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Las venas de Andalgalá

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El 15 de febrero pasado una fiscal ordenó desalojar a los vecinos que montaban guardia para impedir que avanzara el proyecto minero Agua Rica. Resistieron pacíficamente y soportaron una brutal represión, que al día siguiente fue repudiada por toda la ciudad con una movilización que presionó para que liberaran a los presos, apedreó la sede de la minera y sacudió la intendencia, que terminó arrasada por el fuego. Lograron así ser escuchados: un juez ordenó detener las obras. La determinación de los vecinos de Andalgalá tiene su base en una experiencia concreta: allí se estableció hace más de una década Bajo Alumbrera, la minera que anunciaba el progreso y sólo les deja hambre y contaminación.

Las venas de AndalgaláEl lugar bajo el algarrobo donde una comunidad en asamblea está frenando un proyecto minero que triplica en tamaño al mayor de los actuales, donde se armó una represión cosecha Bicentenario y una pueblada que quiere dar vuelta la historia, exhibe:
Banderas argentinas.
Una figura de medio metro de San Expedito, patrono de las causas justas y urgentes.
Una calavera con colmillos de vampiro, y la leyenda “No a la minería”.
Una imagen de Nuestra Señora del Valle, patrona de Catamarca, con una perforación en el brazo derecho debida al disparo de goma que le embocaron durante la represión que –puede verse– no excluyó a nadie. Se ha convertido en motivo de asombro popular, por cuestiones no tanto milagrosas como balísticas.
En un rincón, un clásico rostro del Che Guevara (que jamás habrá imaginado su rol póstumo y globalizado como un San Expedito del materialismo dialéctico).
 
Al algarrobo le han nacido instalaciones de media sombra, lonas, mesas, sillas de plástico, charlas y sueños para albergar a una asamblea cada vez más grande, y hay un péndulo sobre las llamas: en un tarrito que cuelga sobre el fuego, Marcela, Alejandro, Raúl, Teresita, Ana, Aldo y Graciela están calentando agua para el mate. En una enorme olla suele prepararse la polenta de cada día. Estas personas, y tantas otras, tomaron una decisión pacífica el 15 de febrero: sentarse en el camino comunero que va hacia el campamento de la mina Agua Rica, delante de las camionetas de la empresa y de una enorme retroexcavadora con ruedas de oruga que algunos han comparado con los exabruptos bélicos que muestra la película Avatar.
Los empleados mineros no iban sólos, sino custodiados por las denominadas “fuerzas del orden”. La represión subsiguiente hacia los asambleístas sentados tipo Gandhi, fue en 3d, o 4, si se tiene en cuenta la dimensión tiempo: les pegaron, balearon, gasearon y persiguieron todo el día y toda la noche. Hubo cientos de heridos, 40 detenidos. La comunidad respondió con una pueblada que atacó las oficinas de una minera, a la fiscalía que había mandado reprimir y a la intendencia, pero sin lastimar a nadie. No hacían falta anteojos especiales para sentir el vértigo.
Andalgalá (Catamarca, 17.000 habitantes) significa Señor de la Alta Montaña en quechua. Allí puede verse la imponencia nevada del Aconquija, declarado Santuario de la Naturaleza. A 70 kilómetros, desde 1998 funciona una minera a cielo abierto cuyos desmadres contaminantes abarcan a cuatro provincias y que la justicia no termina de condenar: Minera Alumbrera. Y aun más cerca, a 17 kilómetros, el emprendimiento que por ahora frenó la comunidad, tiene un nombre ocurrente: Agua Rica. La patria minera es multinacional, con capitales turbios, y pasaportes canadienses.
Lo que aquí parece estar en juego es quiénes van a ser los señores de la alta montaña. Empresas, políticos y grupos de choque que confrontan a viejos, embarazadas y vírgenes, o una comunidad que quiere vivir. Dice Ana, jubilada: “El problema es que nos declararon la guerra”.
 
