CABA
En pánico: Lo que devela el femicidio de Carla Soggiu
Carla apareció flotando en el Riachuelo, cuatro días después de activar dos veces el botón antipánico. Su ex marido la había golpeado y violado. Su caso revela el mal funcionamiento del sistema de localización. Los últimos momentos de la joven, las fallas tecnológicas y las humanas. A seis meses, la familia sigue reclamando información y justicia. Por Agostina Parisí
Hay un sonido que la familia de Carla Soggiu no olvidará nunca. Es un audio de la Policía de la Ciudad donde quedó registrada la última activación que la joven hizo de su botón antipánico el 15 de enero de este año. Ya no se escucha su voz pidiendo ayuda como en las grabaciones anteriores, sino el ruido de agua que se mueve y lo que podría ser un elemento golpeando contra otro. Es el sonido de alguien que se ahoga.
Carla murió al límite, intentando sobrevivir hasta el último minuto de su vida. Así quedó acreditado en la autopsia, donde se constató que murió por “asfixia mecánica por sumersión”, y en las activaciones que la mujer de 28 años hizo de su botón antipánico, avisándole a la Policía que estaba perdida y necesitaba ayuda.
Para su familia, a Carla la mataron dos veces. Primero, el 26 de diciembre de 2018, cuando su ex marido Sergio Nicolás Fuentes la violó y golpeó brutalmente en la vivienda que compartían con sus hijos pequeños, produciéndole una lesión en el cráneo que según sus padres derivó en una desestabilización y desorientación tiempo-espacial producto de su hidrocefalia. Después, el 15 de enero de este año, cuando Carla apretó dos veces su botón antipánico porque estaba perdida y se encontraba en un lugar “con agua y olor a combustible”. La Policía de la Ciudad nunca pudo encontrarla, a pesar de que el botón de la joven contaba, supuestamente, con el servicio de geolocalización. Su cuerpo fue hallado cuatro días más tarde por un trabajador que realizaba tareas de limpieza en el Riachuelo.
Se cayó el sistema
La búsqueda de Carla se difundió en el verano a través de las redes de organizaciones feministas y en los medios de comunicación. Su caso disparó el debate sobre las gravísimas limitaciones de los botones antipánico que entrega el Estado como política para prevenir la violencia de género. Para su papá Alfredo, “lo que le hizo ese hombre (Sergio Fuentes) no se lo iba a sacar jamás del cuerpo y de la cabeza, pero el abandono del Estado fue crucial para que hoy esté muerta”.
Según un “Informe de evento” de la Policía de la Ciudad que El Destape compartió con MU, cuando Carla accionó su botón antipánico el 15 de enero, el GPS del dispositivo no funcionaba y el móvil policial no pudo encontrar a la mujer. “Ubicación GPS aproximada: No encontrado”, dice el documento oficial. De acuerdo a una fuente reservada a la que accedió dicho medio, al momento de la búsqueda de la joven la empresa que prestaba el servicio de geolocalización al Gobierno de la Ciudad -Coradir- había finalizado su contrato y el 1° de enero de 2019 la firma ya no estaba a cargo del funcionamiento de los dispositivos. Si esta información se comprueba en la Justicia, se llegaría a la conclusión de que cuando Carla activó su botón antipánico jamás podrían haberla encontrado, y que las más de 7.000 mujeres que cuentan con este dispositivo en la Ciudad de Buenos Aires -según un informe del Centro de Monitoreo y Alarmas Móviles de la Policía- también estuvieron desprotegidas.
“La empresa Coradir estuvo contratada hasta el 31 de diciembre y luego intervino Soflex. En ese interín se produjo lo de Carla. Estamos esperando hace meses que el Gobierno de la Ciudad envíe los contratos por los cuales tercerizaba el servicio del botón antipánico”, dice Juan Dragani, abogado de la familia. “A pesar de que al principio el fiscal fue reticente a nuestro pedido, después accedió y se reiteró un oficio en cinco oportunidades, pero hasta el día de hoy (el Gobierno) no adjunta los contratos”, agrega. En diálogo con MU, la secretaría del fiscal César Augusto Troncoso aseguró que el funcionario no daría declaraciones sobre el tema.
Hasta hoy nadie sabe a ciencia cierta porqué no funcionó el botón que Carla llevaba aquel día sostenido entre su ropa interior. Aunque su ex marido estaba preso, habían pasado pocas semanas desde el ataque y Carla tenía miedo.
