CABA
En pánico: Lo que devela el femicidio de Carla Soggiu
Carla apareció flotando en el Riachuelo, cuatro días después de activar dos veces el botón antipánico. Su ex marido la había golpeado y violado. Su caso revela el mal funcionamiento del sistema de localización. Los últimos momentos de la joven, las fallas tecnológicas y las humanas. A seis meses, la familia sigue reclamando información y justicia. Por Agostina Parisí
Hay un sonido que la familia de Carla Soggiu no olvidará nunca. Es un audio de la Policía de la Ciudad donde quedó registrada la última activación que la joven hizo de su botón antipánico el 15 de enero de este año. Ya no se escucha su voz pidiendo ayuda como en las grabaciones anteriores, sino el ruido de agua que se mueve y lo que podría ser un elemento golpeando contra otro. Es el sonido de alguien que se ahoga.
Carla murió al límite, intentando sobrevivir hasta el último minuto de su vida. Así quedó acreditado en la autopsia, donde se constató que murió por “asfixia mecánica por sumersión”, y en las activaciones que la mujer de 28 años hizo de su botón antipánico, avisándole a la Policía que estaba perdida y necesitaba ayuda.
Para su familia, a Carla la mataron dos veces. Primero, el 26 de diciembre de 2018, cuando su ex marido Sergio Nicolás Fuentes la violó y golpeó brutalmente en la vivienda que compartían con sus hijos pequeños, produciéndole una lesión en el cráneo que según sus padres derivó en una desestabilización y desorientación tiempo-espacial producto de su hidrocefalia. Después, el 15 de enero de este año, cuando Carla apretó dos veces su botón antipánico porque estaba perdida y se encontraba en un lugar “con agua y olor a combustible”. La Policía de la Ciudad nunca pudo encontrarla, a pesar de que el botón de la joven contaba, supuestamente, con el servicio de geolocalización. Su cuerpo fue hallado cuatro días más tarde por un trabajador que realizaba tareas de limpieza en el Riachuelo.
Se cayó el sistema
La búsqueda de Carla se difundió en el verano a través de las redes de organizaciones feministas y en los medios de comunicación. Su caso disparó el debate sobre las gravísimas limitaciones de los botones antipánico que entrega el Estado como política para prevenir la violencia de género. Para su papá Alfredo, “lo que le hizo ese hombre (Sergio Fuentes) no se lo iba a sacar jamás del cuerpo y de la cabeza, pero el abandono del Estado fue crucial para que hoy esté muerta”.
Según un “Informe de evento” de la Policía de la Ciudad que El Destape compartió con MU, cuando Carla accionó su botón antipánico el 15 de enero, el GPS del dispositivo no funcionaba y el móvil policial no pudo encontrar a la mujer. “Ubicación GPS aproximada: No encontrado”, dice el documento oficial. De acuerdo a una fuente reservada a la que accedió dicho medio, al momento de la búsqueda de la joven la empresa que prestaba el servicio de geolocalización al Gobierno de la Ciudad -Coradir- había finalizado su contrato y el 1° de enero de 2019 la firma ya no estaba a cargo del funcionamiento de los dispositivos. Si esta información se comprueba en la Justicia, se llegaría a la conclusión de que cuando Carla activó su botón antipánico jamás podrían haberla encontrado, y que las más de 7.000 mujeres que cuentan con este dispositivo en la Ciudad de Buenos Aires -según un informe del Centro de Monitoreo y Alarmas Móviles de la Policía- también estuvieron desprotegidas.
“La empresa Coradir estuvo contratada hasta el 31 de diciembre y luego intervino Soflex. En ese interín se produjo lo de Carla. Estamos esperando hace meses que el Gobierno de la Ciudad envíe los contratos por los cuales tercerizaba el servicio del botón antipánico”, dice Juan Dragani, abogado de la familia. “A pesar de que al principio el fiscal fue reticente a nuestro pedido, después accedió y se reiteró un oficio en cinco oportunidades, pero hasta el día de hoy (el Gobierno) no adjunta los contratos”, agrega. En diálogo con MU, la secretaría del fiscal César Augusto Troncoso aseguró que el funcionario no daría declaraciones sobre el tema.
Hasta hoy nadie sabe a ciencia cierta porqué no funcionó el botón que Carla llevaba aquel día sostenido entre su ropa interior. Aunque su ex marido estaba preso, habían pasado pocas semanas desde el ataque y Carla tenía miedo.
