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Relatos salvajes: Archivo Popular de la Memoria

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Entre negacionismos, amenazas y violencia, un grupo de ex detenidos-desaparecidos creó un archivo para evitar la amnesia y encarar el presente. Un rescate de investigaciones y de cordura, y a la vez un modo de profundizar las causas por el genocidio. El efecto Milei, la memoria en contexto, las historias de militancia, y la crisis como oportunidad para lo nuevo. Por Lucas Pedulla.

Relatos salvajes: Archivo Popular de la Memoria
Fotos: Lina Etchesuri

La historia de Carlos Loza, como la de tantas otras personas, podría contarse a partir de una fecha precisa, tremenda: 16 de diciembre de 1976. “Me secuestran ese día y estuve en la ESMA hasta el 6 de enero de 1977. 21 días”, dice, cuarenta y ocho años después, en el bar La Embajada, a una cuadra y media de Plaza de Mayo, después de la ronda 2.426 de las Madres. 

Carlos es uno de los fundadores del Archivo Popular de la Memoria, un nuevo tejido en derechos humanos que cumplió un año en este 2024 indescriptible. 

La historia podría empezar ahí, en esos 21 días en los que atravesó uno de los 600 infiernos operativos durante la última dictadura, en todo lo que padeció, todo lo que escuchó, todo lo que luego investigó y todo lo que declaró en tribunales y juicios. 

Pero Carlos cuenta que era trabajador en la Administración General de Puertos. Que en 1975 tenía 7.000 empleados en todo el país de los cuales 3.600 estaban en Buenos Aires, en la costa que va desde Olivos (en el norte del conurbano) hasta Dock Sud (zona sur). Que era delegado de base en el Dique 4 en Puerto Madero, que no tenían duchas, que tenían letrinas, que la ropa se la proveían ellos mismos y entonces sobrevino el Rodrigazo, un plan de ajuste de Celestino Rodrigo, ministro de Economía de Isabel Perón, que disparó la inflación ese año al 335%. Que algunos gremios (“alcahuetes”, describe) cerraron paritarias al 38%, techo fijado por Rodrigo, pero otros no aceptaron. Y que como respuesta los trabajadores armaron las Coordinadoras Interfabriles y las huelgas fueron masivas. 

Carlos fue uno de esos protagonistas y explica por qué elige enmarcar así el Archivo: “El tema es ver los procesos, dar respuesta. La simple información de cómo eran la tortura, los robos, los delitos, no alcanza para explicar la historia, porque tiene que haber una causa. Las cosas no surgen de la nada. Cuando la dictadura asumió, decían que el golpe se debía a la crisis económica, la corrupción y la guerrilla. La crisis la habían generado ellos y la guerrilla, a fines del 75, ya la tenían controlada. Acá hubo un proceso de aniquilamiento, de detención y desaparición de las militancias, fundamentalmente en el movimiento obrero”. 

¿Qué representa entonces el Archivo?

Al menos dos cosas: recuperar la memoria y ubicar el contexto.

IA y derechos humanos

El Archivo Popular de la Memoria (APM) es una asociación civil que cumplió su primer año entre lo milei, lo villarruel y lo negacionista como parte de una agenda pública y política. En su página web tienen una cita del periodista, escritor y militante Rodolfo Walsh, desaparecido, que grita una urgencia contemporánea, aunque escrita en su Carta Abierta a la Junta Militar en 1977: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores, la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo”. 

El sitio web del APM (archivopopulardelamemoria.org.ar) plantea los siguientes objetivos:

-Apertura de todos los archivos de la represión (en los que debe figurar el destino de las víctimas y quiénes eran los responsables). 

-“Comprender y visibilizar la responsabilidad empresarial en el genocidio, el enriquecimiento de los grandes grupos económicos a través de la represión, la consecuente deuda externa ilegítima, ilegal y fraudulenta, con la complicidad de la cúpula eclesiástica”. Abarcan un período que va de 1974 a 1983.

-La conformación de un equipo de investigación que, con ayuda de inteligencia artificial, pueda sistematizar y articular la información disponible y la que pueda surgir, que es mucha: al cierre de esta edición hay 349 juicios con sentencia y otros 10 en debate. La herramienta IA aún está en proceso de elaboración.

