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Nietes: tomar la posta

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Es un grupo conformado por jóvenes que sigue una filiación histórica en el movimiento de derechos humanos en Argentina. Aporta una potencia y una frescura urgentes y esperanzadoras en la continuidad por las banderas de Memoria, Verdad y Justicia. Los orígenes, el linaje militante de algunas historias y el acercamiento de otras. La búsqueda de piezas en el rompecabezas familiar. Las charlas en los colegios. Y las discusiones del presente en un contexto de negacionismo oficial y deshumanización política. Una nota, que también es una búsqueda, escrita en primera persona por un nieto y sobrino de desaparecidos. Por Lucas Pedulla.

Nietes: tomar la posta
Foto: Lina Etchesuri

1. Primera persona

Nos vemos en la Ronda.

Desde que volvimos a habitar los jueves de las Madres, el ritual de cada semana es el mismo: con mis compañeras nos vamos caminando desde MU, a una cuadra y media del Congreso, hasta la Plaza de Mayo, repasando la agenda de temas de un país cada minuto más convulsionado. Pero ese jueves fue distinto. 

Ese jueves había agendado una entrevista con cuatro hermanas de desaparecidos para la nota que salió publicada en el número de marzo. Me fui antes, mientras en la sede de nuestra cooperativa charlaban la periodista y escritora Claudia Acuña, fundadora de Lavaca, y Teresa Laborde Calvo, hija de Adriana Calvo, primera sobreviviente que testimonió en el Juicio a las Juntas, en 1985. Estábamos en reunión por el regreso de HIJAS, el ciclo que protagoniza Teresa.

Antes de irme, pregunté quién iría a la Plaza a hacer fotos. Claudia, junto a la fotógrafa Alejandra López, coordinaron un registro colaborativo en el que cada semana, hasta el 24 de marzo, una fotógrafa o un fotógrafo distinto realizaría un ensayo sobre la ronda como una forma de transmitir el valor histórico de un dispositivo de memoria activa y colectiva que este abril cumple 47 años. La respuesta de Claudia me sorprendió:

– Viene Lucía Prieto, y convocó a Nietes para hacer su registro.

Sentí un primer sacudón en el pecho.

Así llegué al bar La Embajada, a una cuadra de la Plaza, habitual lugar de reunión de las Madres Línea Fundadora, donde me encontré con las hermanas que las acompañan cada jueves. En medio de la charla, de sus historias, y de pensar el legado de la Ronda como la forma de protesta más longeva, original y conmovedora de la historia argentina, fue Lilian Velázquez, hermana de Pablo, desaparecido el 24 de marzo de 1976, quien me dijo:

-Mi hija milita en Nietes: después te paso su número.

Segundo sacudón.

Y así llegué a la Plaza, minutos antes del comienzo de la ronda. Estaban Claudia, Teresa, muchas personas más, y la fotógrafa Lucía Prieto, quien me presentó a las nietas que habían ido y cuyos nombres e historias conocería después: Ana Tauil, Carola Guede, Paz Pujadas. 

Todavía faltaba un mes para que Ana me dijera, mientras la entrevistaba para esta nota, algo muy sencillo y hermoso: “Con Nietes flasheé. Fue tomar la posta y pensar qué queríamos hacer nosotres como generación de derechos humanos. Fue tomar la posta de la primera persona como sujeta política. Fue asumir esa primera persona”. 

Ese tercer sacudón, aún sin poder definirlo con la precisión de Ana, fue el definitivo. Al día siguiente de ese jueves de emociones mandé este mensaje al número que me había pasado Lilian: “Hola Lucha, cómo estás? Soy Lucas, de la revista MU. Ayer entrevisté a tu mamá para una nota de hermanas, y me dijo que estabas en Nietes. Yo soy nieto”.

Del otro lado había un abrazo de historias bordadas colectivamente hacía años.

Y esta nota, el mejor motivo para conocerlas.

