CABA
Una de amor: La historia de Marian y Rocío
Marian Gómez y Rocío Girat se conocieron en un programa de TV, al que fueron invitadas para relatar cómo habían sido violadas en su infancia. Las unió el horror y las curó el amor que fue surgiendo entre viajes, charlas y besos. Se casaron. El 28 de junio Marian fue condenada por “resistencia a la autoridad y lesiones leves” tras resistir una detención arbitraria por besarse con Rocío. Una historia entre el abrazo y la violencia estatal. Por Anabella Arrascaeta
Son los últimos días del año 2014.
Marian Gómez está sentada en el living televisivo del programa AM, en Telefé, y resume su rabia a cámara: “Es increíble que haya tanta gente de mierda, tanta mierda suelta y que nadie haga nada”.
Días antes había estado sentada en ese mismo programa junto a sus hermanas haciendo público su caso: Guillermo Sosa y su padre Osvaldo Sosa fueron condenados por el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Azul, en un juicio abreviado, a ocho años de prisión por abusar sexualmente de Marian y sus hermanas, Maira y Luana. Guillermo era pareja de la madre de las niñas.
Desde la producción del programa la invitaron a quedarse y compartir el piso con otra chica. “Yo en ese momento no miraba tele: con lo que me estaba pasando no podía mirar noticieros, ni nada. Mis dos hermanas me dijeron que me quedara porque iba a ir una chica a hablar también de su situación, pero que en el caso de ella el violador ya estaba preso”.
Esa chica era Rocío.
El punto de encuentro fue el horror.
Ambas fueron violadas durante su infancia y adolescencia.
Ambas tuvieron que exponer su vida en los medios para batallar contra la prisión domiciliaria que habían obtenido sus violadores.
“A Guillermo y Osvaldo le daban domiciliaria porque uno de ellos tiene diabetes, pero también tenía diabetes cuando me violaba: yo no veo la diferencia, pero el Estado sí”, dice ahora Marian a MU, con Rocío sentada a su lado.
Marcelo Alberto Girat, suboficial de contrainteligencia de la armada, fue condenado por el Tribunal Oral en lo Criminal N°3 de Mar del Plata a catorce años de prisión por violar a Rocío -muchas veces en la base naval de esa ciudad- durante cuatro años, entre los 13 y 17 años.
De víctimas a sobrevivientes
Rocío volvía del Encuentro Nacional de Mujeres en Salta: “Sentía que podía con cualquier situación”.
Cuando llegó a Buenos Aires su mamá la llamó desde Mar del Plata para que prendiera la televisión y poder así escuchar a Marian y sus hermanas contar su historia.
Esa misma noche una productora del programa le escribió: “Me preguntaba si me interesaba compartir el piso a los dos días con una chica que era víctima de violencia sexual”.
Rocío dijo que sí y pidió el contacto de las chicas para poder hablar antes.
Le pasaron el teléfono de la que hoy es su cuñada, Maira, que le dijo que se volvía a Olavarría y que la única que se quedaba era Marian. “Yo me quería encontrar con ella un día antes, en otro lugar, hablar y ponernos de acuerdo en el reclamo. Porque es suficiente que uno carga con su historia, pero el tema es qué hacemos con esto, qué reclamo podés plantear frente a los medios, desde qué lugar nos situamos. Es una manera de salir del lugar de la posición de víctima y ponerte en el lugar de sobreviviente; poder dar otra herramienta a alguien, no solo quedarte en lo que te pasó”.
Ese encuentro previo no se pudo dar y se vieron directamente en el canal. “Apenas la conocí fue una conexión total. Somos muy opuestas. Yo, en cuanto al abuso sexual en la infancia encaro por el lado de que tenés que denunciar, tenés que hablar, recurrí a un médico, a un amigo, al colegio: hay una vida afuera del abuso sexual. Y Marian es más cruda; cuando empecé a escucharla tuve que llamar a mi mamá para que entrara al piso porque no soporté escuchar las consecuencias tan fuertes de una piba que estaba pasando lo mismo que yo”.
