CABA
Resistir y resurgir: con las mujeres mapuche detenidas
La violencia contra las mapuche: la estatal, política, y la de los varones. El lonko expulsado. El Estado que mató y sojuzgó a las mujeres a lo largo de la historia. Los nuevos modos de entender la justicia. Las mapuche detenidas en Bariloche recibieron a MU para profundizar estos temas. El maltrato en prisión contra la que estaba embarazada, frente a las reflexiones y miradas para la construcción de una humanidad mejor. Por Francisco Pandolfi.

Hay violencias más y menos visibles. Represiones más o menos ruidosas. Están las que necesitan de balas; otras, se sustentan en el estigma, en el silenciamiento, en el negacionismo. O en todo ese cóctel unido, entrelazado por el paso del tiempo: dos meses del último despojo despiadado a la comunidad Lafken Winkul Mapu, en Bariloche; 127 años del final de la mal llamada Campaña del Desierto; 530 octubres del inicio del genocidio más grande de la historia. Una conexión latente.
Las mujeres mapuche pueden dar cátedra de ese horror que subsiste y subyace en sus cuerpos, en sus territorios, en sus ancestros. Un terror que habla en pasado y en presente continuo, porque el uso del gerundio acá sí que tiene lógica, igual que la repetición del verbo “seguir”: las siguen desalojando; las siguen persiguiendo; las siguen violando; las siguen haciendo parir en cautiverio; las siguen torturando; las siguen…
Celeste Ardaiz Guenumil es actriz, pero no puede actuar arriba de ningún escenario. Lo tiene prohibido, como cualquier acción que no sea dentro del Centro Mapuche Bariloche, donde continúa en prisión domiciliaria junto a Romina Rosas, Luciana Jaramillo y Betiana Colhuan Nahuel, luego de que el 4 de octubre pasado más de 200 efectivos del Comando Unificado, creado por el Ministerio de Seguridad de la Nación, ejecutaran la orden de allanamiento de la jueza subrogante Silvana Domínguez, del Juzgado Federal de Bariloche.
Celeste tiene 30 años y tres hijas. La menor está cumpliendo 3 meses de vida en este día mitad nublado y mitad soleado en que habla con MU: “La violencia sistemática desde la llegada del colonizador a estas tierras nunca ha parado. La persecución, los fusilamientos y no solamente hablamos desde lo territorial, de nuestra lengua, la salud, la educación; también nuestra filosofía de vida, la espiritualidad, toda una cosmovisión, una cultura afectada. Perduran los atropellos del blanco, un Estado de Derecho que viola inclusive sus propias leyes, todos los derechos humanos, los de la niñez y los de nosotras, las mujeres”.
Luego de darle la teta a Lienkura (piedra de plata, en mapuzugun), agrega: “Lo único que siempre hay para nosotras es represión, maltrato, discriminación y más cuando se trata de mujeres. Una violencia permanente y psicológica. Estructuralmente no ha cambiado nada desde hace 500 años y queda de manifiesto en que estamos viviendo en carne propia lo que ha sufrido nuestra gente en los campos de concentración. Lo único que faltó esta vez es que nos llevaran a los museos y nos exhibieran”.
La división sexual
ay una historia en la que es necesario sumergirse para intentar comprender la hostilidad actual en la Patagonia; desmenuzarla, para pensar el presente más allá del desalojo a la comunidad y la posterior detención a las lamien (mujeres). Melisa Cabrapan Duarte es kona del Lof Newen Mapu e integrante de la Confederación Mapuche de Neuquén. Tiene 34 años y es antropóloga. Desde su comunidad, emplazada dentro de la formación de Vaca Muerta, charla con MU.
–¿Qué formas tiene la violencia de género dirigida hacia la mujer mapuche?
