadora y mal cogida”.
Reconocen que viven una situación positiva en Morón bajo la gestión de Martín Sabatella. Liliana: “Venimos soplándole la oreja desde 1999. Le decíamos: falta atención para las mujeres, falta contención para la cuestión de violencia. Se necesitan las dos cosas, alguien que mueva y active, pero también alguien que escuche. Acá hubo una oreja que escuchó”. En cambio un poco más allá, en Merlo, funciona el territorio del intendente Raúl Otacehé, hombre de conducta inexpugnable (siempre oficialista) y modelo puntero, clientelista o la palabra que cada quien prefiera poner. “Ahí tuvimos amenazas, persecuciones, agresiones. Si no sos del intendente no te dejan organizar”. ¿Qué diferencia práctica hay entre una situación como la de Merlo y una como la de Morón? Zulema: “En Merlo te pegan y te persiguen. En Morón encontrás servicios de salud, atención a las mujeres, toda una política alrededor de estos temas. El acto por el Día de la No Violencia contra las Mujeres, lo hizo siempre un grupito de nosotras, repartiendo volantes en la plaza. Este último (el 25 de noviembre) fue una marcha enorme que organizó la propia intendencia”. Liliana: “Uno nunca sabe si es para bien o para mal que el Estado tome estos temas, pero por lo menos la difusión y visibilización fue enorme”.
El Banco Mundial, o el prestigio
¿Y cómo consiguen recursos para trabajar? Para los talleres y capacitaciones buscan aportes de organizaciones feministas internacionales, cuenta Zulema, aunque se reitera que ninguna de estas mujeres vive de la actividad ya que son una organización sin fines de lucro. Andan con problemas para el pago del alquiler, si es por poner las cosas en términos concretos. Liliana: “Lo que pasa es que además no aceptamos cualquier financiamiento que te quiera modificar los objetivos o la ideología”. ¿Por ejemplo? “El Banco Mundial no es una entidad financiera válida para nosotros. Nos dicen que se pueden pedir fondos pero no estamos de acuerdo. Primero, porque aumenta la deuda del país. Y la visión sobre la mujer es más de lo mismo. No hay reivindicación de sus derechos, promoción de sus posibilidades, sino ponerla en el lugar de beneficiaria y víctima. Es un como si. No quieren un cambio real de la situación. Nosotras queremos derribar estructuras. De lo contrario, terminás dándole letra y prestigio a un banco que ya sabés por qué te presta la plata: para que todo siga igual y vos cuelgues el cartelito que te dan”. ¿Qué significa la palabra prestigio en este contexto? “Que la gente sabe que lo que hacemos es real, y no un simulacro”.
Zulema es ginecóloga, Liliana estudió trabajo social, Evangelina Acuña es abogada, Raquel es psicóloga, Susana Corti es la bibliotecaria del pequeño Centro de Documentación. Son apenas parte del aquelarre. Zulema: “Como ginecóloga siempre me interesé obviamente por estos temas, pero para mí también el clic es el encuentro con las otras mujeres” dice.
¿Y cómo encaran la cuestión del aborto? Promueven la campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, con dos ideas:
1) anticonceptivos para no abortar,
2) aborto legal para no morir.
“Los que más te maltratan son los propios colegas médicos. Ya aprendí que con los curas ni hay que debatir este tema porque no se puede hablar con el que es dogmático y no escucha”. Sigue Zulema: “Pero para las mujeres es al revés, porque el tema del aborto lo toman como cosa cotidiana. Ni siquiera las mujeres que están en contra son lo agresivas que pueden ser un médico o un cura”.
Las Mujeres al Oeste no quieren estar en el Estado, ni con los partidos. “Nuestro lugar es monitorear políticas del Estado y acercamos nuestro parecer como una organización más de la comunidad que aporta desde un lugar crítico. Pero somos autónomas, ni estamos en el Estado ni lo reemplazamos. Queremos otras formas de organización social y política que no sean verticales y hegemónicas”.
Cristina K o Cristina F
Les consulto por la novedad del momento: una mujer fue electa presidenta. Las Mujeres al Oeste me miran de reojo. Liliana: “No opino nada especial, porque además de reproducir el modelo patriarcal está imbuida de lo que es el poder. Se instala en el rol de la mujer tradicional que para pasar a lo público cumplió primero con todos los deberes domésticos”. Pero usa la palabra género: “Eso mismo, la usa, no la tiene incorporada, no ha hecho ni cinco de revisión sobre lo que significa ser mujer” describe Zulema, que reconoce sin embargo que se trata de un simbolismo fuerte: “Claro, veo niñas que ahora dicen: ah, una mujer puede ser presidenta. Pero que sea mujer no significa un cambio real en la mirada sobre poder”. Raquel plantea que Cristina llegó al poder por ser “señora de”. Zulema no está de acuerdo: “Es una sociedad patrimonial, como los Clinton (Hillary y Bill). Kirchner prácticamente liquidó el Consejo de la Mujer. No sé si ella tendrá pensado cambiarlo, ni siquiera sé si saldrá a defender los derechos de la mujer. Y ya dijo que está contra el aborto, así que… para mí es más de lo mismo”.
