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Corrientes: las vidas que valen menos que un tomate

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Comienza el juicio por el asesinato de “Kili” Rivero. Tenía 4 años y murió fulminado por los agrotóxicos de las producciones de tomate, en 2012. En 2021 su hermana de 16 años falleció de cáncer. Viaje a un modelo de envenenamiento en una de las provincias más pobres del país. El silencio político, el miedo, y el juicio a un productor, gracias a la perseverancia de las familias que siguen buscando cosas complejas: justicia, paz y salud. Por Francisco Pandolfi.

José Carlos Rivero, “Kili”, como lo llamaba su familia, murió envenenado el 12 de mayo de 2012. Desde esa fecha hasta el próximo 1° de junio cuando se inicie el juicio contra Oscar Antonio Candussi, el productor tomatero que fumigaba con agrotóxicos a metros de su casa, habrán pasado 4.037 días; 576 semanas; 132 meses. Y 11 años. Habrá pasado casi tres veces la edad que tenía José Carlos Rivero cuando falleció: 4 años. 

En el camino de búsqueda de una justicia paliativa, el 29 de abril de 2021 murió Antonella, su hermana de 16. ¿La causa? Cáncer, otra de las enfermedades vinculadas al uso de venenos.

La familia de Kili vive en el paraje Puerto Viejo de la localidad de Lavalle, provincia de Corrientes. Su vivienda lindaba con la tomatera de Candussi, procesado por homicidio culposo y por entonces presidente de la Asociación Hortícola de Lavalle. En estos lares todo el sistema parece armado para la producción a gran escala de tomate, y en menor medida de morrón. Inclusive el sistema de salud: ni las alarmas previas pudieron evitar el peor desenlace, en una zona a merced de los pesticidas. Pocos días antes de que Kili manifestara los primeros síntomas, murieron gallinas, cerdos y un perro de la familia. A principio de mayo de aquel 2012, con los primeros vómitos, el dolor abdominal y la fiebre, empezaría el periplo sanitario:

  1. La salita médica de Lavalle, donde sólo le recetaron analgésicos;
  2. A las 48 horas y al empeorar su estado, lo derivaron al hospital zonal de Goya (a 15 kilómetros), donde le endilgaron a la familia que Kili estaba drogado;
  3. Luego de un día internado y al agravarse su salud, lo trasladaron al único hospital pediátrico en toda la provincia: el Juan Pablo II en Corrientes capital, donde le diagnosticaron daño hepático fulminante. 
  4. Lo llevaron de urgencia al Hospital Garrahan de Buenos Aires, donde falleció por una “falla hepática fulminante, falla multiorgánica, de origen tóxico”.

“Cuando fuimos a enterrar a mi hijo, hablábamos con mi marido sobre la ironía: Kili acababa de morir por los químicos e iba a estar en el cementerio en frente de una quinta. Era lógico: acá las tomateras y las fumigaciones son moneda corriente”, recuerda Eugenia Sánchez, su mamá, que recibe a MU en su casa. En la parte de adelante, tiene un vivero con más de 50 especies distintas. Es un lugar lleno de vida, donde cuelga una parra sembrada por Kili: “Él era mi ayudante; hacía las plantitas y las vendía. Tenía la mano del papá, la mano de las plantas. Desde que no está, cada vez que queremos sembrar le hablamos a él; si prende, es porque así debía ser”.

Corrientes: las vidas que valen menos que un tomate
Kili y su hermana murieron por enfermedades asociadas a los agrotóxicos. En la foto, su madre, Eugenia, en la huerta familiar donde cultivan diversidad, sin venenos: allí cuelga una parra sembrada por Kili: “Él era mi ayudante; cultivaba, tenía las manos del papá, la mano de las plantas”.

El modelo y el miedo

“Fumigaciones”, “Moneda”, “Corriente(s)”. La metáfora se vuelve síntesis de un sistema que prioriza el dinero a la vida humana y ambiental. 

¿Cuál es el contexto local? Eugenia dice que en el pueblo la mayoría trabaja en las tomateras y que aunque haya enfermedad, el pacto de silencio no se rompe. Repite, con la cara y la voz rígida: “No van a hablar, no van a denunciar por miedo a perder el trabajo, a que te saquen el pan de cada día”. Un ejemplo, a veces, vale más que mil palabras: “Hugo Perrotta, intendente en su momento y ahora también, nos echó la culpa a nosotros, mintiendo sobre que teníamos un laboratorio clandestino en nuestra casa. De esa manera nos acusaron los políticos de la muerte de Kili, así que imaginate quién querrá hablar. Las únicas familias que lo hicimos fueron los Arévalo y nosotros”.

