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Criar y crear: Preguntas para un futuro desobediente
¿Cómo criar niñxs con libertad y sin silencios? Las preguntas, los saberes y las dudas en medio de las campañas anti derechos. La crianza como acto colectivo. La educación sexual. El lenguaje que desarma mandatos. El juego y el arte como estrategias hacia un futuro mejor. POR ANABELLA ARRASCAETA, MARÍA DEL CARMEN VARELA Y FLORENCIA PAZ LANDEIRA
Son tiempos de preguntas en los que todo parece estar en duda, incluso lo que ya sabíamos o pensábamos ganado: las instituciones, los modelos, las leyes, las jerarquías, las relaciones, las crianzas. Una época de mudanzas y transformación, pero también, o sobre todo, de disputa.
Entre “la revolución de las hijas” y el “con mis hijos no te metas”, nos preguntamos: ¿Cómo criar y educar a les niñes de hoy? ¿Cómo pensar una educación que no reproduzca formas de dominación? ¿Cómo pensar una escuela diversa? ¿Cómo criar niñes sin estereotipos? ¿Qué implica pensar en infancias con derechos?
Paremos el mundo
Susy Shock, artista trans, poeta, cantante y más, es la autora de Crianzas, un micro radial producido por lavaca que derivó en libro editado por Muchas Nueces. En él Susy relata al oído de les niñes historias de ternura en el rol de “tía trava”: “¡Chango! ¡Chinita! ¡Gurises! Acá te escribe la Susy. Seguro que me conocés de verme volver tarde por el barrio, algunas risitas me habrás regalado estando en barra. Pero sos de los y las que me dice ‘Buen día, señora’ cuando voy a la mañana a comprar el pan. Soy la tía de Uriel, que vive justo en frente del Centro Comunitario, y aunque tenemos nuevas leyes, que me permiten tener en el documento el nombre que siento para mí, todavía la ley no puede hacer mucho para que dejen de cargarlo a mi sobrino con ‘su tío que se disfraza de mujer’. No vengo a retarte; vengo a que me conozcas. ¿Y sabés por qué? Porque hay un amanecer asomando y estaría bueno que no te lo pierdas, que no nos lo perdamos. Te dejo un beso, o un abrazo, de tía trava”.
Susy está a punto de subirse a un colectivo para llevar sus recitales de Crianzas a Paraná, y luego la esperan otros destinos: a lo largo de esos viajes encuentra en cada carta y regalito que le ofrecen, dice, un montón de señales. “Es como mi pañuelo verde -explica-, que de alguna manera sigue significando eso de que la piba que lo lleva en la mochila es una aliada”. Susy trae una primera idea: empezar a identificar aliadxs.
Está por cumplir 50 años y es ella quien trae el dato a la charla para dar contexto a su infancia: “Mi viejo y mi vieja me abrazaron. Obrero textil y ama de casa y después portera de colegio. No había ninguna información del feminismo ni de estas cuestiones teóricas que hoy tenemos más a mano, que no significa que tampoco estén al alcance de todes ni en la práctica de todes. Y ellos pudieron no dejar de abrazar: ese es para mí un eje fundamental”.
Susy, para pensar las infancias, cita a otra activista trans, en la que de alguna forma está inspirado Crianzas: Marlene Wayar. “Como dice ella: paremos el mundo. No sé qué otra cosa más importante tiene que haber. Paremos el mundo y repensemos en base a les pibes que ya están. En la política siempre se habla a futuro y parece que es mañana, pasado mañana, pero la infancia es hoy. La infancia no abrazada está hoy. La infancia explotada está hoy. La infancia sola está hoy. La infancia que no puede transcurrir su infancia está hoy. Ahora es más complejo, en momento de elecciones todo se apresura también, las agendas se priorizan a otro nivel, más mezquino. No hay una necesidad grupal de decir: paremos la mano porque tenemos que sanar. Somos generaciones adultas que tenemos que sanar y aún sin sanar hemos traído y seguimos trayendo pibes a este mundo. Y entonces les exigimos en sus cuerpecitos las batallas que ya perdimos nosotras o las batallas que nos salieron mal. Tenemos que sanar y tenemos, mientras, que abrazar para encontrar cosas más concretas, más firmes, más potentes”.
