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Meta verso: Michel Nieva y la Ciencia ficción capitalista
El joven escritor argentino acaba de publicar un nuevo ensayo en el que repasa las principales distopías de los magnates como Elon Musk o Joe Bezos: viajes interestelares, alargamiento de la vida, terraformación de Marte, etc. ¿Qué está en juego con esos proyectos? ¿Por qué no hay otros? Los recursos, el devenir indígena y la disputa actual de los imaginarios futuros. Por Franco Ciancaglini.

Que las novelas o las películas y el arte en general pueden ser inspiración para la vida “real”, la industria y la economía, no es una novedad. Pero la forma en que este nuevo libro de Michel Nieva, Ciencia ficción capitalista, hila la relación entre narrativas de ciencia ficción –de Asimov a Neal Stephenson– con las utopías que hoy nos regalan los magnates como Musk o Bezos, da escalofríos. No solo porque muchos de los futuros que vaticinaron los escritores se cumplieron, sino porque estos magnates de algún modo los “homenajean” con los nombres de sus cohetes o directamente llevando sus relatos a la Luna. Literal.
Pero esto tal vez tampoco sea lo central del planteo de Nieva o de lo que logra con su libro, en el cual analiza el carácter capitalista de estos futuros distópicos que prometen salvar al capital (y a ellos mismos, pero no al mundo) con más capitalismo. Realismo capitalista llevado al extremo, Mark Fischer mediante, que traza una línea acelerada de destrucción socioambiental con un escape hacia Marte, al infinito y más allá. Pero no acá.
Nieva piensa esas utopías desde el tercer mundo donde nació, pero con una data del primero, donde actualmente vive.
Entonces leerlo es a la vez un noticiero de los delirios de estos magnates que ya están ofreciendo millonarios viajes al espacio, planificando fórmulas contra la mortalidad, edificando en la Luna, investigando Marte, preanunciando –a la vez que niegan el cambio climático– que la Tierra más pronto que tarde no será habitable y hay que ir buscando otros destinos. Y que ellos tienen las naves, la tecnología, las ganas. Y la narrativa.
Nieva es escritor de ciencia ficción. No es solo ensayista, aunque ya tenga algunos ensayos en su haber, siempre en el cruce entre literatura, técnica y vida.
Por eso describe esta narrativa que realizan los magnates retomando las mejores obras de la ciencia ficción para hacer un planteo político de cómo son estos híper capitalistas los únicos que están planteando hoy un imaginario futuro.
Nos guste o no nos guste.
Para Nieva, las izquierdas siguen plantadas en un imaginario “monótono” que remite más al pasado que a la proyección de algo distinto, aunque sea delirante, como ciertos casos que cita referidos al planteo de J. Posadas (Homero Cristal, trotskista argentino y mentor de la Internacional Posadista), y los ovnis como posibles salvadores. Planteos que sobreviven en algunas mentes y algunos territorios, más como una disputa de imaginarios que como un proyecto político serio, como el de los magnates.
Entonces Nieva habla de otro futuro que remite al cuidado de la Tierra, o de la Pachamama, acaso lo que está en riesgo frente a este avance técnico-ficticio, ejemplificado en el de rol de las comunidades indígenas, sus planteos, cosmovisiones y también sus imaginarios futuros.
De la ciencia al territorio, de otras ciencias a otras galaxias, de los magnates a los originarios, el recorrido del libro de Nieva termina con una anécdota personal que es a la vez un gesto político muy gracioso.
Resulta que lo invitaron desde la empresa de Elon Musk a escribir un cuento de ciencia ficción para ser llevado, junto a otros, a la Luna. Él, como representante de la ciencia ficción argentina.
Lo que mandó Nieva a los mensajeros de Musk ya es parte de una resistencia a ese avance que todo lo busca cooptar.
El final de la anécdota no está contada en estos pasajes seleccionados del libro, para no arruinar el final y dejar la intriga a quienes se lancen al desafío y el placer de leerlo.