Nietes: tomar la posta
Columna de Nietes en el último 24 de marzo. La decisión fue participar de las dos convocatorias que hubo ese día y sus integrantes estuvieron en los escenarios principales junto a los organismos históricos: “Tenemos un gran desafío y una gran responsabilidad. No es un peso, sino algo que llevamos con mucha convicción”. FOTO: Lina Etchesuri.

2. Un nuevo espacio

Ana Ríos Brandana me cuenta que los primeros brotes de esta historia nacieron en 2019. Su papá, que había militado en H.I.J.O.S. La Plata, le acercó la convocatoria de un espacio de nietos de desaparecidos que se estaba armando. “¿Te interesa?”, le preguntó. Ana -25 años, estudiante de Psicología- no dudó. “Mis abuelos, José Ignacio Ríos y Juana María Armelín, militaban en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), una orga chica pero muy fuerte acá. Mi abuelo y su hermano, mi tío abuelo Oscar Dionisio Ríos, fueron los fundadores. Mi abuelo fue a Vietnam, China y Cuba a formarse. Era un referente”. Primero secuestraron a Oscar, en noviembre del 77. En febrero del 78, a su abuela. Y en mayo de ese año, a su abuelo: “Todos estuvieron en El Banco. Nunca encontramos sus cuerpos”. 

Ana recuerda que las primeras reuniones se dieron en el contexto de las PASO de 2019: balance de los cuatro años de macrismo, el crecimiento del negacionismo, la preocupación de que muchas Madres y Abuelas nos estaban dejando: “Sentíamos la necesidad de seguir levantando esas banderas y que este nuevo espacio implicaba una continuidad de esa lucha”. Las reuniones eran en el Centro Cultural Azulunala con discusiones largas: “Qué banderas íbamos a levantar. Si íbamos a ser una organización o un organismo. Que también íbamos a levantar las banderas del movimiento feminista. Que nos íbamos a nombrar con la E. Que el color iba a ser el mismo verde del aborto legal”.

¿Qué entendían por organismo y organización?

-Ser un organismo de derechos humanos nos ubicaba como una parte más del movimiento con Abuelas, Madres, Familiares, Sobrevivientes e HIJOS, en lugar de una organización política que disputa un proyecto político, muchas veces partidario, y con lugares en el Estado. Eso a nosotros no nos interesaba. Tenemos compas peronistas, guevaristas, trotskistas, anarquistas, porque entendemos que los derechos humanos son transversales a los partidos y todos tenemos esta historia que va más allá del proyecto político que cada uno piense más acorde al país. Es la discusión por la memoria, la verdad y la justicia.

El primer antecedente público fue el 16 de septiembre de ese año en conmemoración de la Noche de los Lápices. Hicieron pañuelos que decían “Nietes”, con varias frases (“Tenían nuestra edad”, “Hacían política como nosotros”), y la inauguración estaba proyectada para el 24 de marzo de 2020. Pero llegó la pandemia: “Tuvimos un parate, aunque en realidad se paró el mundo”. Activaron redes sociales con una campaña de difusión bien directa: “Si sos niete, contactanos”. Llegaron mensajes de todo el país. El zoom, como plataforma, habilitó los encuentros y las historias: “Se empezaron a conformar lazos, muy personales, que se iban dando en la virtualidad. De repente nos dimos cuenta de que éramos una organización nacional. Recién después, a diferencia de otros armados, hicimos las regionales con laburos más territoriales”. Hoy, con regionales en La Plata, CABA-GBA, Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Rosario y hasta Tierra del Fuego, a Ana se le dibuja una sonrisa al recordar esa primera reunión de 2019: “Me fui muy emocionada. Al otro día llegué a una reunión de fiscalización por elecciones y conté que se había armado un espacio de nietes”.

La aplaudieron emocionados. 

