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Revolucionades. Paul Preciado y su nuevo libro “Dysphoria mundi”

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El filósofo trans analiza los impactos de la pandemia en cuerpos y mentes como una mutación social en vivo que produce enfermedades (la disforia como gran metáfora) en medio de la presión digital, patriarcal, colonial y militar que recrudece. Asegura que es un cambio de paradigma comparable a los grandes hitos de la humanidad. Lo que nos ayuda: el activismo, el arte, la filosofía, contar nuestra propia historia, imaginar. Fragmentos de la introducción a un diario vivo de un presente en transición.

El libro disfórico

ste libro intenta describir las modalidades de este presente disfórico y revolucionario. No algo que sucedió en un pasado mítico o que sucederá en un futuro mesiánico, sino algo que está sucediendo. Que nos está sucediendo. Algo en lo que estamos activamente implicados.

(…) Este libro está, como el planeta, en transición. Esta publicación recoge un momento de ese proceso de mutación. Esa inestabilidad no es en absoluto una sustracción de su intención como máquina de producción de verdad y deseo. Más bien al contrario: he querido restituir el desorden del lenguaje que tiene lugar durante un cambio de paradigma. Al asumir esta forma mutante, el libro, en su aparente caos, busca acercarse, aunque solo se da de forma asintótica, a los procesos de transición que están teniendo lugar desde la escala subjetiva hasta planetaria.

Transiciones

Tuve que declararme loco. Afectado por un tipo de locura bien particular que llaman disforia. Tuve que declarar que mi mente estaba en guerra con mi cuerpo, que mi mente era masculina y mi cuerpo femenino. A decir verdad, no sentía ninguna distancia entre lo que llamaban la mente y lo que identificaban como el cuerpo. Quería cambiar, eso es todo. Y el deseo de cambio no diferenciaba entre la mente y el cuerpo. Estaba loco, tal vez, pero si era así, mi locura consistía en rechazar la antinomia entre esos dos polos, femenino y masculino, que para mí no tenían más consistencia que una combinación siempre variable de cadenas cromosómicas, secreciones hormonales, invocaciones lingüísticas. Estaba loco, pero si es así, mi locura era tan espiritual como orgánica. Esa disforia era la dueña de mi alma y de mis células. Me sentía atraído por otra cosa, por otro género, o mejor aún, por otra modalidad de existencia. Y ese nuevo género resultaba tan ansiado y excesivo como una lluvia de verano que viene a apagar un incendio. El fuego de la Historia.

El hormiguero

Cuando pienso en la locura, si no me dejo distraer por los diagnósticos psiquiátricos o por la presión de las administraciones estatales, y trato de captar el sentimiento que domina indiscutiblemente mis días, es de una rara felicidad política de la que debo hablar primero. Y esta felicidad, que se ha construido como un túnel bajo la realidad normativa de los últimos veinte años, parece haberse vuelto hormiguero, pues hoy me encuentro rodeado de niñes que declaran que quieren vivir como yo quería vivir cuando me consideraban loco. Las siguientes páginas son un relato de cómo, a veces ruidosamente, a veces silenciosamente, se construyó este hormiguero y cómo el mundo moderno que había establecido la diferencia entre nuestra locura y su razón comenzó a desmoronarse.

El zap filosófico

Saturado por el ruido del parloteo incesante, me digo que la única manera de salir de este recinto hegemónico es dar la vuelta a las categorías con las que nos alterizan para comprender el propio sistema que produce diferencias y las jerarquiza. Es mi condición vital de sujeto mutante y mi deseo de vivir fuera de las prescripciones normativas de la sociedad binaria heteropatriarcal lo que se ha diagnosticado como una patología clínica denominada “disforia de género”. Solo soy uno de esos seres que se niegan obstinadamente a aceptar la agenda política que se les ha implantado desde la infancia. Frente a la arrogancia de las disciplinas y técnicas de gobierno que emiten este diagnóstico, intento un zap filosófico: desplazar y resignificar esta noción de disforia para comprender la situación del mundo contemporáneo en su conjunto, la brecha epistemológica y política, la tensión entre las fuerzas emancipadoras y las resistencias conservadoras que caracterizan nuestro presente. ¿Y si la “disforia de género” no fuera una enfermedad de nuestras formas de subjetivación en relación con el régimen normativo de la diferencia sexual y de género?

