CABA
La pieza clave. ReCoop, distribuidora de productos de empresas recuperadas
Es la primera distribuidora de productos de las empresas recuperadas. Tarea clave para un paso que a muchas fábricas les resulta complejo luego de la batalla por recuperar el trabajo y la dignidad: la comercialización. Son 14 personas asociadas, algunas de ellas hijas de quienes libraron esas gestas. La creación de una moneda (MIA) para que el intercambio no dependa de delirios inflacionarios. La intermediación, la autogestión y la proyección de los sueños. Por Lucas Pedulla.

El primer día laboral de Mariana Giovannoni fue atípico.
No fue en una clásica oficina, a la espera de la hora que la saque del sopor. Tampoco frente a una máquina pesada bajo la supervisión de un pesado jefe, sin poder ir al baño.
El primer día laboral de Mariana Giovanonni fue en un lugar llamado Mercadito de Flores, detrás de un mostrador que reunía exquisitos quesos de una cooperativa de trabajo llamada Master Cheese, y lo que pasaba delante de sus ojos eran cientos de personas con billetes en la mano que no eran pesos ni euros ni dólares –en ninguna de sus variantes– sino una experiencia distinta, que tampoco se ve en un primer día laboral, llamada MIA, una moneda impulsada por una red llamada Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), para comprar productos elaborados por un tipo de economía llamada social, comercializados bajo una cooperativa, que es su lugar de trabajo, llamada ReCoop.
Es decir: un mercadito, quesos y productos exquisitos, una moneda propia, fábricas recuperadas, una comercializadora cooperativa.
Mariana Giovannoni, que tiene puesta una remera negra con la leyenda “otra economía es posible”, busca una palabra para definir su primer día laboral.
La encuentra: “Adrenalina”.
Y dice: “Ese día la gente entraba como a otro mundo”.
Ella también.
El otro mundo
Ese día fue la presentación oficial de MIA, la Moneda de Intercambio Argentina, una herramienta de pago lanzada por el MNER para fortalecer a empresas recuperadas y a experiencias de la economía popular, a partir del intercambio de productos y servicios. Era la primera vez que la lanzaban a la comunidad y la comunidad entendió todo: cambiaba pesos por MIA (un peso equivale a un MIA) y compraba productos cooperativos a precios populares. Previamente, la moneda había circulado entre las propias empresas, a partir de la centralización de una distribuidora del movimiento: ReCoop.
ReCoop es la primera distribuidora de productos de empresas recuperadas. El objetivo lo expresan en su web recoop.com.ar: “Fortalecer la comercialización y logística del sector, construyendo una cooperativa de intercambio que tracciona y posiciona la producción de las y los trabajadores, autogestionados, pequeños productores, emprendedorxs y trabajadorxs independientes de la economía popular de todo nuestro país”.
Unidades de trabajo:
- Mercados internos en empresas recuperadas. Así llegan con más de 100 productos a lxs trabajadorxs de las propias fábricas, pero también al barrio donde están insertas. Tienen 20 almacenes abiertos y aspiran a llegar a 100.
- Distribución mayorista de productos a otras comercializadoras y privados.
- Compras estatales (actualmente trabajan con los municipios bonaerenses de San Martín y Hurlingham) y organizaciones sociales.
- Mercados minoristas propios en barrios y pequeñas localidades.
- Intercambio productivo entre productores pertenecientes a empresas recuperadas y a cooperativas.
El depósito y las oficinas están en la planta de Mataderos de Farmacoop, el primer laboratorio recuperado del mundo, que les cedió el lugar en solidaridad por el acompañamiento en la recuperación. El ingreso a este otro mundo se visualiza en paredes de nueve marcas de yerba distintas que llegan al techo y expresan los 15 mil kilos que comercializan por mes, en las cámaras con los quesos de Master Cheese o los embutidos de Torgelón, o los clarks que cargan los productos a las dos o tres camionetas que salen todos los días.
Y en las 14 personas asociadas que conforman esta cooperativa.




Deseo & lógica
Todo empezó con un almacén en la recuperada IMPA, una empresa que es más que una metalúrgica: es un bachillerato popular, un teatro, una radio y una señal de tv comunitarias, y una Universidad de los Trabajadores, donde ingresó Julio Pomacusi (45 años) como psicólogo social. De a poco, mientras conocía el movimiento, empezó con este deseo: “Sabemos que la comercialización es lo más complicado en las recuperadas. También lo es para las pymes o el pequeño productor. Hay muchos que no tienen la espalda económica: muchos compañeros tuvieron la fuerza de recuperar las empresas, de luchar, de fabricar el producto, pero sabíamos que hacía falta un aparato de comercialización, porque en el día a día se hace difícil. Sabíamos que queríamos hacer algo, pero no tomamos la dimensión de lo que iba a ser”.