–Pienso que ante todo, hay una desigualdad histórica, estructural. Una desigualdad en términos de género, entendido el género como la relación de poder, la relación política donde las mujeres han estado subordinadas con algunas meras excepciones culturales. Es importante ver ese continuum, porque hay memorias de que antes de que el territorio mapuche se colonizara, esas relaciones de género eran distintas, había más igualdad. El Estado argentino, con sus campañas militares mal llamadas Campaña del Desierto, impuso un sistema económico que es el capitalismo, la proletarización de nuestra gente y acentuó la división sexual del trabajo. A partir de esa reestructuración, las mujeres perdieron los derechos que tenían y fueron a quienes más se desvinculó de los territorios; las víctimas de los principales despojos, ya que en esa división fueron casi exclusivamente sometidas a los trabajos que hoy llamamos de cuidado. Se trataba de un servicio doméstico en situaciones esclavizantes, con muchísimos abusos laborales y sexuales. Esto es reciente, o sea, se potenció a mediados del siglo XX.
–¿Y hoy?
–Está latente, no quedó sólo en un proceso inicial de despojo. Estas trayectorias que se repiten, estos movimientos que contienen nuestras historias de vida, unifican al colectivo de mujeres mapuche. No es casual que siempre terminemos siendo sometidas a las mayores opresiones, que son palpables. Hoy articulamos con las demandas de los feminismos en distintas medidas no sólo por reclamar una mayor igualdad y por reconocernos en nuestras diversidades, sino también para señalar que lo más profundo de esa desigualdad que nos atravesó al pueblo mapuche es el silenciamiento. Silenciamiento de identidad, del origen, de los saberes, de la lengua. Se fue callando por el racismo, crucial en este análisis. Siempre nos marcaban como la india, la india que sirve, la india objeto sexual, la india que no sabe, la india que no es blanca. Por eso es tan importante lo que está pasando desde hace algunos años: el autoreconocerse nuevamente, el resurgir en la identidad mapuche y desde ahí, reafirmarnos.
La justicia de las mujeres
¿Qué violencias cotidianas se sufren?
–Acá hay que dividir las violencias internas y las que tiene responsabilidad directa el Estado. Aunque no sé si dividirlas, porque se corresponden. En cuanto a las internas, es muy desestructurante denunciar las violencias sexuales al interior de los entornos comunitarios, incluso las perpetradas por los propios varones mapuche contra las mujeres y las infancias. Malas prácticas acontecidas en el último siglo, que no se han naturalizado, pero sí replicado, porque cuando una lamien habla, brotan muchísimos otros relatos. Esto se está dando muy fuerte. He escuchado e incluso leído hasta noticias periodísticas que justifican esa violencia perpetrada por los varones, por todo lo que hizo el genocidio, el alcoholismo, el empobrecimiento… Nosotras bien sabemos desde nuestros cuerpos lo que pasó, sin embargo no tenemos esas prácticas, cuando el genocidio nos atravesó de la misma forma. Hoy estamos firmes en buscar maneras de reparar eso y que se asuman responsabilidades, incluso aunque parezca que eso puede desestabilizar la organización comunitaria. Y no, después finalmente vemos que denunciar las violencias de género, sexuales produce un fortalecimiento político por parte de las mujeres, pero también de muchos hombres que asumen que así debe ser.
–Hablaste de reparar esos abusos. ¿De qué forma?
–Tratar no solo temas de violencia, sino trabajar en el compartir, en el hacer nuestras vestimentas, en levantar los rewes (altares), en fomentar el intercambio, la búsqueda de formas sanadoras, porque ahora está cambiando pero históricamente en los entornos mapuche ha predominado la voz de los varones, y ni hablar si las autoridades son hombres. Además buscamos implementar y recuperar la propia justicia mapuche (sistema del Nor Feleal). Esto lo abordamos colectivamente, porque nosotras podemos discutir, o formarnos en las distintas violencias, pero hay que trabajar fuertemente con ellos, que deben hacer su propio proceso. Y acá veo un gran avance a diferencia de lo que venía sucediendo. Un ejemplo es lo que pasó en Lof Quintriqueo, que el año pasado echó a su lonko (máxima autoridad), a partir de denuncias de mujeres adultas, abusadas cuando eran niñas. Esas denuncias se hicieron ante la Justicia, pero luego prescribieron; entonces la comunidad tomó la decisión de expulsarlo del territorio. O sea, no lo resolvió la justicia winca (blanca), porque es machista. Sí lo hizo la justicia mapuche. También se conformó un nuevo Nor Feleal, cuyo círculo de autoridades se compuso mayoritariamente por mujeres, cuando en general eran más varones. Este caso nos marcó el rumbo de cómo se puede transformar esa realidad tan dañada, porque no existe un Kvme Felen (Vivir Bien) si hay violencia. Sería totalmente contradictorio e hipócrita.
