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Eduardo Cerdá, ingeniero agrónomo. Lo designaron Director de Agroecología del Ministerio de Agricultura. El desafío de actuar desde lo estatal para consolidar producciones sin venenos y alimentos sanos, frente a un modelo colapsado. Por Sergio Ciancaglini.

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A Eduardo Cerdá le gusta oler puñados de la tierra de los campos que recorre, para saber cuán vivo y fértil está ese suelo. Todo indica que en los próximos tiempos tendrá la nariz más ocupada que de costumbre: ha sido propuesto como Director de Agroecología (área aún en gestación administrativa) de la Secretaría de Agricultura Familiar del Ministerio de Agricultura. 

El vaso medio vacío determinaría que ese escalón jerárquico en el Estado puede tener olor a poco reconocimiento ante un estilo de agricultura considerado clave para lograr otra matriz productiva, alimentos sanos, campos recuperados y hasta un planeta algo más alejado del precipicio climático. 

El vaso medio lleno exhibe en cambio el aroma de la entrada oficial en agenda de un saber y una tecnología que hasta hace pocos años parecía reducida a algunos pioneros dispersos como la familia Vénica-Kleiner en la Granja Naturaleza Viva de Santa Fe, o Juan Kiehr, productor agropecuario asesorado por el propio Cerdá desde hace 25 años en Benito Juárez, Buenos Aires. Tiempos en que hasta la palabra “agroecología” sonaba como un enigmático trabalenguas para quien no había oído hablar del tema. 

Pero a esos y otros pioneros se fueron sumando experiencias que se materializan, por ejemplo, en las verdulerías y mercados de la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra) y otras organizaciones; en el crecimiento de la RENAMA (Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología). Y a nivel internacional; en la FAO recomendando a los gobiernos el fomento concreto de esta actividad e incluso, como asunto de derechos humanos, cuando la Relatora de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, Hilal Elver, postula que la agroecología es la clave alimentaria del futuro. Y lo empiezan a reclamar de forma creciente las personas que sospechan que el sistema convencional quiere hacerles tragar cosas no muy recomendables.  

Más allá de cómo se mire el vaso, el ingeniero Cerdá está feliz: “Siento que la creación de la Dirección es una posibilidad de avanzar más rápido. Y si se avanza siempre es muy bueno para acercarnos a lo que imaginamos desde hace mucho: la agroecología es la agricultura que se viene”. 

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Llueve glifosato

El argumento de Cerdá parte de la noción de que el modelo agrícola convencional y transgénico está colapsando: “Dentro de pocos años ya no serán aceptados en el mundo alimentos ni granos que tengan sustancias tóxicas. Pero aquí se han hecho las cosas en sentido inverso. De 38 millones de litros de agroquímicos y pesticidas que se fumigaban en los 90 se pasó a 500 millones actuales: el 1.300% más. Pero la superficie cultivada aumentó sólo el 50%. Encima, hay cada vez más yuyos resistentes al glifosato. En los 90 no había ninguno, y hoy son 33” (según el registro del grupo de agronegocios Aapresid, aunque pueden ser más todavía). 

Todo esto había sido anticipado a comienzos de siglo por el propio Cerdá y el ingeniero agrónomo Santiago Sarandón, creador de la primera cátedra obligatoria de Agroecología en el país. (UNLP). Analizado técnica y científicamente, el modelo de pesticidas masivos sólo podía derivar en mayores costos de producción, más uso de pesticidas y –nada paradójicamente- más plantas consideradas “malezas”. La resistencia al glifosato crece geométricamente como se podía prever desde una mirada biológica y práctica, obligando a usar mezclas cada vez más potentes y en mayor cantidad. Y a que los productores queden cada vez más entrampados en el uso de insumos costosos, suelos destruidos y enfermedades sobre sus cabezas.  

Cerdá, en ese punto, es literal: “El doctor Damián Marino del EMISA (Espacio Multidisciplinario de Interacción Socio Ambiental) ya demostró que en las zonas rurales llueve glifosato, además de todo lo que llega a los suelos, los ríos y las napas subterráneas. O sea: ya hay nubes agroquímicas. Entonces el modelo basado en insumos tóxicos está mal enfocado. ¿Qué van a hacer con eso? ¿Tirar 1.000 millones de litros? ¿O empezamos a hacer algo distinto?”.