3. El 24 de frente

Karen Maydana Galván (29) vio la publicación por Instagram y se la mostró a su hermana Barbi. Corría el pandémico 2020. “Soy nieta de Orlando Galván, desaparecido en Caseros el 19 de octubre de 1977. Siempre mi mamá me contó mi historia. Ella, mi abuela y mis tíos salieron a buscarlo. Hace poco le pregunté a mi mamá cuándo fue la primera vez que me llevó al 24 de marzo: haciendo cuentas me dijo desde que nací”. Creció con esa lucha, siempre acompañando a su mamá, militante de la Comisión de Familiares y Desaparecidos de Tres de Febrero, oeste del conurbano bonaerense, y le pasaba que soñaba con tener un espacio donde hubiera personas de su generación, como ella: nietos y nietas. “No va a suceder”, pensaba. Pero entonces vio esa publicación y lo supo: “Es por acá”.

Su abuelo militaba en Montoneros. Antes de que lo secuestraran, Orlando pidió darle un beso a cada uno de sus cinco hijos. Su mamá tenía 11 años y recuerda todo: la puerta que rompen en la madrugada, las escopetas, el pantalón verde y la camisa de llamitas que vestía cuando se lo llevan. Presentaron habeas corpus y marchaban preguntando adónde está”. Karen muestra una foto de su familia en una movilización de los ochenta, con una bandera: “Que aparezca con vida mi papá”. Karen lo cuenta en un tono que reconozco como parte de mi generación, aquella que fue uniendo las piezas del rompecabezas a través de los años, con preguntas, eligiendo los momentos para hacerlas para no herir a mamá o a papá. Es un tono en el que hay dolor, pero también la ternura desde la que vamos ubicando los retazos que nos faltan.

Los de Karen, además, están llenos de sincronías. Su abuela murió el 24 de marzo de 2005, al volver de la marcha: “El 24 de marzo, además, es el cumpleaños de mi abuelo”. En 2010, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAFF) les informó que habían encontrado sus restos. Estaba enterrado como NN en el cementerio de Berisso. Fue toda la familia. Cuando Karen vio esa camilla entendió por qué ella salió tan alta en una familia que no tiene su estatura. El Equipo, además, les dijo que la ropa no se había degradado: allí estaban su pantalón verde y la camisa de llamitas, tal como su mamá lo recordaba desde sus 11 años. Pero lo más impactante fue cuando el Equipo leyó el informe: por las pericias precisaron que a Orlando lo fusilaron un 8 de diciembre a las 4 de la mañana. Karen, con su tono, me dice: “Yo nací un 8 de diciembre a las 4 de la mañana”. 

Hacemos silencio. Karen cuenta que este 24 de marzo fue el cuarto de marcha de Nietes, y ella fue una de las que subió al escenario junto al resto de los organismos. Vio de frente esa plaza inmensa, conmovedora, histórica y tan urgente: “A veces me cuesta dimensionar lo que estamos armando. Me pasa cuando alguien me para y me dice gracias, que hay esperanza porque sigue la lucha. O que mi abuelo estaría orgulloso. Fue muy distinto ver esa plaza así, representando este espacio. Es todo muy distinto a la Karencita individual. Tenemos un gran desafío y una gran responsabilidad, pero no siento que sea un peso, sino algo que elegimos con mucha convicción”.

Con esa convicción y emoción, al bajarse del escenario con sus compañeras, como cada 24 se encontró con su familia y se fueron al río, en Vicente López, donde años atrás juntaron las cenizas de su abuela y de su abuelo. 

Como cada año, aunque sabe que este fue distinto, Karen les dejó una flor.

4. La esperanza común

Cuando mandé el mensaje para acercarme a Nietes, del otro lado me respondió Lucía Velázquez. Tiene 33 años y bromea que es de “las tías” porque es una de las más grandes en un organismo con promedio de veintis. También vio en Instagram una frase que la conmovió: “Somos nietes de los 70 e hijes de la lucha de los 90”. Lucía pensó: “Son como yo”. En ese 2021 estaba en Misiones. Su mamá, Lilian, y su historia, son de allá. “Soy sobrina de Pablo Velázquez, desaparecido el 24 de marzo de 1976. Ese día también se llevaron a mi abuelo Roberto, que estuvo detenido desaparecido hasta 1981. Y a mi tío abuelo Marcial, que lo soltaron, pero años después lo fusilaron en su chacra”. Estaban vinculados de forma activa a la lucha de trabajadores rurales. Pablo sigue desaparecido.