Encontró otro compañero con la misma idea de travesuras cooperativas: Raúl Verón, 32 años, trabajador de La Salamandra, fábrica de dulce de leche recuperada en 2015 en Exaltación de la Cruz. Se dedicaron full time durante la pandemia: “Además de que creciera el consumo entre recuperadas, también veíamos una solución a la especulación que hay con las grandes empresas. La intención era cumplir, desde el movimiento, con la demanda de alimentos”.
Desde esa impronta, también estuvo claro cuál era el sector al que apuntaban. “Nosotros comercializamos con municipios y organizaciones sociales, pero no es nuestro principal objetivo –aclara Julio–. Laburar con el municipio es fácil: cargás un camión, bajás la mercadería y nada más. Pero sabemos que si cambia el gobierno, capaz ese municipio no nos compre más, ¿qué hacemos entonces con los puestos de trabajo? Por eso tenemos que generar almacenes”.
La proyección es quintuplicar la cantidad: “Si tenés 100 almacenes, podemos comprarles en grande a los compañeros que hacen, por ejemplo, mermeladas y poner frascos en cada uno de esos almacenes. Así estás dando una mano grande a los compañeros, estás llevando productos de calidad al barrio, y podemos controlar los precios”.
Solidaridad, calidad y precio justo.
¿Quiénes mueven esta rueda?
Lo que les toca a las mujeres
Hay algo emocionante en ReCoop y es que parte de sus integrantes son hijas e hijos de trabajadoras y trabajadores que recuperaron empresas. Erika y Julieta Herrera (29 y 27) son hijas de Silvia Ayala, presidenta de Mielcitas, recuperada en 2019 (la historia está contada en la MU 171). Ambas trabajaban como cajeras en un supermercado mayorista. “En casa se movió todo cuando mi mamá se quedó sin trabajo”, dice Erika. Su hermana completa: “Pasamos de mi vieja como sostén de familia a nosotras tener esa responsabilidad y bancar el momento. Fueron meses de lucha donde se tenía que quedar haciendo guardia: a veces, ni comida tenían”. Qué dice mamá de que sus hijas hayan dejado sus trabajos para estar en ReCoop: “Está chocha, porque ahora sabemos lo que es el movimiento y estamos más relacionadas con la cooperativa”. Juli y lo que aprendió: “Cuando mi hermana me contaba, no entendía, y ahora lo veo: de un quesito pasamos a tener un sistema, un depósito, repartos y tres clientes por semana que se suman. Está bueno el crecimiento: es más trabajo para todos”.
El papá de Blas Cayo (24) y la cuñada de Mabel Acosta (24) también trabajan en Mielcitas. Blas viene de un laboratorio y Mabel de un taller textil: “Es un proceso para aprender”.
Patricio (23) es hijo de Marcelo López, presidente de la Cooperativa EITEC (metalúrgica productora de válvulas para artefactos a gas, contada en la MU 174). Viaja de Bernal a Mataderos todos los días: “Yo vengo de la construcción, y lo que pasó mi viejo fue duro: noches de guardia, carpas, ollas populares. Me emociono cuando hablo de esto”.
Karina Peralta (35) es militante de la OLP (Organizaciones Libres del Pueblo) en Florencio Varela, sur del conurbano bonaerense, y conoció el MNER a través de Julio, su compañero. “Hay algo lindo de ReCoop y es que somos del conurbano. Por ahí somos los que no teníamos buenas posibilidades laborales y está bueno que las hayamos generado nosotros. Me genera orgullo. A las mujeres siempre nos tocan laburos malos, sin poder sostener los estudios, y hoy estar en los lugares de decisión de la cooperativa me parece un ejemplo de que las que venimos de abajo tenemos capacidades, nomás que no tuvimos las mismas oportunidades”.
Karina trabajó ocho años en un call center: “Era lo único que podía conseguir. Fue una aventura sacarme la mochila, porque acá empezaba ganando la mitad de lo que cobraba”. Qué vio para dejar un trabajo que le daba el doble de dinero: “El proyecto colectivo. Y apostar a mi libertad. Podía salir bien o mal, pero era el momento de jugarme, porque si no salía en ese momento, no me iba más. Sabía que iba a funcionar. Estamos en una situación en la que cuesta creer en el otro, creer en algo. Acá había incertidumbre, pero está respaldado por una estructura de un movimiento, una historia con pertenencia. Es otra forma, y eso es algo que no tiene precio: laburás más libre. Y aprendés, acá es al revés de lo que siempre nos enseñan, que nos dicen que primero es la teoría: primero es la práctica y después lo vas teorizando”.
Claudia Micaela Denis Bareiro (24) llegó gracias a Karina. También trabajaba en un call center y, además, en una oficina en tareas de limpieza. Vive en Constitución, trabajaba cerca de su casa, y el colectivo hasta Mataderos le implicaba una hora de viaje. Por qué el cambio: “Siempre circulaba por distintos laburos, con incertidumbre. Hoy me doy cuenta de que es la primera vez que tengo la tranquilidad de tener una continuidad y de poder proyectar diferentes cosas en mi vida. Es algo que no me había pasado anteriormente: saber que no vamos a quedar tirados”.