Dysphoria mundi

La condición planetaria epistémico-política contemporánea es una disforia generalizada. Dysphoria mundi: la resistencia de una gran parte de los cuerpos vivos de planeta a ser subalternizados dentro de un régimen de conocimiento y poder petrosexorracial; la resistencia de planeta vivo a ser reificado como mercancía capitalista.

Con la noción de dysphoria mundi no pretendo de algún modo fijar la disforia como un lugar naturalista, ni como condición psiquiátrica que describe el presente. Todo lo contrario: busco entender aquellas condiciones que son descritas como disfóricas no como patologías psiquiátricas sino como formas de vida que anuncian un nuevo régimen de saber y un nuevo orden político-visual desde el que pensar la transición planetaria. Las disciplinas modernas como la psicología o la psiquiatría y la farmacología normativas, que trabajan y comercian como el dolor psíquico, deben ser desplazadas por prácticas colectivas experimentales que sean capaces de elaborar y reducir el dolor epistémico. El arte, el activismo y la filosofía poseen esta capacidad.

Enfermedad y emancipación

Del lado de la psiquiatría médica, les “enfermes” que no consiguen adecuarse a los tratamientos farmacológicos se transforman progresivamente en una pequeña multitud de homeless multiadictes a las drogas ilegales que se hacen visibles en las calles de ciudades, junto con les migrantes y les jóvenes racializades, les homosexuales y les trans, como “restos” de excrementales del sistema de salud neoliberal: dysphoria mundi.

Depresión clínica, fobia social, síndrome premenstrual, trastorno bipolar, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de la personalidad, trastorno borderline, trastorno postraumático, síndrome de adicción, síndrome de abstinencia, síndrome de Asperger, trastorno dismórfico corporal, trastorno obsesivo-compulsivo, otrorexia, vigorexia, bulimia, anorexia, agorafobia, hipocondría, dermatilomanía, síndrome de referencia olfativa, esquizofrenia, disforia de género… Los síndromes o estados que son registrados en el actual Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales como disforia y trastorno permiten hacer un archivo de la fabricación/destrucción necropólítica del alma en la modernidad, pero también dibujar una cartografía de posibles prácticas de emancipación.

Lo petrosexorracial

El cuerpo político no es solo el lugar de inserción o de inscripción violenta de poder petrosexorracial, sino que se revela ahora también como aquel a través del que una mutación colectiva puede operar desplazamientos capaces, quizá, de introducir rupturas en la historia repetitiva y letal del capitalismo global. En la disforia, como resistencia a la normalización y como dolor sensorial o estético, reside también la posibilidad de una mutación sistémica. 

(…)

Denomino “petrosexorracial” a aquel modo de organización social y a aquel conjunto de tecnologías de gobierno y de la representación que surgieron a partir del siglo XVI con la expansión del capitalismo colonial y de las epistemologías raciales y sexuales desde Europa a la totalidad del planeta. En términos energéticos, el modo de producción petrosexorracial depende de la combustión de energías fósiles altamente contaminantes y generadoras de calentamiento climático. La infraestructura epistémica de esas tecnologías de gobierno es la clasificación social de los seres vivos de acuerdo con las taxonomías científicas modernas de especie, raza, sexo y sexualidad. Estas categorías binarias han servido para legitimar la destrucción del ecosistema y la dominación de unos cuerpos sobre otros. Sin una gran masa de cuerpos subalternos sometidos a segmentaciones de especie, sexo género, clase y raza, ni ele extractivismo fósil ni la organización mundial capitalista hubieran sido posibles.

La falla epistémica

No existe disforia como enfermedad individual. Al contrario, es preciso entender la dysphoria mundi como el efecto de un desfase, de una brecha, de una falla, entre dos regímenes epistemológicos. Entre el régimen petrosexorracial heredado de la modernidad occidental y un nuevo régimen aún balbuceante que se forja a través de actos de crítica y desobediencia política. Es preciso entender la dysphoria mundi como una condición somatopolítica general, el dolor que produce la gestión necropolítica de la subjetividad, al mismo tiempo que señala la potencia (no el poder) de los cuerpos vivos del planeta (incluido el propio planeta como cuerpo vivo) de extraerse a la genealogía capitalista, patriarcal y colonial a partir de prácticas de inadecuación, de disidencia y de desidentificación.