Avatares robados
En octubre de 2021, tras rebautizar a su emporio tecnológico con el nombre de Meta Platforms, Mark Zuckerberg manifestó su deseo de convertir en un futuro cercano a Facebook, Instagram y WhatsApp en una plataforma de realidad virtual a la que llamó “metaverso”. La noticia resonó en la opinión pública por varios motivos, y quizás uno de los menos comentados fue que Zuckerberg y su equipo habían robado el concepto de Snow Crash, una novela de ciencia ficción escrita por Neal Stephenson.
(…) Snow Crash adquirió en Silicon Valley el estatuto legendario de oráculo, ya que inspiró tecnologías que luego serían íconos del capitalismo digital, como las criptomonedas, el video juego Quake, la plataforma Second Life, la Wikipedia, el antedicho metaverso (…), además de popularizar el término de origen sánscrito “avatar”. A tal nivel este libro presagió mercancías y preceptos digitales que las corporaciones de Silicon Valley lo volvieron de lectura obligatoria entre sus equipos creativos, y gurúes de ese ambiente como Bill Gates, Serguei Brin, John Carmack o Peter Thiel, reconocieron la deuda intelectual de sus creaciones con las imaginadas en Snow Crash.
Entre Bezos y Batman
A Neal Stephenson, a raíz de esta veta futurológica de su literatura, no le escasearon ofertas laborales de corporaciones de innovación tecnológica. Puso su imaginación alimentada por la lectura de Space Operas y novelitas cyberpunk, al servicio de Blue Origin, la compañía espacial de Jeff Bezos, donde trabajó en el diseño de productos astronáuticos durante siete años, mientras que actualmente ocupa el puesto de “futurólogo” en Magic Leap, una empresa de gafas de realidad aumentada con fines comerciales y científicos, y que compite en el mismo rubro que Meta.
En 2021, cuando Zuckerberg anunció su metaverso, Neal Stephenson se desligó por Twitter/X de cualquier responsabilidad intelectual del proyecto. Sin embargo, según tuiteó, no se desligaba para denunciar que la crítica anticapitalista de su novela se hubiera bastardeado al servicio de una de las corporaciones más monopólicas y multimillonarias de la Tierra, sino porque no había cobrado regalías por el uso de su idea original.
En mayo de 2020, SpaceX, compañía espacial de Elon Musk, también dueño de Twitter/X, se convirtió en la primera organización privada en enviar un vuelo tripulado al espacio, la misión Crew Dragon Demo-2. Quien haya visto las fotos de Douglas Hurley y Rohaya Benhken, los dos astronautas al mando de la aeronave, habrá notado la impecable estética de sus trajes y del interior del vehículo, que evocaba más al lenguaje visual de 2001: Odisea del espacio, Interstellar o Armaggedon que el de los funcionales trajes abombados de pasadas misiones de la NASA. En efecto, un vestuarista y diseñador de Hollywood llamado José Fernández, en cuya trayectoria destaca el diseño de los cascos de Daft Punk, del vestuario de El planeta de los simios, de Batman o de las películas de Marvel, y que esculpió las criaturas de Gremlins 2, Godzilla y Alien 3, fue el encargado de concebir la estética de la misión y de todos los productos de SpaceX.
Marte transgénica
Además del turismo espacial, la misión a largo plazo de SpaceX, es, según declara su página web, “hacer de la humanidad una especie interplanetaria”, cuyo primer paso es colonizar y terraformar Marte. Con una retórica solemne avivada por la parafernalia hollywoodense que sostiene a la marca, SpaceX plantea su misión corporativa como una epopeya que salvará la vida humana del irreversible cambio climático o de otras eventuales catástrofes planetarias. Según opinó Elon Musk en una conferencia de 2016, su compañía persigue el desafío más urgente para la humanidad que se enfrenta a dos caminos posibles: (…) “quedarse en la Tierra y eventualmente extinguirse, (…) o transformarse en una civilización espacial, una especie cósmica”. Musk afirmó que su compañía “lograría enviar el primer humano a Marte para 2029”, dando así el primer paso a una civilización interplanetaria.