–¿Qué pasa con las otras violencias?
–Tienen que ver con las responsabilidades del Estado, con sus reconocimientos o su aplicación de leyes; en realidad, su no aplicación. Esto es transversal a todos los territorios, tanto los que se resguardan como los que se recuperan. Nos une la vulnerabilidad territorial, porque la jurisprudencia que hay no es una garantía suficiente para protegernos. ¿Por qué? Por los intereses económicos que son enormes, con unas maquinarias de poder, unos despliegues, un uso de las Fuerzas Armadas impresionante, hace que vivamos en la incertidumbre, sin saber si mañana permaneceremos en la comunidad. Además, están los daños del extractivismo, del ambiente, la contaminación como afectación cotidiana; y la falta de lo básico, como el agua, así como la falta de la tranquilidad, porque acá (Vaca Muerta), por ejemplo, tenemos el fracking que está generando sismos, movimientos de la tierra; se están partiendo las rukas (casas) de la gente. Las comunidades habitamos y defendemos estos territorios sumamente lastimados, en medio de grandes pujas de intereses.
Romina y la violencia a punto de parir
Esta fecha reciente quedará marcada a fuego de balas, por haber significado el desalojo de la comunidad Lafken (lago) Winkul (montaña) Mapu (tierra), por parte del Comando Unificado creado por el actual ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, e integrado por la Policía Federal, la Gendarmería, la Prefectura y la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Todo el aparato represivo del Estado a disposición. Siete lamien fueron detenidas: además de las cuatro que permanecen en prisión domiciliaria, procesadas por el delito de “usurpación por despojo”, tres fueron sobreseídas: Andrea Despó Cañuqueo, Débora Vera y Florencia Melo.
Desde el Centro Mapuche Bariloche donde están detenidas, emplazado al lado de una escuela de formación policial, Débora expresa: “Como mujer mapuche, directamente el Estado no nos reconoce, porque por más que existan derechos indígenas dentro del Estado argentino, no los aplican. Esto quedó demostrado desde el momento de la detención y hoy continúa. A las que son mamás, las separaron de sus hijos e hijas sin ninguna explicación; sufrimos traslados compulsivos, requisas y desnudos innecesarios; no se respetó que haya únicamente personal femenino; y sufrimos todo tipo de torturas”. Tiene un pañuelo multicolor que le abraza la cabeza y una voz firme que muestra seguridad en la adversidad: “Nos han despojado del territorio donde se levantó un rewe, una Machi, que es nuestra autoridad espiritual. Con esto queda bien claro la falta de reconocimiento a nuestra cosmovisión”.
La Machi, guía espiritual y sanadora del pueblo mapuche que hace cinco años se levantó en la lof Lafken Winkul Mapu, es Betiana Colhuan Nahuel. Desde su rewe atendía a sus pacientes; ahora, es una de las presas políticas. Con voz tenue, explica la importancia de revertir el avasallamiento: “Debemos volver al rewe porque es nuestro sitio para encontrarnos, reconocernos y recibir la fuerza de los antepasados. Mucha gente nos ataca y discrimina por buscar nuestra propia esencia mapuche. Son personas que están vacías espiritualmente, sin identidad. Nosotras queremos un bienestar propio y comunitario, general, y para esto creemos fundamental el automirarse”.
El rewe fue levantado en 2017, cuando la comunidad se asentó en el territorio. En medio de esa recuperación, el 25 de noviembre fue asesinado Rafael Nahuel, por la Agrupación Albatros de la Prefectura Naval, comandada por la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich. “Me parece mejor hablar de represión y no de violencia, porque el Estado reprime con sus brazos armados. El 4 de octubre fue a través del Comando Unificado, pero esto viene desde que se creó el Estado argentino”, asegura Débora.
