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Seres libres. La historia de Luana llevada al cine

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La vida de la primera niña trans en recibir el DNI con nombre autopercibido se verá en la pantalla grande, con Eleonora Wexler y Juan Palomino, entre otrxs. Quién interpreta a Luana, por qué, y cómo es el proceso del film, relatado por su madre. El presente de la niña que ya tiene 14 años: la escuela, el cuerpo, las decisiones. Los dilemas cotidianos, el trabajo de una asociación y todo lo que falta cambiar para vivir sin prejuicios. ¿Qué vienen a decirnos las infancias trans? Por María del Carmen Varela.

Seres libres. La historia de Luana llevada al cine
Gabriela Mansilla. Foto: Lina Etchesuri

A fines de octubre el cine argentino sumará un estreno. Y ese film contará una historia que no pertenece a la ficción sino que refleja los años de vida de una preadolescente que hoy tiene 14 años, va a segundo año de la secundaria, tiene el pelo muy largo y le gusta patinar. Se llama Luana y es el nombre que ella misma eligió a sus cuatro años. La historia es conocida a través de los medios por ser la primera niña trans en el mundo en recibir el DNI con su nombre autopercibido en 2013, luego de sancionada la Ley de Identidad de Género. 

Su madre, Gabriela Mansilla, escribió el libro Yo nena, yo princesa –que es la frase que Luana le dijo en su media lengua a los dos años y fue el contundente manifiesto con el que describió su identidad– y le siguió Mariposas libres. Luego vendrían otros, Las mariposas también sueñan, Infancias desobedientes, Cuerpos que incomodan y Sin alas,  editados por la Asociación Infancias Libres, fundada y presidida por la propia Gabriela. Una obra de teatro, Princesa del futuro, dirigida por Paula Cancela e interpretada por el actor Manuel Fanego, también contaba sobre Luana: con vestuario fucsia, Fanego se desplazaba en patines luminosos sobre el escenario y el día del estreno llegaron micros cargados de niñes de Infancias Libres, incluida Luana, por supuesto.  Y en la película El laberinto de las lunas de la directora rosarina Lucrecia Mastrángelo, en la que participa la artista Susy Shock, aparecen animados, también, los dibujos de Luana. 

El rol de la princesa

Desde octubre del año pasado hay un equipo trabajando en la película Yo nena, yo princesa, guionada y dirigida por Federico Palazzo. Gabriela colaboró en el guión, tuvo infinidad de charlas por Zoom, presenciales, visitas a su casa, conoció a los actores y actrices y entre elles a Eleonora Wexler, quien la interpreta en el film; quien encarna el rol del papá de Luana y Elías, Juan Palomino. “Yo veía a Eleonora en La banda del Golden Rocket, a Palomino lo veía en Como vos y yo, a Esteban Prol en Montaña Rusa y que en boca de estas personas esté el nombre de mi hija es muy emocionante”, afirma Gabriela, sentada en un banco del jardín de un centro cultural a metros de la estación San Antonio de Padua del tren Sarmiento, donde llegó en la bicicleta que le prestó su madre porque le robaron la suya hace pocos días.  

Cuenta que ya vio la película en una función privada: “Desde la primera imagen empecé a llorar. Es muy fuerte que haya llegado al cine la historia de Luana, que digan su nombre”. Una de sus inquietudes era quién interpretaría a Luana, por eso interrogó: ¿Y si es una nena trans quien haga de Luana? La respuesta fue que preferentemente tenía que ser una nena que supiera actuar y estuviera familiarizada con las cámaras. Más tarde el director retomó la sugerencia y Gabriela enfatizó: ¿Quién va a poder interpretar a una niña trans mejor que otra niña trans? Habló con la mamá y el papá de Isabella, una nena trans de Infancias Libres para ver si estaban de acuerdo, ya que la había escuchado decir que quería ser “actora”. El argumento era irrebatible: “Isabella ya sabe quién es Luana, es su amiga. Compartimos jornadas, cumpleaños, no hay que explicarle a quién va a interpretar y además es la primera vez que sucede esto en el mundo. Tienen que ocupar un lugar, les corresponde, es su derecho: esto es histórico. Isabella enamoró a todo el mundo. También había que explicarle que le iban a poner una peluca porque Luana en ese momento tenía el pelo corto. Todes acompañamos a la familia de Isabella”. 

