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Todos Los Problemas: jugar a ser
Autogestión y punk. Autenticidad y magia. Amistad y música. Se abrieron escenarios en una escena machista, en plena ola verde, y ahora volvieron con toda. Conversaciones entre mujeres que son símbolo y testigo de distintos cambios de época. Por Julián Melone.
Lo primero que preguntará (casi) cualquier músique que llegue a un conjunto nuevo es en qué acorde arranca el tema o cuál es el tempo. Una de las grandes ventajas del lenguaje musical escrito es que gente de (casi) cualquier idioma y origen puede entenderse dentro de esas convenciones. Pero en Todos Los Problemas se encuentras más cómodas navegando el lado menos convencional: su magia está en la comunión.
L: “Traté con gente que sabe de teoría musical y no pude conectarme. Me encuentro mucho más jugando con ellas -Jane, Coca y Sofi- que en un lugar donde me digan exactamente lo que tengo que hacer en el segundo preciso”.
J: “Yo veo mucho músico pretencioso… Yo conecto con otras cosas: con la onda, el mensaje, la alegría… Me parece que es eso lo que hace fluir todo y que se dé la amistad”.
C: “Música podés aprender: te sentás, estudiás una banda y listo. Pero llevarte bien en un grupo, entenderte y conectar… eso es más difícil. Por más que lo intentes, si no sale, no sale”.
En TLP, sale.
¿De dónde vendrá esa magia?
L: “Conectamos entre nosotras, nos llevamos bien y a eso le ponemos música”.
Lo auténtico
Todos Los Problemas (“TLP” para les amigues) volvió hace poco a los escenarios y está haciendo lo que mejor sabe hacer: estar juntas. Sus primeras juntadas comenzaron allá por el 2015, en hombros del boom de la lucha del feminismo y las disidencias diciendo presente en fechas de centros culturales. Al recordarlo, se pasan la palabra continuamente entre todas: “Cuando empezamos a tocar casi no veíamos bandas de chicas, todavía era llamativo. ¡Nos decían que éramos solo una banda de culos!”.
Siguen intercaladas, en un diálogo que analiza a una época:
– O sea, siempre hubo bandas de chicas, pero muy opacadas.
– Pasa que por esa época hubo un quiebre muy fuerte, se notó mucho la diferencia con el tema de las acusaciones a los rockeros violines.
Es que era necesario.
– Una vez una banda que tocaba antes de nosotras, se querían sacar selfies con nosotras en el camarín.
– ¿Te acordás? Con los lentes de sol puestos
– Como que nos veían como un objeto.
– ¡Ni siquiera nos habían escuchado!
– En esa época veíamos mucho pajín en las bandas de varones.
– Presumidos, además.
– Onda, ‘mirá mamá, estoy tocando’.
– No entendí, ¿venían a tocar o a sacarse fotos?”
TLP encontró su canal de comunicación en el viejo y querido punk, hogar ideal para sus canciones simples de rabia alegre, siempre disconformes con algo; o directamente no parecen significar nada, quizás en desconformidad a la significancia. Todo siempre bañado de un oscuro sentido del humor, tanto en su poesía como en su sonoridad.
J: “No hay una búsqueda de ser grandes músicas, va más por la parte de transmitir un mensaje, de divertirnos, sacar broncas, ver a nuestros amigos…”
L: “Un día dijimos ‘hoy vamos vestidas de toalla’ y fuimos todas de toalla, después disfrazadas, y así. Tratamos que sea divertido, pero sin intentarlo: no nos damos cuenta. Jugamos para nosotras, y está bueno”.
Sus shows son un quilombo. Si Lulú se despierta con ganas de hablar, puede debatir largos minutos al micrófono con la audiencia sobre si se dice “pajita” o “sorbete”, o bien someterla a trivias acerca de las capacidades aislantes de la madera. Si les pinta, cambian de instrumentos sin saber cuál será el resultado, momento que se volvió un clásico y que hoy se titula “Bardo Falopa” -o quizás no. Lo curioso es que esta receta que garantiza un show desastroso, con ellas funciona de maravilla. ¿Por qué? No lo saben, pero suponen.
J: “TLP siempre fue bastante auténtico. No lo hacemos para quedar bien o para dar un gran show: o sea, siempre hicimos lo que quisimos”.
