CABA
Un volcán por explotar
Los Espíritus. Las nuevas generaciones buscan rock nacional y se encuentran de todo: viejos vinagres y potros que mueren sin galopar. Pero de pronto, una banda argentina edita su tercer disco, arrasa en México, sigue ganando oyentes digitales y se anima a escenarios cada vez más grandes. Aquí, les prendemos unas velas. Por Bruno Ciancaglini
La historia reciente del rock argentino empieza con una pila de cuerpos aplastados en plaza Once y termina con la canonización de ciertas personalidades del género convertidas en mitos, en leyendas inmortales.
Entre la muerte y la mitología, con la negación del cuerpo como denominador común, algo de ese género que interpeló durante cuatro décadas a diferentes generaciones se había perdido para siempre y sólo los ídolos del pasado, autorizados por la trayectoria, parecían ser los únicos capaces de forjar un nuevo-viejo rumbo, a riesgo de que ese renacimiento no fuera más que un espejismo producido por el efecto de la más antigua técnica de preservación post-mortem: la momificación.
En 2010 un grupo de amigos empieza a ensayar en el barrio de Almagro sin más pretensiones que jugar con sonidos y melodías improvisadas. Ni ellos ni los vecinos que les tiran huevos por los ruidos molestos saben que lo que se está gestando en ese lugar es la banda de rock que mejor sabe expresar el espíritu de esta época.
Pero, ¿qué es expresar el espíritu de una época?
Espíritu: entidad abstracta tradicionalmente considerada la parte inmaterial que, junto con el cuerpo o parte material, constituye el ser humano; se le atribuye la capacidad de sentir y pensar.
Del latín spiritus, derivado a su vez del verbo spirare: respirar. Lo que se respira.
Expresar el espíritu de una época, vale decirlo, es una expresión un poco vaga y arbitraria. Quizás se trate de poder plasmar en sonidos eso que no se puede explicar pero se puede intuir, porque está ahí. Es la manifestación sonora de una incertidumbre, la cancelación de una deuda sensorial: hacernos escuchar lo que no podemos ver.
Como mares
que quiebran las rocas
O huracanes
Que llevan las olas
Así de fuertes somos
Con esas estrofas empieza Agua Ardiente, el tercer disco de Los Espíritus que salió publicado en plataformas digitales nada menos que el 1° de Mayo.
Como ya había demostrado en Gratitud, su segundo trabajo, la banda se caracteriza por la versatilidad para hacer dialogar estéticas contrastadas sin perder homogeneidad, así como por la sencillez lírica de las letras. Agua Ardiente funciona a partir de contrapuntos; un brazo invisible -que no llamaremos “concepto”- traza la ruta de un viaje a la deriva de una geografía melódica donde los temas parecen constituirse como estados sonoros más que como canciones aisladas.
“No pensamos conceptualmente los discos. Hay cosas que se van hilando y uno reconoce, trabajamos mucho, pero no desde un concepto. Es raro explicar algo que es parte de un juego. Para mí la música es usar el cerebro de otra manera que la convencional”, dice Maxi Prietto, voz y guitarra.
“Nos gusta mucho zapar, improvisar una melodía hasta que le encontramos algo que nos gusta, le sumamos frases y eso empieza a ser un tema. A veces surge de cosas que vemos en la calle, yo viajo mucho en tren, por ejemplo, y veo cosas que después plasmo en los temas. Otras veces saco ideas de libros o películas. Porque no sé de qué escribir pero quiero hacer un tema igual”, explica Santiago Moraes, también al mando de la guitarra y voz.
Perdida en el fuego, por ejemplo, balada tan bella como desgarradora, está inspirada en el cuento Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enriquez (Anagrama, 2016), relato provocador en el que las mujeres, frente a una epidemia de violencia machista, empiezan a autoquemarse para evitar que sean los hombres quienes las quemen.
En Los Espíritus hay fórmula pero no especulación. Toman las bases del blues y el rock de los 60 y lo latinoamericanizan con líneas de percusión a cargo de Pipe Correa en batería -colombiano, con groove caribeño incorporado- y Fernando Barreyro, también percusionista de la banda Morbo y mambo.