Luana, por su parte, participó en una escena de patinaje: “Está contenta, le hubiera encantado participar en más escenas, pero íbamos cuando podíamos”. Gabriela no quiere spoilear pero advierte que hay un cruce muy significativo en ese momento del film entre su hija e Isabella. Adolescentes y una nena trans de Infancias Libres, Azul, y la patinadora trans Alexa Pettone hicieron sus actuaciones en Yo nena, yo princesa. 

La película se estrena el 28 de octubre, un día después del cumpleaños de Gabriela. Las expectativas son muchas: “Que ayude a eliminar los prejuicios, a revisarse. Mi equipo de Infancias Libres y mi familia me cuidaron mucho… Yo volvía llorando de la filmación, fue como vivir nuevamente algunas situaciones. Así como escribí el libro sin esperar nada, cuando me hablaron de la pelicula pensé: yo no puedo llegar con el libro en un bolsito a todos lados. Si esto es masivo, si lo ven, si llega a un montón de gente, mejor, que circule, que haga lo suyo, que ayude a modificar la actitud. Yo quiero que mi hija tenga una vida digna”. 

En el film aparece una muñeca rosa de pelo de lana por pedido de Luana: es su muñeca real. 

Están los autitos y un tucán de peluche de su mellizo Elías, que también aparece en la película y en el documental sobre la filmación, por decisión propia.

También por decisión propia, Luana decidió no hablar para esta nota.

Seres libres. La historia de Luana llevada al cine
Luana en el teatro de MU Trinchera Boutique, con la actriz Sofía Diéguez, en la funcón de Margarita, una sirena más allá del mar. Foto: Martina Perosa

¿Qué pasa con el cuerpo?

Luana y Elías están cursando la secundaria, cambiaron de escuela justo antes de la pandemia y en este momento concurren cada dos semanas. En la escuela anterior,  Gabriela supo que una mamá estaba juntando firmas para que el colegio echara a Luana. “La voz de la niñez travesti trans está juzgada todavía en la sociedad. Es un hilo muy delgado y yo aprendo mucho de Luana: en estos años hemos construido esta personalidad que Luana tiene. Los comentarios en las notas periodísticas son muy del odio, no podés dejar que la niña o el niño reciba toda esa violencia. Si la mirada fuera distinta y hoy en los medios de comunicación el respeto fuera otro y no les miraran como a los monos del circo, o hubiese otra clase de contención, o la sociedad fuese menos violenta, bien, pero hoy eso no está garantizado”.

Gabriela se acostumbró a revisar todos los contenidos y tareas, ya que cada tanto aparecen afirmaciones tales como “el pene es masculino”. Cuenta: “Igual tienen la amabilidad de bajarlo del classroom. La escuela en la que está hoy Luana tiene una capacidad para escuchar enorme, las puertas las tengo siempre abiertas, comunicación directa, pero hay que estar detrás. Tengo que estar revisando, pero yo no tendría que hacer ese trabajo, lo tiene que hacer el Ministerio de Educación. Si hay un texto que a mí se me pasa es una violencia que Luana recibe y se sigue educando al resto para que la violenten”. 

A sus 14 años y en plena pubertad, “Luana está en una etapa en la que no se parece al resto de las niñas entonces incomoda más: cuesta mucho ser la única nena trans del curso”, cuenta su mamá. 

A esta edad o incluso antes, Luana podría optar por acceder a los bloqueos, pero no le interesan. 

¿Qué son? 

Gabriela explica que hasta los 16 años no es posible tener intervención hormonal, pero sí puede recibir un bloqueo del desarrollo. En el caso de las nenas trans, se le atrofian los testículos, el pene deja de crecer y en el caso de los niños trans, se les corta la menstruación, no les crecen las mamas. “Pero todo eso no es mágico, tiene consecuencias en el cuerpo y en la salud emocional, psicológica, porque el mensaje es que tu cuerpo está mal. Descalcifica los huesos, en dos años consecutivos de bloquearse con inyecciones, se vuelven estériles ¿Cuál es el precio de ese cuerpo que nunca va a dejar de ser un cuerpo trans? Esta nena se ama desde que tiene 4 años, entonces cuando llega a los 12 que tiene que tomar la decisión, me dijo: Yo no lo quiero porque no voy a ser yo. Ella tiene que crecer y desarrollar. Me crece la barba, me dice. Sí, hija, a todas las niñas trans les crece la barba; y la nuez, sÍ, porque sos una nena trans. Eso sería natural si no estuvieran mirándola todo el tiempo, o ella mirando al resto de las nenas, que no tienen barba, o que venga un profesor y diga la barba es de hombres. Todo tiene que modificarse a su alrededor porque si no, no van a poder sobrevivir. Si mañana se levanta y me dice mamá quiero los bloqueos, bueno, vamos al hospital a buscarlos. No es algo que yo se lo prohíba: es algo que ella ha podido razonar porque su contexto fue de cuidado”.  