 
Dios es wi fi
Hasta hace poco, todo parecía centrado en el entusiasmo de los Vecinos Autoconvocados por la Vida de Andalgalá, que denunciaban a las mineras, al intendente peronista y al gobernador radical. El intendente José Perea no tenía un manejo convincente de las regalías mineras. Un fuerte momento de su gestión fue el anuncio de utilizarlas para convertir a Andalgalá en una ciudad Wi Fi, con fotos de un Cristo Redentor y el lema: “Dios es inalámbrico- Andalgalá Ciudad Wireless – Internet gratis Wi Fi – José Perea, de puño y letra”. Al margen de sus posibles lecturas, es difícil determinar si la publicidad hubiera pasado algún control de alcoholemia. El Wi Fi no fue eterno. “Sólo anduvo en algunos lugares, y por poquito tiempo” dice Martín.
En la misma línea progresista, el gobernador Eduardo Brizuela del Moral había anunciado en un acto público que Andalgalá se convertirá, gracias a la minería, en Vancouver (ciudad canadiense). Los catamarqueños seguían observando en silencio.
Cómo nace una asamblea
 
n diciembre de 2009 empezaron las novedades fuertes. Se anunció formalmente que durante enero comenzarían las obras de Agua Rica. Y se conoció un informe de la Oficina de Catastro Minero de la Secretaría de Minería provincial, el Padrón de Minas del Departamento de Andalgalá-Año 2009, con 272 proyectos de cateo (exploración) empadronados. Un párrafo textual del informe: “Respecto a la mina denominada Pilciao 16, Expte 770B2005, se encuentra Registrada y Concedida a partir de la fecha 6/12/2005, a nombre de la empresa Billinton Argentina B.V, y el Área de Mina cubre prácticamente la ciudad de Andalgalá, situación que es normal y corriente, ya que según el Código de Minería pueden coexistir las dos propiedades, tanto la Minera como la superficial, siendo la Minera en este caso con fines de Prospección y Exploración, que en el caso, de llegar a una Explotación, se deberá contemplar la Indemnización correspondiente y el mayor interés público por parte del Estado, para la prioridad de Desarrollo”. Traducción: Pilciao 16 significa que el subsuelo de Andalgalá puede albergar a una futura mina y que el Estado dará prioridad al “Desarrollo”, pagando indemnizaciones. Los andalgalenses seguían observando, pero ya con los ojos muy abiertos, y el sistema nervioso encendido.
Las desmentidas de la Secretaría de Minería fueron peores, ya que desmentían un informe que se les había escapado por error burocrático, en tierras donde el índice de mentira política por metro cuadrado supera al de cualquier partido de truco.
El profesor del polimodal Aldo Flores, el 13 de diciembre vio con algunos vecinos y amigos el documental La fuente del jardín de tus arterias, con testimonios sobre cómo en distintos lugares los vecinos se organizaron en asambleas frente a las multinacionales. Aldo terminó la noche obsesionado: “Si no hacemos algo rápido, nos pasan por encima”. Con otro de sus vecinos, a quien llamaremos Raúl (pidió reserva de su nombre para no incrementar los índices de desocupación) se fue al camino comunal que sale del pueblo de Chaquiago, en el distrito El Potrero, hacia Agua Rica. A 6 kilómetros de Andalgalá, a las 7 de la mañana, el 14 de diciembre de 2009. Fue en bicicleta con una larga bandera argentina. Se instaló estratégicamente junto al algarrobo que está en el predio de don Nelson Medina, que volvió a su tierra luego de ejercer como tapicero en Buenos Aires (al estar en un campo privado, no los pueden expulsar).
Aldo se puso de un lado del camino, Raúl del otro, sosteniendo entre ambos la bandera. “La idea fue: vamos, y los que quieran que se sumen. No cortamos el camino, sino que le explicamos a la gente lo que pasa. Todos pueden seguir viaje, menos los camiones que vayan a Agua Rica”.
A las 8 de la mañana llegó otro vecino. Reemplazó a Raúl que se fue a su trabajo. Al mediodía dos más. Los celulares titilaban con mensajes de texto. “A la noche éramos como diez, y decidimos quedarnos” dice Aldo. A los pocos días, ya hubo debates en los que intervinieron hasta 200 personas. Trabajadores ocupados o desocupados, arquitectos, amas de casa, docentes, médicos, comerciantes, peones rurales, estudiantes… Los encuentros, caminatas y asambleas en la plaza del centro reunieron a no menos de 2.000 personas, en una ciudad donde buena parte del sector estatal (intendencia, oficinas provinciales, bancos oficiales, escuelas, salud pública) y privado (proveedores de Alumbrera y Agua Rica) presionan a sus empleados y contratados para que permanezcan en el molde. Sin embargo, había nacido una nueva asamblea: El Algarrobo.
 
