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Las pasionarias
Mujeres al Oeste. Crearon un espacio para la acción y desde allí arremeten juntas contra la violencia sexual, en todos sus aspectos. Se definen como subversivas, porque quieren cambiar el mundo público y privado. En eso andan: dictan talleres, brindan asesoramiento, hacen campañas y desafian los prejuicios barrio por barrio.
Es una chica de veintitantos años, morena, bella, menuda, que nos mira como desde otra dimensión. En realidad está en otra dimensión: medicada.
Aun así, va como rebotando de un lado a otro de la habitación, como poseída por la tensión y la angustia. Mira los afiches y los va silabeando entrecortadamente: “autoestima”, “momentos felices”, “tus derechos”. Le asombra un póster de la película Yo, la peor de todas, pero parece angustiarse más aun. La madre contará luego que tuvo que rescatar a esa joven de 25 años para salvarla de tanto que la golpeaba el marido. La chica –que tiene una beba de dos años– no puede salir a la calle si no es medicada, por puro pánico.
Estamos en la sede de Mujeres al Oeste, en Morón, hoy está atendiendo una de las abogadas. Se abre la puerta y sale otra joven, rubia y de ojos claros empapados. Se va con su hijito de unos 5 años. La chica morena es conducida por su mamá como si fuese ciega, entran en la oficina de la abogada, y se cierra la puerta.
Si se toma como un asunto gremial– masculino, conviene reconocer que en estos casos da vergüenza ser varón. La curiosa idea según la cual a golpes se hacen los hombres, debería ser considerada junto a la noción de que a golpes se mata a las mujeres, a niñas y niños, o se las viola. Se les mutila vida, en una especie de guerra civil cotidiana en el hogar, dulce hogar. Las cifras marean: en las comisarías bonaerenses de la mujer, por ejemplo, hay 2.000 denuncias mensuales de maltratos domésticos. Casi 70 por día. Y son sólo las que se atreven a denunciar. Sin necesidad de ver marcas de golpes y moretones, los ojos de esta chica, inundados en angustia y farmacología, son más reveladores que cualquier estadística.
Es difícil aceptar la idea de que organizaciones como Mujeres al Oeste sean una “asociación sin fines de lucro”, según figura en estatutos y sellos. Quizás habría que hablar de una conspiración para salvar vidas, de un útero de derechos humanos, o de un aquelarre que anuncia que materias como violencia doméstica, aborto, lesbianismo y autoestima, no son asuntos meramente privados sino algunos de los más importantes temas políticos de la actualidad. Comparan al terrorismo sexista con el terrorismo de Estado, y catalogan la existencia que cualquiera calificaría como “normal” de millones de mujeres, según los parámetros de los campos de concentración. Y no exageran. Frente a la situación, no se remiten a la queja, sino que encaran acciones que definen como “revolucionarias” y “subversivas”, mientras calientan agua y ceban palabras para que se pueda entender mejor la historia del presente.
Brujas e iglesia
Todo nació en una brujería radial: Aquelarre al oeste fue un programa que se transmitió en fm En Tránsito en 1993. “Descubrimos que teníamos audiencia” dice Zulema Palma, casada, dos hijas, una nieta y un nieto. Zulema ya había encontrado una identidad en el feminismo, y una rebeldía geográfica. “Siempre teníamos que ir al ombligo del mundo, la Capital, para poder participar en organizaciones feministas, hasta que nos dimos cuenta de que nuestra realidad era otra, y que teníamos mucho que hacer nosotras mismas”. ¿Quiere decir que también existe centralismo en las así llamadas “organizaciones populares”? Las Mujeres al Oeste se ríen ante la ingenuidad: “Centralismo, protagonismo, llamalo como prefieras” ofrece Liliana Morales, cuatro hijos y una nieta. “Y el centralismo siempre es excluyente”. A tal exclusión se agregaba lo obvio: las diferencias entre el conurbano y la Capital. Diferencias de servicios hospitalarios y de salud, de recursos, de necesidades, de todo. Descubrieron además que hacían un trabajo muy importante a nivel nacional, pero que las llevaba a descuidar lo local: “En la reforma constitucional de 1994 participamos en el cabildeo para intentar que en la Constitución no se instalara la cláusula de que la vida comienza a partir de la concepción”. Cabildeo es el lobby, entendido como modo en que organizaciones defienden determinadas causas ante legisladores y funcionarios. Las Mujeres usan otra definición: soplar orejas.
