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Ciencia que no calla. Congreso socioambiental, primera parte
¿Cuál es el rol de la ciencia? ¿Qué revelan las ratas en laboratorios y ocultan gobiernos y empresas? ¿Qué ocurre con la medicina cuando se considera por encima de los pacientes y trata a los enfermos como culpables de algo? ¿De qué están impregnadas las frutas que importamos? Preguntas y respuestas con voces internacionales que participaron en el VII Congreso de Salud Socioambiental organizado en la Universidad Nacional de Rosario. Las voces de las ecuatorianas Elizabeth Bravo (bióloga, de anteojos en la foto) y Yesenha Sánchez (campesina); el italiano Gianni Tognoni, padre de la Epidemiología comunitaria; y Nicolás Defarge, biólogo molecular que trabajó junto a Gilles-Eric Séralini para revelar los efectos cancerígenos del glifosato. Lo que plantea la ciencia cuando no está atada a los negocios de las corporaciones sino a la búsqueda de la salud de las comunidades.
Texto: Francisco Pandolfi
Entre el 14 y el 16 de junio decenas de paneles, talleres, reuniones de trabajo, investigaciones científicas trazaron un diagnóstico de la salud del modelo extractivista. Gracias a la autogestión de una ciencia que milita causas justas y urgentes, este encuentro tuvo experiencias colombianas, ecuatorianas, paraguayas, argentinas, francesas, brasileras, italianas y uruguayas. En esta primera entrega, ponemos el foco en algunas de ellas.
Un francés molesto
¿Qué hace un biólogo molecular francés disertando en Rosario? ¿Qué hace viviendo en Rosario? Hay que remontarse algunas décadas atrás para entender por qué Nicolás Defarge, nacido hace 50 años en el pueblo de Meudon, periferia sudoeste de París, está sentado charlando con MU. “A finales del siglo pasado me fui a aprender a Países Bajos. Entrevisté a gente de Monsanto sobre transgénicos. Yo escuchaba y preguntaba. Y empecé a molestar un poquito, porque había cosas a nivel científico que no me cerraban, como la clásica tautología: ‘Tenemos la solución del hambre en el mundo’. Y la verdad que 20 años de transgénicos más tarde, el hambre en el mundo continúa”.
Esas dudas cambiarían el rumbo de su vida. “Cuando volví a Francia fui a escuchar al biólogo molecular y profesor Gilles-Eric Séralini, experto en transgénicos. Por primera vez alguien hablaba de ciencia, con argumentos; no de pasión ni política. Me presenté y trabajé durante ocho años en su equipo sobre la toxicología de los agrotóxicos que vienen con los transgénicos. Descubrimos en 2012 cómo el Roundup (herbicida a base de glifosato), mediante la sinergia con otras sustancias –en formulaciones–, se genera una toxicidad mucho mayor que el glifosato por separado. Lo trabajamos con ratas, que es el modelo para todos los mamíferos incluido nosotros y notamos que el estadío junto a otros componentes como arsénico, plomo, cadmio, puede ser cancerígeno, además de provocar otras enfermedades. Este es el único estudio hecho durante dos años en mamíferos. Dimos dosis muy bajas de Roundup, incluido a un nivel más bajo de lo autorizado en el agua de la canilla, y vimos efectos tremendos en los hígados: provocaba cirrosis, pero no debido al abuso de alcohol, sino al abuso de glifosato. Sobran las evidencias, pero esos productos siguen autorizados”.
¿Por qué?