Daniel Gómez (36) es de Laferrere pero militaba en Retiro con el MTR. Tenía un carro, un caballo, juntaba cartón, y conoció a Julio en los talleres de comunicación popular en IMPA. Era el primero que llegaba y el último que se iba. “Es lindo: la libertad es la base. De afuera muchos no saben qué es una cooperativa”. Julio le dijo que cuando empezara a trabajar, al carro y al caballo no volvería nunca más. Daniel se emociona: “ReCoop es mi familia”.


La intermediación coop
Primero práctica, luego teoría: ¿qué acciones de ReCoop promueven otra forma de pensar lo económico en un contexto cada vez más complejo? En septiembre, el kilo de azúcar en las góndolas de supermercados superó los $200, pero en ReCoop se comercializó a $160. Julio explica la cuenta: “En nuestro pueblo hubo una crisis y no podemos dejar de vender azúcar. Capaz perdimos un poquito en ese momento, pero si hacemos la cuenta en 10 años vamos a haber ganado un montón, porque cuando todos especulan, nosotros no especulamos”.
Algunos productos que comercializa ReCoop –azúcar o algunas harinas, por ejemplo– son de empresas privadas. “A veces nos cuestionaban algunos compañeros de la economía popular, pero si una pizzería nos demanda harina no podemos decirle que no hay porque los compañeros no llegaron con la producción. ¿Vamos a parar a la pizzería?”. Raúl explica que una diferencia es el precio, pero esa relación también permite una lectura del entorno que ayuda a planificar la producción: “A veces no tenemos el producto, pero lo que podemos hacer es generar un volumen de salida que luego nos permite desarrollarlo en una cooperativa. Pasó en Master Cheese con el queso sardo: nos pedían de almacenes, pero como no teníamos íbamos a una marca privada hasta generar el volumen. En la cooperativa veníamos insistiendo en que hagan: con una demanda de 400 hormas por mes, ahí se pudo encarar la producción”.
Otro ejemplo fue la Cooperativa de Trabajo Alimentaria San Pedro, recuperada que elabora los dulces Blasón. “Le compraban a un privado las latas para el dulce de batata. Cuando aparece Cotramel (Cooperativa de Ex Trabajadores de Canale Llavallol, metalúrgica contada en la MU 173), les propusimos que les compraran a ellos”. El flujo financiero dificultaba la transacción, y para evitar demoras en los pagos, ReCoop fue el intermediario: le compraron las latas a Cotramel y se las llevaban a Blasón, que luego les pagaba con el dulce.
La intermediación también fue clave en Mielcitas: la cooperativa no contaba en sus comienzos con el dinero para comprar el azúcar suficiente para la producción. Sin posibilidad de crédito (por la discriminación del sistema financiero a las cooperativas), la lógica solidaria de ReCoop hizo lo suyo: invirtió en un insumo clave para que las trabajadoras pudieran producir. Julieta, como trabajadora de ReCoop pero también como hija de una obrera de esa fábrica, lo sabe: “Y siempre lo agradecen: sin esa ayuda no hubieran podido avanzar”.
Las comercializadoras suelen ser una parte del problema y las remarcaciones incentivan la idea de eliminar al intermediario. Karina explica qué pasa en ReCoop: “Lo que tenemos no es la ganancia de un producto, sino del volumen. Claro que tenemos una estructura que mantener, nuestros propios ingresos, pero la lógica es vender mucho. Vemos precios de compañeros de la economía popular que la yerba que nosotros vendemos a $460 la tienen a $1.000. No nos dan los números, siendo que ponemos un porcentaje para que nos quede ganancia. La idea es vender mucho para llegar con los productos a la mayor cantidad de gente posible”.
Julio: “Tenemos que trabajar un poquito más. En vez de agacharnos una vez a agarrar un paquete de yerba, nos agachamos tres. Un economista puede decirnos que le pongamos al producto un 40%, pero así estaríamos trabajando como las empresas capitalistas”. Y se le humedecen los ojos: “A veces parece que nos robaron los sueños. Veo paredes pintadas con esa frase. Pero tenemos que volver a soñar para hacer cosas”.
Libre y a gusto
¿Qué cosas se animan a soñar?
Julio: “Tener un almacén en cada barrio”.
Blas: “No volver a trabajar para que un dueño de una empresa se llene los bolsillos”.
Mariana va a atender el almacén que ReCoop abrirá en Mielcitas: “Tengo mucha expectativa”. Patricio comparte: “Atender un almacencito de ReCoop”.
Mabel: “Que más personas tengan la posibilidad de trabajar así, libres y a gusto”.
Erika: “Que se pueda replicar la forma de laburo que venimos haciendo”.
Karina: “Conservar el laburo muchos años. Me gustaría que ninguno de nuestros hijos tenga que trabajar bajo patrón. Que ninguno de ellos tenga que pasar por esa experiencia. Y que ReCoop pueda abrazar a hijas e hijos de las recuperadas”.
Se miran. Y sonríen.
Saben que los sueños ya se están haciendo realidad.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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