La idea de que la vida humana empieza en el momento de la concepción es defendida religiosamente por los que se oponen a la legalización del aborto. Amén. Las mujeres en cambio bregaban por eliminar esa noción del texto constitucional, que tilda a cualquier mujer que decide abortar como una especie de delincuente.
“Nosotras peleábamos por lo nacional, pero hubo un grupo pequeño de compañeras que quedaron solas en La Plata, mientras Duhalde (Eduardo) arreglaba con Rico (Aldo) y con la Iglesia (católica) para poner esa cláusula en la constitución provincial”. Esa extraña trinidad logró su objetivo. Zulema: “Es una dificultad más, pero en la práctica las mujeres siguen abortando: las pobres pueden morirse por la falta de posibilidades de hacerlo como corresponde, y las ricas pagan abortos bien hechos”.
Subversivas al Oeste
En 1995 quedó oficialmente fundada Mujeres al Oeste. Tiene 15 integrantes y un estilo que le ha permitido multiplicar actividades e influencia. Trabajan realizando talleres referidos a salud, sexualidad, autoestima, derechos, y también organizando reuniones como Liberatoria, grupo de ayuda de mujeres que son o han sido sometidas a violencia sexual, o abuso sexual. Muchas veces, desde la infancia. Además, salen a los barrios a brindar talleres, encuentros y capacitaciones, lo cual permite luego que las mujeres reproduzcan ese tipo de actividades.
No se trata de clases, charlas ni conferencias. Liliana Morales: “Lo que hacemos son dinámicas de taller para facilitar que las mujeres hablen, reflexionen, rompan el silencio y que a partir de eso todas podamos pensar y decidir”. En esa ruptura del silencio, las mujeres ven una de las principales posibilidades para que cambie la persona, y por lo tanto cambie la realidad. “La mujer ha sido educada para ser pasiva, perdonar, trabajar para los demás, y callar los problemas familiares”. Esta pasividad abarca también los problemas de sometimiento doméstico. “No hay diferencia de clases en esto” dice Liliana. “Al revés, a veces la mujer de más recursos, más educada, tiene justamente el problema de que las instituciones educativas son reforzadoras de estos patrones culturales. La mujer pobre, de pronto tiene más facilidad para entender el problema”. Zulema mira el otro lado: “Tampoco idealizamos a la mujer de los sectores populares, que tienen un pensamiento que puede ser muy conservador y tradicional sobre la maternidad y la sexualidad, porque no imaginan para sí mismas otras posibilidades. Por eso prenden algunas iglesias tan retrógradas en esos sectores”.
Casos. Hace poco una docente se sumó a uno de los grupos. “El primer paso es que estar con otras a una le hace clic en la cabeza” dice Zulema. La mujer pudo relatar su historia como golpeada. Se produjo el clic. Se separó. El marido seguía amenazándola. Fue a hacer la denuncia ante una fiscalía. ¿Cuál pudo haber sido la respuesta? “No hay pruebas”. Ese mismo día el marido la detectó, le descerrajó dos balazos en la cabeza, y luego se suicidó. A veces vale la palabra milagro: la mujer quedó viva. Raquel Disenfeld cuenta: “Tiene una bala entre el maxilar y el oído que todavía no le pudieron quitar. Es una mujer maravillosa, inteligente, pero encima de lo que le pasó, se quedó pensando: pobre, debe haber creído que yo estaba muerta y por eso se suicidó”. Con la cabeza vendada como una herida de guerra, en la cama del Hospital Posadas, la mujer reveló algo más a Raquel: “Es la primera vez que puedo comer. Antes no podía, por la angustia”, dijo con la sensación de empezar una existencia diferente ante un puré de zapallo.
El trabajo del grupo, además, involucra la llegada a las escuelas, donde plantearon talleres sobre prevención de violencia en el noviazgo que abarcaron a más de 2.000 adolescentes del oeste.