C: “La banda tiene algo que nos representa a cada una que no lo tienen las demás bandas que integramos”.
L: “Siento que es un proyecto en donde se da muy naturalmente el jugar a ser uno mismo”.
A dónde NO ir
En sus inicios, todavía había muchas cosas por plantearse y replantearse, y reconocen que compartían fecha con cualquier banda. Por entonces no lo veían tan claro, pero se encontraban expuestas a un sistema machirulo que las integraba solo por ser una “banda de minitas”.
L: “Cuando recién sacamos lo primero, que era acústico, la gente de la oficina en donde trabajaba se burló un poco de mí. Estoy segura de que esperaban que saliera un chabón a cantar”.
J: “Cuando arranqué a tocar la guitarra fue con amigos varones, o amigos de ellos, y me pasaba que no terminaba de conectar y divertirme. En cambio, con las chicas fue otra cosa. De golpe te entendés más, en especial sobre los temas de los que querés hablar”.
L: “Veíamos solo bandas de varones con mucho ego, mucho banana… No todo el mundo en el escenario quiere divertirse, buscar la grupalidad o transmitir algo. No veo muchas bandas que se diviertan en el escenario”.
Al empezar a tocar juntas las TLP se sintieron más protegidas y empezaron a ver con claridad hacia dónde no ir. Así tomaron la decisión de ser más cuidadosas: elegían con precaución con quiénes iban a tocar y qué ofrecían los lugares para hacerlo. En base a esa investigación y perseverancia, terminaron construyendo e integrando un circuito propio dentro de la diversidad, casi sin querer.
J: “En un momento la cosa era ‘que no vengan varones’ y después fue aflojando. No me gustaba mucho, pero entendía que para los eventos estaba bueno”.
C: “De hecho, hemos pedido que dejaran entrar a amigos varones en las fechas”.
L: “Yo creo que en ese momento tan crudo y de quiebre era necesario no ver varones. Ojo, no quiere decir que los odie. Pero era importante ir a un lugar y sentirnos tranquilas. Aunque no hay garantías tampoco, porque dentro de los lugares disidentes hay de todo”.
J: “Bueno, sirvió de lección cultural, ¿no? No solo los varones podían ser violentos. Fue un momento de reflexión necesario”.
L: “En especial hacerles saber a los violadores del rock que todos sus abusos no fueron gratis. Se había naturalizado en la cultura”.
C: “Nuestros primeros temas eran muy de enojadas, quizá porque respondía a eso que estaba pasando”.
Todo este camino las llevó a la inevitabilidad de la autogestión, la única herramienta que les permitió sostenerse. Sus primeros CD’s se copiaban en sus computadoras a precios ridículamente bajos. Al gestionar fechas, fueron abriendo un poco más el abanico y permitiendo que artistas de otros rubros expusieran y participaran dándole la bienvenida a un público más curioso. Incluso la propia banda hacía brownies y otras comidas para venderle a la gente y formar lo que ellas llaman “el fondo TLP”, que, entre otras cosas, está pagando el disco que se encuentran grabando en este momento.
J: “Lo cierto es que aprendimos entre nosotras. Ninguna sabía de autogestión, no veníamos de ninguna organización, ni nada”.
C: “Yo recomiendo ser fiel a lo que te gusta. Hay gente que prefiere tocar una puerta para que lo financien: nosotras preferimos esto”.
Cuando hablan de todo lo que hicieron y cómo la propia banda las ayudó (o más bien, cómo se ayudaron mutuamente) a salir de situaciones muy jodidas, las TLP destilan alegría de estar juntas y de sentir que, incluso en una entrevista, se trata de estar junto a alguien más: el lector. Portan la felicidad de combatir y compartir.
E incluso, en un momento con horizontes oscuros y donde el futuro no promete buenas noticias, hay solo una cosa capaz de quitarle la sonrisa a Todos Los Problemas: “Nos la baja mucho que haya una banda que no nos haga sentir nada, que ni siquiera te desagrade. Hay mucho músico que está en el escenario para demostrar no sé qué en vez de hacer arte. Yo creo que TLP, por lo menos, te hace sentir cosas”.
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