Gabriela ha recibido agesiones en  las redes por su postura frente a la posibilidad de aplicar los bloqueos, por eso aclara que lo charló largamente con Luana, quien al menos en este momento no está dispuesta a realizarlos. “La sociedad exige que se reproduzca el modelo; quieren nenas que se parezcan a las nenas, varones que se parezcan a los varones. Cuando tenés 20 años, tenés otra capacidad para reflexionar. Quizá tuviste tu primera relación sexual y podés decir qué te gusta y qué no,  pero  no podés condenar la vida a una niñez. Encima, muchas veces, terminan decidiendo su padre, su madre, que tampoco quieren una hija travesti. En esta sociedad, ¿cómo una chica trans puede experimentar con su cuerpo si las violan, si las matan, si están para ser prostituidas? El acto revolucionario es poder explorarte, conocerte, amarte, tocarte. Si vos primero no experimentás tu deseo, ¿quién te va a desear? ¿cómo vas a entender el deseo del otre?”. 

Seres libres. La historia de Luana llevada al cine
El grupo de niñez trans que llegó a MU con papás y mamás de la Asociación Civil Infancias Libres. Foto: Martina Perosa

El hartazgo y lo que vuela

Desde que Luana a sus cuatro años eligió su nombre y de la mano de su mamá y su hermano fue al colegio con pollera y hebillita, Gabriela asumió una postura política concreta para construir un nuevo camino no solo para su hija, sino para todas las niñeces trans. Fundó la Asociación Civil Infancias Libres hace cinco años. Es incansable, apasionada de lo que hace: en cada charla, conferencia, vivo de instagram y entrevista, lo da todo. 

Su objetivo: que sus hijes sean felices. 

Sabe que eso no solo depende –solamente– de elles mismes sino que la escuela, la familia, les amigues, el barrio, la sociedad, también tienen que ofrecer su compromiso. Pone cuerpo, cabeza y sensibilidad, pero también confiesa: “Estoy harta. Estoy sobreexigida, me encantaria que otras personas hagan lo que yo estoy haciendo, me estoy encargando de lo que el Estado no se encarga y es imposible que una sola persona lo haga. Es algo titánico, es una epopeya, no se puede medir, pero se llevó la mitad de mi salud. Tengo mi equipo de laburo que son otras mamás, pero estamos estalladas todas, son diez años, es mucho, yo estoy delegando trabajo. Ya me queda poca paciencia y me han puesto en un lugar de docente: estoy en un lugar que elijo pero se me piden todas las respuestas, se me juzga. Me piden les estudiantes, quienes hacen las tesis, quienes quieren entrevistas, quienes quieren un vivo, porque es la idealización de la madre. Si hay algo que odio es que me digan madre leona. Tenés que poderlo todo. Aprendí a decir no quiero desde el hartazgo, a decir basta. No soy solo madre, también me quiero sentar a tomar una birra”. 

Gabriela establece así la diferencia entre “una madre romantizada y una madre política”. 

Las “tías” Susy Shock y Marlene Wayar forman parte del contexto amoroso que resalta Gabriela. Su abrazo está siempre disponible. Y también su consejo: “Cuando alguien te diga travesti como un insulto, que vos sepas que es tu identidad y que le digas decí algo que no sepa, no me puede ofender que me digan lo que soy. Nunca te disfraces de algo que no sos para que te quieran”, recuerda Gabriela que Susy le dijo a Luana. 

La niñez trans viene a impregnar al mundo con un perfume nuevo, resquebraja los cimientos de una construcción añeja que ya demostró que es un fracaso, como dice Susy. 

En Infancias Libres, cuenta Gabriela, se habla sin eufemismos de machismo, capitalismo, de la  sociedad patriarcal: “La familia heterosexual es un fracaso, es donde les niñes sufren la mayor cantidad de abusos, violaciones. Y eso parece que no lo vemos”. 

¿Qué vienen a decirnos las infancias trans? 

Gabriela lo sabe bien: “La niñez trans irrumpe, sucede, no es esperada, deseada, buscada. Viene a patearte absolutamente todo y patea con tanta fuerza que te desestabiliza. La niñez trans viene a volar todo por el aire”. 

Entonces, a volar.

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