 
Navidad & Ofertas
El Algarrobo no es un corte de ruta (excusa que usan para procesar a quienes reclaman) sino una asamblea junto al camino, dispuesta a no dejar pasar maquinarias e insumos que nutren a un proyecto minero que consideran peligroso para la comunidad, y al que los propios informes solicitados por la provincia a la Universidad de Tucumán le adjudican un cúmulo de irregularidades.
Aldo: “Cuando se acercaban Nochebuena y Año Nuevo propuse levantar todo. No tenía sentido seguir ahí. Hubo asamblea, y estaban todos tan posesionados, que nos quedamos”. Las fiestas en asamblea: cada familia llevaba lo que había preparado, y todo se compartió. Muchos pasaban a saludar antes, otros después, todos dejaban algo (nueces, pan dulce, turrones) como ofrenda a los que ni en esos días confiaron en la empresa.
La minera Agua Rica pertenece a Yamana Gold, la misma empresa que reemplazó a Meridian Gold y aún hoy pretende instalarse en Esquel, pese al plebiscito en contra. Agua Rica no hizo nada en enero, que se sepa. Pero ya en febrero el intendente José Perea, inalámbrico, profetizó: “El 25 de febrero las máquinas van a pasar, caiga quien caiga”.
Lo hizo en un acto por el Sí a la mina: “Como mi marido tiene taxi nos vinieron a ofrecer 1.200 pesos si juntábamos 40 personas para ir, a las que les iban a dar de comer sándwiches y gaseosas” cuenta ahora Graciela bajo el algarrobo. “Me dio tanta rabia que les dije que no, que estoy contra la minera. Y que sea lo que sea”. Marcela: “A unos vecinos míos, los Mercado, los llevaron y les pagaron como 200 pesos para que fueran cuatro changos”. Rosario Carranza, arquitecta: “Para mí lo que encendió la mecha fue esa marcha pro minera. La gente está acostumbrada a ser ignorada, pisoteada, maltratada, pero fue tan burda la manipulación, la obligación de los empleados públicos y contratados de las empresas, que fue demasiado. Todos entendimos: si para sostener esto tienen que hacer esta cosa tan humillante, tan trucha, es que algo no cierra”. Fue el 9 de febrero. El 11 los asambleístas convocaron a su propia marcha, que reunió, calculan, 6.000 personas. Proporcionalmente, es como si en Buenos Aires se hubiesen movilizado un millón de sus habitantes: “Y fue sin obligación, y con gente que está con nosotros pero no participó para que no la marcaran en el trabajo” explica Alejandro.
 
 
Rompiendo cuellos
El 12 de febrero la fiscal Marta Nieva mandó a la policía al algarrobo. El lunes 15 se desató la batalla. A las 4 de la tarde llegó la retroexcavadora acompañada por camionetas de Agua Rica y tres clanes policiales: los de Andalgalá, la Infantería (luciendo camuflajes en celeste), y el Grupo Kuntur (“cóndor” en quechua, modelo verdoso). Dilema: ¿por qué hay tantos grupos especiales de represión floreciendo en las provincias argentinas?
Los asambleístas habían anotado prolijamente tandas de vecinos que se irían sentando en el camino de tierra, poniéndole pacíficamente el cuerpo a la cuestión. “Empezaron a pegar, unos agarraban a la gente de los pelos, o te llevaban entre cuatro, otros nos disparaban gas pimienta, balazos de goma, cachiporrazos” relata Marcela. Aldo: “Te disparaban a dos metros, a la cara. No hubo muertos de casualidad”. Además de los 100 efectivos pertrechados contra 300 asambleístas, la mayoría mujeres (por la hora) la policía tenía una retaguardia que cortó la llegada al algarrobo desde Andalgalá, mientras la golpiza continuaba con entusiasmo creciente. Un vecino de apellido Orellana se subió a su camión y lo atravesó en el camino para que los de Agua Rica no pasaran, y anunció que no se movería de allí: los Kuntur quedaron perplejos (los vecinos ya no necesitaban poner el cuerpo en el piso, y no tenían claro si debían pegarle al camionero –que padece diabetes y problemas cardíacos– o a su vehículo). Al anochecer llegó la orden de desalojo del camión. Lo quitaron sin que Orellana pudiera evitarlo, y los vecinos volvieron a sentarse en el camino, actitud que permitió a los policías su momento más violento. Balearon, por ejemplo, a un chico de 16 años (todavía tiene las marcas de los balazos), lo patearon en la cabeza y en la espalda. Casi desnucan a Fanny Cañete, dos hijos, empleada administrativa de 31 años, que cuenta: “Me agarraron dos tipos, uno del cuello y el otro me pateaba las piernas. Sentía la cara como quemada por el gas pimienta y veía cómo pateaban a otras mujeres y a mi marido. Era algo loco. El que me agarró me torció la cabeza. Yo creo que me pudo matar. Todavía no puedo dejar de usar cuello ortopédico porque la cabeza se me cae. Pero en ese momento me metieron en una camioneta, y los que manejaban les decían a las mujeres policías: “Llevala atrás y hacela recagar”. Me patearon ahí de nuevo, las mujeres. Lo que tengo es traumatismo cervical y tendinitis, pero el médico no quiere adelantarse hasta ver todos los estudios. Estoy medicada, pero ni así se me pasa el dolor”.
Los policías lograron despejar el camino; pasaron las camionetas y la retroexcavadora. Los 300 asambleístas partieron entonces hacia Andalgalá, donde los mensajitos continuaban reuniendo a miles de personas. Los grupos policiales partieron tras ellos. Empezó otra batalla. La gente rodeaba la comisaría para que liberaran a los detenidos. Del supermercado Los Mellizos salió uno de los dueños, de apellido Rojano, propietario también de la retroexcavadora del conflicto. Insultos de ida y vuelta, amenazas de este señor, y la gente empezó a tirarle piedras a los vidrios del supermercado. “No hubo saqueo, salvo un chico que aprovechó y se escapó en una patineta” describe Alejandro. La policía reprimió nuevamente, los asambleístas se dispersaron. Un grupo fue hacia las oficinas de Yamana Gold y a pedradas le astillaron cada uno de los vidrios del frente. La policía salió de cacería por toda Andalgalá. Otros grupos de vecinos fueron hacia la fiscalía, de donde había partido la orden para este desquicio, y allí tampoco quedaron vidrios. Las corridas desde ese lugar terminaron en la intendencia. Allí también rompieron vidrios y se generó un incendio que calcinó el despacho de José Perea.
Seguían llegando heridos al hospital, como Arturo, empapado en sangre, otro docente al que casi le perforan el cuello de un balazo de goma. Los combates nocturnos se fueron diluyendo, y al día siguiente el juez de Minas provincial, Guillermo Cerda, ordenó frenar toda obra en Agua Rica hasta tanto se recupere algo que llamó paz social. “Nadie le cree una palabra -dice Urbano-. Apenas se calmen las cosas, empiezan de nuevo. Por eso la asamblea volvió enseguidita a instalarse en el algarrobo”.
 