Así se conocieron.
Marían tenía 21 y Rocío, 20 años.
Cambio de planes
Rocío tenía planes para esa noche: ir al teatro junto a su mamá, hermano y tío. Les sobraba una entrada: llamó a Marian y la invitó. “Habíamos empatizado a tal punto que lo que quería era estar en contacto”, reconstruye. “Fue un boom para mi cabeza, después de haber estado tantos años sumergida en la cultura patriarcal, en la cultura de la religión -soy egresada de colegio católico- me costó darme cuenta de que me gustaba Marian. Incluso me lo tuvo que decir mi mamá. Una tarde me vio mandando mensajes y me dijo: ‘volviste con tu ex’. Cuando le dije que no, me preguntó: ‘¿entonces con quién te hablás que tenés esa cara?’ Ahí dije: se me está notando que me estoy enganchando”.
Después de esa noche de teatro Marian volvió a su Olavarría donde se preparaban para marchar contra su padrastro y abuelastro. Una semana antes de la marcha, Rocío viajó para acompañarla. Marian la esperó en la terminal. “Fue rara la situación entre nosotras, cómo nos saludábamos, no entender si pasaba algo o no pasaba”, recuerda Rocío, y sigue: “En la marcha la gente cerraba las persianas para no ver que había dos pedófilos sueltos. Esa tarde Marian me dijo de ir hasta su casa a buscar ropa y cuando entro me doy cuenta de que era la casa donde había pasado todo: tenía esa luz oscura, esa energía de mierda. Ese mismo día le dije: ‘vos te venís conmigo a Mar del Plata’. Yo entiendo que es muy difícil para las personas que no tienen la opción de poder irse de su casa cuando pasan por esta situación pero es necesario para la salud: alguien nos va a dar una mano hasta que podamos buscar un lugar mejor. Si te sumergís en la misma casa donde pasó todo vas a ver fantasmas cada vez que des un paso”.
Unos días después de esa tarde estaban en la ciudad costera. Marian recuerda: “Pasábamos la noche, sin sustancia alguna, hablando. Amanecíamos contando esto, aquello, su historia, la mía. Ya no era necesario contarle ciertas cosas porque las sentías. Cuando nos queríamos acordar estaba amaneciendo. Así nos pasó como cuatro o cinco meses. Pero Mar del Plata estaba re tirado, como siempre menos en temporada, y nos fuimos a Olavarría porque a mí me devolvían el trabajo del que me habían echado”.
Sin refugio
El 13 de mayo de 2016 se casaron en Olavarría. “Es re loco el cortocircuito que tienen las personas cuando tienen que casar a dos personas del mismo género”, dice Rocío quien, en el acta de matrimonio, está anotada como ‘esposo’.
Fue la tercera pareja de mujeres que se casó en esa ciudad, pero para Marian poco había cambiado desde la marcha en donde se bajaban las persianas. “Sigue siendo igual, es un pueblo asfaltado, es terrible. Yo me fui de ahí porque nosotras vivíamos a cinco cuadras del pedófilo y no había herramientas. El intendente que está ahora es Ezequiel Galli (Cambiemos) y antes estaba José Eseverri que era peronista: ninguno de los dos hizo nada. Nosotras fuimos a hablar con Galli y le presentamos un proyecto de un refugio: cuando nos mudamos a Olavarría no teníamos mesa entonces nos sentamos en el piso y arriba de una caja escribimos el proyecto para las pibas de la ciudad que necesitaban un refugio. Agarramos dos hojas grandes, hablábamos las dos y escribíamos con la lapicera azul. Teníamos tanta emoción. Galli nos recibió dos días antes de las elecciones y nos dijo: ‘Esto se va a hacer’. Después nos cerró la puerta en la cara”.