-Presentaron una investigación sobre las cremaciones en el campo de deportes de la ESMA y una charla sobre deuda externa y genocidio, disponibles en la página.

“Es un espacio de pensamiento crítico para construir nuestra propia historia en relación al genocidio”, ubica Lucía Velázquez, 34 años, la más joven de esta experiencia que cruza generaciones. Lucía también integra La Banda del Pañuelo y el organismo Nietes. Su tío Pablo Velázquez está desaparecido desde el 24 de marzo de 1976. Su abuelo Roberto estuvo secuestrado hasta 1981. Y a su tío abuelo, Marcial, lo fusilaron en su chacra. Los tres estaban vinculados de forma activa a la lucha de trabajadores rurales en Misiones. 

Sigue Lucía: “Es una herramienta para poder continuar con los juicios, incluso con la sistematización de los casos existentes que están dispersos. No confío en ningún espacio del Estado que pueda hacer esto desde una manera más fehaciente. No es algo que surge de arriba para abajo, sino de la propia necesidad de encontrar a nuestros desaparecidos”.

Relatos salvajes: Archivo Popular de la Memoria

Madrinas

Mónica Dittmar cuenta que la ronda de Madres Línea Fundadora fue un espacio clave para pensar la necesidad del APM. Es arquitecta, fue militante universitaria, y su esposo Hernán Abriata fue secuestrado el 30 de octubre de 1976. Uno de los represores, Mario Alfredo Churrasco Sandoval, se refugió en Francia, donde llegó a dar clases de Seguridad Militar en La Sorbona. Fue extraditado y condenado a 15 años de prisión. Hernán sigue desaparecido. “En las rondas cantamos la consigna de que se abran los archivos de los militares. Hablamos de esa necesidad. Los archivos están. Además investigamos, incorporamos datos, testimonios de sobrevivientes. El Archivo también nos permite una personería jurídica para poder ser parte de las querellas en los juicios. Necesitamos seguir investigando”.

Adriana Leiva es hermana de María Adelia, militante del PRT-ERP, desaparecida el 11 de enero de 1977. La secuestraron con su hijo Gabriel. Adriana pudo recuperar a su sobrino en el 2000. “Buscamos rescatar las militancias. En general, se las asocia a partidos políticos, pero muchos tuvieron su actividad en barrios, parroquias e iglesias. No era solo orgánica, sino que había muchos en organizaciones sociales. Contar que militaban por un proyecto de vida diferente. Y buscar qué pasó, porque de muchos todavía no sabemos nada”.

Mirta Israel es hermana de Teresa, abogada de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, desaparecida el 8 de marzo de 1977. “Es el rescate de los proyectos colectivos que sostenían estos militantes y compañeros. No empieza su historia cuando están desaparecidos, sino que hay una historia previa que no se termina de contar nunca. Hay elementos de esos proyectos por los cuales lucharon y fueron detenidos que continúan vigentes. Otro aspecto tiene que ver con la construcción de la memoria como una tarea pedagógica que empezamos a asumir y trabajar con docentes y en escuelas”. 

De nuevo, la Ronda: “Fue un lugar de encuentro porque todos los que estamos en el Archivo nos encontramos los jueves en Plaza de Mayo. Fue  fundamental”, dice Mirta.

Por eso, las Madres Línea Fundadora Nora Cortiñas, Mirta Baravalle y Elia Espen son las madrinas del espacio. Lucía se emociona: “Ellas se volcaron a la lucha por los desaparecidos del pueblo pero no saben dónde están sus hijos. Nora se nos fue este año sin saber dónde está Gustavo. También el Archivo es para ellas: generar una alternativa donde sepan que los seguimos buscando”. 

Seguridad en valijas

Carlos Sueco Lordkipanidse plantea que hay conceptos que son difíciles de explicar en una nota: “Los que atravesamos por el fondo del infierno sabemos que el infierno era todo: el país entero era un centro clandestino de detención. Por más que no estuvieses secuestrado, estabas controlado”. Militaba en Montoneros y lo habían reintegrado a la JP al momento de su secuestro, el 18 de noviembre de 1978. Tenía 26 años. Lo llevaron a la ESMA, donde estuvo dos años y medio: “Después de haber pasado por la experiencia del centro clandestino de concentración, podías ir a dormir a tu casa pero tenías que llamar todos los días a un número de teléfono e ir todas las veces que te llamaran. Eso me dejó una huella, que es ese número: pasaron más de 40 años y me lo acuerdo de memoria”. 

