CABA
La pequeña gigante
“El gobierno tiene que escuchar la crítica sana. No creerse que siempre hay mala leche detrás de las protestas”, dice Nora Cortiñas. Una posición que ha generado debates en su propia organización, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Sus ideas sobre los organismos, los partidismos, la autonomía y otras altas costuras.Es una mujer extremadamente coqueta. No le importa comentar que en marzo cumplió 78 años, pero asegura que jamás revelará cuánto mide: “Eso no se lo digo ni a mis nietos, y mirá que los nietos son importantes”.
Por lo tanto hay que imaginar a una mujer menuda y como una tromba, que con su pañuelo blanco siempre en la cartera parece poder estar en infinitos lugares al mismo tiempo. Cuenta que viajó a La Pampa a los actos contra un ex intendente y marido golpeador (que por puro realismo mágico criollo se llama Tierno) mientras prepara café en su casa de Castelar, e invita con alfajores que trajo de Tucumán, donde presenció la condena contra dos íconos de la dictadura militar: los generales Domingo Bussi y Luciano Benjamín Menéndez. “Los tenía a metro y medio. Me provocaron repugnancia. Se les nota la bajeza humana, o inhumana, y la basura que son. Bueno, ya los había visto a Videla y a Massera en el juicio a los ex comandantes. Éstos se hacen pasar por viejitos que están mal. Mentira. Siguen siendo malos hasta para tratar de conmover a alguien, salvo a algún grupito de fascistas. Es importante verlos en el banquillo de los acusados”.
Los alfajores son antológicos, y Nora los acerca con el café hasta una mesa llena de papeles y documentos en esa casa habitada por muñecos cubanos, bolivianos, paraguayos, colombianos, africanos, venezolanos (y argentinos), y por las fotos de su hijo Carlos Gustavo Cortiñas. La que más la conmueve es una donde se lo ve con chicos de una villa. Mira los ojos de su hijo, que miran a los chicos. “Tiene un gesto que me parece dolorido y comprometido con lo que está viendo. Pero fijate los chiquitos, son iguales a los que ves hoy en las villas”. Se queda pensando: “Nuestros hijos luchaban por la justicia social. Pero hoy la brecha entre ricos y pobres es todavía mayor que cuando se tomó esta foto. Por eso una tiene que seguir adelante, aunque algunos se molesten”.
¿Quién se molesta?
A veces parece que criticar es hacer algo malo. Yo creo que es al revés. Te pongo el ejemplo del indec. Nosotras con Pepa Noia y Mirta Baravalle apoyamos a los trabajadores porque estaban siendo amenazados, perseguidos y porque ahí hay una patota. La vi, no me la contaron. Pero tuvimos en contra a todas las Madres porque el gobierno no quería que fuéramos a apoyar a los trabajadores. Nos trataron como a tres locas. Llamaba algún funcionario horrorizado y decía: ‘¿cómo las Madres están yendo ahí?’. Pero al final, un montón de funcionarios y legisladores del propio gobierno empezaron a reconocer públicamente que el indec está mal. Y los intelectuales de la Carta Abierta también dicen lo mismo. ¿Teníamos razón o no?
¿Se trata de una confusión sobre el rol de los organismos de derechos humanos?
Pareciera que por los logros que tuvo este gobierno, que los valoro, hay que aceptar todo lo demás. Quizás ése es el error que se comete, y yo lo digo de mi institución también: las Madres somos libres de opinión, pero nos tenemos que cuidar de lo que nos cuidamos siempre. No hacemos partidismo político, no tenemos por qué tener una ideología o una plataforma, que si alguien no cumple se tiene que ir.
Pero eso siempre fue así.
Mirá: cada madre tiene una historia de vida, con sus hijos que luchaban por la justicia social, y eso es lo que tenemos que respetar dentro de la institución. Pero desde afuera no quieren que nos respetemos. Es como si quisieran que tuviéramos una ideología y una política determinada. Cada vez se torna más difícil mantener la independencia porque tenemos más años, estamos más desgastadas y hay muchos que no pueden soportar que nosotras marcamos una lógica de ética. Todo te lo digo a título personal.
Pero el conflicto interno…
El conflicto es que vos a Pepa o a Mirta no les podés decir qué tienen que hacer. Son de las primeritas, de las 14 que estuvieron en la Plaza aquel 30 de abril de 1977. Y después de 31 años en la calle, si hay una injusticia, ninguna Madre tiene que pensarlo dos veces: hay que salir y apoyar a los que la denuncian. Si no, ¿dónde vas a estar?, ¿con quién vas a estar?
Parece un tema ético: dónde y pararse.
No se puede decir: “Hacemos una asamblea para decidir”. Nunca lo hicimos. Si hay una injusticia, con hablar tres o cuatro Madres, nos ponemos el pañuelo, y vamos. Porque de lo contrario, sería terrible que uno tuviera que estar consultando qué hacer, o armando asambleas para decidir. Hay que mantener la crítica. Parecería que una no tiene que oponerse. Pero para mí estar en la masa crítica no es hacer oposición. Es poder decir que algo perjudica al pueblo y al gobierno, y que se puede modificar. La crítica sana puede plantear qué es lo que hace falta en el país. Y esa crítica sana la tiene que escuchar el gobierno. No creerse siempre que hay mala leche en las protestas y en los reclamos. En cambio, el partidismo político a lo mejor es peor, porque a veces hace equivocar a un gobierno.