El ofrecimiento le llegó de parte del secretario de Agricultura Familiar Miguel Gómez. “Me comentó que conocía todo el trabajo de la RENAMA y querían ver si podía desarrollarse ese tipo de acción desde el ministerio”. La RENAMA cuenta con 21 municipios asociados (incluido el uruguayo de Canelones), tres facultades de Agronomía (La Plata, Río Cuarto y Villa María), las defensorías del pueblo de provincia de Buenos Aires y de Río Cuarto (Córdoba), 29 grupos de productores y 70 profesionales, abarcando unas 85.000 hectáreas cultivadas agroecológicamente. “Sumale lo que ha crecido la UTT, y para mí los datos del Censo Nacional Agropecuario que plantean que hay 5.277 producciones agroecológicas, biodinámicas y orgánicas están subestimados: creo que son muchas más”. La UTT es el mayor gremio de campesinos y agricultores del país:  no menos de 10.000 familias. Una parte pequeña pero creciente de ellas se están volcando a la agroecología para producir frutas y verduras en el gran Buenos Aires y distintas provincias. La organización ha logrado abrir verdulerías al público (Almacenes de ramos generales) y mercados de abasto para proveer a verdulerías convencionales. 

Para comprender en parte al modelo convencional, Cerdá aporta datos reunidos de ese Censo de 2018/19: 

Desapareció el 25,2% de las EAP (explotaciones agropecuarias) desde 2002 al 2018, en pleno auge del “modelo”. Calcula Cerdá que son 80.000 productores menos en 16 años.  

Aumentó la superficie promedio de 550 a 690 hectáreas, lo que indica que desaparecen pequeños y medianos agricultores y se concentra la tierra. 

El 1,08 % de los establecimientos concentra el 36,4% de propiedad de la tierra. 

El 54,62% de los establecimientos poseen apenas el 2,25% de la tierra.  

Sostiene Cerdá: “Hay explotaciones más grandes y sojeras, Entonces, además, se invierte en equipos y no en trabajo humano, se vacían los campos, se genera desarraigo”. 

Esa ruralidad encogida y vaciada se confirma en otro dato: los productores viven en el campo solo en el 45,9% de los establecimientos y hay 75.193 viviendas deshabitadas. La duda flota: ¿se puede hacer algo distinto?

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Agricultura minera

Huele Cerdá otras posibilidades: “Según el Censo Nacional Agropecuario (datos 2018) hay un establecimiento agroecológico, orgánico o biodinámico, cada 50, o el 2% del total. Ya eso significa 10 millones de litros de agroquímicos que no se usan. ¿Qué pasa si en este ciclo de gobierno vamos aumentando esa cantidad un 10% por año, o si al menos bajamos un 30% las fumigaciones? Ya serían 150 millones de litros menos, unos 500 o 600 millones de dólares. Bajarían los costos para los productores, mejoraría la balanza comercial y el gobierno podría premiar y bajar las retenciones a quien produzca de forma agroecológica”. 

Siguiente paso: “Nosotros desde ese fomento, desde esa concientización, podemos aumentar el número de productores y eso no es en contra de nadie, sino ayudando a los que quieren reducir sus costos y de paso trabajar más sano. Hemos hecho una experiencia concreta en el campo La Primavera (MU 112): bajamos de 9 mil litros de glifosato a 4 mil, después a 3 mil, hoy estamos en unos 600 litros (reducción en más de un 93%). Quiere decir que se hizo una progresión que puede ser un modelo para el país. Y lo más importante: todo lo que eso representaría para la alimentación, la salud y el medio ambiente. Ese es otro cálculo que en algún momento habrá que hacer”. 

Cerdá propone una imagen: “La agricultura es extractiva. Se parece más a la minería que al cultivo y cuidado de un organismo vivo. Se plantea como monocultivo, con lo cual arrasa con una producción diversa, y extrae nutrientes y minerales del suelo que se exportan. El 80% de los granos producidos en el país alimentan a cerdos, vacas y gallinas en Europa y China principalmente, y ahí se van los nutrientes de nuestros suelos”. 

¿Qué efecto provocan esos nutrientes perdidos? “Los suelos están secos, laminados, sin capacidad de absorber el agua. Por eso hay inundaciones, y la gente pide obras hidráulicas. Todo un error: lo que está pasando es que la tierra no retiene el agua porque está casi muerta. Y eso es por haber hecho una agricultura extractiva”. Recuerda el ingeniero que el INTA comprobó en diferentes zonas que se ha perdido el 50% de la capacidad de los suelos.

Campos drogadictos

Suele plantear Eduardo Cerdá que los campos están drogados de tóxicos, adictos. Parte de su trabajo en estos años ha consistido en desactivar esa drogadicción a biocidas y fertilizantes mediante la agroecología. ¿De qué modo? “Aquí primó una idea de aumentar los rendimientos, que los cultivos dieran cada vez más, y para eso había que usar mucho fertilizante y matar a todas las plantas que no eran el cultivo en sí, el monocultivo. Y matar además a todos los insectos. Por eso hablamos de biocidas, que matan bichos y plantas, pero matan y contaminan también la vida del suelo, sus microorganismos. El suelo degradado no permite tener plantas sanas y aparecen las plagas al percibir el desequilibrio. ¿Cuál es la solución del modelo?  Poner más fertilizantes y más biocidas. Nosotros en cambio no tenemos la idea del monocultivo, y apostamos a la vitalidad del suelo. Asociamos cultivos para que no haya espacio para las plantas que son indeseables o pueden dificultar la cosecha o la calidad de producto que se quiere lograr”. 