Los Arévalo sufrieron un golpe similar: Nicolás Arevalo, también de 4 años, falleció el 4 de abril de 2011 al intoxicarse con endosulfán, un insecticida y acaricida para ese entonces ya ilegal en más de 60 países, que en Argentina fue prohibido en 2013 por su alto grado de toxicidad. Nico fue envenenado junto a su prima Celeste Estévez, de 7 años, a quien la sustancia alfaendosulfán la llevó a estar tres meses internada en el Hospital Garrahan y a mantener de por vida un tratamiento por daños hepáticos. Josefina Arévalo, tía de Nicolás y Celeste, pone el temor en palabras: “Con lo que se sigue viviendo acá, el miedo nunca se me va. Yo tengo un nene de 9 y cada vez que va a la escuela no sé cómo va a volver, si sano o envenenado”.

Hay un abogado en Corrientes que lleva gran parte de las causas por gatillo fácil, por femicidios y travesticidios. Y por agrotóxicos. La de Kili es una de ellas. Hermindo González está sobrepasado de audiencias, de expedientes, de juicios. Que haya tantas causas contra los sectores empobrecidos, es un indicador. Que no haya tantos abogados que los defiendan, también. Recibe a MU en su estudio, sobre una calle de tierra. Antes de entrar de lleno al proceso que arrancará el primer día de junio, necesita enmarcarlo: “La desprotección de la ciudadanía por quienes encabezan la producción tomatera y del morrón tiene directa vinculación con la mirada política y socioeconómica de la provincia, que es la más pobre de la Argentina. Acá, el único sector beneficiado es la producción, porque ni en el consumo hay provecho local: la gran mayoría va directamente al Mercado Central o sale del país”. 

Casi no hace pausas al terminar una oración: “En Corrientes, el tomate vale más que la vida de cualquier correntino”, denuncia, en una frase que repetirá y argumentará varias veces en la charla. ”¿Por qué”, pregunta al aire. Se contesta: “Porque lejos de tener una política pública de producción con miras al bienestar social, con el cumplimiento de los reglamentos y la protección, sólo interesa que se produzca a gran escala y con agrotóxicos, a costa de una población extremadamente pobre y explotada laboralmente”. Sentencia: “En esta zona existe poco  empleo municipal, abunda la desocupación de mendigo, y hay una mayoría que es explotada en la producción hortícola. Esta es la gente captada por productores como Oscar Candussi, que ahora será juzgado por la muerte de Kili Rivero”.

Corrientes: las vidas que valen menos que un tomate
El contexto de la casa familiar en el Paraje Puerto Viejo en Lavalle, Corrientes: quintas de producción tomatera, donde se fumiga con venenos junto a casas y escuelas.

Arma química

El impulso de viajar a Lavalle para esta crónica surge de una escueta notificación que el Tribunal de Juicio de Goya comunicó el pasado 22 de marzo: “Y VISTOS: Que la nutrida agenda del Tribunal no permite la fijación de debates en fecha próxima, existiendo causas pendientes de audiencias con procesados privados de libertad que deben ser consideradas en forma prioritaria, y atento a que en la presente causa no existe persona detenida, por lo que prorrogar la fecha de audiencia no ocasionaría gravamen relevante en el presente juicio; RESUELVO: SUSPENDER la audiencia de debate señalada para el día 18 de ABRIL de 2023, a las 9,00 hs. Notifíquese”. La nota está firmada por Jorge Antonio Carbone, presidente del Tribunal. Al pedido de entrevista de MU, también respondió lacónicamente: “No hablo con la prensa”.

Para la mamá de Kili sí existía gravamen relevante: “Cuando el abogado nos comunicó la suspensión, todos en la familia nos largamos a llorar porque sentimos que ya estaba todo perdido. Fue muy chocante, me hubiera gustado tener justicia cuando él murió, no 11 años después; y que los jueces se hubieran puesto en nuestros zapatos, pero solo piensan en los productores ricachones. Mi hija Antonella falleció pensando que el hermano tendría justicia pronto, y tampoco”.

A los pocos días de conocerse la suspensión, la organización ambiental Guardianes del Y’verá organizó una movilización al Poder Judicial provincial que decantó en la fijación de la fecha de juicio, a pocas horas de la marcha. “Sentimos el apoyo del pueblo y eso nos dio fuerza, porque estábamos aplastados”, resume Eugenia.