Para Diego Santilli, vicejefe de Gobierno de la Ciudad, en el caso de Carla “la policía actuó acorde y el botón sí funcionó”. Sin embargo el gobierno sigue sin responder el pedido de información de legisladores de la oposición para aclarar lo sucedido: ¿funcionaba o no el sistema? Ninguna de esas solicitudes, como tampoco las de la querella y la fiscalía, fueron respondidas hasta el momento.
“El sistema falló y esta ausencia de criterio en la gestión es la que nos pone en peligro diariamente a todos”, dice la diputada Victoria Montenegro, una de las que presentaron un pedido de informes al gobierno en febrero de 2019 en el que pidió conocer cuáles fueron los impedimentos para encontrar a Carla. Pese a que el gobierno está obligado a responder en diez días, no hubo caso. “A partir del caso de Carla muchas mujeres con botón antipánico denunciaron que no habían podido comunicarse porque se estaba actualizando el sistema y esto es sumamente grave”, agrega.
Golpe fatal
Es invierno y en el comedor de la casa de los padres de Carla se ceban mates calientes para combatir el frío. La vivienda está ubicada en el barrio Nueva Pompeya, al sur de la ciudad de Buenos Aires y a pocas cuadras del Riachuelo. Es una zona industrial, con fábricas y depósitos comerciales que emergen en medio de las viviendas. En la puerta del domicilio hay un custodio policial que vigila la casa de manera permanente desde que apareció el cuerpo sin vida de su hija.
Cuando tenía 15 años y todavía no había conocido a quien terminó siendo su pareja, a Carla le detectaron un cuadro de hidrocefalia que tenía desde su nacimiento. Los médicos no entendían cómo había sobrevivido teniendo una vida como cualquier otra chica, si su corteza cerebral era “del ancho de una hoja de papel grueso”, tal como le explicó un cirujano a la familia. En la pubertad Carla había comenzado a sufrir mareos, problemas de presión, pérdida de estabilidad y de visión. Luego de una larga lucha con la obra social, le introdujeron una válvula intracraneal de drenaje que le permitió continuar su vida de manera normal, con la única y expresa condición de no golpearse jamás la cabeza.
Su ex pareja hizo caso omiso a esta advertencia médica y después de Navidad la ató, violó y golpeó en el cráneo, en la vivienda que compartían junto a sus hijos pequeños, también ubicada en Nueva Pompeya. Fue entonces cuando Carla tramitó ante el Juzgado Civil N° 9 el botón antipánico y una orden de restricción contra el agresor, hoy encarcelado en prisión preventiva en el penal de Marcos Paz. Unos días antes del ataque, la joven había aparecido con un pequeño moretón en la pera que adjudicó a un accidente doméstico en la cocina. Después de la golpiza y violación, le confesó a su mamá que aquella marca en su rostro era producto de la violencia de su pareja.
El proceso de la denuncia fue similar al que atraviesan miles de mujeres, lesbianas, travestis y trans víctimas de violencia machista: interminables horas de espera en la comisaría y en los pasillos de la justicia sin una certeza sobre cómo continuará la vida después. “Cuando le hicieron las pruebas médicas en el hospital para verificar las lesiones, ella mencionó el golpe en la cabeza pero no le hicieron ni una tomografía”, relata su papá. “Sin embargo, aquel golpe quedó constatado en la autopsia. Nosotros creemos que esa lesión tuvo que ver con el estado de desorientación que tenía el día que murió”.
Los últimos minutos
Cuando a Sergio Fuentes lo llevaron preso Carla volvió a vivir a la casa de sus padres, esta vez con sus hijos de 2 y 5 años. Para sostener a su familia, repartía volantes de un estudio jurídico, limpiaba casas y a veces atendía un puesto de diarios donde también había trabajado su ex marido. “Al tener hidrocefalia no la tomaban en ningún lado y ella hacía lo que podía para ganarse unos mangos”, cuenta su papá.
Aquel 15 de enero, la joven salió a trabajar con su botón antipánico enganchado entre la bombacha y el jean. Fue la última vez que la vio su familia. Cerca de las 18 horas y tal como quedó capturado en una cámara de seguridad, un amigo la acompañó a la parada de la línea 32 en Avenida Sáenz al 500, cerca de Nueva Pompeya, desde donde Carla volvería a su vivienda. Al ver que no regresaba, sus padres llamaron a la policía. “En ese momento y después de todo lo que había pasado, veinte minutos eran una eternidad”, dice Alfredo.