Sojapunk
No escasean tampoco usos de este lenguaje futurista en América Latina. Un caso es el del magnate Gustavo Grobocopatel, el mayor promotor de la soja transgénica en Argentina. Este ingeniero agrónomo, en imitación consciente de los gurúes de Silicon Valley, se ha vuelto un influyente impulsor de las innovaciones biotecnológicas de la agroindustria latinoamericana, que vocifera a diestra y siniestra en múltiples entrevistas y foros. En una charla TED llamada “Futuro y tecnología del campo”, Grobocopatel fantasea un futuro en el que “se diseñará una planta como quien diseña un auto”, con un perfeccionamiento tal de la manipulación genética que permitirá no solo cultivarla en otros planetas, sino que “el hierro, el plástico, toda la maquinaria” se fabricarán puramente con soja. Un futuro directamente conectado con los imaginarios cyberpunk de Silicon Valley, en el que los paisajes de Marte, como los actuales de la pampa, serán interminables monocultivos de soja, cuyas semillas transportarán cohetes de soja, que después cosecharán y sembrarán máquinas y robots de soja, vehiculizados a base de combustible de soja. Este futuro de soja total, que bien podría llamarse sojapunk, parece la más delirante de las distopías si se tiene encuentra que la industria de la soja es considerada una de las más contaminantes del mundo.
Proyectos
Estos ejemplos (…) son índices de una tendencia cada vez más hegemónica y evidente: la apropiación del capitalismo tecnológico del lenguaje de la ciencia ficción. Una seductora narrativa de un futuro hipertecnologizado, que las megacorporaciones y sus CEO asimilan n solo para embellecer sus productos, sino también para ofrecer una supuesta solución a las crisis socioambientales que el mismo capitalismo desató. Porque si alguna vez se dijo que era más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, las corporaciones ya desarrollaron ese capitalismo extraterrestre que sobrevivirá al fin. Y sus multimillonarios CEO nos hacen creer que, si también queremos sobrevivir, debemos adquirir estos productos, porque solo ellos no salvarán (o al menos a quien cuente con suficiente dinero para comprarlos).
La ciencia ficción capitalista es la fantástica narración de una “humanidad sin mundo”, de turistas que viven mil años y viajan por el cosmos sacándose selfies mientras la Tierra se prende fuego, y que permite al establishment corporativo aferrarse a la capacidad hegemónica de pensar futuros cuando ha sepultado a las sociedades en la incapacidad de proyectar los suyos propios.
(…) Así, la ciencia ficción capitalista es la violencia que restringe el monopolio de imaginar nuestro futuro a las corporaciones.
Gigatoneladas & fantasías
La disociación entre las deslumbrantes tecnologías ecológicas que salvarán a la humanidad y las condiciones contaminantes y precarizantes de su producción es el pasto que alimenta el discurso colonial de la ciencia ficción capitalista.
El capitalismo no puede ser más realista. No solo porque su fantasía verde niega l acrisis socioambiental que lo hace posible, sino porque la economía fósil que lo vehiculiza y el régimen de extracción intensificada que lo enriquece y multiplica ya no lo son. Se estima que la economía global consume alrededor de cuarenta gigatoneladas de carbón fósil por año, y que consumir cuatrocientas gigatoneladas más volvería al cambio climático catastrófico e irreversible. Sin embargo, aún yacen en la Tierra dos mil novecientas gigatoneladas de combustible fósil disponible, sin que haya perspectiva de que su consumo en los próximos años vaya a declinar, sino más bien a aumentar. Frente a este camino sin salida hacia la destrucción definitiva, la ciencia ficción habilita al capitalismo las más extraordinarias fantasías: terraformación y colonización de otros planetas, minería extraterrestre, geoingeniería climática, expectativa de vida de mil años, turismo intergaláctico, inteligencia artificial al servicio de automatizar la totalidad del trabajo asalariado.