En la ciudad de Goya, varios trabajadores desarman el escenario que cobijó la Fiesta Nacional del Surubí en la última semana de abril. A unas cuadras, el fiscal del juicio, Guillermo Barri, recibe a MU en su despacho del Ministerio Público Fiscal. “Espero que se sancione la conducta del imputado, esa es la finalidad del juicio. Hay mucha prueba testimonial y mucha prueba química; está el resultado de la autopsia, de las pericias en el lugar y la opinión de los técnicos citados”.

El encargado de la acusación agrega: “La principal prueba es la causa de la muerte del niño. La insuficiencia hepática fue fulminante y provocada por organofosforados. Tenemos claro que Kili Rivero fue asesinado por agrotóxicos aplicados desde el campo de Candussi”.

El expediente lo integra un documento esclarecedor emitido por la División Química Legal de la Dirección de Investigaciones Científicas y Pericias de la Policía de Corrientes, el 18 de mayo de 2012, sobre un análisis toxicológico a partir de una muestra de orina tomada a Kili el 7 de mayo: “Se ha comprobado la presencia de sustancias compatibles con Órganos Fosforados”.

La culpa

El productor Candussi será juzgado desde el primero de junio por homicidio culposo. El proceso está programado para otras dos audiencias: el 6 y el 8 de junio, día en el que se conocerá la sentencia. El abogado de la familia discute la tipificación procesal: “Este tipo de delitos queda dentro de la categoría de la culpa y la palabra nos engaña, porque parece que la culpa tiene una representación de responsabilidad, cuando en derecho penal casi que exculpa, porque los delitos juzgados como culposos tienen penas mucho menores que los dolosos, cometidos con intención de provocar la situación”. 

Presagia un panorama tan desalentador como posible, debido a que la pena máxima son 5 años de reclusión: “De considerarlo culpable, por ser la primera condena es probable que el Tribunal, al igual que hizo en el caso de Nicolás Arévalo, le dicte una pena de tres años de ejecución condicional, que no pase ni un solo día en prisión y que parezca que nada pasó, que lo poco que aún no borró el tiempo, se borre también”. Con una visible indignación, plantea: “De suceder esto, lejos de generar herramientas de prevención para que estos hechos no ocurran, promocionan la producción con agrotóxicos en gran escala, sin controles, mientras los pibes siguen sufriendo. Por esto digo que en Corrientes vale más un tomate que la vida”.

A causa del sistema procesal que imperaba en Corrientes hasta noviembre de 2022, pero que se extiende en este caso previo a esa fecha, el fiscal Barri, que estará en el juicio, no es el mismo que hizo la investigación. El fiscal de instrucción de Goya, Patricio Palizá, está con licencia médica y adujo problemas de salud cuando se le pidió ser entrevistado. Barri opina de la tipificación: “Un dolo eventual refiere a un obrar que va más allá de la negligencia e imprudencia. Vos te representás un resultado posible, aunque no lo desees, y obrás igual”.

¿No es este el caso?

Puede ser, no digo que no, hay que analizarlo en profundidad, pero hay que probar la intención, porque una cosa es si una persona le efectúa a otra un disparo en la cabeza a tres metros y otra es la fumigación. El problema es que acá la actividad está permitida, no hay regulación pese a ser una actividad riesgosa. El dolo eventual sería: puedo matar a una persona o lesionarla gravemente, y lo hago. A esto se suma que en este tipo de hechos hay un encargado de una finca y un conjunto de empleados, que son quienes en general fumigan. El derecho penal es de propia mano, sanciona actos, es decir, tiene que haber una relación de causalidad entre la acción y el resultado. Y esto tampoco está regulado, no hay legislación sobre la responsabilidad indirecta.

¿Por qué no la hay?

Tienen que trabajar los legisladores en el tema, interiorizarse de esta problemática y creo que no lo hacen.

¿Qué piensa sobre el uso de agrotóxicos?

La verdad, técnicamente no conozco si hay posibilidad de ir reemplazando su uso para que no afecte a la economía, que resulta importante en un determinado sector del país o en determinada provincia. Sí tendrían que ir paulatinamente dejando de existir, porque hay un daño ambiental, de efecto residual, a largo plazo, y no sé si algún día saldremos de los daños que ya causaron. Deberían ir desapareciendo.