Las contradicciones
Alejandra Lapegna es maestra de primaria, licenciada en Ciencias de la Educación y docente de Educación Sexual Integral en profesorados de CABA. Su formación en feminismo, sin embargo, no se la debe a ninguno de sus títulos, sino a talleres de reflexión y grupos de investigación autogestionados entre amigas desde principios de este siglo. Desde entonces intenta llevar esta mirada a la escuela, al principio como iniciativa personal y luego desde el programa nacional de ESI: Educación Sexual Integral. “Empecé desde el lenguaje: una vez que corrés ese velo de que no nos nombran no hay vuelta atrás. Hablar de una en femenino implica mucha reflexión y la construcción de otra posición. Con las notitas empecé a pasar del “padres” o “mamis” a “estimada familia”, de modo que entren todas. Ese primer movimiento es central para la organización institucional: usar un lenguaje que interpele a las familias en su diversidad”.
Alejandra sugiere que, de modo más o menos explícito, la escuela siempre ha regulado las identidades y los roles de género. “Educación sobre el género y sexualidad hubo siempre. Pero a nosotras nos enseñaron que teníamos que tener conductas diferentes que las de los varones, que teníamos que arreglarnos con un espacio del patio chiquitito en un rincón y dejarlos a los varones que necesitaban jugar al fútbol y transpirar, que escondiéramos si nos pasábamos una toallita, que las charlas sobre la menstruación y los cambios corporales en la pubertad tenían que ser para nenas y nenes por separado, que no íbamos a ver un pene hasta que nos casáramos. Eso se nos fue transmitiendo desde la escuela, sin decirlo explícitamente muchas veces”.
Susy Shock agrega: “Mis amigas tienen contradicciones porque criamos de una manera en la casa pero después las crianzas van a la escuela y pretendemos que se adapten a eso. Y la escuela sigue siendo la misma. Que haya nuevas señales dentro, maestras, una preceptora, una directora copada, no significa que la escuela no siga siendo un campo de batalla terrible. No se discute lo binario, no se discute un modo de ser varón y mujer, eso está muy complejo, ni hablar si hay infancias trans, ni hablar si hay futuras tortitas, futuros putitos ahí adentro”.
¿Quiénes son el problema?
Paula Garnier es artista, estudió teatro y forma parte del elenco de Las Noches Bizarras y de la obra para niñes Tita, la planta maldita. Es madre de Juana y Federico, mellizos de 9 años que saludan con beso, abrazo y sonrisa.
Hace unos días Paula encontró a lxs melli corrigiendo sus manuales de la escuela: donde encontraban las palabras chicas o chicos, tachaban y escribían chiques. Es que Juana y Fede crecen en un contexto de diversidad. “Mi casa es lugar de encuentro de grupos teatrales y bandas musicales. Somos una fauna loca, un zoológico de humanidades. Mis hijes tienen mentalidad trans. Nos une el arte y cada día aprendemos a ser una familia”, cuenta Paula.
¿Cuáles son las preocupaciones más frecuentes? “Intento ir por lo positivo, trato de no preocuparme sino de ocuparme. Me ocupo de que encuentren el deseo, que es también mi ocupación conmigo misma. Hay que escuchar a les niñes, elles tienen autonomía para expresar sus deseos, hay que abrir el corazón sin prejuicios. Elles la tienen clara: el problema somos les adultes. En lugar de cerrar respuestas es mejor abrir preguntas”.
¿Cómo se construyen los vínculos? “Nos unimos en grupo y desde ahí construimos. Vamos a las marchas y lo hacemos grupalmente. Saben que en estos contextos hay que manejarse juntes. La construcción es comunitaria, circular, no piramidal. Yo vengo del teatro comunitario, de lo popular, y trabajamos en equipo: no hay cuestiones jerárquicas sino de orden”.
