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Mu29

Globo rojo y ajeno

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Crónica del más acá

U n domingo amable siempre, pero siempre, alguien se encarga de arruinarlo. Son misterios que las Moiras nunca terminan de revelar. Por eso son las Moiras, qué joder.
Subte rumbo a alguna parte de la Santa María de los Buenos Aires. Subte más bien llenito, todos bañados y prolijos y con cara de feliz cumpleaños. Niños, muchos y ruidosos niños. Y una nena silenciosa, en patas, con un vestidito imposible de mugre, mirando atentamente un globo de mástil blanco y un corazón rojo, grandote, espléndido.
Ella lo mira con ojos muy atentos, grandotes. Debe tener unos 6 años. La joven portadora del globo acompaña a una (joven) mamá (ambas, unos 25 años) y un bebé ausente de escenas sociales y domingos prolijos.
La nena mira el globo.
Las mujeres miran a la nena.
No le dan el globo.
Seguramente era muy importante para el bebé que dormía definitivamente indiferente a la sensibilidad social.
La puta que te parió.
No es la revolución social. Es un ratito de alegría. Un ratito nomás antes de que el infierno siga su rumbo.
Me bajo en Malabia y camino unas 10 maltrechas cuadras. Veo carteles de martilleros y todos terminan en “ian”. Llego a la calle Armenia y todo termina en “ian”. Nada es casual, me digo con agudeza cercana a la imbecilidad. Parece que estoy en el corazón de un barrio armenio, completo mi inteligentísimo razonamiento y entro al bar del teatro Tadrón, satisfecho de mi cartesiano razonar.
El lugar es inmaculadamente limpio, cargado con millones de cosotas, cositas y cosas, en ese gusto decorativo parecido al de la gente que no quiere tirar nada. Es chiquito y la decoración tiene elefantes de no sé qué por todos lados, corchos (¿corchos?), sifones, pavas, teteras, pinturas, carteles, diplomas, colgantes, medallas y no seguí mirando por miedo a encontrar andá a saber qué.
¿Surrealismo armenio?
¿Mal gusto rioplatense?
Me atienden de maravilla y me cobran con entusiasmo.
Un rato después, entro por una pequeña puerta al pequeño teatro donde se va a desarrollar Entrenamiento Revolucionario, una obra que se presenta de la siguiente manera: “Afuera el sol los incinera. Adentro, intentan que no se apague la luz de la utopía”. Y rematan: “una comedia sobre la militancia”.
Comprenderán, entonces, por qué estoy acá.
Somos unos cuarenta en incomodísimas e inevitables sillas de plástico. Apretaditos e incómodos, como en los mejores momentos del teatro independiente. Y bueh…
No soy crítico de teatro, no soy periodista, ni siquiera soy una buena persona. Pero los actores de teatro me pueden. Ese viejo arte que expone tanto, que le exige tanto al cuerpo y al alma me conmueve. Y eso pasa. Siete actores que con suerte diversa… y escasa, se matan en el escenario para que yo entienda algo y disfrute.
Buen intento.
Algo falló.
Se ve que no entendí nada.
Si en una comedia, a los 50 minutos nadie se ríe, creo que estamos en problemas. Si a la hora, todavía no entiendo mucho la trama, creo que el problema soy yo. Si la señora de atrás casi me desnuca a bostezos, empiezo a pensar que el problema no es mío. Si (¡finalmente!) nos reímos de un chiste, quiere decir que no todos nos quedamos dormidos. Por ahí, qué sé yo… para mí algo falla, no está bien, no anda.
Y cuando no anda, no anda, decía (como ya les conté) mi papá que era mecánico.
Pero yo no entiendo de teatro.
Seguro.
Es cierto que el teatro es una de las siete artes básicas o como pomo se las llame y que tienen que ver con lo popular, con el pueblo, esa masa antipática devenida en gente según me contaron Radio 10 y Clarín.
Es decir que es para nosotros ¿no?
Sospeché en el argumento una suerte de ironía-homenaje-crítica al peronismo y sus derivados. No tengo la menor idea de qué significa peronismo y sus derivados aunque conozco sus efectos, pero eso es otra historia.
Para mí, falló. La obra digo…
Hay una simpática intervención de voz en off de Tato Pavlovsky (Compañero Tato en la obra, con una voz parecida a Perón, en una suerte de veloz desfile de obviedades) y de Claudio Orellano, varios años locutor de Crónica tv y ahora La Voz del Estadio, en la Bombonera.
Qué sé yo.
Para mí lo que vale es lo que proclama la obra: la militancia. Esos queridos actores de teatro que ponen y ponen.
Pero a lo mejor entendí todo mal.
Salgo y me vuelvo rápido a mi amada África.
Tengo apuro.
En Constitución no hay nenas descalzas en ese momento.
Ni globos.

Mu29

Cuántas minas que tengo

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En los primeros siete meses de este año las exportaciones mineras alcanzaron el récord de 1.221 millones toneladas, un 13 por ciento más que el año anterior. En valor, las ventas externas del sector minero argentino llegaron a 1.475 millones de dólares. El principal destino fue Suiza, en segundo lugar se ubicó Alemania, seguido por Estados Unidos, Filipinas y Canadá. Las empresas explotadoras pagan entre un 5 y un 10 por ciento de retenciones y tienen varios beneficios: doble deducción de los gastos de exploración, exención del impuesto a las ganancias, devolución de iva y un compromiso de estabilidad fiscal y cambiaria por 30 años. Éstas son las ganadoras.

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¿Quién oyó gritar a Luciano Arruga?

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Clase de encierro

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La segunda parada del Parque Temático de la Pobreza es en la Unidad 48 de este complejo penitenciario donde se abrió un centro universitario cuyas clases comparten presos y guardiacárceles. Y donde se puede aprender qué es realmente la libertad.
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