“Nietes fue para mí un punto de llegada de todo un proceso que abrí más conscientemente a mis 30”, ubica Lucía. “Sabía que tenía un familiar desaparecido, que algo había pasado con mi abuelo, pero tenía información muy dispersa de mi niñez”. En su tono también reconozco otro rasgo generacional: el trabajo de ordenar, a través de los años, información caótica, que no está -aún hoy, en algunos casos- muy procesada a nivel familiar. Claro que hay razones: su mamá tenía solo 10 años cuando fue testigo de los secuestros de su hermano, su papá y su tío. “Las cosas que hoy te cuento hace tres años no te las podía contar. Entendía que mi mamá tenía que hacer un proceso personal propio respecto a la elaboración de lo que había pasado en el genocidio. Y yo no quería forzar a que ponga en palabras algo que no podía hacer conmigo”. Hoy Lilian forma parte de las hermanas que acompañan a Línea Fundadora, brinda entrevistas -como la de MU-, habla en público de su historia y recita poemas que le escribió a su hermano. La Ronda fue clave en ese proceso.

Lucía hizo el suyo. Militó muchos años en el movimiento estudiantil y en tomas de universidades e instituciones públicas (participó en la toma de la Sala Alberdi en la ciudad de Buenos Aires, que sufrió una cruel represión en 2013) empezó a vincularse con movimientos de derechos humanos. También militó en el movimiento piquetero. De a poco se fue metiendo en su historia, y conoció que ese abuelo que de chica le enseñaba las bellezas del monte misionero y guardaba en cajas libros del Che Guevara, había sido un referente de la CGT provincial. 

Así, con compañeras y compañeros, se sumó a las rondas de las Madres, porque sentía que era el lugar en el que había que estar: “El primer año lloraba todos los jueves. Venía con la impronta dentro de la juventud de generar una continuidad histórica en la lucha de memoria, verdad y justicia”. Lucía forma parte del Archivo Popular de la Memoria, una comisión de investigación independiente conformada por sobrevivientes y familiares, que plantea una metodología de búsqueda incorporando herramientas de inteligencia artificial con foco en el reclamo de abrir los archivos de la represión, de 1974 a 1983. Las madrinas del espacio son las Madres Línea Fundadora Nora Cortiñas, Elia Espen y Mirta Baravalle. También integra “La banda del Pañuelo”, un colectivo artístico que arma el cordón cultural en las Marchas de la Resistencia de las Madres y brinda apoyo logístico todos los jueves. “En la Ronda mi mamá empieza a contar cosas en un ámbito común. Y me enteraba cosas no porque me las contaba a mí, sino porque las abría ahí. La Ronda fue el espacio que nos alojó para poder dialogar”. 

Entonces, sonríe, aparece Nietes: “Me encontré con un espacio, mayormente de compañeras, mucho más jóvenes que yo, que vienen de otras tradiciones políticas, y donde nada de eso importaba. Porque es un lugar donde se forma una espesura y hablamos de la historia de nuestras familias con muchas cosas parecidas: no en el sentido de la represión, sino en las consecuencias que tuvo en nuestras casas. No soy la única que abrió cosas al interior de la familia cuando se sumó a Nietes. A muchos de nuestros viejos les agarró miedo, porque nos estábamos exponiendo o volvíamos a destapar una olla. Pero poder colectivizar nuestras historias personales, y politizarlas, es lo más hermoso que pudo suceder. Veníamos buscándolo hacía muchos años. Y a mí me genera esperanza”. 