“Para criar a un niño o una niña se necesita toda una tribu”, confirma Cristina Oliana, licenciada en Ciencias de la Educación y formadora de docentes. Oliana acaba de publicar el libro Y de pronto la vida, en co-autoría con Estela Quiroga, que propone repensar las pedagogías y las formas de crianza desde un lugar de respeto hacia las infancias: “Nos propusimos revisar por qué seguimos reproduciendo determinadas dinámicas que tienen que ver con un sistema patriarcal de formar a un sujeto sumiso y a otro que da las órdenes”. En esa búsqueda de criar y educar desde una mirada que reconozca en el niño y la niña a una persona con la que dialogar, Cristina también apuesta por lo colectivo: “La crianza nos involucra a todos. Pensar la crianza como algo individual nos sigue alejando de las transformaciones. Criar a un bebé es muchísima demanda. Nos coloca en esto de que las mujeres debemos responder desde un supuesto instinto. La crianza no es una cuestión de género. Así como hay que acompañar al niño en su crecimiento, la crianza también debe ser acompañada por otras personas e instituciones”.
Escuchar/revolucionar
Retomando los aportes de la psicoanalista Françoise Dolto, Cristina Oliana expresa: “Escuchar las respuestas de los niños y las niñas es un acto revolucionario”. Cree que si transformamos el modo de vincularnos podemos cambiarlo todo. Y sube la apuesta: los cuidados son los que nos humanizan. “Es tiempo de cuidarnos más. En épocas de crisis, de dolor y de sufrimiento, tiene que volver nuestra parte más humana. Ser tierno con el otro. Ejercer ternura es un acto revolucionario y es un derecho humano. Nos estamos deshumanizando. Son tiempos de dar una vuelta: defender el maternazgo como un acto revolucionario, que no sea un acto solitario”.
El feminismo nos enseñó a pensar que la intimidad es política y que las relaciones más personales están atravesadas por el poder. ¿Cómo construir vínculos y formas de relacionarnos con el otro desde un lugar respetuoso y afectivo? Alejandra Lapegna: “Nos enfrentamos a muchos desafíos, sobre todo en la pubertad y la adolescencia. ¿Cómo trabajar sobre la idea del respeto y el consentimiento, que podamos expresar nuestros límites, y en el camino no cercenar toda posibilidad de encuentro, de roce? ¿Cómo actuar como escuela ante un chico de 14 años que cruzó un límite con una compañera? ¿El escrache público no genera nuevas formas de silencio y exclusión? ¿Cómo jugar una seducción amorosa y respetuosa? Me preocupa que en este proceso terminemos por sacar al cuerpo de la escena. Pasa también en la docencia, maestras que no quieren abrazar a sus estudiantes por miedo a ser acusadas de abuso. Suena absurdo, pero tenemos que prestar atención. Me preocupa que los adultos no estamos pudiendo dar respuestas. Hay mil cosas que los pibes y las pibas saben más que nosotros, pero hay algo de la posición y del espacio del cuidado, de la garantía de ciertos derechos, que tenemos que cubrirlo los adultos de referencia”.
En términos prácticos, todo el mecanismo de enseñanza y formateo de personas ya no está dando respuestas. El paradigma de una educación vertical, disciplinadora, infantilizadora, memorizadora, obediente y no creativa hace mucho que entró en crisis. Todas estas preguntas y experiencias tienden a generar autonomía y convivencia, pensamiento crítico, libertad, respeto al sentimiento propio y de lxs demás, para potenciar a cada persona.
Silencio/violencia
“La Educación Sexual Integral es un derecho de todas las niñas y niños”, expresa Alejandra Lapegna, en tiempos de campañas retrógradas. “Decir esto implica pensar que los niños no son una propiedad, sino sujetos de derecho. Por ejemplo, los lineamientos curriculares indican que en cierto momento de la escolaridad hay que enseñar la variedad de los métodos anticonceptivos y que el preservativo es el único que previene a la vez los embarazos no deseados y la transmisión de enfermedades. Lo tienen que saber todos los chicos y las chicas aunque vayan a una escuela religiosa con otro ideario. Y pensando en los primeros años, en los últimos meses hubo varias situaciones en las que fue evidente que poder enseñarles que hay partes de su cuerpo que otros no tienen derecho a tocar si no es por razones de higiene o de salud es fundamental. Hay que hablar de estos temas. Porque el silencio en pedagogía siempre es una enseñanza y en temas de educación sexual el silencio es la formación primordial que hemos tenido quienes tenemos más de treinta años. El silencio, por ejemplo, impide que se corte un circuito de violencia. Lo central de la ESI es que propone que la sexualidad se puede vivir libre y responsablemente, con una perspectiva de derechos. Pero en algunos espacios, la ESI es una mirada contracultural”.