Rebeliones

Por un lado, nos enfrentamos a un recrudecimiento de las formas de control, del capitalismo cibernético y de la guerra. Por otro lado, y aquí es donde la incertidumbre se vuelve productiva, las instituciones y formas de legitimación patriarcal, sexual y racial del antiguo régimen se derrumban al mismo tiempo que aparecen nuevas formas de contestación y lucha: Ni Una Menos, Me Too, Black Lives Matter, el movimiento trans, intersexual y no binario, el movimiento de vida independiente de personas antes consideradas como discapacitadas, las luchas contra la violencia policial, la rebelión digital, la ecología política…

(…) Podemos comparar este giro epistémico con otros momentos de profundo cambio histórico, con el desplazamiento del Imperio Romano por el cristianismo o con la transición del feudalismo al régimen económico y político del capitalismo y su expansión colonial. Pero ninguno de estos procesos afectó a la totalidad del planeta y fue experimentado al mismo tiempo por todos los habitantes de la Tierra. Ahora, por primera vez, los muchos mundos que contiene el planeta comparten las consecuencias de este cambio y, por tanto, deberían participar en él. Los diferentes relojes del mundo se han sincronizado… al ritmo del racismo, del feminicidio, del calentamiento climático, de la guerra. Pero también al ritmo de la rebelión y de la metamorfosis.

Necroespacios

Como en ciertas culturas existieron prácticas sacrificiales que servían para mantener y construir una jerarquía metafísica, el capitalismo es una suerte de religión petrosexorracial que exige el sacrificio de ciertos cuerpos (animales, femeninos, infantiles, extranjeros, racializados…) y la destrucción de ciertos espacios (la colonia, la periferia, el sur…) en beneficio del mantenimiento de una jerarquía mítico-erótico-mercantil. La presencia de sustancias eternas en los suelos, aguas y aire de estos espacios hace que se pueda hablar no solo de extractivismo y colonización industrial de un territorio dado, sino, más radicalmente, de construcción de necroespacios, espacios de muerte donde la vida resulta, si no imposible, al menos tóxica. Sin la naturalización del veneno y la estetización de la contaminación, este régimen de dominación y destrucción no había podido funcionar.

Lo impensado sucede

Contrariamente a lo que podríamos imaginar, la actual guerra en Ucrania no nos devuelve a la guerra fría, sino que expresa una nueva guerra caliente: la que opone las tecnologías farmacopornográficas de gobierno petrosexorracial a las políticas de transición a un nuevo régimen de producción y reproducción de vida. Si, por una parte, las instancias de poder petrosexorraciales recurren a los mitos nacionalistas e identitarios y abrazan las tecnologías digitales, bioquímicas y militares como formas primeras de producción de valor y de control de los cuerpos vivos; por otra, esos mismo cuerpos subalternos supuestamente disfóricos para los que el poder solo preconiza trabajo, consumo y muerte inventan formas disidentes de subjetivación y nuevos agenciamientos colectivos con otros cuerpos humanos y no humanos y con las máquinas energéticas: el teléfono móvil, el ordenador, las tecnologías biomoleculares.

En el seno del (ir)realismo capitalista sucede lo impensado. O quizá lo impensable estaba ya siempre sucediendo.

Hipótesis revolución

Para la hipótesis revolución es crucial entender que los negacionistas del clima son también, y a menudo, “género negacionistas” y “colonial negacionistas”. Aquí el término colonial no define un periodo histórico pasado, sino una racionalidad, un “régimen de conocimiento”” que pervive en las sociedades poscoloniales.

La hipótesis revolución postula que solo cuando se articulan las dimensiones climáticas, la somatopolítica y la cibernética es posible llevar a cabo un diagnóstico de la crisis que estamos atravesando, e imaginar la amplitud y la profundidad del cambio que será necesario llevar a cabo. Por ello, la hipótesis revolución moviliza conjuntamente las fuerzas de la ecología política, del feminismo, de las políticas queer y trans, del antirracismo y de la lucha cibernética imaginando un nuevo agenciamiento crítico que sobrepasa al mismo tiempo las políticas de identidad, el Estado-nación y las retóricas del individualismo neoliberal.

(…) He aquí la disyuntiva: o aceptamos la nueva alianza del neoliberalismo digital y de los poderes petrosexorraciales y con ella la explosión de las formas de desigualdad económica y violencia racial, sexual y de género y la destrucción de la biosfera, o decidimos colectivamente iniciar un proceso profundo de descarbonización, despatriarcalización y descolonización.

