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Represión en Jujuy: Un ojo de la cara

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Eso le costó a Joel Rodrigo Paredes protestar contra la reforma constitucional del gobernador Gerardo Morales. No es el único. Con dos hijos, a sus 28 años, relata cómo fue el momento y asegura que los policías que dispararon son sus vecinos. Cómo sigue su vida, sin trabajo, con música, y el ánimo para que otros heridos también hablen: “Perdí mi ojito, pero también perdí el miedo”.

Texto: Francisco Pandolfi

Fotos: Lina Etchesuri

Represión en Jujuy: Un ojo de la cara
Joel Rodrigo Paredes. Foto: Lina Etchesuri

La noche del viernes 30 de junio acaba de darle paso a la madrugada del primer día de julio. A la segunda mitad del año 2023 se la recibe durmiendo, mirando alguna película, tomando algo o bailando. Es la una a.m., pero en Humahuaca, como en toda la provincia de Jujuy, no se duerme, ni se mira una peli, ni se toma ni se baila. 

En Humahuaca se resiste a la reforma (in)constitucional impuesta por el gobierno de Gerardo Morales, y se le exige al Concejo Deliberante que se pronuncie contra la aprobación de la Carta Magna. Tras varias horas de conflicto dentro y fuera del recinto, el pueblo, unido en la calle, consigue su cometido y el documento de rechazo.

Pero no lo logra gratis.

“La sangre derramada”, esa expresión recurrente para asociar la conquista de derechos, vuelve a tomar literalidad. Esta sangre es de una persona; una persona de carne, sangre y huesos. De 28 años y dos hijos. A la segunda mitad del año, el cuerpo de Infantería de Humahuaca la recibe reprimiendo a la gente apostada en las inmediaciones del cuerpo legislativo. La recibe con tiros y gases lacrimógenos, a mansalva. La recibe apuntando a las caras, tirando a destruir miradas. La recibe dándole un balazo de goma en el ojo derecho a Joel Paredes, que le arranca la visión, para siempre.

La música como sostén

“La emoción que llevo dentro, comparto en este cantar, con los que miran al frente, de noble corazón”.

A menos de 10 minutos de donde la Policía local desató la feroz represión, Joel vive junto a su familia. Elizabeth Sandoval, su mamá, le abre a MU las puertas de su casa. El comedor, arreglado para la ocasión, vaticina un festejo: “Mi otra hija cumple 40”, dice, sin dibujársele ni un atisbo de sonrisa.

No hay mucho para reír en la casa de los Sandoval-Paredes. 

“Nadie en Jujuy se hace cargo de lo que pasó, nadie se acercó a nuestra familia. Me gustaría que por lo menos tengan consideración, que se apiaden; no saben lo que estamos sufriendo. Incluso la señora Noelia Quispe, (presidenta del Concejo Deliberante y diputada provincial por la UCR) que vive a la vuelta, ni vino. Somos vecinos, debería acercarse a preguntar cómo está mi hijo, pero nunca lo hizo. No tengo rencor, pero sí impotencia”. Elizabeth explota: “Es muy difícil. Como mamá me siento muy mal, muy triste viéndolo a mi hijo sentirse así. A veces le digo ‘hijo, yo te entiendo’, y él me dice: ‘Nadie me entiende’. Y sí, nadie está en su lugar, nadie se pone en su lugar, pero él sabe que tiene que salir adelante. A veces lloro de noche, para mí es un calvario. Joel estaba bien y ahora… Todo esto es muy doloroso, no le deseo a nadie lo que estamos pasando. Siempre me pregunto, ¿por qué le tocó a mi hijo? Pero es una pregunta sin respuesta. Lo único que me queda es apoyarlo, estar con él, y seguir el proceso hasta que le pongan la prótesis ocular”.

Su hijo se presenta así: “Soy Paredes, Joel Rodrigo Víctor. Soy de Humahuaca. Soy músico. Toco desde los 10 años. Soy percusionista, bombista, actualmente toco el bombo en mi banda de calle Los Grillos. Acá se les dice banda de calle a las comparsas de los carnavales”.

Para Joel la música es un cable a tierra. Siempre lo fue, y ahora mucho más. Es amante del folclore y su banda favorita son Los Fabulosos Cadillacs. “Es lo mejor que me pasó en la vida. Creo que es un don, y es de mucha ayuda desde que tuve el incidente. La música representa muchos sentimientos que llevo desde chiquito. Mi papá, ya fallecido, me decía ‘vos cuando estabas en la panza tenías una baqueta, tenías una maza en la panza, naciste músico’. Para mí la música es un sentimiento que a veces no concuerda con el de varias personas; la esencia de la música es compartir y no competir, te enseña a compartir con gente que no conocés y la vas conociendo de a poco. La música es transmitir lo mejor, para no caer en lo peor; es universal, es abierta para todo el mundo”.

¿En qué te ayudó y te sigue ayudando desde el primero de julio?