Porque se priorizan los estudios hechos por las empresas y se “olvidan” de los que demuestran, por ejemplo en este caso, daños cerebrales en las ratas, test que se hace para determinar si puede ocasionar daños como el autismo. Hay un dato que no debe pasar por alto: en Europa, el nivel de contaminación autorizado de glifosato es más alto a medida que pasan los años. En 2002 determinaron que la dosis más alta sin efecto adverso era de 31mg de glifosato por gramo de rata por día; en 2015 lo subieron a 50mg y en la próxima reevaluación planean ponerla a 300. ¿Qué pasó? ¿El glifosato es más seguro? ¿O será que esos expertos son más ciegos, al punto que no ven efectos que sí vieron antes? Quizá haya otras razones, ¿no? Lo que sí es evidente es que la exportación a Europa de la soja transgénica producida en Brasil y Argentina hace que tenga un nivel tan alto de glifosato que con los viejos números sería prohibida inmediatamente. Pero claro, no se puede ir contra el negocio, se necesita la soja para darle a los pollos y a los cerdos europeos. Me pregunto: ¿Los científicos que mienten, están para proteger a la salud o al agronegocio? Quiero que me expliquen por qué agrotóxicos prohibidos en Europa por hacer daños probados en abejas y en niños, están habilitados acá. Es inadmisible.
Ese tipo de preguntas fue a hacer en 2016 al Tribunal Internacional Popular de la Haya, en Países Bajos, cuando se condenó a Monsanto por ecocidio y crímenes de guerra: “Fui a dar testimonio para explicar cómo esta compañía nos impedía publicar estudios en revistas científicas de alto nivel, que las agencias de regulación de seguridad de alimentos están obligadas a tener en cuenta. Empresas como Bayer-Monsanto, Syngenta, tienen un ejército de comunicadores que hablan con las ONG, con las empresas que aportan dinero para que hagamos nuestros estudios”.
De ese juicio también participó una delegación argentina entre la que había una abogada. “Con ella nos enamoramos, vivimos en Suiza dos años y luego nos mudamos a Rosario, así que llegué acá por amor”. En la ciudad santafesina donde está instalado hace tres años, Nicolás Defarge disertó en el panel “Salud y Biodiversidad, miradas desde la ciencias críticas”. Enfoca sobre lo que hoy considera más relevante problematizar: “De todas las formulaciones de agrotóxicos que se usan en el mundo ninguna recibió la evaluación necesaria sobre su toxicidad crónica. Los gobiernos no la piden. No hay ningún estudio que demuestre que un agrotóxico es seguro, los que hay están hechos para la industria con sólo un ingrediente activo, no visto en formulaciones y a largo plazo; esto para mí es tremendo”.
En marzo de 2023, Defarge publicó una investigación en la que prueba que un herbicida (el estudio se hizo mediante Roundup WeatherMax) puede actuar como un insecticida. Detalla: “Demostramos que con dosis más bajas que las usadas en el campo, se puede impedir el desarrollo de la crisopa, pequeño insecto que ayuda a controlar las plagas. Constaté que cuando crece la dosis, crece la toxicidad para la crisopa, o sea, también para otros insectos y por consiguiente tampoco es seguro para quienes fumigan ni para los pueblos fumigados. Demostramos por primera vez que un herbicida puede actuar también como insecticida. Desde las autoridades de regulación me dijeron que iban a investigar, pero se trata del producto más usado en el mundo…”.
Elizabeth Bravo, bióloga ecuatoriana (de lentes).
¿Pacientes o consumidores?
Gianni Tognoni es considerado el padre de la Epidemiología Comunitaria (EC). Tiene 82 años y nació en Milán, Italia.
Su vasto currículum dice que además de epidemiólogo es Doctor en Filosofía y en Medicina, y uno de los mayores especialistas mundiales en políticas sanitarias. Hay mucho más para citar de su trayectoria, pero mejor es que hablen sus ideas. ¿Cómo nace la Epidemiología Comunitaria? “Trabajando con comunidades marginales de América Latina, sobre todo en Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia; hoy se aplica mucho en zonas rurales de este continente, así como en áreas de África. Un problema preexistente en temas de salud es que percibíamos que los habitantes se quedaban en una actitud pasiva. Escuchaban, les interesaba muchas veces, pero sentían que venía desde afuera y entonces nuestro foco está en transformar eso. A principios de los 90 en Ecuador, después de un día de mucha charla, un grupo de mujeres empezaron a traducir lo que habían entendido a través de sus cantos. Ya no era la repetición de la definición médica, sino la verdadera comprensión. La Epidemiología Comunitaria se da cuando los conocimientos de la comunidad nacen desde adentro, donde las vecinas promotoras de salud son las verdaderas epidemiólogas”.
