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Bayer en Pergamino: peor el remedio
La mayor productora de agrotóxicos, Bayer-Monasanto, protagoniza en Pergamino, uno de los lugares más fumigados del país, un típico caso de “ayuda” para higienizar su imagen: instaló en el hospital público salas de espera con sus logos y leyendas. Una paciente que debió llevar a su hijo afectado por los plaguicidas relata a MU la paradoja. La repuesta de Bayer y del gestor de la idea; cómo se articulan “donaciones” durante la pandemia; y por qué Pergamino es el lugar ideal para intentar lavar una mancha que no se borrará fácilmente. Por Anabel Pomar.
La intrusión de empresas y corporaciones en el sistema público no es nueva. Sobran ejemplos de cómo las industrias sucias o tóxicas hacen donaciones o distintas actividades dentro de lo que denominan la responsabilidad social empresarial (RSE). Desde costosos equipamientos, laboratorios, “alimentos”, “semillas”, dinero; hasta computadoras, útiles escolares y un largo etcétera buscando mejorar su imagen pero sin abandonar sus prácticas productivas y los impactos que las mismas generan.
Una inversión en marketing por otros medios.
Estas campañas de greenwashing -como se las conoce en inglés, lavada de imagen verde- se observan sobre todo en aquellos lugares en los que las empresas tienen físicamente sus plantas productivas o donde realizan las explotaciones de nuestros bienes naturales comunes. Es decir, donde las afectaciones se hacen carne de modo concreto.
Los hospitales y el sistema de salud no son la excepción de estos intentos. En contexto de pandemia del Covid-19 en los pueblos fumigados estas políticas mostraron su cara más cínica.
Es este mundo del revés lo que provocó que en Pergamino, una tarde de sábado del mes de julio, se llegara a la siguiente situación. “Mi nene se sentía mal”, empieza relatando a MU una vecina que prefiere no dar su nombre porque teme, precisamente, que su relato pueda afectar la calidad de la atención de salud que recibe su hijo. El niño, de tan solo 7 años, tiene en su cuerpo niveles de glifosato 120 veces superiores a lo admisible según su peso. También daño genotóxico. “Consecuencia de los agrotóxicos tiene varios problemas de salud. A él lo atiendo en un lugar fuera del partido, pero ese día ante una urgencia tuve que acudir a la guardia pediátrica del Hospital Provincial San José”.
Producto de la pandemia y para evitar el cruce entre posibles contagios de coronavirus con pacientes que sufren otras patologías, les hicieron esperar en un nuevo lugar, especialmente acondicionado. Así descubrió que las casillas de “rápida evaluación y derivación” de color claro tienen el logo de Bayer, empresa tres veces condenada por actuar con malicia y negligencia y enfermar de cáncer justamente con su herbicida base de glifosato, el mismo químico que llevaba en su cuerpo ese niño que llegó hasta la guardia.
Debajo del logo de Bayer estampado al costado de la casilla puede leerse: “Sala de espera área verde pediátrica”. Debajo otros dos logos, a sendos lados, el del Hospital Zonal San José y el del Ministerio de Salud provincial.
“No tengo más que palabras de agradecimiento para con el personal médico. Siempre nos han tratado bien pero tener que pasar por una situación así es indignante. Yo no pude esperar allí. Cuando me encontré con eso me sentí muy mal”, relata la vecina con voz quebrada.
Conocida como la perla del norte, la ciudad de Pergamino, en la provincia de Buenos Aires, es el epicentro de las principales empresas del agronegocio y del desarrollo de tecnologías transgénicas y de biotecnología.
La ciudad no permanece exenta de las consecuencias de ese modelo que afectan el ambiente y la salud. El agua potable de toda la ciudad tiene casi una veintena de sustancias peligrosas que ponen en riesgo la vida. Si bien esto último no tiene tanta repercusión a nivel nacional, cada vez es más creciente la organización vecinal de Madres de Barrios Fumigados, la Coordinadora por el Agua y la Salud de Pergamino y Paren de Fumigar Pergamino, entre otros colectivos, que buscan romper el cerco. Terminar con la complicidad silenciosa con un modelo productivo dependiente de corporaciones tóxicas fuera del escrutinio de la mayoría de la comunidad, que hasta les pide asistencia para mitigar afectaciones de las que son señaladas o investigadas como responsables.