Usted como fiscal, así como los jueces del Tribunal, ¿han tenido capacitaciones sobre el cuidado del ambiente?

No hemos tenido capacitación especializada.

¿No cree que, fiscalizando en ciudades como éstas, rodeadas de producción hortícola y uso de veneno, su capacitación es imprescindible?

Por supuesto.

Cuentos y respiración

Oscar Candussi, el imputado, fue hace años también intendente de Lavalle. Cuenta Eugenia. “Él sigue produciendo tomates, nunca paró. En Lavalle todo está igual que antes de la muerte de Kili. Hace poco nomás, fumigaron al lado de la escuela”.

Es estremecedor ver cómo pegado al jardín de infantes y a la escuela primaria Nº426 y frente al colegio secundario Puerto Viejo, decenas de tendaleros (carpas grandes gigantes donde se produce y fumiga el tomate) se envenena la vida. Impacta verlo desde la superficie, impacta verlo desde el dron (ver imagen). Alrededor, viviendas desguarnecidas. Eso sí, a una cuadra de los colegios, una calle lleva un nombre: José Carlos Rivero. “Nunca, ni del gobierno municipal ni del provincial ni del nacional, me acompañaron. Te sonríen cuando te necesitan para el voto. Después de que pasó lo de Kili, dijeron que harían un municipio agroecológico, que se iba a controlar más y la única diferencia es que ahora le ponen perfumina a los venenos para que tengan lindo olor. 

Añade: “En Lavalle siguen las enfermedades de asma, de cáncer, de leucemia. ¿No es mucha coincidencia que en un pueblo como este (poco más de 3 mil personas) haya 80 enfermedades similares? Ya es demasiado”. En 2019, la Defensoría del Pueblo de la Nación recorrió la zona y emitió un informe en el que revelaba: “En sólo una semana, la Municipalidad ha debido costear los viáticos de aproximadamente unas 60 personas para que estas accedan a atención oncológica en la Ciudad de Corrientes”. Contextualiza Eugenia: “El sistema de salud empeoró. Y sigue sin haber estadísticas ambientales de lo que pasa. Nadie quiere hablar, porque el miedo está, se siente, se ve, se huele”.

En estos años, Eugenia militó la promulgación de la ley de oncopediatría nacional, reglamentada en febrero pasado. “El día que se declaró la ley provincial fue el mismo que mi hija falleció de cáncer: 29 de abril de 2021. Con más fuerza me puse en campaña para juntar firmas hasta que fuera ley nacional, y lo logramos. En el municipio no me quisieron ni firmar”.

¿De dónde se sacan la fuerzas para seguir andando? “De los dos hijos que me quedan acá y del resto de los niños. A nosotros nos dio mucha fuerza, después de que falleció Carlos, hacer la tarea de apoyo escolar; tuvimos 150 chicos que estudiaban, reían, jugaban. En cada uno veía a mi Kili. Paramos cuando se enfermó Antonella y, tras su muerte, retomamos varios fines de semana hasta que nuestra maestra se alejó. El miedo sigue y a veces es necesario recibir una bolsa de comida. Yo la entiendo”.

Eugenia habla con firmeza, con dolor, con cansancio. Entre perros y plantas. En su chacrita hay patos, gansos, chanchos, gallinas. Y hasta una serpiente coral. Junto a su marido, sus dos hijos y una sobrina, vive sobre una calle de barro, como todo el pueblo, porque “acá nunca pusieron ni ripio”.

Kili era feliz yendo a pescar con su papá David; haciendo plantas con su mamá; poniéndose los auriculares y escuchando música. “Parecía que no estaba en la casa, ni se lo escuchaba. Se la pasaba cantando una canción que decía ‘Borracho hasta el amanecer’(de Los Coquillos) y el chamamé ‘Yo te quiero tanto’ (de Mario Bofill)”, recuerda Euge. Kili también era feliz esperando la noche, para que su viejo le contara un cuento antes de dormir. Y escuchaba anonadado a su abuelo, José Primitivo Rivero, relatando mitos y leyendas. “Era muy inteligente. Me falta y siempre voy a necesitar que venga y me diga ‘mami’ y me abrace. Hasta hoy, siento que él se fue de paseo”, dice y retoma al instante: “Es hora de respirar. Es hora de la justicia del hombre, porque la divina ya vendrá. Es hora de que mi hijo tenga justicia, porque ya no vienen más Kilis”.

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