En los talleres buscan desnaturalizar: romper la idea de que la violencia o el sometimiento son una cuestión natural que debe tratarse puertas adentro. Buscan también descubrir: destapar estos problemas. Y mover, para que situaciones, cabezas y corazones logren cambiar de lugar sin resignarse a que las cosas son como son.
Pero a todo esto no le dan un contenido privado. “Lo personal es político” dice Zulema, retomando una idea clásica del feminismo. “Estamos haciendo la revolución feminista, que es silenciosa pero cambia estructuras culturales. Muchas veces la revolución cambia estructuras políticas, pero no las de fondo que son las culturales”.
Soplando orejas
Zulema cree que este activismo pacífico por la vida es ampliamente subversivo: “Es una palabra a la que se le puso un contenido falso y degradado, pero es al revés. Subversivo es un ser humano comprometido que está tratando de cambiar lo que es injusto en este sistema patriarcal y capitalista. Nosotras somos subversivas”, explica, mientras corre la ronda de mate.
Las Mujeres al Oeste reconocen que el Estado es el que menos apoyo brinda a acciones de este tipo. “Aportan a cuestiones de otro perfil” dice Zulema, un tanto enigmática. ¿Por ejemplo? “El Estado bonaerense apoya fuertemente a la Iglesia católica y no a las feministas. O sostiene comedores y acciones de beneficencia, pero no a los que trabajan en la reivindicación de sus derechos, y menos a las mujeres. Por supuesto que está muy bien apoyar a los comedores, pero hasta ahí llegan”. Las Mujeres trazan así una distinción entre las organizaciones que sostienen esta realidad, y las que buscan transformarla. Raquel: “Acá hay una paradoja. Si el hombre defiende los derechos de las mujeres, es desde una posición de seducción o para conseguir votos. Y si lo hace una mujer, es feminista o parcial”. Zulema aclara: “O resentida, reventada, trepadora y mal cogida”.
Reconocen que viven una situación positiva en Morón bajo la gestión de Martín Sabatella. Liliana: “Venimos soplándole la oreja desde 1999. Le decíamos: falta atención para las mujeres, falta contención para la cuestión de violencia. Se necesitan las dos cosas, alguien que mueva y active, pero también alguien que escuche. Acá hubo una oreja que escuchó”. En cambio un poco más allá, en Merlo, funciona el territorio del intendente Raúl Otacehé, hombre de conducta inexpugnable (siempre oficialista) y modelo puntero, clientelista o la palabra que cada quien prefiera poner. “Ahí tuvimos amenazas, persecuciones, agresiones. Si no sos del intendente no te dejan organizar”. ¿Qué diferencia práctica hay entre una situación como la de Merlo y una como la de Morón? Zulema: “En Merlo te pegan y te persiguen. En Morón encontrás servicios de salud, atención a las mujeres, toda una política alrededor de estos temas. El acto por el Día de la No Violencia contra las Mujeres, lo hizo siempre un grupito de nosotras, repartiendo volantes en la plaza. Este último (el 25 de noviembre) fue una marcha enorme que organizó la propia intendencia”. Liliana: “Uno nunca sabe si es para bien o para mal que el Estado tome estos temas, pero por lo menos la difusión y visibilización fue enorme”.
El Banco Mundial, o el prestigio
¿Y cómo consiguen recursos para trabajar? Para los talleres y capacitaciones buscan aportes de organizaciones feministas internacionales, cuenta Zulema, aunque se reitera que ninguna de estas mujeres vive de la actividad ya que son una organización sin fines de lucro. Andan con problemas para el pago del alquiler, si es por poner las cosas en términos concretos. Liliana: “Lo que pasa es que además no aceptamos cualquier financiamiento que te quiera modificar los objetivos o la ideología”. ¿Por ejemplo? “El Banco Mundial no es una entidad financiera válida para nosotros. Nos dicen que se pueden pedir fondos pero no estamos de acuerdo. Primero, porque aumenta la deuda del país. Y la visión sobre la mujer es más de lo mismo. No hay reivindicación de sus derechos, promoción de sus posibilidades, sino ponerla en el lugar de beneficiaria y víctima. Es un como si. No quieren un cambio real de la situación. Nosotras queremos derribar estructuras. De lo contrario, terminás dándole letra y prestigio a un banco que ya sabés por qué te presta la plata: para que todo siga igual y vos cuelgues el cartelito que te dan”. ¿Qué significa la palabra prestigio en este contexto? “Que la gente sabe que lo que hacemos es real, y no un simulacro”.