Favor con favor
Bayer enmarcó estas donaciones como parte del “compromiso de la empresa en el marco de esta pandemia que es el de maximizar el esfuerzo en la producción, logística y abastecimiento para que la población tenga acceso a medicamentos y tratamientos médicos e insumos clave para los alimentos y la agroindustria”, según respondió a MU. Sigue: “La empresa estará realizando donaciones destinadas a reforzar el equipamiento de hospitales comunitarios ubicados en la Provincia de Buenos Aires, específicamente de las localidades de Rojas, Pergamino y Zárate, donde tenemos plantas operativas, además de facilitar instalaciones tales como campamentos y casillas para ser utilizadas en los procedimientos de triage que permiten la derivación de los pacientes que se acercan a los establecimientos asistenciales”.
Desde el hospital donde están ubicadas las seis casillas, en una calle interna posterior utilizada como entrada de proveedores en el contrafrente del edificio, no brindaron ninguna información oficial sobre el tema.
La donación fue vehiculizada en calidad de comodato a través de la Cooperadora del Hospital Zonal San José y motorizada por el doctor Gastón Lanternier, titular de la Asociación de Profesionales del Hospital, además presidente de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud (CICOP) local. Lanternier confirmó a MU esta información y argumentó: “Los médicos trabajamos para el hospital y hacemos todo lo que está a nuestro alcance para ayudarlo. Este es un lugar chico, nos conocemos y las cosas se hacen así, más por contactos personales que por las vías institucionales. Conozco a un alto ejecutivo de Bayer y de ese modo, en este contexto de pandemia, fue que le solicité la ayuda. En calidad de médico. Sabemos que es una empresa grande, que está acá (NdR: presente en la zona desde los 70 con el nombre de Monsanto, luego adquirida por Bayer en 2018) y que puede ayudar. Incluso ofrecieron instalar todo un hospital de campaña pero no consideramos que fuera necesario”.
Ante la consulta sobre exponer a pacientes con afectaciones oncológicas o problemas asociados a los agrotóxicos a ser atendidos en un lugar con los logos de Bayer, que fabrica sustancias tóxicas vinculadas con esas enfermedades, Lanternier señaló: “Es un tema muy difícil de responder; de ninguna manera se quiso hacer vivir a esos pacientes un hecho tan chocante”. Situación que no dudó en definir como “lamentable” tras admitir que esas casillas sanitarias terminaron provocando más rechazo en la comunidad que brindando el beneficio buscado. “Si no hubiera sido en contexto de pandemia no hubiésemos pedido ayuda. No quisimos lavarle la cara a nadie” asegura, antes de finalizar la entrevista que terminó por diluir su presentación de gestor de la idea en un simple intermediario en la concreción de ese comodato.
Bayer informó también que “estará destinando un monto de 155 mil euros” para ayudar a localidades bonaerenses durante la pandemia. En Pergamino, lo haría a través de la Asociación Civil Centro Providencia y CONIN con donaciones destinadas a la compra de insumos para el Hospital local y alimentos. CONIN tiene una larga y estrecha relación con Bayer-Monsanto y es conocida por su permanente promoción de los transgénicos como forma de terminar con el hambre.
Lanternier por su parte dice que el Hospital no ha recibido dinero de manera directa por parte de Bayer pero sí “de manera indirecta”, tal como publicitó la empresa: los aportes llegan a través de la Fundación por Pergamino.
La Fundación por Pergamino se presenta como organización no gubernamental con el objeto de colaborar y ayudar a “propiciar el desarrollo local del Partido Pergamino y la región”, promoviendo actividades de interacción pública-privada y de trabajo en red para el aumento de la productividad mediante el agregado de valor con visión sustentable en lo social, ambiental y productivo/económico. Durante la pandemia realizaron distintas campañas solidarias para colaborar “con los más necesitados y el personal de la salud”. “Recaudamos -dicen en su sitio público- un total de $3.198.657 gracias a las 105 donaciones de ciudadanos y organizaciones. También promovieron la campaña Una Tonelada de Vida. “Si sos productor agropecuario, sumate a esta campaña para donar un parte de tu soja”. El dinero recaudado, publicitan, “será destinado a la compra de alimentos e insumos sanitarios para los más afectados”.