El apodo “Sueco” no tiene que ver con su apellido: “Con un grupo de compañeros generamos tres planes de fuga: dos fallaron y el tercero tuvo éxito. Con la ayuda de Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz) fuimos a parar a Suecia con toda la familia. Pero el certificado de libertad no te lo daban nunca: dos días antes de irnos me tocaron el timbre y era la persona que nos controlaba”. Volvió en febrero de 1987 para declarar contra los torturadores de la ESMA: “Meto mi testimonio y caen bajo la órbita de la justicia varios pesados que no habían sido siquiera tocados en el Juicio a las Juntas, como Astiz (Alfredo, uno de los visitados por los diputados de LLA este año) y Acosta (Jorge, alias “El Tigre”). Eso dio origen a lo que fueron los levantamientos carapintadas, contra los juicios a quienes no eran los máximos jefes”.  

Astiz y Acosta fueron dos de los beneficiados por la ley de Obediencia Debida, sancionada en junio de 1987. Carlos tuvo que volverse a Suecia: “Mi apellido es difícil, y el único que aparecía en la guía telefónica era el de mi hermana. No tenía ninguna garantía”. Fue a ver al fiscal Julio César Strassera para pedirle algún tipo de seguridad. “Venga”, le dijo, y lo hizo pasar a su despacho. Atrás de su escritorio tenía dos maletas: “Esa es mi seguridad –le respondió–. Tengo  la valija hecha para rajarme en cualquier momento así que a usted no le puedo dar ninguna”. Carlos: “Acá se había generado una condena masiva al accionar. Ya no éramos cuatro o cinco locos que habíamos zafado de los centros y, encima, con la duda de por qué habíamos zafado”. Su regreso definitivo al país fue en 1989. 

 El ajedrez de Adriana

Las leyes de Obediencia Debida y Punto Final fueron anuladas en 2003. En el medio pasaron los noventa, en los que Videla –indultado por Menem– trotaba libre por la Costanera o Astiz declaraba en una revista que era el hombre mejor preparado “para matar a un político a un periodista”. El Sueco integró la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD) y recuerda: “Hay datos desconocidos dentro de lo que es el desarrollo de la lucha contra la impunidad. Lo que planteó Adriana Calvo, por ejemplo”. Adriana fue una de las fundadoras de la AEDD. Fue la primera sobreviviente en testimoniar en el Juicio a las Juntas en 1985, donde relató, entre otros horrores, que la secuestraron estando embarazada y dio a luz a su hija Teresa Laborde Calvo mientras era trasladada a un centro clandestino. “Adriana era una estratega, y pensaba todo como un partido de ajedrez, siempre cuatro jugadas adelante. Con las leyes de impunidad, ella dijo: ‘Ahora nos toca cruzar el desierto. Vamos a pasar mucho tiempo en esta historia. Vamos a luchar pero, mientras tanto, algo tenemos que hacer’”.

Le puso una sigla a ese algo: TRD, que significaba Trabajo de Recopilación de Datos. “Lo desarrollamos desde la AEDD y recorrimos el país buscando sobrevivientes, hablando: contame cómo fue, dónde estuviste, en qué fecha, a quién viste. Una ficha y guardamos. Mucho lo hicimos a mano. Eso fue lo que permitió llevar adelante los juicios”. 

Las audiencias son escenarios donde surge más información, y ese entrecruzamiento es una de las tareas desafiantes del Archivo: “Un ejemplo. Hay una audiencia y al imputado se lo juzga por uno o por diez casos. Pero el testigo aporta testimonios también por muchos otros, que al no formar parte de la causa no son tomados en cuenta por el tribunal, ni siquiera en la sentencia. Hay gente que esperó muchos años y brinda un mundo de información que excede esa audiencia. Eso permite ir descubriendo grietas por donde ingresar en el muro de impunidad: sigue siendo absurdo pretender que, si existieron 600 centros clandestinos, haya 1.232 condenados. No pueden funcionar con dos personas cada uno nomás, no dan las cuentas”.