¿Qué permite esto? “Además de no sentir que una visita médica sólo coincide con pagar algo, sirve para el seguimiento de las personas enfermas que hay en su territorio. Han aprendido a mapear para comprender cuáles son los indicadores que decanten en los cuidados necesarios, o sea, entender que no es sencillamente una distribución de prestaciones de medicamentos. Para la EC las comunidades son el centro, por lo que la medicina debe ir a la comunidad, no la comunidad pedirle a la medicina: es una relación que se invierte”.
Sobre la diferencia entre la epidemiología tradicional y la comunitaria: “La epidemiología comunitaria no es un objeto de estudio; diferente a cuando se hace un relevamiento convencional y se busca la cantidad de enfermedades y personas que las sufren; el encuestador tiene el concepto del mercado y el enfermo es un consumidor”. Suma otros aspectos: “Impresiona ver que ir a atenderse pareciera un acto de sumisión, porque muchas veces los médicos hacen o dicen cosas que la gente no entiende, en vez de ser un encuentro que establezca relaciones y responsabilidades recíprocas. El diálogo parece un favor que el médico concede al paciente, con mera distribución de prestaciones y órdenes. Buscamos supera la relación de miedo y de dependencia”.
¿Qué políticas concretas desde los Estados construirían para potenciar este enfoque?
Una medicina más de cerca, en el territorio, no concentrada en los hospitales, con personal que tenga una mirada comunitaria. Otra política es que en todo espacio de salud debería haber personas dedicadas a llamar al paciente si no fue a un turno preestablecido. Esa cercanía, ese interés, hace que la gente esté contenta y acompañada. Es cambiar una matriz: la comunidad como parte activa en el monitoreo de lo que pasa en su territorio. La medicina debe ser una relación que implica ante todo escucha, una curiosidad amiga en búsqueda de las causas de las enfermedades y no una actitud de juez que está investigando al responsable del crimen”.
Nicolás Defarge.
La moral banana
Elizabeth Bravo es una bióloga ecuatoriana que integra la organización Acción Ecológica de su país y una de las fundadoras de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL). Esta creación tuvo un artífice: Andrés Carrasco, el científico que confirmó los efectos arrasadores del glifosato y acompañó con su investigación a los pueblos fumigados. La última vez que se vieron, Carrasco le compartió la idea de armar una red de científicas y científicos para luchar contra los agrotóxicos y le envió un mail con un esquema de proyecto, al que llamó “ciencia digna”. Poco después, en mayo de 2014, Carrasco falleció. Un año más tarde se formó la UCCSNAL. “Siento que él presentía que se iba a morir, porque fue como asignando tareas. Esta es la que me dejó a mí”.
Elizabeth no viajó sola desde Quito porque ese diálogo entre la ciencia y el territorio hay que (de)mostrarlo con hechos. A su lado está Yesenha Sanchez, campesina, productora de plátanos, negra, madre soltera, explotada, fumigada. Ambas participaron del panel “Resistir y Re-existir en áreas de sacrificio”.
Se conocieron cuando Elizabeth empezó a asesorar al sindicato bananero, que presentó quejas sin éxito a la Unión Europea, porque allí se prohibió el fungicida mancozeb que en Ecuador se utiliza para combatir el hongo sigatoka negra. “En Ecuador se exporta el banano fumigado a la Unión Europea, donde hay una doble moral porque allá se lo prohibió por ser disruptor genético, pero sí se lo importa con la fruta”, describe Elizabeth, de 66 años.
Ecuador fue declarado país libre de transgénicos. ¿Eso se cumple?