En su portada, entre otros sponsors figuran Rizobacter, Bayer, Semillas Don Mario, Asociación de Cooperativas Argentinas, Agritest, la Sociedad Rural de Pergamino, La Asociación de Ingenieros Agrónomos del Norte de Buenos Aires (AIANBA), junto al propio Municipio, la Fundación UNNOBA y el INTA.
Aguas turbias
En abril de 2019 la justicia federal acreditó en el agua potable que consumen los pobladores de la ciudad de Pergamino la presencia de 18 sustancias químicas altamente peligrosas para la salud y utilizadas por la agroindustria. Esto en el marco de la investigación que lleva adelante el juez Carlos Villafuerte Ruzo, Titular del Juzgado Federal de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Nº 2 de San Nicolás, por un reclamo impulsado por personas afectadas, y la presentación de la doctora Sabrina Ortiz quien es, además, la abogada querellante una de las damnificadas en el hecho que se investiga.
El juez dictó el procesamiento sin prisión preventiva a tres productores rurales Fernando E. Cortese, Mario R. Roces y Víctor H. Tiribo, por considerarlos “prima facie” coautores penalmente responsables del delito de “contaminación del ambiente en general, de un modo peligroso para la salud, mediante la utilización de residuos calificados peligrosos (agrotóxicos)” y les fijó un embargo a cada uno de ellos por tres millones de pesos.
La investigación judicial relevó inicialmente la situación de tres barrios con campos localizados alrededor de Villa Alicia, Luard Kayad y La Guarida de esa ciudad bonaerense. En estos campos destinados a la producción agrícola se aplican agrotóxicos que en muchas ocasiones tienen como componente activo el glifosato o derivados del mismo.
Elementos como el 2-4D, atrazina y clorpirifós fueron hallados al comienzo en pequeñas muestras tomadas en el suelo y en las aguas de esos predios. Un estudio posterior determinó la existencia de una gran cantidad de moléculas de plaguicidas en el agua, que no resultaba apta para consumo humano, y también en el suelo.
La contaminación fue acreditada por estudios ordenados por el juzgado y con la participación de prestigiosos especialistas como la doctora Virginia Aparicio (INTA Balcarce), el docor Damián Marino (UNLP) y el doctor Medardo Ávila Vázquez.
El 30 de agosto de 2019 la medida cautelar, que hasta entonces había alcanzado sólo a los barrios mencionados, extendió la prohibición del uso de pulverizaciones y fumigaciones a todo Pergamino, al acreditarse en la causa daño genético en niños y adultos expuestos a la contaminación.
También dentro de esta causa se realizó el pedido de incorporar a la investigación a un cuarto barrio de Pergamino, Santa Julia, donde la comunidad relevó 43 casos de cáncer. En ese lugar, en las muestras de agua de red, se encontraron 19 agrotóxicos altamente peligrosos para la salud.
“La asociación entre las condiciones ambientales y los resultados de estudios de genotoxicidad son una de las mayores preocupaciones de la comunidad científica”, expresó la doctora Delia Aiassa en el informe que está en la base de la decisión del juzgado. “Las principales fuentes de contaminación se atribuyen a las actividades que se realizan en la industria y la agricultura”.
El informe también señala que esos grupos de contaminantes no necesitan estar constantemente en el ambiente para provocar daños, debido a sus altas tasas de transformación.
Los alcances que tiene esa situación puede observarse también por fuera de los folios, de los informes, y de la fría letra pericial. Solo basta detenerse y escuchar las historias de las personas fumigadas. Aquellas que, además, hoy deben esperar en una guardia pediátrica de un hospital público junto al logo de la marca del mayor productor de los venenos que también vende los remedios para tratar las enfermedades que él mismo provoca.
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