 
El estallido hippy
Velozmente el intendente Perea salió a denunciar ese estallido social como obra de concejales opositores, docentes en general, y hippies. Acusó también al grupo Quebracho, como es norma en estos casos (fue una mención intencionada y no confusión arbórea con la asamblea El Algarrobo). Rosario: “Aquí no hubo gente de afuera, se ve en todas las fotos y las filmaciones. Todo Andalgalá estaba en la calle. Y por eso mismo es que la bronca se descargó contra lugares tan específicos”. Muchos de los asambleístas intentaron, al contrario, calmar los ánimos mediante otra herramienta clásica: cantar el Himno Nacional. Pero apenas se entonaba el “o juremos con gloria morir”, la gente volvía a la comisaría a reclamar por los detenidos, o marchaba a tirarle cascotazos a las oficinas de Agua Rica / Yamana Gold o a la intendencia. La tesis sobre los concejales quedó desmentida al día siguiente, cuando el propio Concejo Deliberante apareció decorado a huevazos.
Corrió un rumor: los incidentes en la intendencia no habían sido como para provocar un incendio tan sospechosamente grande. Días después el diario El Ancasti (no es un órgano asambleario, ni hippy) publicó en su tapa: “Por la quema de la documentación el Tribunal de Cuentas no podrá auditar las regalías de Andalgalá”. El rumor se convertía en noticia: el incendio pudo ser aprovechado para impedir que se investigue. El intendente también desmintió esto y dijo que el incendio había sido provocado por empleados municipales. Lo real es que Andalgalá recibió fondos de regalías por alrededor de 60 millones de pesos en los últimos seis años sin que esté muy claro qué ocurrió. Casos testigo:

  1. a) Una hostería con presupuesto de 3 millones de pesos: sólo hay unos pilares en el lugar.
  2. b) Arroyo Hayco: 4 kilómetros de canalización prevista con 14,7 millones de inversión. Se hicieron 400 metros.
  3. c) Centro Cultural: inversión de 13 millones de pesos prevista, por ahora sólo se hizo la maqueta.
  4. d) Frigorífico municipal: presupuesto de 1,5 millones, continúa en el freezer, por así decir.

Los andalgalenses siguen agregando letras a ese abecedario cuando recuerdan a Dios Wi Fi, o la inexistencia de obras públicas (salvo un monumento a la minería que reproduce a un obrero minero de socavón, que parece un enano deforme). Relata Urbano: “Con las regalías, el municipio puso espejos convexos en algunas esquinas, para que el que va en auto vea si por la cuadra que cruza viene algún vehículo”. Marcela: “Estamos como en la conquista. Se llevan el oro y nos dejan espejitos”.
 