Zulema es ginecóloga, Liliana estudió trabajo social, Evangelina Acuña es abogada, Raquel es psicóloga, Susana Corti es la bibliotecaria del pequeño Centro de Documentación. Son apenas parte del aquelarre. Zulema: “Como ginecóloga siempre me interesé obviamente por estos temas, pero para mí también el clic es el encuentro con las otras mujeres” dice.
¿Y cómo encaran la cuestión del aborto? Promueven la campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, con dos ideas:
1) anticonceptivos para no abortar,
2) aborto legal para no morir.
“Los que más te maltratan son los propios colegas médicos. Ya aprendí que con los curas ni hay que debatir este tema porque no se puede hablar con el que es dogmático y no escucha”. Sigue Zulema: “Pero para las mujeres es al revés, porque el tema del aborto lo toman como cosa cotidiana. Ni siquiera las mujeres que están en contra son lo agresivas que pueden ser un médico o un cura”.
Las Mujeres al Oeste no quieren estar en el Estado, ni con los partidos. “Nuestro lugar es monitorear políticas del Estado y acercamos nuestro parecer como una organización más de la comunidad que aporta desde un lugar crítico. Pero somos autónomas, ni estamos en el Estado ni lo reemplazamos. Queremos otras formas de organización social y política que no sean verticales y hegemónicas”.
Cristina K o Cristina F
Les consulto por la novedad del momento: una mujer fue electa presidenta. Las Mujeres al Oeste me miran de reojo. Liliana: “No opino nada especial, porque además de reproducir el modelo patriarcal está imbuida de lo que es el poder. Se instala en el rol de la mujer tradicional que para pasar a lo público cumplió primero con todos los deberes domésticos”. Pero usa la palabra género: “Eso mismo, la usa, no la tiene incorporada, no ha hecho ni cinco de revisión sobre lo que significa ser mujer” describe Zulema, que reconoce sin embargo que se trata de un simbolismo fuerte: “Claro, veo niñas que ahora dicen: ah, una mujer puede ser presidenta. Pero que sea mujer no significa un cambio real en la mirada sobre poder”. Raquel plantea que Cristina llegó al poder por ser “señora de”. Zulema no está de acuerdo: “Es una sociedad patrimonial, como los Clinton (Hillary y Bill). Kirchner prácticamente liquidó el Consejo de la Mujer. No sé si ella tendrá pensado cambiarlo, ni siquiera sé si saldrá a defender los derechos de la mujer. Y ya dijo que está contra el aborto, así que… para mí es más de lo mismo”.
La otra novedad que no alegra precisamente a las Mujeres es la situación provincial. Zulema: “No sé qué va a pasar con (Claudio) Zinn en Salud. La vez pasada invitaron a Scioli a una charla sobre violencia y mandó al que va a ser secretario de Culto provincial, que dijo que los problemas de violencia familiar habrá que tratarlos en los cursos prematrimoniales de la Iglesia. Así que estoy tranquilísima con ese tema”.
Mujeres al Oeste asumió como propio el tema del lesbianismo. ¿Cómo funciona esa temática en el conurbano? “Al incluir la cuestión en los talleres, empezamos a encontrar mujeres que reconocen lo que les pasa y se sienten libres para decirlo” explica Raquel. Para Zulema hay algo más: “Tocar el tema del lesbianismo desde hace 20 años es fundamental para vernos como mujeres. El derecho al aborto y el derecho a otras sexualidades son dos caras de una misma moneda, porque van contra el patriarcado que controla el cuerpo, la vida y el deseo de las mujeres. En ese tema lo que está en juego es la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos y nuestra vida. Es poder decir: tenemos derecho a interrumpir el embarazo cuando lo consideremos conveniente, y la otra cara es que podemos sentir placer sexual sin hombres. Toda una ruptura en esta sociedad”.