5. La cinta que nos toca

Cuando de chica le pedían que cantara una canción, Carola Guede (30) sorprendía con estribillos de marchas: “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”. Para ella era lo común. Parte de su crianza fue en Plaza de Mayo jugando con las palomas, mientras su abuela, Carmen Tota Ramiro de Guede, marchaba los jueves alrededor de la Pirámide. O subiendo las escaleras de la vieja sede de Madres, donde le convidaban vainillas o algún caramelo. “Soy nieta de Dante Guede y sobrina de Héctor Ricardo Guede. También se llevaron a su novia, Viviana de Angelis. Estaba embarazada. Militaban en ERP-22 de Agosto”. Fue el 7 de octubre de 1976 en Wilde, sur del conurbano. En 2014 el EAAF encontró los restos de Dante en una fosa del cementerio de Avellaneda. Su tío y su pareja siguen desaparecidos. Su primo o prima debió haber nacido en cautiverio entre mayo y junio del 77. Es uno de los nietos o nietas que buscan las Abuelas. 

Carola estaba con su papá y su abuela el 20 de noviembre de 2022 cuando escucharon la noticia de la muerte de Hebe de Bonafini. Su abuela se había distanciado de la Asociación, pero ese día no dudaron y fueron a la Plaza. Carola, por su parte, sintió un motor interno: “Che, me toca”, pensó. Y activó: “Sentía una pena porque se estuviera muriendo este movimiento. Siempre quise pertenecer a ese lugar, pero sentía que estaba y que iba de acompañante, y así no te sentís tan identificada con el momento de tomar partido con tus pares. Es necesario. Poner el cuerpo. Y se me ocurrió buscar si existía algo así”. 

Y existía. Paz Pujadas es una de las más jóvenes. Tiene 17 años y se enteró cuando hizo un trabajo del 24 de marzo para el colegio. Habló de las Madres, de las Abuelas, y el profesor le dijo que también existía Nietes. “Mi tío abuelo es Mariano Pujadas, uno de los militantes fusilados en Trelew el 22 de agosto de 1972. La historia de mi familia es fuerte, porque ellos habían venido en los 50 de España, escapando del franquismo, porque no querían vivir en esa opresión. Cuando se estaba por cumplir el tercer aniversario de la masacre, en 1975, entraron a la granja de pollos que mi familia tenía en Córdoba, y fusilaron a mi abuelo, José María, a su pareja, y a otro tío abuelo. Mi papá tenía dos años”. 

Qué encontró en Nietes: “Mucha militancia, juventud, y las ganas de construir una Argentina mejor. Como espacio es muy importante para los jóvenes que tienen dudas, que no conocen sus historias, y que podamos dar contención. Damos charlas en escuelas para encontrar otros nietes. Me gusta sintetizar la importancia en cuatro pasos:

1) contención,

2) pedagogía de la memoria,

3) armar consensos con objetivos comunes con otros organismos,

4) participación en marchas”.

Paz es muy dulce y clara. Suma proyección: “Nietes es clave para continuar la memoria. Pienso la memoria como una cinta que se va pasando y que no puede tocar el piso: no se puede caer. Las Abuelas la pasan a las Madres, las Madres a los Hijos, los Hijos a les Nietes. En algún momento se pasará a Bisnietes, y luego a Tataranietes. Aunque no queramos, las Madres y las Abuelas no van a estar siempre. Es una pregunta incómoda porque nos pone en jaque a ver cómo la llevamos nosotres. Hoy nos toca agarrar esa cinta. Y hay que sostener”. 

Nietes: tomar la posta
Foto: Lina Etchesuri

6. Dónde están

María Victoria Cassani (29) es bisnieta. “Mi bisabuelo, Víctor Vázquez, está desaparecido. Tenía 60 años. Militaba en el Partido Comunista y estaba en la Comisión Directiva de la Unión Ferroviaria. En mayo del 76 lo cesantean, y el 4 de junio se baja del tren y a una cuadra lo estaban esperando militares de civil”. Su familia encontró mucha información en los archivos de la DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), que en tiempos de Ramón Camps se convirtió en un dispositivo clave del terrorismo de Estado en suelo bonaerense. En 2001 toda esa documentación pasó a la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), y fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad en 2008. Su familia descubrió cómo lo vigilaban y cómo lo investigaron. Saben que lo enterraron como NN en Chacarita, pero no encontraron sus restos. María Victoria se sumó a Nietes en 2021: “Encontré mucha militancia comprometida con un pasado que, en verdad, es presente, y que es imprescindible para el futuro. Y, también, en que nuestra contribución es colectiva”.

