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Cotorra: Iara Aranzazu Quiroga, activista trans

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Dice que toma el legado de las activistas travestis para cambiar a la sociedad. Trabaja, estudia y baila para cambiarse también a ella y a su movimiento. De una infancia dura en la calle a la proyección de los sueños.  MARÍA DEL CARMEN VARELA.

Una travesti todo terreno. Así se define Iara Aranzazu Quiroga. “Si bien no encajo en ningún lugar, constantemente reivindico que soy una travesti. No soy una mujer trans, si bien soy una feminidad tampoco me molesta que trascienda una masculinidad sobre mí. No soy ninguna de las dos cosas: soy lo que quiero ser”, afirma Iara mientras se peina y se maquilla para participar del ciclo mensual Cotorras que transcurre los primeros jueves de cada mes en el espacio cultural Mu Trinchera Boutique en el barrio de Congreso.

Sobre vivir

Con 30 años, Iara es activista en Paraná; baila, le gusta cocinar, coser, actúa en una miniserie que va por la segunda temporada, actúa en una comparsa, estudia en la Universidad y sueña con armar un refugio para chicas trans y travestis. Desde hace seis meses Iara tiene un empleo formal en la Municipalidad, que pudo concretar con otras compañeras gracias a un proyecto para realizar un relevamiento de la población trans. “Hay alrededor de noventa chicas trans en Paraná, que no es la cantidad exacta de personas trans que viven en la ciudad. Hicimos relevamiento en la calle, nos faltó recorrer un poco más. En Paraná tenemos la mayor cantidad de chicas trans sobrevivientes. Veníamos exigiendo el cupo laboral y salió el proyecto de inserción laboral que no es lo mismo, porque no tiene una exigencia para el Estado. El proyecto de inserción invita al Estado a que, si puede, quiere, tiene ganas, incorpore a una chica trans para trabajar”. En este momento, Iara trabaja en el Programa de Servicios Alimentarios y Copas de Leche de la Municipalidad. “Hace poco vivimos la desgracia de tener dos travesticidios. Una era amiga mía -Jésica Benavidez-, de 33 años, y otra la escritora Lucía ´La Loba´ Mansilla, de 37 años”.
Iara tenía 13 años cuando se fue de la casa. Su padre le dijo que ese hogar no era un circo para que se “disfrazara de mujer” y le dio a elegir: quedarse y vestirse de varón, o irse si decidía lo contrario. Iara partió y se llevó dos polleras que le habían regalado a su hermana para Navidad y unas alpargatas para hacer juego. “Elegí lo que quería. Fue lo primero que me salió en el momento, de querer ser yo, mostrar una feminidad, querer ser travesti y no poder, y tener que estar reprimida, sin el acompañamiento de mi papá. Mi mamá lo supo desde siempre y me acompañó. Crecí de golpe. Hoy por hoy sé que las cosas que viví fueron porque vivimos en una sociedad hipócrita, nefasta, machista. No había necesidad de tanto dolor para una infancia”, reflexiona ahora.
En la calle conoció a otra niña que también había sido expulsada de su casa. “Encontré una amiga, una hermana, Ayelén, de trece años también. Ella tenía habilidades para sobrevivir en la calle que yo no tenía. Si bien yo vengo de una familia muy humilde, nunca había tenido la necesidad de dormir en la calle o de rebuscármelas para comer, hasta ese momento. A ella se le había muerto la mamá cuando tenía 7 años. Nos metimos en un cabaret y teníamos donde comer y dormir durante quince días, un mes, teníamos una habitación que era nuestra. Una vez volvimos cada una a su casa a buscar cosas y nos volvieron a echar y nos fuimos a vivir debajo de un muelle. Llegamos y conseguimos un colchón de dos plazas. Yo me fui a atender a un cliente (Nota de la Redacción: así los nombra) y cuando volví Ayelén había armado como un departamento, con cajones había armado un mueblecito, había traído platos, cuchillos, y hasta había puesto cortinas”.  En la intemperie, tenían un hogar. “En la tragedia, construir la belleza, insistir en la belleza”, dice Marlene Wayar, anfitriona de las Cotorras. Iara sigue: “Cuando querés algo, te aferrás a eso y podés salir de donde sea: siempre hay alguien que te va a dar una mano y te va a ayudar a levantar”.