-Psicológicamente yo no quedé muy bien. Todos me preguntan ‘¿cómo estás?’ Yo les digo ‘acá, pecheando para no aflojar’. Es que sí, pecho, para no aflojar. Y cuando me dicen “vamos a tocar”, me olvido de lo que me pasó, me siento contento. Pero al otro día cuando me levanto, me lavo la cara y me vuelvo a mirar al espejo, no me es fácil… No me banco verme todos los días así, porque de mi casa yo salí bien y volví mal. En esos momentos aparece la música, que hace lo posible para que me sienta bien, para que siga saliendo, para que sea más fuerte. Y sí, soy más fuerte. La música me hace feliz.

Tiros, tiros y más tiros

“Y ahora sé que en cualquier momento me la van a dar”.

En el contexto de los reclamos masivos contra la reforma constitucional, el viernes 16 de junio se ejecutó la primera represión policial, en la localidad puneña de Abra Pampa; un día después, una cacería descomunal irrumpió en Purmamarca. El 20 de junio se repitió la fórmula en San Salvador de Jujuy. A Humahuaca le llegaría el turno el 1° de julio. Por aquellos días, el gobierno comandado por Gerardo Morales regó la provincia de un horror inolvidable mediante sus fuerzas policiales: represión en vehículos sin patentes; uso de camionetas de empresas privadas para levantar gente (símil a La noche del Apagón de Ledesma en 1976, que desencadenó el secuestro de más de 400 personas, 55 todavía desaparecidas); allanamiento de viviendas sin orden judicial; intervención de asambleas de estudiantes; infiltración en las marchas; detenciones arbitrarias; persecución a periodistas y fotógrafos. 

Independientemente del lugar de la represión, la policía disparó sistemáticamente a la cabeza: por lo menos cuatro personas perdieron la vista en uno de sus ojos; entre ellas, Joel.

¿Cómo estás?

-Puedo decirles que por fuera estoy bien, que por dentro también, pero en realidad dentro mío estoy mal, psicológicamente estoy mal. Cuando me pasó el incidente yo salí de trabajar a las 20, y nos juntamos acá en casa con mis amigos a ensayar, porque el 9 de Julio íbamos a tocar a Iruya. Cuando nos enteramos de que el pueblo se estaba concentrando en la Municipalidad, decidimos autoconvocarnos. Y ya no volví igual.

¿Por qué fueron a reclamar? 

-La mayoría de mis compañeros también son padres y nos autoconvocamos para pelear por nuestros derechos y el de nuestros hijos. Estaba al tanto de la reforma y no acordaba con algunas cosas, porque nos viene a quitar terrenos y derechos, mientras la policía está meta amenazar. Sabía de las represiones que se habían cometido, uno se iba dando cuenta de que podía pasar en Humahuaca también. Ahora la gente sigue con miedo porque la policía está meta perseguir para que no sigamos hablando, para que nos callemos y esto quede en la nada.

Abajo la Reforma

La reforma de la Constitución en Jujuy presentó múltiples irregularidades: una ley formulada por el Poder Ejecutivo en vez de por el Legislativo, como regía constitucionalmente; su tratamiento exprés en menos de un mes, en lugar de los 90 días hábiles estipulados; una Convención Constituyente integrada por funcionarios actuales del gobierno, incluido Gerardo Morales, presidente de la Convención y gobernador; un cuerpo de leyes de cuyo contenido la sociedad se enteró a menos de una semana de votarse; un texto que no fue previamente consultado a las comunidades originarias como lo establecen los convenios internacionales; una reforma que deja a los bienes naturales como potestad absoluta del Ejecutivo; y que, al mismo tiempo, condena la protesta social.

Esa protesta social, como derecho, que llevó adelante Joel.  

¿Qué recordás de esa noche?

-Cuando terminó la sesión en el Concejo Deliberante salieron dos concejales a hablar, a decir que ellos estaban contra la reforma, y de repente apareció la Infantería a los tiros y uno de esos me pegó a mí. Yo estaba parado cuando recibí el disparo. No sé si me dispararon a los ojos o no, no puedo afirmarlo, pero no tiraron para abajo, ni hacia arriba, tiraron a la altura de la frente. Ellos tienen protocolos para no hacer lo que hicieron. Cuando reacciono, ellos seguían tirando; ya estaba todo ensangrentado y ellos siguieron a los tiros, más y más tiros. Sería importante que los responsables se hagan cargo de lo que nos pasó a todos, no solamente a mí; lastimaron a varias personas y hasta ahora, nadie se hizo cargo. Siguen escondiéndose. Y encima, el gobierno jujeño dice que el pueblo es el violento.

¿Qué sentís cuando escuchás eso?

-Impotencia, bronca; bronca y tristeza. ¿Por qué dice eso Morales? Él sabe lo que pasó y varias personas perdieron todo. Hay personas que psicológicamente están mal, otras que también tienen otros problemas de salud por las represiones. Yo agradezco que tengo el don de ser músico y por ella siento que la vida sigue. 