La entrevista con María Victoria me dejó pensando. A la semana con mi mamá presentamos un pedido de información a la CPM para ver si en esos archivos había algo. Los formularios los tenía que completar ella por ser familiar directo. Tuvo que llenar dos, uno por cada uno: Juan Jorge Wehitt, 51 años, su papá, y Juan Carlos Wehitt, 19 años, su hermano. Mi abuelo y mi tío. Los secuestraron el 23 de agosto de 1977 en la casa donde nací y me criaron, en Isidro Casanova, partido de La Matanza. A mi tío se lo llevaron encapuchado y en cuero. Mi mamá vio todo teniendo 14 años. Nunca supimos más nada de ellos. Pienso en lo que me decía Karen, en lo que contaba Lucía. También en lo que me dijo Ana: “La mayoría no tenemos una tumba donde ir a llorarlos. No fue algo normal, no hubo un duelo común. Es un desafío interpelar a juventudes que no vivieron esto en primera persona”.

La CPM respondió al día siguiente. No había mucho, salvo contestaciones negativas de habeas corpus y solicitudes de paradero. Por esa razón, todo esto no es algo del pasado, ellos siguen desaparecidos, y el delito de desaparición forzada se sigue cometiendo.

Día a día, hace casi 47 años. 

7. Hablar cura

Esta es una de las muchas razones por las que Nietes es tan importante. No solo es la continuidad de la memoria, sino su divulgación en aulas y escuelas, como me decía Paz. 

En 2021 Tamara Racedo (29) participó de un panel en Gerli, sur conurbano, sobre salud mental y discapacidad. Ella es ciega y tiene un proyecto llamado Periodismo Femidisca. Sintió curiosidad por otro panel sobre salud mental y derechos humanos donde escuchó que hablaban de algo llamado Nietes. Les escribió y se sumó. “Soy nieta de José Racedo y de Alcira Santos Ochoa. Los secuestraron el 29 de mayo del 76 en Caspinchango, un pueblo de Tucumán. Él trabajaba en la zafra de frutas pero no sabemos si tenía una militancia sindical por dentro. Mi abuela estaba embarazada. Mi papá tenía 9 años cuando se los llevaron. A él le costaba hablar, pero sabe que milito y lo cuenta con orgullo”. Su militancia en Nietes abrió esa instancia de comunicación con su papá. Él le dijo que le dolía hablar y recordar, pero a su vez sentía alivio. “Hablar cura”, recuerda Tam que le dijo su tía. El EAAF identificó los restos de José y Alcira en 2014 en el Pozo de Vargas, un lugar de enterramientos clandestinos de personas secuestradas, incluso antes del golpe, en 1975. Hoy Tam se está animando a dar charlas: “Hay que reivindicar la memoria y la militancia colectiva, porque vivimos tiempos donde se habla mucho de lo individual”.