Pero esa fusión es apenas una primera pista, un punto de partida.
De la confluencia de estilos entre las composiciones de Maxi Prietto y Santiago Moraes, Los Espíritus tienen la cintura para pasar de Luna llena, una balada melancólica que parece retomar el gesto de los pintores impresionistas de contemplar un paisaje y absorberlo como pura materialidad (ahí atrás en la niebla/ un cuadrado amarillo/ una luz que tiembla/ si cambian los colores del cielo/ mis ojos, seguro/ también cambian), a un rock and roll barrial que describe asperezas de la vida cotidiana en tercera persona del presente, como si se tratara de una narración cinematográfica. De las dimensiones cosmogónicas, donde el ser humano queda disminuido ante la inmensidad de la fuerzas naturales, a la micropolítica de los conflictos urbanos, donde un cruce de miradas en un subte repleto –La mirada– es la síntesis perfecta de un malestar social (el pibe mira al hombre/ ¡ay! le aguanta la mirada/ el boleto valió el doble/ y ninguno dijo nada).
Los Espíritus no tienen miedo de ser demasiado literales ni demasiado abstractos. Ese es su mayor riesgo y su mayor mérito.
Santiago y Maxi se conocieron en la secundaria y ambos viven en el barrio de La Paternal. La formación se completa con Martín Fernandez Batmalle al bajo y Miguel Mactas en guitarra.
Cuenta Maxi: “Hubo un ensayo fundacional donde empezamos a zapar y de ahí salió algo que nos gustó. Eso terminó siendo Lo echaron del bar. El tema, por diferentes razones, explotó en México antes que acá. Nuestros primeros seguidores fueron mexicanos. Y nos pedían más cosas pero la realidad es que solo teníamos tres temas. Ahí empezamos a ponernos las pilas”.
De la conjunción de tres EPs surgió su primer disco que incluye, entre otros temas, Los desamparados y Noche de verano, dos hits espirituales.
Maxi: “Empezamos a tomar en serio el proyecto pero más que nada por lo que generaba en nosotros. Yo venía de tocar en otros grupos, básicamente dúos, y nunca nos sirvió económicamente. Armar un grupo de seis miembros a nivel económico era inviable. Todos teníamos otros trabajos, la mayoría en otros rubros no relacionados con la música. La incorporación de Nacho Perotti como productor fue una de las claves. Él creó un sistema de trabajo que le dio sentido a lo que hacíamos, lo valorizó. En el ambiente del rock trabajar está mal visto, o ponerse metas está visto como algo careta. Pero tuvimos un cambio de paradigma, en el sentido de entender el oficio, tomárselo en serio, sonar bien, no tocar en cualquier lado porque sí, tocar en lugares que nos guste, estar enteros”.
Santiago: “Eso es lo que nos hace independientes. Ya no existe mucho eso del sello, me parece. Nosotros decidimos dónde tocar y cuándo; si queremos subir un disco en una fecha cualquiera lo hacemos, no especulamos. Y además, ser independientes significa que ya no dependés de los medios. La gente a la que le interesa escucharte sabe dónde encontrarte”.
México le dio los primeros seguidores a Los Espíritus y también fue fuente de inspiración. El western mexicano El infierno fue puntapié de una idea en torno al bien y el mal en una sociedad pecaminosa, concepto que se plasmó en algunos de sus primeros temas y que, por más que Maxi admita que rápidamente desechó, de algún modo sigue vigente en Agua Ardiente, ya sea en el arte de tapa del disco o en el tema Las armas las carga el diablo, que junto con La rueda conforman el corpus donde la crítica sistémica al mix democracia & capitalismo -cuya versión más sanguinaria se ve precisamente en México- se hace orgánica.
Con un sonido renovado entre las raíces del rock, el calor latinoamericano y una sensibilidad que les permite reapropiarse de elementos esenciales cooptados por el bussines new age como el “alma” o la “luz” y combinarlos con paisajes oníricos, crítica social y la narración testimonial de ese entramado de hechos injustamente subvalorados llamado vida cotidiana, Los Espíritus nos dan así dos buenas noticias.
-La música puede ser un abrigo en épocas de oscuridad e incertidumbre.
-El rock todavía viaja en tren.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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