El cuchicheo

La actuación es otra de las facetas de Iara. Un domingo a la tarde, en el taller audiovisual que transcurre en la biblioteca Pedro Lemebel, estaba con otras compañeras travestis y a su amigo transformista Leo Holl se le ocurrió la idea de encarar una miniserie haciendo un rejunte de diferentes amigas y conocidas, extrayendo aspectos de la personalidad de cada una para crear los personajes. Así nació Avenida Amenos, una miniserie escrita y protagonizada por chicas travestis y trans, cuyos capítulos se pueden ver por Youtube y pronto se emitirán por un canal público de Paraná. La producción está a cargo del Grupo Transmedia Argentina y cuenta historias de vida de chicas travestis, los obstáculos que atraviesan, la negligencia estatal, la discriminación y la violencia. Ya obtuvieron algunos premios que las incentivaron a arrancar con la segunda temporada. “Yo soy una caradura, me gusta hacer todo lo que hago porque es lo que quiero hacer. No le tengo miedo a nada”, dirá Iara. En la noche de Cotorras, Iara demostró sus habilidades en la danza, cuando vestida de odalisca bailó y se lució con brillos, tules y movimiento de caderas. En Paraná toma clases de danza y organiza shows con otras bailarinas. Uno de ellos es La ruta de los sabores, noches temáticas en las que se visten de odaliscas o gitanas, ofrecen un menú especial y explican el origen de los ingredientes. Los concurrentes pagan una entrada y funciona como comedor libre. “Hay mesas redondas donde conviven todas las clases sociales. Una vez una señora dijo ‘mirá el trava’. ‘La travesti, señora, por favor’, le dije yo. A mí me encanta que la gente cuchichee porque me hace sentir importante”.
Hace poco decidió entrar a la Universidad y empezar a estudiar Trabajo Social. “Un compañero con el que militábamos en una agrupación llamada Aquelarre me contó que estaba estudiando. Le pregunté qué estudiaba y me dijo Licenciatura en Trabajo Social. Le pregunté de qué se trataba y me empezó a contar qué  era el trabajo social y yo pensé: es lo que yo hago pero sin título. Me preguntó si yo quería ser su tesis y le dije que sí pero que yo también quería estudiar. Ahora estoy estudiando en una universidad re inclusiva, tenemos baños sin género, pero ahora no sé si quiero ser trabajadora social: yo creo que para ser trabajadora social no necesitás el título. Me parece un poco patético hablar en la comunidad trans de Marx, Platón y la mar en  coche, teorías de hace mil años. Prefiero hacer cosas que tengan soluciones ahora, antes que estudiar el pasado”.

Cotorra: Iara Aranzazu Quiroga, activista trans

Foto: Lina Etchesuri


La Ley de Matrimonio Igualitario le parece valiosa, aunque asegura: “El cambio somos nosotras, no pasa por un papel”. Y agrega: “Hay muchas personas que desean mostrarle al mundo que se aman, y será que nosotras las travestis mayormente no soñamos con una familia, un casamiento de vestido blanco, un hogar”. Con respecto a la Ley de Identidad de Género, dice: “Hoy en día tenemos la generación del DNI, que vive mucho mejor porque una gran parte de los padres están acompañando a sus hijes y nos les están desamparando, pero falta mucho. Podemos prevenir a otras personas y que no pasen lo mismo que nos tocó vivir a muchas. Si bien sufrí violencia policial y otras violencias por las que he pasado, no fue tan severa como lo que vivieron otras generaciones anteriores a la mía. En Paraná está la esquina donde pasás y te gritan de todo, las que no se meten con nadie y están paraditas cerca de la terminal porque corren al lado del policía, y después están las de allá atrás. Yo pertenezco a las de allá atrás”.
Una de las frases acuñadas por Marlene da cuenta de que “el primer objeto de arte a construir debería ser una misma”. Iara sigue trabajando en su construcción personal y en la colectiva.  Agradece el aporte de otras compañeras en el devenir trava que la sostiene y moldea: “Rescato un montón de cosas de compañeras trans que dieron mucho. Yo creo que tengo que poner mi propio granito de arena para que su lucha no sea en vano, como Lohana Berkins, Diana Sacayán, Maite Amaya. Me repugna saber que en su infancia fueron prostituidas por el sistema y hoy son utilizadas por el mismo sistema capitalista que las tiene como objetos. También la Susy, la Marlene, el aporte de cada una nos marcó el camino para que nosotras podamos seguir cambiando a la sociedad”.

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