Hay que cuidarse de ciertos amigos.
Mucha gente apoya por intereses personales, y porque no le importa si el gobierno se equivoca. Alabanzas y alabanzas. Eso no me vas a decir que sirve.
¿Cuál es el principal problema? ¿El adulador o el adulado?
El gobierno hace lo que se propuso, escucha a los organismos de derechos humanos, y desde luego quiere tener a la gente cerca. Lo otro es la gente que está dispuesta a ser cooptada –palabra fea, pero es así–, a ser llamada e incluida en acciones de gobierno. A título personal digo que eso rompe la independencia. Por supuesto que hay que tener un diálogo con propuestas sobre derechos humanos. Pero siempre hemos sido autónomas. Cuando nos separamos del otro grupo (Asociación Madres de Plaza de Mayo) fue por varias cuestiones, y porque queríamos ser horizontales, con total libertad. Y tenemos que seguir moviéndonos en libertad porque es fundamental si uno quiere democracia y justicia social.
ora parece sentirse obligada a aclarar: “Este gobierno que pasó (se refiere al de Néstor Kirchner) y el que tenemos ahora son más populares que los que hubo antes. Se volcaron más para los derechos humanos del pasado, y poder ir abriendo camino para que haya justicia y hacer memoria. Yo aprecio tener un gobierno que supo escuchar y con el que hemos tenido logros muy importantes. Por eso se están haciendo juicios. Pero mirá lo que te quiero mostrar”. Se pone a buscar en unos cajones y encuentra un papel amarillo. Es el Boletín Informativo de Madres de Plaza de Mayo, de febrero de 1983 (Año I, número 3), aun en dictadura, y cuando comenzaba la campaña electoral de ese año. Allí se lee:
“Agradecemos las invitaciones que nos hacen llegar distintas agrupaciones. Aclaramos que la concurrencia de Madres de Plaza de Mayo a los actos políticos partidistas, aspira a tener presente el mayor drama nacional con el único fin de que dirigentes y afiliados sostengan la irrenunciable necesidad de justicia en sus proyectos políticos. Nuestro proyecto se encuentra libre de toda connotación partidista, considerando que todas las líneas políticas sin excepción deben observar el respeto a la dignidad humana. Sobre esta base, como organización, no aceptamos el uso de la palabra en actos políticos, salvo que el tema único o prioritario fuere la aparición con vida de los detenidos desaparecidos”.
Nora: “Creo que viene muy al caso ahora, sigue teniendo validez. Somos libres de partidismo político. Y habrá que aclararlo todas las veces que sea necesario”.
Joya, nunca taxi
¿Qué significa ser un movimiento social? “Moverse de aquí para allá, siempre, cada vez que se sospecha que se están violando derechos sociales y económicos”. Ese “siempre” la lleva cada jueves a la Plaza de Mayo, o a acompañar toda clase de conflictos imaginables: estudiantes secundarios que reclaman por becas y el estado de los edificios, presos y procesados por reclamos sociales, marchas de trabajadores, problemas de gente que se ha quedado sin vivienda, víctimas de distintas injusticias… la agenda de Nora la redacta la realidad.
¿Cómo se logra semejante nivel de movilización personal? Cada día Nora se lanza desde Castelar a Madres. “Tomo el colectivo, después el tren, me bajo en Once, y de ahí el subte. Según donde haya que ir, vemos si hay colectivo, o si se va caminando. Antes caminaba más”. ¿Nunca un remís, un taxi? “Nunca. Cuando me invitan a algún lugar especial al que cuesta trasladarse, pido que me paguen un taxi. O cuando vamos a un acto y se hace tarde, nos mandan un remís. Pensá que todo lo pagamos nosotras mismas de nuestro bolsillo. La institución sólo le da viáticos para un remís a alguna madre que está en una situación un poco más ajustada. Pero tienen más de 80 y no están en condiciones de ir en subte o tren. Las otras nos movemos por la nuestra”. El viaje a Tucumán, por ejemplo, fue una invitación de la Fiscalía que permitió concretar la cta. “Lo que en realidad nos hace movernos es la memoria de nuestros hijos. Y además, si no hacemos esas cosas, ¿para qué está un organismo de derechos humanos?”
El origen
Nora va a preparar otro café. Tal vez convenga recordar lo que simbolizan esos retratos en la pared. Uno de los dos hijos de Nora, Carlos Gustavo Cortiñas pertenecía a la Juventud Peronista, había trabajado en el Ministerio de Economía, militaba en la villa 31. “Habíamos estado todos en Mar del Tuyú en Semana Santa de 1977. Gustavo y su mujer Ana volvieron antes, con mi otro hijo Marcelo y la novia. Damián, mi nieto (hijo de Gustavo) se quedó con nosotros. Ya veníamos con la preocupación de que pasara algo. Carlos, mi marido, les decía que se fueran a otro país, estaba muy preocupado”. Carlos era empleado del Ministerio de Economía. Ella era profesora de alta costura en Castelar. “Cuando volvimos el 16 de abril encontramos a Marcelo y Ana desencajados: habían allanado la casa, y por cosas que decían los militares se veía que a Gustavo ya lo tenían. Después supimos que lo habían secuestrado el día anterior, 15 de abril de 1977, en la estación Castelar, del primer vagón del tren, a las nueve menos cuarto de la mañana”.