El Sueco recuerda una conversación con el exsecretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde: “Cuando se hizo cargo de la Secretaría vio los archivos. Doy fe, porque yo era amigo, y me dice: ‘Sueco, son 200 mil las personas que estuvieron implicadas en la dictadura. No podemos llevar 200 mil a juicio’. Tal vez a lo único que lleguemos es a saber quiénes son y qué hicieron”. 

Pone de ejemplo a Juan Alemann (exministro de Hacienda y mano derecha de José Alfredo Martínez de Hoz) que murió este enero a los 94 años. Fue procesado por participar en las torturas a un prisionero en la ESMA: “Lo vi yo, lo acusé, lo senté en el banquillo. Condenaron a todos los milicos, pero a él lo largaron. ¿Cuál es el criterio? No hace falta ser un torturador para ser condenado por delito de genocidio. Al menos que quede en la historia y no pase lo que nos está pasando hoy, que son los mismos apellidos”. 

Alemann, como tantos otros, murió impune.

La oportunidad de lo nuevo

«Hay que cruzar el desierto”, dijo Adriana Calvo, y la frase resuena en este terreno arenoso o pedregoso llamado Argentina. ¿Cuál es el valor del Archivo precisamente ahora?

Lucía y un motor: “Me quita el sueño pensar cómo generamos una continuidad histórica que nos permita anclar con la lucha previa al genocidio. Queremos denunciarlo, pero también construir una página en la historia que diga qué hacía toda esa generación que luchaba por el poder para que gobiernen los trabajadores. Es complejo, porque es como trascender los marcos afines para tener un diálogo con el conjunto de la sociedad. Una sociedad con memoria no vota a Milei. Hubo un proceso de institucionalización de la política post 2002 donde una generación joven creció con cosas que supuestamente ya estaban dadas, como los juicios a los genocidas, y nunca vivió un proceso como el de hoy, que rompe con algunas lógicas pero no deja de existir ese reflejo de ampararse en la institucionalidad como vía para resolver todos los problemas de la existencia. Por eso es importante la construcción de la memoria en torno a la generación de los 70: nos da herramientas para romper con esas domesticaciones culturales”.

Sueco: “Se trata de generar las condiciones para que eso no se vuelva a repetir. Que el 24 de marzo no sea solo para ir y ceremoniar algo puntual, ni un feriado más. Eso se consigue sembrando memoria”. Le pregunto qué le genera expectativa, y piensa: “Si lo pongo en términos de expectativa y me acuerdo del día que me chuparon, tengo todo recontra cubierto. Pero lo que tengo es otra cosa: un compromiso. Lo que te estoy contando a vos lo está contando un compañero que no está. Y eso es algo enorme que me voy a llevar hasta el último de los días. Es lo que hizo Adriana Calvo. Lo mismo Cachito Fukman, Nilda Eloy. Así lo llevamos. Y veo, por suerte, que hay sectores jóvenes que se acercan”.

Carlos Loza vuelve a la historia: “Hay que recuperar las mejores experiencias. No hay repetición mecánica, pero si no analizamos lo que pasó vamos a cometer los mismos errores. Esto va a pasar, porque si creyéramos que estas políticas nos benefician las apoyaríamos desde el 1956, cuando entramos al FMI después del golpe a Perón. Esto va a fracasar más temprano que tarde. No podría ser pesimista, no lo fui hasta estando en el campo de concentración. A Hernán Abriata le decía: ‘Pensá que ahora están luchando los telefónicos, los de Luz y Fuerza’. Y era cierto”. Se emociona: “Todo ese proceso que vivimos, que todavía nos atraviesa, es un compromiso tácito explícito con los compañeros”.

El Archivo ubica así una historiografía de organización que se construye desde abajo y que no espera los reordenamientos que pueden darse en una lista electoral. Loza: “Hay una frase de Gramsci que explica cómo se forma un movimiento político: es producto de miles de reuniones, idas y vueltas, conversaciones como esta, grupitos de acá y de allá. Eso, hoy, se está reproduciendo por miles: somos muchos pensando cómo pasó, pero también cómo salimos. La crisis siempre es una oportunidad para crear lo nuevo”.

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