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Hermanarte: Ferni y Luchi de Gyldenfeldt

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Gemelas no binarias, docentes y cantantes. Comparten el dúo Ópera Queer y un camino artístico y activista que avanza en visibilidad y derechos. Lo bueno y lo malo de estar en foco. Los caminos individuales, los colectivos. Y qué significa hermanarse: autogestión, arte y política para un mundo mejor. Por Claudia Acuña.

Hermanarte: Ferni y Luchi de Gyldenfeldt
Ferni y Luchi. Foto: Marieta Vázquez

Es la mirada de Luchi y Ferni la que alumbra esta charla que comenzó en una parrilla de Chacarita, siguió por wasap –audios y textos- y terminó en un mediodía en la confitería Las Violetas, Almagro. Y en cada ocasión el deteriorado mundo cotidiano se oscureció y solo quedó, brillando, lo que ellas hacen ver: un futuro en tensión de inminente parto. 

El dolor que obliga a hacer fuerza.

Claros son los ojos de estas gemelas que llegaron a este mundo fecundadas en un mismo óvulo por dos espermatozoides. El patriarcado y el capitalismo, les digo en broma y en serio, para sintetizar lo que tienen en común con el resto de la humanidad, pero también aquello que las distingue: ellas lo saben desde el vamos. Tienen además una conciencia especial, como un súper poder que les otorga el plus que las caracteriza: les tocó en suerte aprender a compartir, a ser cómplices y a construir juntas cada destino personal. “Nadie puede nada en soledad”, concluirán ahora, cuando esa frase la convierten en linterna para atravesar la oscuridad de una época opaca.

Ferni está en pleno jaleo, luego de haber logrado cambiar para siempre las reglas del festival de Cosquín cuando dijo “no” a la propuesta de participar en las tradicionales categorías binarias –voz femenina o masculina- y demostrar así cómo había cambiado el mundo, el nuestro, el de todos los días. El Festival se avino a sincronizar estos tiempos –denuncia ante el INADI mediante– y el aplauso y respeto del público de Cosquín hizo el resto. El resultado:  ahora todos los miércoles a las 20 conduce el programa Brotecitos, en Radio Nacional Folklórica –junto a Susy Shock y Valen Bonetto–, prepara junto al guitarrista Nahuel Quipildor un recital en el Centro Cultural San Martín –será el 26 de abril a las 20.30– y espera que se defina la propuesta para interpretar la Misa Criolla junto a la Filarmónica Nacional. En tanto, de 8 a 17, sigue al frente de las clases de música del Liceo 9: es docente en la escuela pública donde estudió.

Luchi está concentrada en su próximo desafío académico: concursa por una vacante en la Maestría de Gestión Cultural LGTBI+ de la Universidad de Buenos Aires, mientras prepara la celebración del primer año de la Cátedra de Canto Disidente que dirige en la Universidad Nacional de las Artes –será el jueves 5 de mayo a las 17–, mientras ensaya la ópera Mujer sin nombre, que tendrá como escenario el CCK: será el 9 de julio a las 18. Sí: también es docente en la universidad pública donde estudió.

Juntas son Ópera Queer y harán una gala lírica en el auditorio principal de la Facultad de Derecho junto a la Banda Sinfónica porteña, en junio también.

Este breve resumen de algunas de las muchas actividades que nutren la agenda de Luchi y Ferni es apenas una de las tantas pruebas de ese futuro que nos hacen ver. Las otras pruebas son las mozas de la parrilla o las vecinas que toman su té con masas en Las Violetas, que ni se sorprenden ni cuchichean cuando las ven, Ferni con un vestido turquesa, Luchi con un la boca y las uñas color fuego; ambas con la brillante mirada de quien habita el presente con luz propia.

Lo que sigue es apenas un resumen de lo mucho que hablamos, de lo tanto que dejaron resonando y del enorme desafío que representan. Palabras que se comprenden mejor al escucharlas cantar, porque es en la música y con el arte donde calan profundidad, donde realmente se sienten.

Hermanarte: Ferni y Luchi de Gyldenfeldt

¿Hay una nueva agenda de la diversidad cultural?