Para Diego Santilli, vicejefe de Gobierno de la Ciudad, en el caso de Carla “la policía actuó acorde y el botón sí funcionó”. Sin embargo el gobierno sigue sin responder el pedido de información de legisladores de la oposición para aclarar lo sucedido: ¿funcionaba o no el sistema? Ninguna de esas solicitudes, como tampoco las de la querella y la fiscalía, fueron respondidas hasta el momento.
“El sistema falló y esta ausencia de criterio en la gestión es la que nos pone en peligro diariamente a todos”, dice la diputada Victoria Montenegro, una de las que presentaron un pedido de informes al gobierno en febrero de 2019 en el que pidió conocer cuáles fueron los impedimentos para encontrar a Carla. Pese a que el gobierno está obligado a responder en diez días, no hubo caso. “A partir del caso de Carla muchas mujeres con botón antipánico denunciaron que no habían podido comunicarse porque se estaba actualizando el sistema y esto es sumamente grave”, agrega.
Golpe fatal
Es invierno y en el comedor de la casa de los padres de Carla se ceban mates calientes para combatir el frío. La vivienda está ubicada en el barrio Nueva Pompeya, al sur de la ciudad de Buenos Aires y a pocas cuadras del Riachuelo. Es una zona industrial, con fábricas y depósitos comerciales que emergen en medio de las viviendas. En la puerta del domicilio hay un custodio policial que vigila la casa de manera permanente desde que apareció el cuerpo sin vida de su hija.
Cuando tenía 15 años y todavía no había conocido a quien terminó siendo su pareja, a Carla le detectaron un cuadro de hidrocefalia que tenía desde su nacimiento. Los médicos no entendían cómo había sobrevivido teniendo una vida como cualquier otra chica, si su corteza cerebral era “del ancho de una hoja de papel grueso”, tal como le explicó un cirujano a la familia. En la pubertad Carla había comenzado a sufrir mareos, problemas de presión, pérdida de estabilidad y de visión. Luego de una larga lucha con la obra social, le introdujeron una válvula intracraneal de drenaje que le permitió continuar su vida de manera normal, con la única y expresa condición de no golpearse jamás la cabeza.
Su ex pareja hizo caso omiso a esta advertencia médica y después de Navidad la ató, violó y golpeó en el cráneo, en la vivienda que compartían junto a sus hijos pequeños, también ubicada en Nueva Pompeya. Fue entonces cuando Carla tramitó ante el Juzgado Civil N° 9 el botón antipánico y una orden de restricción contra el agresor, hoy encarcelado en prisión preventiva en el penal de Marcos Paz. Unos días antes del ataque, la joven había aparecido con un pequeño moretón en la pera que adjudicó a un accidente doméstico en la cocina. Después de la golpiza y violación, le confesó a su mamá que aquella marca en su rostro era producto de la violencia de su pareja.
El proceso de la denuncia fue similar al que atraviesan miles de mujeres, lesbianas, travestis y trans víctimas de violencia machista: interminables horas de espera en la comisaría y en los pasillos de la justicia sin una certeza sobre cómo continuará la vida después. “Cuando le hicieron las pruebas médicas en el hospital para verificar las lesiones, ella mencionó el golpe en la cabeza pero no le hicieron ni una tomografía”, relata su papá. “Sin embargo, aquel golpe quedó constatado en la autopsia. Nosotros creemos que esa lesión tuvo que ver con el estado de desorientación que tenía el día que murió”.
Los últimos minutos
Cuando a Sergio Fuentes lo llevaron preso Carla volvió a vivir a la casa de sus padres, esta vez con sus hijos de 2 y 5 años. Para sostener a su familia, repartía volantes de un estudio jurídico, limpiaba casas y a veces atendía un puesto de diarios donde también había trabajado su ex marido. “Al tener hidrocefalia no la tomaban en ningún lado y ella hacía lo que podía para ganarse unos mangos”, cuenta su papá.
Aquel 15 de enero, la joven salió a trabajar con su botón antipánico enganchado entre la bombacha y el jean. Fue la última vez que la vio su familia. Cerca de las 18 horas y tal como quedó capturado en una cámara de seguridad, un amigo la acompañó a la parada de la línea 32 en Avenida Sáenz al 500, cerca de Nueva Pompeya, desde donde Carla volvería a su vivienda. Al ver que no regresaba, sus padres llamaron a la policía. “En ese momento y después de todo lo que había pasado, veinte minutos eran una eternidad”, dice Alfredo.