La imaginación al poder

La hipótesis revolución reúne un conjunto de ideas, ficciones y prácticas surgidas de los pensamientos contrapatriarcales y contracoloniales con el objetivo de dar el paso hacia otra epistemología terrestre. Aquí, la palabra “revolución” no es un eslogan ideológico o un dictado partidista, sino una conjetura, un ejercicio de emancipación cognitiva, de “fabulación especulativa”: una contranarrativa que busca modificar la perspectiva de lo que está sucediendo, cambiar las preguntas para poder proponer nuevas respuestas. Imaginar es ya actuar: reclamar la imaginación como fuerza de transformación política es ya empezar a mutar.

Contar para soñar

Quizás, hoy más que nunca, sentimos la tensión propia de la filosofía entre saber y hacer: entre saberlo todo y no poder hacer nada para cambiar el curso de las cosas; o, por el contrario, seguir haciéndolo todo del mismo modo, pero sintiendo que ya nada tiene sentido. La primera de estas opciones toma forma en las paranoias conspiracionistas. La segunda en la depresión individualista. O aceptamos las narrativas opuestas pero complementarias del progreso infinito del capitalismo o del fin de mundo, con sus versiones poshumanistas de aumento tecnológico de ciertos cuerpos y de colonización exoplanetaria, como pretende Elon Musk (…) o transformamos la narrativa sobre lo que está pasando. No será posible sobrevivir sin contar nuestra propia historia de otro modo. Sin soñar de otro modo.

¿Y si en medio de esta depresión planetaria, de esta guerra mundial, en medio de la debacle del Antropoceno, estuviéramos viviendo la mayor revolución de la historia?

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Eruca Sativa: mujeres al frente

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Lula Bertoldi y Brenda Martin comparten algunas claves sobre cómo empezó la magia de la música para ellas, y cómo siguen haciendo camino en un mundo machista y violento, a 15 años del nacimiento una banda que es historia, presente y futuro. Lo que no se negocia, el lugar de las mujeres en el rock, las confusiones, las composiciones, el componente político de la vida, las inspiraciones, el valor, y el espíritu conectado a la época. Por Lucas Pedulla y Claudia Acuña.

Eruca Sativa: mujeres al frente
Foto: Marieta Vazquez
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Viaje al corazón mapuche

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MU en Bariloche con las mujeres detenidas. ¿Cómo están y qué piensan las mujeres presas tras el desalojo de la comunidad Lafken Winkul Mapu, de Villa Mascardi? ¿Cómo son las reuniones mapuche con representantes del gobierno? El testimonio de la violencia sufrida por Romina, la embarazada que parió a su bebé Lluko rodeada de policías. La machi, también presa, habla sobre el significado del territorio. La comunidad frente a un Estado que burla la Constitución. Viaje para conocer y comprender lo que plantea un pueblo que propone memoria, verdad y justicia. Por Francisco Pandolfi.

Viaje al corazón mapuche
Luciana Jaramillo (con lentes), presa. Débora Vera (presa y ya liberada) abraza a la hija mayor de Celeste Ardaiz Guenumil (a su lado, otra de las presas). La niña se llama Mewlen (remolino). Fotos: Eugenia Neme.
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Voz originaria: Cristina Pérez, referenta de Lhaka Honhat

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Con 32 años fue elegida asambleariamente como lideresa de una asociación de comunidades de Santa Victoria Este, Salta. MU viajó como parte de una investigación que ocupó sucesivos números: Viaje al país olvidado. En esta última entrega, Pérez repasa todos los temas que asedian a las comunidades originarias de la zona, pueblos wichí, chorote, toba, tapiete y chulupí: la propiedad comunitaria de la tierra, la falta de agua y servicios básicos, el hambre y la desnutrición, el machismo, los criollos.  Por Francisco Pandolfi.

Voz originaria: Cristina Pérez, referenta de Lhaka Honhat
Cristina Pérez no suele dar entrevistas, pero accedió a hablar con MU: “Hay dirigentes que siguen pensando que la mujer originaria solo debe dedicarse a la artesanía o a la casa. Incluso a la gente del gobierno le cuesta ver que sea yo quien esté al mando de la organización”. Fotos: Alejandro Michaux
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LA NUEVA MU. Generación Nietes

La nueva Mu
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