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Luciana Mocchi, cantante uruguaya: ser yo

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Fue telonera de Paul McCartney pero estuvo a punto de no aceptar porque le pagaban mal. Ese gesto define a Mocchi, aunque su carrera es mucho más profunda. Vive de tocar sus canciones en casas, crear proyectos comunitarios con amigues y moverse desde la autogestión. Cómo abrir puertas y cabezas, cantando y viajando. Por María del Carmen Varela.

Luciana Mocchi, cantante uruguaya: ser yo
Foto: Martina Perosa

Mocchi canta y deslumbra. Hay algo que se percibe más allá del timbre de voz, el virtuosismo de las cuerdas vocales  y la capacidad del aparato fonador: el alma. No hay artificio ni truco: lo que se ve es lo que hay. Y  lo que hay es una persona de 30 años, nacida en Montevideo, que hace canciones. Nadie la llama Luciana. “Soy Mocchi y el pronombre no me importa. Mientras me traten con respeto, como yo trato a la gente, todo bien”, sintetiza. 

Bajo el signo de Géminis –cumple el 8 de junio- Mocchi declara que es una persona ermitaña, aunque es ideal para la charla kilométrica acompañada del infaltable mate rioplatense. Sus letras son profundas y sencillas, sus fans –que no paran de crecer- agotan las entradas a los shows antes de que se publiquen los flyers y tiene seguidores hasta en Serbia y Noruega.  Produjo Botija de mi país, un documental sobre músicos uruguayos viviendo en Estados Unidos reconoce la influencia del candombe y la murga en las entrañas de sus canciones, sonidos de resistencia que pueden desembocar en la melancolía y  también en la potencia del grito y del goce.

Cuando sea cantante

Mocchi estuvo en noviembre en Buenos Aires y pasó a saludar a la artista Susy Shock en la Posta Sanitaria Cultural N° 16  en la casa de la cooperativa lavaca. Susy reconoció a Mocchi  tras el barbijo y le dedicó una canción: el Milongón del Guruyú –un clásico uruguayo alusivo a un barrio montevideano cercano al puerto- que hizo emocionar a Mocchi por ser el link a una vivencia de la niñez: fue la primera canción que cantó en vivo – a los seis años- arriba de un cajón de gaseosas. “Cantaba en loop esa canción y vendíamos pan con manteca a los vecinos en el patio de mi casa.  Dábamos una entrada, todavía tengo una, que decía ‘entrada 1,50 y si no, entra igual’. Cuando me preguntan ‘¿Cuál fue tu primer show profesional?’, la verdad es que fue ese. Estuve ahí media hora dándolo todo, cantando la misma canción. Mis viejos siempre dicen que mis frases del futuro comenzaban diciendo ‘Cuando yo sea cantante…’. Ellos nunca pensaron que hablara en serio”.

La  primera canción propia brotó cuando su madre no le dio permiso para ir a la marcha de los trabajadores del 1° de mayo. Tenía 12 años. Boceto de un 1° de mayo está incluida en La velocidad del paisaje, su primer disco.  “Es una de las canciones que más me gusta,  de hecho pienso que se me re fritó el cerebro en estos años porque creo que nunca logré describir una ciudad como en esa canción”. 

Aquí un fragmento: 

Y vuelan las cometas, los volantes, las siluetas / vuelan las Cenicientas que salen de trabajar / va cayendo la noche y las estrellas que iluminan / lo que ya no iluminan las luces de la ciudad.

Derrotero multicolor

Estudió psicología, derecho, profesorado de música, de filosofía, “y siempre la música me interrumpió”. Mocchi pensaba que las carreras estaban interrumpiendo a la música, pero concluyó que era al revés: “La música estaba insistiendo para que no me vaya por el mal camino de la universidad”. Nació en un barrio montevideano muy coqueto –El Prado- hasta que la empresa de su padre se fundió y decidió regalar lo que quedaba en pie a sus empleadxs. Les Mocchi afrontaron una serie de desalojos, fueron a vivir al barrio Capurro y luego a la casa de la abuela en El Prado norte, el sector más pobre del barrio. Siguieron varias mudanzas por distintos lugares hasta que nuevamente recaló en Capurro y allí fundó un centro cultural donde vivió en comunidad durante algunos años. Ahora vive en Aguada, “un barrio controversial que en su momento estaba manejado por narcos”. 