Las mujeres presas están junto a sus nueve hijas e hijos. A las tres de Celeste se le suman dos de Luciana, Romina y Betiana. Recuerda Romina, con Lluko (agua limpia) ya en sus brazos: “El 4 de octubre estaba de 40 semanas de embarazo y no les importó. Con la terrible panza, me arrastraron una cuadra. Como no me podían entrar a la camioneta, me golpearon con la puerta. En el hospital también sufrí mucha violencia obstétrica. Me filmaban las 24 horas, me despertaban y requisaban a la madrugada. Todo fue maltrato”.
Añade Celeste: “Para nosotras como madres, y para nuestros pichikeche (infancias) es terrorífico lo que estamos viviendo. ¿Cuánto hemos retrocedido, no? Es tremendo el odio, el fascismo, la violencia que ejerce este Estado racista y que se deposita sobre nuestros niños. Cómo se explica que les hayan puesto armas en la cabeza, que hayan tenido que correr por el monte esquivando las balaceras, que tengan que vivir algo similar a la Campaña del Desierto. Es muy doloroso”.
Luciana la escucha y completa enlazando el ayer y el hoy: “La violencia que hoy sufrimos llegó con la colonización; de hecho, violencia es una palabra foránea para nosotros, algo que llegó con el winka, con las invasiones, con la imposición de una religión, una identidad y a medida que el winka fue avanzando con su estrategia de aniquilamiento imponiendo su modelo de explotación y extractivismo, generó múltiples formas de opresión. Así fuimos reducidos a la servidumbre. La mano de obra barata del winka son nuestras lamien que limpian las casas y crían a sus hijos; y los wentru (varones) quienes construyen sus casas, aunque después nos dicen vagos. En nuestra cultura como género no nos sentimos inferiores, eso lo hace sentir la cultura winka, con la violencia estatal y toda la injusticia social”.
El arma del amor
esde las distintas comunidades, así como desde la ruka donde las lamien están presas, se hace hincapié en que no sólo se muestre la vulneración de derechos, de territorios, de cuerpos. Se insta a que se cuenten las resistencias, la organización para enfrentar y revertir los atropellos. “No queremos quedar como víctimas; esto que nos pasa es parte de la lucha que les tocó vivir a nuestros abuelos, y lo tenemos que asumir”, argumenta Celeste. “No todo es avasallamiento y dolor, hay muchos resurgires en nuestra resistencia, es importante que no se pierda eso”, menciona Melisa. En este sentido, también tienen mucho que decir.
Celeste: “No es casual que el winka nuevamente ataque a nuestra espiritualidad. Ellos ya saben la fuerza que hay en la tierra, en el agua, en los pueblos originarios. No quieren que la gente tome conciencia, que vea la vida de otra manera, sin tanto consumo. Como mujeres hemos elegido luchar y no ser esclavas de este Estado que nos oprime, para cambiar las cosas, para que empiece a haber más amor hacia la naturaleza, hacia las personas”.
Melisa: “Pese a lo difícil que es luchar contra el racismo existente, la disputa es posible porque seguimos construyendo espacios de propuestas, de disfrute, de encuentro, de recuperación, de reafirmación del soñar y de saber que cada día somos más quienes nos reconocemos y nos autoescribimos como mapuche. Hay muchos resurgires, porque hay un pueblo vivo, con ganas y alegría. Esta es la luz que tenemos, una resistencia al racismo hostil desde lo cotidiano, con nuevas alianzas, con luchas que nos movilizan a las mujeres y que nos hacen parte de este gran movimiento por un mundo más justo, valga la frase trillada”.
–En estos resurgires que planteás, ¿cuáles son los roles de la mujer?
–Algunos más visibles, como determinados quehaceres tradicionales como el trabajo en los tejidos, en las cerámicas, pero también la lengua misma. En todos los procesos de revitalización lingüística siempre la preocupación ha pasado por las mujeres. Esos trabajos me parecen tan sutiles, tan del día a día y tan importantes para fortalecer el ser mapuche… Y también las mujeres ocupan el rol de impulsar y orientar el reencariñamiento, el poder retornar y recuperar nuestra identidad desde un lugar más amoroso. Esto no quiere decir que a veces lo que nos hace recuperar la identidad nace de la bronca. Son otras vías, distintas y necesarias, y no lo digo por idealizarlas, sino para resaltar la importancia del propio cuidado, de la atención, porque sólo así construiremos una mejor humanidad.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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