Un asociativismo o cooperativismo biológico, con cultivos complementarios que cubren, defienden y nutren el suelo. Explica: “Y los rendimientos son similares. Eso permite que el margen de ganancia del que produce sin esos insumos sea mucho más amplio que el que tiene que comprarlos, a valor dólar encima. O sea: la producción agroecológica beneficia también por el lado económico al productor”. 

Por eso Cerdá cree que lo mejor que puede ocurrir es que los agricultores tengan la oportunidad de escuchar qué es la agroecología: “No es una agricultura de máquinas especiales, ni tampoco volver a los años 60. Es una mirada que incluye lo biológico, lo económico, la vinculación con la tierra. Una mirada social, de producción y de salud”. 

Una de las ideas que piensa impulsar es el incentivo a las huertas y producciones de cercanía en cada ciudad y cada pueblo: “Es lo que se está pensando en el programa Argentina contra el hambre, desarrollar alimentos de proximidad. Frutas y verduras, también pollos, huevos, carne, leche, y eso en coordinación con los municipios y el INTA. Recuperar esa riqueza que se eliminó con el monocultivo”.

En esa sencilla complejidad que representa la agroecología, Cerdá plantea que esos alimentos agroecológicos “tienen, además, el doble de nutrientes que los convencionales. Como las producciones se están vendiendo a precios similares, estás comprando por el mismo valor el doble de calidad y de nutrición”.

Salud y alimentación

Está sublevado Cerdá por un twit. El ex ministro de Salud de Mauricio Macri, Adolfo Rubinstein, publicó hace poco en Twitter una pequeña radiografía del infierno. Reproduce una nota sobre el éxito del etiquetado frontal de alimentos industrializados en Perú (los que se venden principalmente en supermercados). La nota comenta que “tres de cada cinco limeños revisan la información nutricional de los productos”. El artículo informa que tras la implantación de advertencias como “alto en azúcar”, “alto en grasas saturadas”, “contiene grasas trans” y “alto en sodio”, el 77% de los consumidores eliminó todos o algunos de esos productos de sus dietas. Rubinstein entonces declara en su twit: “Resultados del etiquetado frontal de advertencia de alimentos en Perú. Ya está en Chile, Perú, Uruguay y México. En @msalnacion no pudimos por los obstáculos de la industria alimentaria y su influencia en la sec de comercio. Una asignatura pendiente de nuestros legisladores!”. 

O sea: la confirmación de todo lo que se ha venido publicando sobre la complicidad entre la industria alimentaria y los funcionarios que juegan con la salud de la gente en pro de los negocios. Que un ministro de Salud recién mencione esto a meses de haberse ido califica también su gestión. 

Cerdá: “Aquí debería existir un etiquetado que le permita al consumidor discernir si quiere comer transgénicos, o si quiere comer algo cuando el Estado le está diciendo: ‘ojo, guarda que esto es alto en azúcar’. O si tiene jarabe de fructosa que es tremendo y, lo mismo que si tiene soja, viene con glifosato. Esa declaración confirma que cedieron a las presiones y que es crucial volver a tratar el tema del etiquetado en el país”. 

Una duda aún mayor: “Hay muchos trabajos que señalan que a medida que se elevó el uso de agroquímicos, aumentaron la celiaquía, el cáncer, los problemas de tiroides. No es que vos puedas asegurar. ‘aumentó el uso de glifosato y eso generó tanto cáncer’. Pero lo que sí está claro es que el Garrahan está superpoblado de chicos con cáncer de zonas fumigadas, o que ha aumentado el autismo. O, como te decía, la celiaquía. Sin hacer una relación directa, uno puede preguntarse: ¿Qué es lo que ha cambiado? La respuesta es: la matriz productiva, la cantidad de agroquímicos que tenemos alrededor. Estamos trabajando con la Asociación de Médicos Generalistas de la provincia de Buenos Aires cómo plantear una reducción en gran escala del uso de agroquímicos”. 

A los productores convencionales hay que decirles dos palabras, según Cerdá: haga números. “Si anda con un tiempito que mire cuánto le salía hacer un cultivo de maíz o soja en 2000, 2010 y ahora, Qué pasó con los costos, los rendimientos y el suelo. Qué pasa cuando no acompaña el clima. ¿Y la salud? Porque si ganaste plata pero te enfermaste, no sé cuánto vale eso, ni quién te lo paga. Lo que yo veo es que en estos años todos han ido perdiendo, que hay más desigualdad, más enfermedad, una matriz ambiental de biocidas. Eso tampoco hay nadie que lo pague, pero por lo menos podemos empezar a hacer algo para dejar de ser tan poco inteligentes de seguir haciendo siempre lo mismo”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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