Luchi: Sí y no. No podemos perder de vista que algunas cosas no cambiaron igual para toda la comunidad. El desafío sigue siendo asumir que nuestra comunidad necesita una reparación histórica, con todo el dolor que eso representa. La nueva agenda, por otro lado, significa asumir que nos estamos quedando sin planeta. La pandemia nos dejó la necesidad urgente de militar un cambio de paradigma de la producción extractivista. Y también nos dejó, en materia social y cultural, la confianza en que el arte y el encuentro son herramientas irremplazables, por necesarias y básicas. Tenemos entonces en nuestras manos una posibilidad histórica y una responsabilidad enorme de  dejar de producir culturalmente bajo parámetros que ya están en decadencia y que corresponden a una lógica exitista, que es la que nos propone el mercado industrial de la cultura para que la “peguemos” y seamos merxs entretenedorxs con bajo porcentaje de contenido crítico.

Ferni: Como comunidad en estos momentos estamos en un foco social. Nos apuntan, ya no sólo los focos del patrullero en los oscuros bordes de la explotación sexual, sino en el centro de la cocina del odio social, como lo son redes y medios. Y eso significa dos cosas: por un lado, violencia. Pero por el otro, asumir que las luces enceguecen, cosechan expectativas por momentos muy competitivas, buscando construir liderazgos. Y no tenemos que perder de vista que esos son los patrones que queremos derribar. El desafío ahora es construir desde otras formas. Es sentirnos comunidad, más allá de las trayectorias individuales, y sin perder el sentido de lucha histórica ni la capacidad de diálogo, de charla, para hacer el mundo que queremos.

¿Qué le exigen al Estado y qué a la autogestión social?

Luchi: Al Estado hay que exigirle todo, no de manera extractivista pero sí de manera vehemente. A la autogestión social le exigiría no perder las calles ni las causas. O la gran causa, que es querer un mundo más justo y con igualdad  de posibilidades para todes. Que podamos asumirnos como herramientas de construcción de belleza y catapulta hacia esa otra humanidad que necesitamos.

Ferni: Al Estado hay que pedirle todo: totalmente de acuerdo. Eso lo entendí con el tiempo, con la práctica, con experiencias concretas. A la autogestión le pediría que no nos quiten la alegría. La pandemia acentuó el entristecimiento, el engrisamiento de las causas… que no nos quiten la fiesta, pero no la del pogo y alcohol, sino la fiesta del abrazo, del encuentro, para reconocer que hoy las cosas no son iguales a 20 ó 50 años  atrás, y que eso merece celebrarse. Hay muchos motivos para festejar y para sentir orgullo, y felicidad, y poder. Hay mucho que nos duele, claro, nos duele Tehuel, pero también hay mucho para sentir la alegría de la fuerza, y eso es algo que necesitamos para conquistar lo que nos falta. No nos olvidemos del bosque, de lo que hay más allá, eso que todo el tiempo nos hacen creer que no existe, y así nos van sacando de la cabeza y del corazón el horizonte al que apostamos cada vez que hacemos algo: hay otra forma de producir y de vivir juntes. Y es mejor.

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Aprender y enseñar

Luchi cuenta que el primer año de la Cátedra de Canto Disidente le dejó como saldo, entre muchas experiencias –en las que por supuesto está presente la de sanación personal– “la presencia fundamental de une alumne no binarie, que me expresó desde el comienzo que no se hubiese anotado si no fuese por esta cátedra, y que es, sin lugar a dudas, una de las vocalidades más maravillosas que escuché como profesora alguna vez”.

Ferni suma: “En cada clase, en cada aula, siento cierta reparación al despertar interés por la diversidad a través de la música. Los pequeños cambios cotidianos son los que logran que los grandes cambios ocurran. Los pequeños momentos revolucionarios que no son noticia, pero construyen las noticias. Nuestra sola presencia en la escuela pública inyecta arco iris a nuestras instituciones. Inyecta esperanza”.

Aprendieron, así, a poner límites para educar en la no violencia: el fascismo no reconoce límites ajenos. Les menciono entonces la paradoja de que los fachos criollos se autodenominen “libertarios” mientras que la diversidad sexual ha proclamado desde siempre la libertad como bandera.

Ferni: Qué interesante ver cómo juegan con las palabras los que atentan contra la libertad. Porque si la libertad realmente existiese, más arcoiris y más multicolor sería el mundo. Y sin embargo vemos cómo hoy en día nos siguen mostrando sólo una sola forma de ser, cómo nos quieren hacer vivir una vida que sea gris, opaca, binaria. La gran diferencia es que cuando hablamos de nuestra libertad de elección, estamos abrazando al resto de las libertades. Nuestras  libertades tienen empatía con las otras: no las violentan. Son libertades que están dispuestas a charlar y a abrazar, a hermanar y no a aniquilar. Y eso es lo que hace el fascismo.