El Estado estuvo ausente para escuchar lo que Marian y Rocío necesitaban: “Está todo mal enfocado. Hay una cultura de la violación que no se trata”, dice Rocío. Explica Marian: “Cuando vas y hablás tenés dos mundos que se juntaron: tu mentira de afuera y tu realidad de adentro de casa. Al hacerlo público es ‘¿y ahora?’. Los chicos de la escuela ya lo saben, tu familia lo sabe. Ahí te das cuenta quiénes son la familia instalada y quiénes son realmente tu familia, quiénes son tus amigas amigos, quiénes son las personas que acompañan y quiénes te terminan diciendo: ¿y vos cómo estabas vestida? O la misma policía que cuando te recibe en una denuncia de tal grado te dice: ‘mirá cómo estás vos, pintada, con la pollerita corta, vos también lo provocás’. Ahí sigue también ausente el Estado: lo único para lo que está presente es para afanarnos”.
Marian no se considera “ni mujer, ni varón, ni binaria, ni pansexual, ni nada por el estilo”. Ella elige definirse como persona. “Odio los rótulos, te quieren imprimir un rótulo para encasillarte y ponerte en un lugar de su mente para que no les explote el mambo. ¿Por qué? Si hay un poquito de desorden, ¿qué cambia?”
El orden
El 2 de octubre de 2017, un año después del casamiento, Marian y Rocío estaban en el domo de transbordo de la estación Constitución hablando, fumando y besándose. Un empleado de Metrovías se acercó y le dijo a Marian que apagara el cigarrillo. Ella le contestó que no había ningún cartel que lo prohibiera. El empleado entonces llamó al policía Jonathan Rojo, que la trató de “pibe” y la anotó como “soltera”, a pesar de que Rocío le dijo que era su mujer. Luego llamó a la oficial Karen Villareal. Hubo forcejeos, Marian tiró del pelo de Villareal queriendo hacer pie cuando caía al piso. La arrestaron y llevaron hasta la oficina de la Policía de la Ciudad de la estación Boedo de la línea E del subte. Estuvo detenida siete horas. La acusaron de resistencia a la autoridad y lesiones graves. Y la jueza de instrucción María Fontbona de Pombo la envió a juicio.
El 5 de junio de este año fue la primera audiencia en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 26 de la Ciudad de Buenos Aires, en el cuarto piso de la calle Paraguay 1536. La sala era pequeña. Ese día Marian dijo a los medios: “Me violaron durante 16 años y nunca logré que me escuchara una jueza; ahora una jueza me escucha pero como acusada”. En esa primera audiencia declararon Marian, Rocío, el policía Rojo (quien dijo: “yo no soy homofóbico ni sé qué significa eso”), la policía Villareal, el empleado de Metrovías y dos testigos. En la audiencia siguiente se presentaron pruebas y en la tercera fueron los alegatos. Fue ahí cuando la fiscal Diana Goral pidió dos años por resistencia a la autoridad y lesiones leves. La ART de la Policía de la Ciudad le dio seis días de licencia a la oficial Villareal por el tirón del mechón de pelo. En sus alegatos, la fiscal (que en su cuenta de twitter se presenta como “especializada en violencia de género”) dijo: “Todas sabemos lo que cuesta que nuestro cabello crezca”.
Esa mañana la jueza pidió cuarto intermedio por los “ruidos” de la manifestación que en la puerta del tribunal acompañaba a Marian. La sentencia entonces quedó fijada para tres días después: el Día Internacional del Orgullo. La jueza Marta Yungano entró a la sala media hora más tarde de lo señalado para la cuarta audiencia y le dio a Marian la palabra. “Ese día me defendí de un acto violento y discriminatorio”, dijo. Después la jueza volvió a pedir un cuarto intermedio que duró una hora.
La jueza que había decidido el cuarto intermedio la jornada anterior por los “ruidos” decidió que la audiencia de la sentencia fuese en una sala más amplia para que pudiera entrar la prensa, sin cámaras, y a metros de la puerta de entrada desde donde las canciones se escuchaban claro.