La revolución de la intimidad
Liberatoria es un grupo de apoyo mutuo para mujeres víctimas de violencia familiar. Tomaron la palabra de la España republicana, cuando se organizaron liberatorios como lugares donde liberar a las mujeres en estado de prostitución, para que pudiesen estudiar, trabajar, empezar otra vida.
Este año han pasado más de 25 mujeres, de cuatro generaciones. Desde abuelas que fueron abusadas (y ahora descubren que las abusadas son sus propias nietas) hasta una chiquita de 13 años. “Desde los 4 años era abusada por su padrino. Después tuvo una pareja, repitió el modelo patriarcal, el hombre le pegaba. Cuando ella quiso romper, el hombre además de pegarle, la violó. Por eso hablamos de terrorismo sexual”. Se reitera: 13 años. De acuerdo a todos los datos que se manejan al respecto, Raquel calcula que una de cada tres niñas y uno de cada cinco varones ha sufrido abusos sexuales en la infancia.
La idea de terrorismo sexual es equiparada por las Mujeres al Oeste al problema del terrorismo de Estado. Raquel relaciona el “algo habrán hecho” que se decía sobre los que desaparecían, con la misma frase aplicada a mujeres golpeadas o violadas. “Se dice que provocó, que miente, que se merece que le pase eso. Lo que viven una mujer o una niña en situación de violencia sólo es equiparable a la violencia del Estado, y a los campos de concentración” sostiene. Zulema recuerda que hace poco tuvieron otro caso donde un hombre derribó la puerta cuando detectó dónde se había escondido su mujer, le pegó, la violó, y todo fue considerado por la justicia como una “disputa de pareja”.
Cuando el Poder Judicial habla así, está revelando un sistema de dominación social. Por eso las Mujeres al Oeste plantean todo el tiempo el ida y vuelta entre lo político y lo privado. “Nuestro gran logro es la participación en lo general, pero también los cambios en lo cotidiano porque ahí nacen las transformaciones generales. El poder desobedecer justamente, es un cambio cotidiano y cultural que luego influye en la sociedad”. Otro aspecto que Zulema defiende: “Salir de lo privado a lo público”. En las últimas semanas ya hubo dos escraches a violadores organizados en el oeste, y ya no por las Mujeres sino por las vecinas y vecinos. Uno era un pastor evangélico y otro un individuo que abusó de dos chiquitas y las dejó embarazadas. En la salida a lo público, y la intención de tejer redes con movimientos, las Mujeres se toparon con otra paradoja: los movimientos sociales, piqueteros, partidos políticos y demás, reproducían internamente el mismo sistema de control sobre las mujeres. “Te encontrabas mujeres que salían a hacer piquetes, pero que no podían venir a una reunión porque tenían que quedarse a cuidar a los chicos”.
En este vaivén entre lo institucional y lo privado, tal vez un modo de analizar la democracia sea la cama. “Por supuesto, las feministas uruguayas decían: democracia en las calles, en las casas y en la cama” sostiene Zulema, y sería interesante conocer los alcances de tal programa político.
La chiquita sale de la reunión con la abogada, mira largamente uno de los afiches y lo va deletreando. La madre se la lleva. Las Mujeres al Oeste posan para las fotos con el gesto feminista: un rombo con las manos abiertas. “Para mí, es el símbolo de la vulva” razona Raquel. Observo después el cartel que había leído la chica. Está manuscrito por mujeres del conurbano. Es sobre autoestima. O, si no entendí mal, sobre la revolución.
Entre otras cosas dice:
“Se nos abrió la cabeza”.
Dice: “Momentos felices”.
Dice: “Las caricias”.
Y dice: “La vida en nuestras manos”.
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Consumidor final
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Brigada Eva
Eva Giberti. Sus febriles 78 años la encuentran dando un salto: de referente feminista a funcionaria del Ministerio del Interior. Aquí comparte los misterios de ese trayecto.
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