E: Hicimos monitoreos de transgénicos en Ecuador y encontramos soja transgénica. Iniciamos una acción de protección, pero se sigue usando. En Ecuador los transgénicos aún no son un gran problema como sí sucede en Argentina, porque solo hay soja y es poca cantidad. La mayoría se importa de Bolivia, que es transgénica. Y acá de nuevo la contradicción, la doble moral: somos un país libre de semillas y cultivos transgénicos, pero no de derivados; si viene hecho ya balanceado, está permitido.
Hay un avance significativo de la tecnologización de los procesos. ¿Cómo analizan y preveen la relación en cuanto a los transgénicos?
E: No sé relacionado a la inteligencia artificial, lo que sí se ha avanzado mucho es en la digitalización de la agricultura. Por ejemplo, en el banano muchas empresas ya usan drones para fumigar en vez de avionetas.
Yesenha muestra en su celular un video de cómo les envenenan con drones: “Fumigan desde arriba nuestro mientras estamos trabajando, nos cae encima. Es terrible. Tenemos muchos problemas en la piel y dolor de estómago”. Elizabeth interviene con una cifra demencial: “El presidente del sindicato del plátano era piloto aéreo fumigador. De 30 compañeros se murieron 27 por las enfermedades producidas por las fumigaciones. Por eso dejó ese empleo y formó el gremio”. Hace una aclaración que oscurece: “Ese banano fumigado es el que llega a la Argentina”.
Yesenha, 38 años, 3 hijos, cuenta cómo se sobrevive en la provincia de Los Ríos: “Todo el mundo trabaja en el banano, no hay de qué hacerlo por fuera”. En ese contexto, Elizabeth señala el rol del Estado: “En general, los ministros de Agricultura son del sector bananero, lo mismo el de Ambiente. Entonces, ¿qué podemos esperar del Estado, si está al servicio de los grupos económicos?”. Suma: “Esto no es particular de Ecuador sino de muchos países de la región. Mientras, los pueblos sufren ante los diferentes modelos agroindustriales. Hace unas horas hablé con una vecina de Santa Fe: le decía que en mi pueblo está Syngenta y ella me decía que en el suyo, también. De eso hablamos cuando decimos que los pueblos se enferman”.
Gianni Tognoni.
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Hijas del fuego. Fuegas: mujeres brigadistas contra los incendios en Córdoba
Son más de 30 brigadistas forestales del corredor de Sierras Chicas, Córdoba. Cada una integra la brigada forestal del pueblo o comuna que habita, y juntas Formaron la red Fuegas. Cuerpos y naturaleza. El machismo cotidiano. La quema de territorios que favorece negocios inmobiliarios y estatales. ¿Cuidado es igual a heroísmo? La valentía de compartir los sueños. Texto: Bernardina Rosini.
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Autogestión en la comarca. Clínica recuperada en El Bolsón, Río Negro
Empresa recuperada a comienzo de siglo en la Comarca Andina y conformada en su mayoría por mujeres. Tiene capacidad para 50 internaciones y maneja además un geriátrico. Cómo resistieron al vaciamiento. De las patronales inútiles y sobrevivir limpiando casas, a la ocupación, el cooperativismo y la creación de puestos de trabajo. Texto: Lucas Pedulla
Liliana Bilotti nunca podría haber imaginado en 1980 que dejar su conurbano Haedo para viajar con su marido al patagónico Bolsón le significaría, dos décadas después, un brindis de año nuevo en una clínica en recuperación para cuidar su trabajo y futuro.
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La tercera muerte de Griselda Blanco
Contó en su último video cómo la querían asesinar, cosa que ocurrió al día siguiente. Pero la causa por el femicidio de la periodista no avanza ni se investigan las principales hipótesis: por qué la mataron, sus denuncias periodísticas. El rol de la policía que intentó encubrir la escena deteniendo a un inocente. Cómo era Griselda Blanco, las amenazas que recibía y el celular desaparecido. El viaje de Periodistas Argentinas a Corrientes y de uno de sus hijos a Buenos Aires. Crónica de un crimen, también, a la libertad de expresión. Por Claudia Acuña.
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