Luchi: Tenemos que asumir que tener visibilidad es tener poder. O disputarlo, por lo menos. La cultura de la cancelación dejémosela al mundo paqui, pero nosotras tenemos que saber poner límites: acá no. Hay un mundo en donde alguna gente puede acusarnos de ser agentes de ideología de género, ponele, y eso es un síntoma de que estamos haciendo las cosas con contundencia, pero en ese otro mundo que necesitamos no hay espacio para discursos de odio. No es mundo para cualquiera ni para hacer cualquier cosa. Con un fascista no podemos compartir ni una mesa.

Ferni: Los cambios sistémicos van a llevar muchísimo más tiempo del que nosotras tenemos de vida, pero lo que podemos disfrutar hoy, lo hermoso, es generar esos cambios en una persona. Cuando alguien se enamora de nuestra voz, de nuestra obra, cuando alguien se conmueve, cuando alguien nos entiende. Son esos triunfos los que celebramos, los que estamos viviendo ahora. Y que son, a la vez, presente y futuro, porque donde más vamos a notar, ojalá, un cambio profundo en el entendimiento empático hacia las diversidades, hacia la Madre Tierra, y hacia el planeta, es en lo que son ahora las infancias. Ahí está nuestro objetivo. Opera Queer nunca perdió ese contacto con lo lúdico, habla per sé de esa etapa de la vida humana que el sistema también busca opacar, volver gris: la capacidad del juego. Por algo Opera Queer conmueve a tanta gente y, a la vez, le gusta tanto a las infancias: porque somos dos niñas jugando. Haciendo folklore yo puedo sentirme una cantora gigante, agradecerle a la vida, a Mercedes Sosa, a Lohana Berkins, y cantar con la intensidad de mi corazón, pero con Opera Queer soy también una niña jugando. Recuperar esa alegría de la niñez, donde todo es posible: ahí vamos a ver el cambio. Ahí tenemos que seguir apostando.

Luchi: Apuntamos a ese cambio a futuro, eso es lo esperanzador para la militancia, para el artivismo. Porque si pensás que el mundo va a quedar tal como está ahora ahora, ¿para qué exponerte? Hay mucho odio en nuestra sociedad. Existe. Esa repulsión a todo lo que se corre de la norma, existe. Y para evitar que eso alimente al fascismo tengo en claro que debo exigirle al Estado que cambie eso, porque tengo la convicción de que se puede hacer. Y que se debe hacer ya. Porque lo que veo en la calle es que todo lo que el sistema quiere sostener está ya derrumbado y ya los discursos no se los cree nadie. Y lo que hay que hacer es construir otra cosa. 

¿Cómo hacerlo?

Dirá Luchi: “No hace faltar ser un hater o salir con un arma a matar travas para ser violento. Hay algo muy instalado en este mundo: ese individualismo, capitalista, de la sociedad, hegemónico, donde lo único de lo que te tenés que preocupar es de vos misme, y hasta te lleva a boicotear o amargarte por algo que no te involucre como protagonista. Entiendo entonces que ese mundo esté en contra de que lo último del jarro ahora produzca cosas tan importantes. A mí, en lo personal, y creo que como dúa también, eso nos genera la importancia del aprendizaje de la humildad. Siempre estamos pensando de qué manera podemos ser más empáticas, y de qué manera podemos entender mejor las necesidades de nuestro colectivo, por ejemplo. Y de qué manera esto que son conquistas, podemos no solamente sentirlas como colectivas, sino hacerlas colectivas. La responsabilidad está ahora, no en haber cambiado el estatuto de Cosquín, o haber hecho una cátedra. La historia nos dio esta oportunidad, pero es nuestra responsabilidad militar estos logros para que sean colectivos. Esto recién empieza.

Ferni: Como comunidad tenemos que comprender que el enemigo es inteligente y que tenemos que charlar más, encontrarnos más, y construir lo que queremos.

Luchi: Lo más importante para mí ahora: herramientas hoy para vencer mañana. Tenemos que formarnos, individual y colectivamente. Estamos en un momento en el que, sobre la base de algunas conquistas, podemos enriquecer nuestra capacidad de hacer. 

¿Algo más? 

Sí.

Luchi y Ferni me miran con esos ojos claros y húmedos de esperanza y en gemela sincronía repiten:

Ferni: Hermanarse es fundamental.

Luchi: La hermandad es una trinchera y es un poder. Le da a cada triunfo una historia y un futuro, y un cuidado. Y eso es lo que nos da fuerza: saber que juntas somos más poderosas.

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