María Victoria Barcia Boschiazzo (29) también se fue conmovida de una charla que dio con Ana Ríos Brandana en una escuela técnica días antes del 24 de marzo. La práctica de Nietes es aceptar invitaciones en colegios que, a priori, no tienen un linaje militante, sobre todo para interpelar otras subjetividades: por eso van a escuelas técnicas o colegios religiosos. “Mi familia busca a Daniel, un primo desaparecido el 12 de junio de 1976 en Palermo, en el Edificio Cóndor, donde hacía el servicio militar obligatorio. También había sido obrero textil y era militante socialista. Tenía 20 años”. En la vereda de la Plaza del Planetario, sobre Avenida Sarmiento en CABA, hay una baldosa con su nombre que lo recuerda. Victoria cuenta que la familia recién empezó las denuncias en 2002: “Daniel no está en la CONADEP. Su madre y abuela mueren jóvenes, después de sufrir mucho. Y mi mamá tenía una mezcla de miedo de no saber si meterse y tomar la posta, algo que nos transmite a mí y a mis hermanas en 2012. Quería buscar a Daniel. Y cuando vio que íbamos a las marchas, encontró una motivación para salir”. Lo que cuenta Victoria es importante porque, en un contexto donde el propio gobierno pone en discusión la cifra de 30 mil desaparecidos, indica que hay muchas personas que no denunciaron: “Espero que muchos más que dudan puedan acercarse”.

Ese es el valor de acercarse a escuelas. Cuando llegaron con Ana al colegio técnico, el centro de estudiantes las previno: “Acá es re difícil”. Sabían que tenían que hacer algo diferente para que esas juventudes no se aburrieran. Contaron sus historias, quiénes eran, en un tono que logra otra identificación, porque esas chicas pueden ser sus hermanas o sus primas: “Es mucho más cercano y genera empatía”. Hicieron preguntas para invitar a la participación; una fue si alguien conocía o tenía un familiar desaparecido. 

Una manito se levantó. Era un niño de 12 años. Se paró, caminó al escenario y contó algo que no había dicho nunca: “Un primo de mi abuelo estaba jugando a la pelota en la calle cuando vino un auto y se lo llevó. Nunca más lo vieron”. Victoria y Ana pidieron un aplauso y lo felicitaron: “Todos estaban escuchando atentos, sin mirar los celulares. Después volvimos a preguntar si conocían a alguien que tuviera algún familiar”. Respondieron que no: “Ahora sí conocen -corrigieron-. Es un compañero de ustedes que dijo que tenía un familiar desaparecido”. Y Victoria explica: “Se trata de acercarles la historia. Que entiendan que sigue pasando. Incluso hoy: lo que pasó en ese nene es la clave de lo que es Nietes”.

8. Deseo y acción

Ana Tauil (27) también se sumó en aquellos zooms pandémicos de 2020. Estamos sentados en la Plaza, un jueves previo a la ronda de Madres, y acá es cuando me dice que con Nietes flasheó: “Fue emocionante, nunca había puesto en palabras mi propia historia”. Cuenta esa primera persona que asumió: “Soy nieta de Roberto Tauil, militante del PRT, desaparecido el 20 de octubre de 1976 de la casa donde nací, en Talar, partido de Tigre. Era militante sindical, delegado de base en la química Warco, en Munro. Era muy estudioso: se sabía todas las leyes laborales y se las explicaba a sus compañeros para defender sus derechos”. Su papá fue militante de H.I.J.O.S y luego se sumó al movimiento piquetero. Ana recuerda ver las marchas por la televisión y sufrir por esas represiones de los noventa. Sin embargo, quien más le contó sobre la historia de los setenta fue su mamá: “Ella me decía que tenía un abuelo desaparecido. Mi mamá también tiene a su prima, Mónica Tresaco, desaparecida. Fue un golpe duro: ella le cantaba y enseñaba las canciones de Sui Generis que no llegaban a su pueblo natal en Santa Fe. La marcó mucho: tenía 14 años”.

En el colegio también costó: “Sentía que era algo que pasaba a nivel familiar y no tenía nada que ver con el afuera”. Para la fiesta de egresados del secundario sus compañeros propusieron vestirse de militares: “Yo dije que no iba a participar. Aparecía como forma de chiste, incluso un ‘que vuelvan los milicos’, como algo gracioso, de la palabra prohibida. Era 2013: ahora, con toda esta avanzada, se resignifica mucho”.