A las 20.08 Carla activó por primera vez el botón antipánico y en comunicación con el call center de la central policial dijo a un operador “que estaba perdida y no conocía el barrio, intentando volver desde el trabajo a su casa”, indica el Informe de Evento de la Policía, donde dejaron asentado que según la geolocalización Carla se encontraba en la cuadra de su vivienda. “Por esa hora, llegó a casa un móvil diciendo que se presentaban por una activación del botón antipánico. Les explicamos que a Carla ya la estaban buscando y que justamente no estaba en la vivienda. Hoy me doy cuenta de que realmente no sabían dónde estaba mi hija, y que además estaban trabajando desorganizadamente”, dice Alfredo.
En la segunda comunicación con el operador, también asentada en el informe, Carla expresó que continuaba perdida y que estaba “metida en la villa”. Desde la Central de Alarmas le solicitaron que buscara el nombre de alguna calle o algún cartel conocido, y Carla advirtió sentir “mucho olor a combustible”. “No me puedo levantar porque estoy sobre el barro”, le dijo al operador, quien insistió en que “busque la forma de pararse”: “Tenemos un móvil en la zona pero si estás metida dentro de la villa no te vamos a encontrar, necesito que vayas a la calle Berruti”. “Tengo agua en la cara. La cara tapada”, responde Carla sobre el final de la comunicación. Aquel día había llovido mucho y, como es habitual, las calles cercanas a la vera del Riachuelo se cubren de barro, dificultando el paso de las personas.
“El tercer audio es el desenlace porque se escucha cuando mi hija se ahoga. Ella fue camino a su muerte y esta gente no supo cómo ubicarla”, dice su papá, quien pudo acceder a aquellas llamadas el día que hallaron el cuerpo. “En todo momento Carla les estaba diciendo que estaba en el río, y nunca lo supieron entender. Y tampoco nos comunicaron eso a nosotros, porque si no hubiésemos corrido hasta el Riachuelo”, señala Nora, su tía.
Desprotegidas
«Si hay algo que no es justo en la vida es vivir con miedo. Hoy tenemos la suerte de que, con la tecnología, la geolocalización, más un trabajo coordinado, podemos acudir en segundos al lugar donde está pasando el hecho y remediarlo”, dijo en 2012 Mauricio Macri cuando presentó los botones antipánico para la Ciudad de Buenos Aires, siendo Jefe de Gobierno.
Según un relevamiento presentado en junio de este año por el Centro de Monitoreo y Alarmas Fijas y Móviles de la Policía, desde donde se controlan los dispositivos entregados en Capital Federal, hasta el momento se adjudicaron más de 7.000 botones antipánico a víctimas de violencia de género que realizaron denuncias en la justicia.
Saliendo de la capital, la situación ya no es tan clara. Al no existir un sistema centralizado, no hay datos oficiales y se desconoce cuántas mujeres pidieron botones antipánico en la provincia, así como en el resto del país. Según un informe del gobierno bonaerense, hay siete municipios de la provincia de Buenos Aires donde los botones antipánico directamente no existen.
Para Julieta Luceri, abogada de la Fundación Activismo Feminista Digital, que el sistema no esté unificado “es un gran problema porque marca una gran desigualdad entre las mujeres y en la protección que reciben del Estado. Se necesita unicidad y coordinación entre los distintos operadores, justicia y fuerzas de seguridad para que el sistema realmente funcione”. En la Ciudad, señala, los botones son más sofisticados que en el resto de la provincia, al ser dispositivos autónomos (botones) y no una aplicación en el celular como ocurre en otras jurisdicciones. Para evaluar su efectividad es necesario verificar el tipo de geolocalización con el que cuentan, el tipo de prestación de servicio y el contacto que establecen cuando una víctima requiere auxilio: “La gestión de estos dispositivos supone una preparación en tecnología y perspectiva de género que hoy el personal público no tiene”. Lucía Martelotte, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, suma: “Los botones y pulseras son mecanismos que pueden contribuir en el seguimiento de los casos de violencia pero de ningún modo se tienen que usar como la única respuesta. No hay información ni tenemos conocimiento de cuál es la efectividad de este tipo de dispositivos”.
A seis meses de haber encontrado el cuerpo, su familia repasa una y otra vez la secuencia de los últimos minutos de la vida de Carla. Además de exigir al gobierno explicaciones sobre el funcionamiento del botón antipánico, reclaman que la justicia investigue si el golpe que le propinó su ex pareja en la cabeza fue lo que derivó en su muerte. “No vamos a bajar los brazos. Tiene que haber un Estado que contenga a las víctimas de verdad, así las encontramos con vida”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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