La otra novedad que no alegra precisamente a las Mujeres es la situación provincial. Zulema: “No sé qué va a pasar con (Claudio) Zinn en Salud. La vez pasada invitaron a Scioli a una charla sobre violencia y mandó al que va a ser secretario de Culto provincial, que dijo que los problemas de violencia familiar habrá que tratarlos en los cursos prematrimoniales de la Iglesia. Así que estoy tranquilísima con ese tema”.
Mujeres al Oeste asumió como propio el tema del lesbianismo. ¿Cómo funciona esa temática en el conurbano? “Al incluir la cuestión en los talleres, empezamos a encontrar mujeres que reconocen lo que les pasa y se sienten libres para decirlo” explica Raquel. Para Zulema hay algo más: “Tocar el tema del lesbianismo desde hace 20 años es fundamental para vernos como mujeres. El derecho al aborto y el derecho a otras sexualidades son dos caras de una misma moneda, porque van contra el patriarcado que controla el cuerpo, la vida y el deseo de las mujeres. En ese tema lo que está en juego es la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos y nuestra vida. Es poder decir: tenemos derecho a interrumpir el embarazo cuando lo consideremos conveniente, y la otra cara es que podemos sentir placer sexual sin hombres. Toda una ruptura en esta sociedad”.
La revolución de la intimidad
Liberatoria es un grupo de apoyo mutuo para mujeres víctimas de violencia familiar. Tomaron la palabra de la España republicana, cuando se organizaron liberatorios como lugares donde liberar a las mujeres en estado de prostitución, para que pudiesen estudiar, trabajar, empezar otra vida.
Este año han pasado más de 25 mujeres, de cuatro generaciones. Desde abuelas que fueron abusadas (y ahora descubren que las abusadas son sus propias nietas) hasta una chiquita de 13 años. “Desde los 4 años era abusada por su padrino. Después tuvo una pareja, repitió el modelo patriarcal, el hombre le pegaba. Cuando ella quiso romper, el hombre además de pegarle, la violó. Por eso hablamos de terrorismo sexual”. Se reitera: 13 años. De acuerdo a todos los datos que se manejan al respecto, Raquel calcula que una de cada tres niñas y uno de cada cinco varones ha sufrido abusos sexuales en la infancia.
La idea de terrorismo sexual es equiparada por las Mujeres al Oeste al problema del terrorismo de Estado. Raquel relaciona el “algo habrán hecho” que se decía sobre los que desaparecían, con la misma frase aplicada a mujeres golpeadas o violadas. “Se dice que provocó, que miente, que se merece que le pase eso. Lo que viven una mujer o una niña en situación de violencia sólo es equiparable a la violencia del Estado, y a los campos de concentración” sostiene. Zulema recuerda que hace poco tuvieron otro caso donde un hombre derribó la puerta cuando detectó dónde se había escondido su mujer, le pegó, la violó, y todo fue considerado por la justicia como una “disputa de pareja”.
Cuando el Poder Judicial habla así, está revelando un sistema de dominación social. Por eso las Mujeres al Oeste plantean todo el tiempo el ida y vuelta entre lo político y lo privado. “Nuestro gran logro es la participación en lo general, pero también los cambios en lo cotidiano porque ahí nacen las transformaciones generales. El poder desobedecer justamente, es un cambio cotidiano y cultural que luego influye en la sociedad”. Otro aspecto que Zulema defiende: “Salir de lo privado a lo público”. En las últimas semanas ya hubo dos escraches a violadores organizados en el oeste, y ya no por las Mujeres sino por las vecinas y vecinos. Uno era un pastor evangélico y otro un individuo que abusó de dos chiquitas y las dejó embarazadas. En la salida a lo público, y la intención de tejer redes con movimientos, las Mujeres se toparon con otra paradoja: los movimientos sociales, piqueteros, partidos políticos y demás, reproducían internamente el mismo sistema de control sobre las mujeres. “Te encontrabas mujeres que salían a hacer piquetes, pero que no podían venir a una reunión porque tenían que quedarse a cuidar a los chicos”.
En este vaivén entre lo institucional y lo privado, tal vez un modo de analizar la democracia sea la cama. “Por supuesto, las feministas uruguayas decían: democracia en las calles, en las casas y en la cama” sostiene Zulema, y sería interesante conocer los alcances de tal programa político.
La chiquita sale de la reunión con la abogada, mira largamente uno de los afiches y lo va deletreando. La madre se la lleva. Las Mujeres al Oeste posan para las fotos con el gesto feminista: un rombo con las manos abiertas. “Para mí, es el símbolo de la vulva” razona Raquel. Observo después el cartel que había leído la chica. Está manuscrito por mujeres del conurbano. Es sobre autoestima. O, si no entendí mal, sobre la revolución.
Entre otras cosas dice:
“Se nos abrió la cabeza”.
Dice: “Momentos felices”.
Dice: “Las caricias”.
Y dice: “La vida en nuestras manos”.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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