El derrotero de Mocchi es un collage multicolor de experiencias  y causalidades. A los 18 años estaba por viajar a Estados Unidos para resolver una cuestión familiar. Días antes se puso a charlar en las calles montevideanas con Edgardo Yayo Zerka, baterista de Lila Downs. Le contó que se iba a Nueva York y como Yayo vive allá, le dijo que cuando llegara lo llamara porque quería escucharla cantar. “Yo pensaba: otro garca más que chamulla que me va a dar una mano. Yo no tenía ni guitarra, me escribió en el brazo su teléfono, yo fui, me pegué un baño y se me borró el número”. Tomó el avión y en una escala en Panamá se volvió a encontrar con Yayo, que nuevamente le anotó su número de teléfono. Mocchi llegó a Nueva York por una semana y un día antes de marcharse su prima  insistió en que lo llamara. “¿Para qué voy a llamar a este garca?”. Finalmente lo hizo: “Hola, ¿está Yayo Zerka? No, ¿sos la uruguaya? Yayo está de gira en Europa con Concha Buika  pero venite que ya nos habló de vos. Fui al estudio y descubrí otro mundo, porque yo había escuchado toda la vida que no me podía dedicar a tocar, el mito que termina siendo cierto de lo difícil que es dedicarte al arte y te lo repiten tanto que terminás creyéndotelo”. Conoció gente relacionada a la música y alguien invitó: “¿Querés venir a tocar mañana?”. Mañana me vuelvo a Uruguay, respondió. “¿A qué hora?”, preguntaron. A las dos de la mañana, dijo Mocchi. “Esto es a las diez de la noche”.  Y ella: “Bueno, ta, voy y después me voy al aeropuerto. Sigue contando: “Terminé de tocar y viene el loco del lugar y me dice te quiero contratar para que toques todos los jueves. Yo vivo en Uruguay. Y una productora que es amiga mía ahora, me pega un codazo  y me dice: ‘Nena, cambiá el pasaje ’. Pero no tengo plata para cambiar el pasaje. ‘Si ni le preguntaste cuánto te paga, no sabés si no tenés plata, andá y preguntale ’. Terminé cambiando el pasaje y me quedé seis meses”. Yayo volvió de la gira y coincidieron en festejar sus cumpleaños tocando juntes. Se les unió un tecladista. “Yo que no hablo una palabra de inglés y el chabón que no hablaba una palabra de español y al otro día voy caminando por Manhattan y el chabón con el que yo había estado tocando estaba en la tapa de la Rolling Stone”. Era el flamante tecladista de David Bowie. Cuando Mocchi le preguntó a Yayo por qué la había tenido en cuenta, su respuesta fue: “Yo soy chileno, cuando llegué acá tampoco conocía a nadie: si puedo hacerlo, te abro una puerta”.  Mocchi pensó: “Yo quiero ser así, quiero ser una persona que va por el mundo abriendo puertas”.

Panchos y autogestión

La modalidad autogestiva es una forma de vida, un recorrido transitado por las suelas gastadas de las zapatillas de Mocchi. “Quizás al principio no nos queda otra, pero después se transformó en un camino que elegí. Cuando empecé a tocar, no tenía guitarra, muchas veces tenía que pedir el instrumento lo cual me generaba mucha vergüenza”.  

Para grabar su primer disco juntó billetes vendiendo panchos. Un puñado de arroz en la alacena era su capital gastronómico, cuando sonó el teléfono un día de 2014. La propuesta: abrir el recital de Paul McCartney. El pago: 500 dólares. ¿Qué? Ni en pedo, fue su respuesta. ¿Quién te creés que sos?, gruñó el ofertante. “Todo el mundo me decía: ‘¡Te pagan 500 dólares y vas a tocar con Paul McCartney!’ Y yo: ¿500 dólares? ¿Me estás jodiendo? Está bien, yo tengo 5.000 dólares de deudas. Esos 500 dólares me pueden hacer comer hoy, pero, ¿cuál es el costo? Y todo  el mundo me decía estás derrapando Mocchi, tenés que agarrar, fijate que estás en una situación precaria. Sí, se llovía  mi casa”.  Aceptó. 