A las 20.08 Carla activó por primera vez el botón antipánico y en comunicación con el call center de la central policial dijo a un operador “que estaba perdida y no conocía el barrio, intentando volver desde el trabajo a su casa”, indica el Informe de Evento de la Policía, donde dejaron asentado que según la geolocalización Carla se encontraba en la cuadra de su vivienda. “Por esa hora, llegó a casa un móvil diciendo que se presentaban por una activación del botón antipánico. Les explicamos que a Carla ya la estaban buscando y que justamente no estaba en la vivienda. Hoy me doy cuenta de que realmente no sabían dónde estaba mi hija, y que además estaban trabajando desorganizadamente”, dice Alfredo.
En la segunda comunicación con el operador, también asentada en el informe, Carla expresó que continuaba perdida y que estaba “metida en la villa”. Desde la Central de Alarmas le solicitaron que buscara el nombre de alguna calle o algún cartel conocido, y Carla advirtió sentir “mucho olor a combustible”. “No me puedo levantar porque estoy sobre el barro”, le dijo al operador, quien insistió en que “busque la forma de pararse”: “Tenemos un móvil en la zona pero si estás metida dentro de la villa no te vamos a encontrar, necesito que vayas a la calle Berruti”. “Tengo agua en la cara. La cara tapada”, responde Carla sobre el final de la comunicación. Aquel día había llovido mucho y, como es habitual, las calles cercanas a la vera del Riachuelo se cubren de barro, dificultando el paso de las personas.
“El tercer audio es el desenlace porque se escucha cuando mi hija se ahoga. Ella fue camino a su muerte y esta gente no supo cómo ubicarla”, dice su papá, quien pudo acceder a aquellas llamadas el día que hallaron el cuerpo. “En todo momento Carla les estaba diciendo que estaba en el río, y nunca lo supieron entender. Y tampoco nos comunicaron eso a nosotros, porque si no hubiésemos corrido hasta el Riachuelo”, señala Nora, su tía.
Desprotegidas
«Si hay algo que no es justo en la vida es vivir con miedo. Hoy tenemos la suerte de que, con la tecnología, la geolocalización, más un trabajo coordinado, podemos acudir en segundos al lugar donde está pasando el hecho y remediarlo”, dijo en 2012 Mauricio Macri cuando presentó los botones antipánico para la Ciudad de Buenos Aires, siendo Jefe de Gobierno.
Según un relevamiento presentado en junio de este año por el Centro de Monitoreo y Alarmas Fijas y Móviles de la Policía, desde donde se controlan los dispositivos entregados en Capital Federal, hasta el momento se adjudicaron más de 7.000 botones antipánico a víctimas de violencia de género que realizaron denuncias en la justicia.
Saliendo de la capital, la situación ya no es tan clara. Al no existir un sistema centralizado, no hay datos oficiales y se desconoce cuántas mujeres pidieron botones antipánico en la provincia, así como en el resto del país. Según un informe del gobierno bonaerense, hay siete municipios de la provincia de Buenos Aires donde los botones antipánico directamente no existen.
Para Julieta Luceri, abogada de la Fundación Activismo Feminista Digital, que el sistema no esté unificado “es un gran problema porque marca una gran desigualdad entre las mujeres y en la protección que reciben del Estado. Se necesita unicidad y coordinación entre los distintos operadores, justicia y fuerzas de seguridad para que el sistema realmente funcione”. En la Ciudad, señala, los botones son más sofisticados que en el resto de la provincia, al ser dispositivos autónomos (botones) y no una aplicación en el celular como ocurre en otras jurisdicciones. Para evaluar su efectividad es necesario verificar el tipo de geolocalización con el que cuentan, el tipo de prestación de servicio y el contacto que establecen cuando una víctima requiere auxilio: “La gestión de estos dispositivos supone una preparación en tecnología y perspectiva de género que hoy el personal público no tiene”. Lucía Martelotte, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, suma: “Los botones y pulseras son mecanismos que pueden contribuir en el seguimiento de los casos de violencia pero de ningún modo se tienen que usar como la única respuesta. No hay información ni tenemos conocimiento de cuál es la efectividad de este tipo de dispositivos”.
A seis meses de haber encontrado el cuerpo, su familia repasa una y otra vez la secuencia de los últimos minutos de la vida de Carla. Además de exigir al gobierno explicaciones sobre el funcionamiento del botón antipánico, reclaman que la justicia investigue si el golpe que le propinó su ex pareja en la cabeza fue lo que derivó en su muerte. “No vamos a bajar los brazos. Tiene que haber un Estado que contenga a las víctimas de verdad, así las encontramos con vida”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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