Empezó la búsqueda. Un comisario de Castelar le dijo: “Aunque lo tuviera del otro lado de la pared, no se lo podría decir”. Hubo una extorsión por parte de las llamadas fuerzas del orden. “Nos querían sacar plata a cambio de datos. Eran ellos mismos, los milicos. A mucha gente le sacaron el auto o un negocio a cambio de información. Todo salía del propio Cuerpo I del Ejército. Lo que hacían era robarte y tu hijo jamás aparecía”.
La búsqueda solitaria y cada vez más desesperada la llevó a la capilla Stella Maris, donde el monseñor Emilio Grasselli, secretario del Vicariato de la Armada, atendía a familiares. Nora ya transitaba un circuito que califica como enloquecedor: “Una vez me informó que mi hijo en realidad se había ido con otra mujer. Era un hipócrita que no paraba de mentir para enloquecer a los familiares”. Poco antes, otra madre, Azucena Villaflor de Devincenti había reunido a los familiares que salían de esos diálogos psicopáticos con Grasselli. Azucena propuso: “Tenemos que ir a la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada. Que nos vean, que nos escuchen”.
El 30 de abril de 1977, 14 mujeres lograron superar el miedo y se reunieron en la Plaza de Mayo. Era sábado, día de plaza casi vacía. Azucena propuso el viernes siguiente. Ya era mayo y Nora supo que mujeres como ella estaban confluyendo en la plaza. Fue a su primer encuentro.
Las mujeres convirtieron la Plaza de Mayo en un despacho a cielo abierto, sin puertas ni escritorios. “Ya nos manejábamos con independencia. Pasaba que hasta el Partido Comunista no quería que fuéramos a la plaza porque decían que Videla era democrático. Una llevaba un tejido, o un libro. Hablábamos y nos organizábamos para ir de a dos o tres a hacer lo que fuera necesario”.
Nora fue cinco veces presa. A veces la policía las cargaba a todas en colectivos para poder llevarlas a la cárcel en un solo viaje. “Pero aun en las peores condiciones, nos manteníamos con esa autonomía de resolver nosotras dónde había que estar, y qué había que hacer”.
El secreto es la calle
Nora vuelve con el café. La historia es posiblemente infinita. El trayecto desde las clases de alta costura a las comisarías, o a ser ahora psicóloga social y titular de la Cátedra Libre Poder Económico y Derechos Humanos de la uba es asombroso. Me habla nuevamente del estímulo que representa el respeto a los desaparecidos, a la lucha, a la justicia social… Pero de golpe se le enciende esa sonrisa que es como su bandera frente a los líos en los que ha sabido meterse, y cuenta: “Yo le discutía a Gustavo cosas que no entendía. Y él una vez me dijo algo que me dejó pensando”. La frase: “Mamá, ¿sabés qué te pasa? Te falta calle”.
“Siempre me acordé de eso”, reconoce Nora, y tal vez toda su historia, con todos sus alcances, puede ser releída a partir de esa especie de reto de Gustavo. Tener calle significa moverse, o como dice Nora: “No pensar dos veces”. No paralizarse: pensar haciendo, y en movimiento.
“Pero por eso mismo, valorando cosas que ha hecho el gobierno, y por lo que una ve cuando sale, conoce y comparte, hay que decir también que hay 4.000 procesados por pelear por sus derechos, hay una brecha entre ricos y pobres cada vez mayor, no hay redistribución de la riqueza, hay gente durmiendo en las plazas y los umbrales, chicos durmiendo en la calle. Hay sueldos basura, humillantes, mientras los ministros y secretarios y todos los de arriba cobran sueldazos. Hay falta de trabajo, hay trabajadores reprimidos o amenazados, hay monopolios, minería, contaminación, muchísimas situaciones de enorme injusticia que hay que resolver para que exista justicia social. ¿Está mal que uno diga esto, y que trate de que las cosas se modifiquen para bien?”
Sale al pequeño jardín. “Me gustaría estar más en casa, pero siempre me estoy yendo”. Por eso las plantas se le rebelan de vez en cuando. “Si fuera una señora gorda podría cuidarlas un poco más”. Hay una pequeña piscina que han usado sus nietos y su biznieta, Julieta, hija de Damián, el hijo de Gustavo, el hijo de Nora. La piscina es poco más grande que una bañera, y de menos de un metro de profundidad. Nora me mira de reojo: “Yo me meto con salvavidas”. Queda para quienes estén leyendo hacer sus propias estimaciones sobre esta señora menuda, que está por salir rumbo a una marcha, y que no necesita ir por la vida aclarando cuál es su verdadera estatura.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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