Silicolonización
Cuando los multimillonarios sueñan una sobrevida al ya inviable capitalismo mediante una conquista del espacio o una colonización espacial, es inevitable que no emerjan de esas palabras los siglos de fuego, sangre y saqueo que dieron origen al sistema capitalista: la conquista y colonización de América.
Y acaso precisamente por eso, los únicos con experiencia previa de quienes podemos aprender sobre los planes extraplanetarios de Silicon Valley son los pueblos indígenas de la Tierra.
(…) Como afirma Viveiros de Castro, las comunidades indígenas ya vivieron el fin del mundo con la colonización, que también ocurrió a base de transformaciones socioambientales (…) y de virus desconocidos, que brotaron en pandemias que arrasaron comunidades enteras. “El exterminio a hierro, a fuego y virus”, calcula Viveiros, “puede haber alcanzado, en varios puntos de las Américas, hasta el 9% de la población efectiva”.
(…) Es decir que la única experiencia documentada para comparar la crisis socioambiental presente son las historias de los pueblos colonizados del mundo, diezmados por la enfermedad y la violencia europeas. Y por eso las comunidades indígenas, los sobrevivientes del fin del mundo que trajeron el capitalismo y el colonialismo, son los únicos portadores de una sabiduría que ilustra formas diferentes de habitar este y otros planetas de cara a un final irreversible.
Cosmopolítica
El devenir indígena proclama como única alternativa a la destrucción definitiva que toda vida (humana y no-humana) goza del mismo derecho a la tierra, en una relación que define a los cuerpos, afirma Viveiros de Castro, “por pertenecer a la Tierra en lugar de ser propietarios de esta”. Este entendimiento del vínculo comunitario y cósmico con el territorio, radicalmente opuesto a la propiedad capitalista, también se produce en los Andes centrales de América del Sur, en las culturas aymaras, quechuas y kechwas con la noción de la Pachamama, que es el ambiente donde comunidades humanas y no-humanas se entrelazan y definen su lugar cósmico.
(…) En ese anacronismo sin freno de la historia, parecería que solo el devenir indígena, el pertenecer en lugar de tener, el cuidado de lo viviente y de la Pachamama como una casa insustituible constituyen la única cosmopolítica que, de ser obedecida, salvará a la humanidad del derrumbe celeste.
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Estilo Estela
Su utopía era la de una vida normal. No pudo ser: la directora de escuela “antiperonista y aburguesada” sufrió el secuestro de su marido primero (liberado tras el pago de un rescate a los grupos de tareas) y más tarde el de su hija Laura, que parió en cautiverio y luego fue fusilada por la espalda. Para Estela comenzaba otra historia. Desde los gritos ante la Rosada, los cumpleaños simulados y las búsquedas insólitas, hasta el hallazgo de 139 vidas e identidades. ¿Qué simbolizan Abuelas? Modos posibles de ser y de hacer, frente a lo peor, y sin odio. Acción más que los discursos. Carácter, eficiencia y alegría. El efecto Milei y un consejo abuelístico. Por Sergio Ciancaglini.
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Mundo Abuelas: el legado
Las y los nietos que llevan adelante Abuelas e impulsan junto a las “viejas” la búsqueda, cuentan a MU cómo es ese trabajo artesanal e inédito en el mundo. De sus historias de los –por ahora– 139 recuperados, a las charlas en talleres. Lo que representan y son las abuelas, y la continuación del legado. Los colores políticos, el Estado, el no-presupuesto, el apoyo social, las esperanzas y los sueños: cómo funciona la máquina de búsqueda y encuentro de memoria, verdad y justicia. Por Lucas Pedulla.
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Víctor Penchaszadeh: el gen de la resistencia
Es uno de los creadores del “índice de abuelidad”, crucial en la recuperación de nietos y nietas hijos de desaparecidos arrebatados por la dictadura. A los 82 años repasa su increíble historia: el secuestro de la Triple A, su exilio y carrera científica en Estados Unidos, la pregunta que le hicieron las Abuelas. El rol de la genética: de arma de discriminación, a herramienta de los derechos humanos. ¿Con qué “genes” mirar el futuro? Por Sergio Ciancaglini.
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