Bancar crianzas
El movimiento social La Dignidad, en convenio con el Ministerio de Educación de Ciudad de Buenos Aires, tiene cinco jardines para niñes de 45 días a 3 años. Las salas son integradas y trabajan docentes que entran por acto público por medio del Ministerio y educadoras populares del movimiento. En cada uno de los jardines hay un promedio de 25 niñes.
Fernanda es referente del jardín de Bajo Flores y cuenta: “Los jardines surgen frente a una necesidad de las familias de un espacio de cuidado. Cada jardín es distinto y las poblaciones de cada jardín son también distintas. Eso implica socializar y problematizar las tareas de cuidado, darle un lugar al pibe, a la piba, digno, que tenga un espacio para crecer, jugar. Permite que esa mamá pueda salir a trabajar, y significa poder laburar con esas familias para problematizar las violencias, el patriarcado en la casa, en la cama, en el laburo, en la calle”.
“En los jardines se trabaja con la pregunta permanente”, aclara Melody, referente del jardín de La Dignidad en Lugano. Fernanda agrega: “Llegamos al pensamiento colectivo de lo incómodo que es, desde todo punto de vista, laburar desde la pregunta y también laburar respetando las elecciones de les niñes. Entonces en las salas hay propuestas simultáneas para que cada cual haga según sus intereses, permitiendo la elección, no subestimando”. Melody agrega: “Eso también es súper inquietante: a veces una arma una propuesta para que les niñes hagan una cosa y hacen otra, y hay que adaptarse”.
El espacio mágico
Disfrazarse, pintarse, explorarse, ser otrxs. ¿A qué nos habilita el juego? Alejandra: “El juego es el modo de aprender de los niños más pequeños, de ir conociendo el mundo ensayando situaciones que les dan un poco de miedo o de incertidumbre. A través del juego se animan y van construyendo psíquicamente modos de abordarlas en la vida. En el ‘dale que’ se arma el espacio mágico. Si esos juegos pueden ser acompañados por una docente con una mirada de género, que habilita que si a un varón le gusta ponerse un vestido para jugar… ¿qué le permite a ese niño? Le permite jugar más. Jugar más es ampliar su posibilidad de conocimiento. Me parece que sujetas y sujetos que están construyéndose en un posicionamiento de cuidar su autoestima, de poder jugar a lo que deseen y no a lo que indica el mundo que tienen que jugar, permite posibilidades de subjetividades más libres”.
Cristina Oliana también pone al juego en el centro de la escena. “El juego comienza desde el cuidado. Es el espacio donde el niño y la niña tienen que poder jugar lo que necesitan: todo aquello que les preocupa en su vida cotidiana va a ser material de juego. Es la manera de transformar y dar nuevos sentidos a lo que nos está preocupando o angustiando. En el juego no hay riesgos. Es muy importante habilitar estos escenarios donde tengamos libertad de transformar. Pero muchas veces en el terreno del juego se vuelve a reproducir la lógica del poder, donde todo el tiempo esperamos que haya producciones, resultados. Los pibes terminan jugando a lo que quiere el adulto. Hay que poner encuadres y límites, pero después habilitar”.
¿Cómo manejar la tecnología? Pauli Garnier: “Hay cosas apasionantes y maravillosas de la tecnología, pero la pantalla está diseñada para absorberte. No los puede educar un aparato. Los padres tenemos que hacernos tiempo para jugar con les chiques. Apaguemos la tele, la compu y a jugar, a dibujar, a inventar cuentos. La creatividad siempre está en les niñes, y necesita ser estimulada. Nuestra herramienta es el arte”.
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