A las 11.18 horas del 28 de junio Marian y Rocío ingresaron a la sala acompañadas de su abogado Lisandro Teszkiewicz; minutos más tarde lo hizo la fiscal y luego Yungano que, con la cruz colgada en el centro de la pared a su espalda, condenó a un año de prisión en suspenso y a pagar los costes del juicio a Mariana Gómez.
“Los pedófilos tienen que estar en cana, no nosotras”, gritó Marian después de escuchar la sentencia. Luego salió de la sala junto a Rocío, su abogado y su mamá, y en la calle se desmayó. La ambulancia llegó cuando ella ya estaba bien. La movilización que acompañaba hizo un silencio conmovedor hasta que se recompuso. Rocío, frente a las cámaras, avisó: “Vamos a seguir resistiendo”.
Afuera y adentro
Una semana después de la condena, analiza en MU: “Lo que pasó habla de un problema social. Ese día en Constitución éramos cincuenta personas. No solo se acercaron a la pareja de lesbianas sino que a la que agreden es a la lesbiana visible. Eso habla de cómo estamos como sociedad en cuanto al colectivo, cuál es la tolerancia que hay en el momento de tratarnos. Unos meses después a una compañera trans, en el mismo lugar que nosotras la discriminaron, no le reconocieron su nombre: esto es algo que pasa, no solo a nosotras. Desde todo el Poder Judicial, desde las fuerzas de seguridad, no hay perspectiva de género: no pueden entender qué es discriminación. Del tribunal para afuera sí vemos que hay más tolerancia y aceptación que hace unos años; hemos recibido un montón de abrazos, de apoyo. Y hay una predisposición a que esto no pase más. Hay miedo de que si te estás besando con tu esposa vengan y te golpeen. Hay miedo a que te pidan la libreta de matrimonio para acreditar un vínculo. O miedo a que te lleven detenida y en un lugar que no está reglamentado te requisen y revisen tu ano y tu vagina por el simple hecho de ser ignorantes. Y si te negás delante de un policía, todos sabemos cómo actúan: resistencia a la autoridad, causa armada enseguida”.
Marian dice que hoy trabaja de “changarin”. Le encanta la herrería: “Me fascina pero no me aceptan por mujer, torta y pobre. Trabajo en un grupo de transfeministas que me dio muy buenas oportunidades. Ahí hago albañilería, pintura, plomería”. Rocío desde hace tres años trabaja limpiando: “Es un trabajo sumamente sacrificado y uno de los menos pagos y reconocidos. Por ser mujer se supone que tenés que saber limpiar y tenés que hacerlo. A su vez también participo de una ONG llamada Red Viva desde la cual nos dedicamos a la lucha por niñas, niños y adolescentes que sufrieron algún tipo de violencia en su infancia”.
Para Marian la justicia no existe. Para Rocío, se puede construir una nueva, diferente. “La sociedad está manifestando que las leyes viejas que hay ya no van. Socialmente ya no se permiten ciertas cosas”. El 5 de julio se conocieron los fundamentos del fallo de la vergüenza. La jueza Yungano se los entregó al abogado de Marian mientras la calle cantaba el hit de las audiencias: “Para Marian la absolución/ para Yungano queremos destitución”.
Durante las jornadas del juicio lo que más se leía en los carteles que acompañaban desde la calle fue “besarse no es delito”. Preguntamos a quienes estaban ahí qué significa hoy un beso. Algunas ideas :
“Es un acto político, porque como lesbiana visible cada vez que me beso con una chica en cualquier espacio público siento un miedo que no creo que ninguna persona heterosexual sufra en su vida. Es un acto contra la discriminación y la violencia que hoy parecen políticas de Estado”.
“Es una expresión de amor, de cariño, o de calentura, pero siempre son sentimientos positivos”.
“Es visibilidad: nuestro derecho a ser diverses y diversas, a andar libremente”.
“Es nuestro derecho al espacio público”.
Rocío: “Es elegir”.
Marian: “Es sentir”.
Por eso: Macri o beso.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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