Ana es socióloga y trabaja en el Observatorio de Crímenes de Estado que dirige Daniel Feierstein en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Une y piensa aquella anécdota con el presente: “Nietes tiene un contexto de teoría de los dos demonios recargados. Nos toca enfrentarlo como generación. Lo pensamos en una de nuestras formaciones: si Abuelas tuvo la cuestión de la identidad, las Madres la búsqueda de sus hijos, y los HIJOS la recuperación de la pertenencia política de los militantes, a Nietes nos toca recuperar las identidades colectivas de las organizaciones. Es interesante pensar no solo la vida, sino qué proyectos tenían, en qué contextos se inscribieron, cuáles eran sus objetivos. Cuáles fueron sus procesos, errores y aciertos. Todo tiene que ser herramientas para pensarnos como militantes. Nietes tiene ahí una potencia para pensar la política desde otras estructuras y poder hacerlo fuera de la lógica electoral. Nos interesa aportar a una transformación en la disputa de la subjetividad, en imaginar otros mundos posibles. Nietes puede hacerlo”.

Ana Ríos Brandana comparte ese valor histórico. Eso expresó este 24, las entrevistas que están haciendo, las escuelas que visitan, les nietes que nos estamos sumando, en un contexto cada vez más tremendo y urgente: “Hoy estamos viviendo una crisis de legitimidad de los partidos políticos. Es triste, pero lo ves: los discursos no interpelan. Son formas que están caducando y hay que repensar otras. Sí veo en el movimiento feminista, de diversidad, en derechos humanos, en los movimientos sociales, una legitimidad construida que otros sectores no tienen. Ahí Nietes tiene mucha potencia como espacio. Nos pusimos como principal objetivo la juventud, porque son las generaciones que vienen. Y nuestra generación es par. Que vean que pueden formar parte. Estas historias no son temas aparte, no estamos discutiendo la memoria mientras no tenés para comer, sino que la memoria es algo que se ejercita: para aprender otras formas de militancia o incluso para estudiar cómo salimos en otros momentos de situaciones como las de hoy. Veo una construcción en Nietes que no está en otros lados. Las militancias del campo popular, en general, se manejan muy en lo macro, en la bajada de línea, y no interpelan lo micro: el deseo. Los vínculos. La historia personal. Y Nietes lo hace. Eso produce que el involucramiento sea más fuerte, más sentido. Porque en esta deshumanización de lo social, la militancia también deshumanizó bastante: por ejemplo, en la idea de ser un soldado. No somos soldados les militantes. Nietes me gustaría que invite a otras formas de repensar esa participación y a generar formas de militancia que interpelen mucho más. Creo que lo estamos haciendo”.

¿Qué aporta ese deseo, como otra sensibilidad, en esta deshumanización?

Ana: Freud siempre preguntaba qué lugar ocupás vos en eso que te quejás. Hay un caso emblemático en el psicoanálisis, que es el Caso Dora. Dora es una persona que está todo el tiempo quejándose: que mi viejo, que mi hermano, que la vida. Y Freud le pregunta: ¿qué lugar ocupás vos ahí? Lo retomo para la militancia: ¿qué lugar ocupamos nosotres en eso que nos quejamos? ¿Qué podemos hacer? Por lo pronto, pasar de la queja a la acción.

Por lo pronto, es jueves.

Son las 15.30 y las Madres están por empezar.

Estas compañeras me sonríen, me dan un abrazo.

Nos ponemos la camiseta, nos sumamos a la Ronda.

Marchamos.

Y me dicen algo hermoso: 

-Bienvenido.

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Calentamiento global & Dengue: estamos fritos

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Es uno de los mayores difusores de la agroecología extensiva en el país. Viaja, difunde ideas sobre cómo producir sin venenos, y muestra resultados. Fue elegido director de Agroecología por el anterior gobierno: qué hizo y contra qué chocó. Cómo seguir plantando vida, entre fumigaciones, motosierras y monopolios libertarios. Por Sergio Ciancaglini.

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La ronda: foto reportaje colaborativo

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Nueva entrega del registro colaborativo de la Ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Lucía Prieto con el grupo Nietes. 

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