La noticia comenzó a circular por diarios del mundo: “Luciana Mocchi, del anonimato a Paul McCartney”,  fue el  titular de una agencia de noticias estadounidense, que ampliaba: “La cantante uruguaya tiene 23 años y ya logró lo que la mayoría no consigue en toda su carrera: abrirle un concierto al ex Beatle. Y eso que no tiene guitarra”. Replica Mocchi: “Ah listo, hiciste una nota de cuatro horas y lo único que sacaste fue eso. La nota después fue levantada por ocho millones de diarios. De los autores de ‘Mujica, el presidente más pobre del mundo’, llega: ‘Cancionista sin guitarra abrirá el show de Paul McCartney’. Era así la jugada”.  

Y finalmente llegó el 19 de abril, día del recital en el Estadio Centenario de Montevideo: “Salí a tocar y veía celulares y adelante tenia a toda la gente garca del país y arriba a mi vieja que se había colado. Igual lo hice por plata y me compré muchas cosas a las que nunca había tenido acceso. Por otro lado, un diario hablando de mi cuerpo, otro  hablando de mi novia y otro  hablando de no sé qué. Son una mierda. Pensé: no me quiero dedicar a esto, ya está, y en 2015 dije bueno, me quiero dedicar a esto pero no así. Necesito encontrar otra manera”.  Y la encontró: anunció en la red social más usada en ese momento –Facebook- el formato de “toco en tu casa”.  Y llegaron las invitaciones. “Me escribió una piba de Córdoba: fui y empecé a vivir de eso. Me escribía gente de todo el mundo, llegué a tocar en una casa en Nueva York”. Parte del dinero que le quedaba por haber sido “la telonera de Paul” ayudó a que renunciara a su trabajo de analista de noticias para un diario chino de economía y se dedicara de lleno a su pasión. 

Cambiar el mundo

La nueva modalidad -que algunos diarios podrían haber titulado como “Luego de tocar en recital de Paul McCartney ante 50.000 personas, ahora Luciana Mocchi toca en casas donde la inviten”-  fue un éxito.  “Sigo yendo a tocar a las casas y es mi principal fuente de ingresos. Ahora no, por situación pandemia. Muchas veces la gente cree que yo vivo de tocar en un teatro para 300 personas y realmente vivo de eso, pero gano lo mismo yendo a una casa a tocar con gente copada. La gente puede vender sus cosas y ganarse una moneda. Siento que así estaríamos cambiando el sistema un poco. En este momento trabajo con mis amigos de siempre que armaron una productora y ellos ayudan a la persona que quiere llevarme a tener una propuesta viable en la que no solamente gane plata yo, sino también quien está atendiendo la barra, quien esté haciendo un guiso. Hay lugares a los que voy con entrada, a la gorra, o me pagan un fijo. El mayor número de gente fue de 140 personas en una casa en Córdoba y 15 personas en un cumpleaños. A veces me pagan y a veces no y voy igual. Yo hago música para la gente”.

Su casa es también un proyecto colectivo. Vive en un departamento de dos dormitorios, del que la mayoría de sus amigues tienen llave y en el que rara vez está en soledad. Está construyendo una casa cerca de la playa, otro plan comunitario. Si nota que tiene muchos instrumentos, los regala: “No somos dueños de nada: estoy para compartir y para pasar por acá e irme con lo que vine. Nada”. Las letras de sus canciones han ido mutando con los aportes de sus seguidores y las fechas que programa se convierten en juntada de amigues: “El show no soy yo, lo generamos todas las personas que estamos ahí, seamos 3, 10, 25 u 8 millones. Así como la gente va a verme a mí, yo voy a ver a la gente”. En cualquier momento del día, toma su guitarra y arranca un streaming en Instagram. Responde preguntas de sus seguidores, se ofrece para charlar si alguien lo necesita, comenta anécdotas cotidianas y toca algunas canciones.

Filosofía Mocchi: “Yo quiero cambiar el mundo y la herramienta que tengo hoy para eso es la música. Durante la pandemia le pedí a la gente que me depositara plata para distribuirla entre mis amigos que no tenían y para hacer pan y salir a regalarlo por la calle. El primer día me depositaron 25 mil pesos uruguayos y 600 dólares. La gente cree en mí y yo creo en la gente”. 

El método Mocchi, simple y claro: “No vender un personaje, sino salir a ser yo”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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