Un dolor inexplicable

“Yo no voy a la guerra, a la violencia, a la injusticia y a tu codicia. Mal bicho, todos te dicen que sos, mal bicho”.

Joel y su familia denuncian la absoluta falta de acompañamiento, ayuda y sensibilidad de Morales y sus discípulos. Le arrancaron un ojo. Y lo dejaron tirado. “Un amigo me llevó de urgencia al Hospital Belgrano de Humahuaca y a las horas me trasladaron a San Salvador donde me operaron a las 9 de la mañana. De la Municipalidad lo único que hicieron en estos meses fue pagarle ese traslado a mi mamá para acompañarme en la capital, después nada más. La provincia en ningún momento nos ayudó, en nada. La Intendenta ni nadie de la Municipalidad se acercó a preguntarme cómo estaba. Solo desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación me acompañaron y se hicieron cargo de los pasajes a Buenos Aires para seguir el tratamiento”, cuenta Joel. El siguiente viaje a Buenos Aires se dilata porque no les están consiguiendo los pasajes. Detalla Elizabeth: “Estamos esperando volver a Buenos Aires para que le pongan la prótesis y ver cómo está el ojito, para decidir si le ponen la cascarilla o el ojito completo; le tienen que hacer una operación, vaciarle el ojito para ponerle la prótesis”.

Joel lleva puesta una gorra que lo acompaña para todos lados. No es la única compañía: “Tengo dolores cada hora; a veces amanezco bien, pero de repente pareciera que me estarían metiendo un alfiler desde el ojo hasta la nuca. Es un dolor que nadie lo va a poder explicar. El balín que entró en mi ojo me destruyó la retina por dentro. Me tuvieron que coser con más de diez puntos”.

La represión planificada en la provincia para amainar la protesta social dejó centenas de heridos, varios de gravedad. “Cuando estuve internado durante veinte días en el hospital Pablo Soria de San Salvador, conocí a Pablo, un chico que estuvo en la represión del 20 de junio. Recibió un gomazo de un policía, una pedrada con una honda. Él perdió el 50% de la vista. Cuando él entró, le volaron su historia clínica. O sea, su historia clínica no existe. A mí me quisieron hacer lo mismo. A los diez días de internación fui a pedirla y no me la quisieron mostrar, tuvimos que ir con abogados para que me la dieran”. 

¿Fueron casos aislados o un modus operandi? 

-A muchos les volaron el historial clínico. O sea, en el Pablo Soria no existen esas personas, por eso están calladas; no figura su historial. Hay mucha más gente que perdió el ojo, más personas heridas de las que se cree y esto ocurre por la política amenazadora de Gerardo Morales.

Obediencia debida

“Si hablamos de matar mis palabras matan”.

“Tengo dos hijitos y acá en Humahuaca hay que estar bien si querés conseguir trabajo”. Lautaro Neón, de 8 años, y Taiel Augusto, de 6, son la nafta diaria para un combate que será continuo: “Siempre voy a tener bronca, porque me arruinaron a mis 28 años. Trabajaba en un taller de cerámicas, pero ya no después de lo que me pasó. Con mis viajes a Buenos Aires para los tratamientos de mi ojito, no puedo agarrar un trabajo fijo”.  

La denuncia está hecha y hay una causa abierta: “Se sabe que fue la Infantería de Humahuaca, que fue un balazo de goma, pero no quién fue el que me dio el tiro, al estar todos cubiertos”. La crisis que vive la provincia desde mitad de año también abrió una grieta intra pueblos e intrafamiliar, por el accionar represivo policial. Explica Joel: “A los policías que estaban ese día los conozco a todos y las propias familias de ellos se sienten culpables, ya no me quieren saludar, agachan la cabeza”.

¿Cómo manejás esa situación? 

-Es muy difícil vivir con eso, pero ni ellos, ni su familia tienen la culpa; es su trabajo y cumplieron órdenes. Ahora, como entiendo eso, también pienso que deben hacerse cargo las personas que dieron la orden. Yo a los policías los sigo saludando, mi familia también, pero ellos agachan la cabeza. Lamentablemente perdí la visión, pero tampoco le puedo echar la culpa a ninguno, porque no sé quién me pegó el tiro. Así que prefiero no tener resentimiento.

¿Hay algo que quieras agregar? 

-Agregaría algo destinado a todas las personas que pasaron por lo que yo estoy pasando: por favor, no se callen; salgan, salgan a hablar, salgan a hacer la denuncia. Ya nos hicieron daño y nadie nos va a recuperar del todo. Nos arruinaron la vida, sí, pero no olvidemos que esto nos pasó por defender a nuestro pueblo y debemos manifestarnos para que se haga justicia. Tengo un tiro, pero no tengo miedo. Perdí mi ojito, pero también perdí el miedo.

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