 
Datos alumbreros
Alumbrera comenzó a explotarse en 1998. Es la mayor mina en funcionamiento en Argentina. Consume, se calcula, 100 millones de litros de agua por día, lo cual está a la vez secando y contaminando ríos y napas subterráneas (la empresa informa que es menos, 50 millones de litros diarios). Donde había un cerro deja un gigantesco cráter de 5 por 2,5 kilómetros, y 500 metros de profundidad, dinamitando 550.000 toneladas anuales de roca. El dique de colas es donde se filtra con ácidos a los minerales, separándolos de la tierra (“material estéril”). Alumbrera jura que no usa cianuro, lo cual provoca risotadas en los andalgalenses que tienen fuentes informativas que la empresa ni imagina. Una planta bombeadora envía los metales y minerales separados por el mineraloducto, nombre pomposo para lo que, cuando se ve en el río Villa Vil, por ejemplo, es un caño como de cloaca, que ya ha presentado cantidad de derrames y roturas a lo largo de 345 kilómetros. Ese recorrido ha desparramado la contaminación a Tucumán, Córdoba y Santiago del Estero, incluyendo las Termas de Río Hondo. La mina cuenta con todos los beneficios impositivos imaginables (no pagan ni el impuesto al cheque), no se controla lo que extrae por lo que las regalías dependen de lo que ella misma declare, y pese a que supone ser una mina de oro, plata y cobre, traslada unos 60 minerales por el caño. “Y eso es un elemento de contaminación tremendo, y un contrabando de minerales no declarados. Lo digo yo, que me llamo Urbano Cardozo” dice el susodicho. Cromo, cesio, hierro, litio, molibdeno, sodio, níquel, plomo, renio, azufre, uranio…, la química drenando en su esplendor.
El doctor Luis Flores viene realizando estudios y estadísticas con otros médicos del Hospital de Andalgalá, que dan como resultado índices anormales de osteosarcoma (cáncer de hueso en niños y jóvenes), cáncer de mama, enfermedades del colágeno, miastenia y esclerosis múltiple. Los estudios recién empiezan. Nada es concluyente por ahora. Lo único concluyente es la muerte inexplicable de niños como Laura Rosales, 13 años, que vivía a 3 kilómetros del dique de cola en Vis Vis, un pueblo que se transformó casi en fantasma.
Otro aspecto de la destrucción es el estallido del trabajo, la cultura, las economías familiares y regionales. Sergio Martínez, de Vecinos Autoconvocados por la Vida, relaciona todo: “Lo que aquí funciona es la humillación, que consiste en un empobrecimiento deliberado como política de Estado, para que se acepte como única alternativa a la actividad minera. Para que la gente diga: ‘Bueno, aunque me contamine, yo necesito trabajar’. Es la planificación de la pobreza. Para mí es un delito de lesa humanidad”.
¿Cómo se concreta? “Haciendo que Andalgalá abandone la cultura del trabajo. Administrando mal el agua de riego, desalentando la producción (nueces, olivos, frutas, ganadería). Eliminando toda forma de desarrollo agrícola y de créditos para pequeños y medianos productores. Instalando subsidios y dependencia del trabajo oficial, para que parezca que la única opción es la minera. Todo eso es violencia. Y encima les sale mal”.
 
 
¿Por qué la violencia?
Hay un fenómeno global, por el cual las personas son sometidas –según el caso– a mentiras, hambre, miedo, desempleo, enfermedad, empobrecimiento, angustias, violencia institucional, pérdida de noción de futuro, adormecimiento cerebral, contaminación, exclusión, precarización de las vidas, disciplinamiento, violación de sus derechos, sometimiento a las burocracias, desinformación y todos los etcéteras que cada lectora o lector esté dispuesto a agregar sin deprimirse demasiado, de ser posible. Si reaccionan frente a esos problemas, si dejan de comportarse como víctimas, si reclaman sus derechos, si actúan para crearlos o hacerlos valer, o reivindican su dignidad como sujetos o grupos, se dice que son “violentos”, “fundamentalistas” y cosas aun peores. Se denuncian sus acciones y reacciones “violentas” pero jamás la violencia estructural que las provocó.
¿Cómo entender entonces la pueblada en Andalgalá, tierra mansa y con más tradición de obediencia que de rebeldía? Primer detalle, aquí no hubo un prejuicio antiminero. “Al contrario, cuando llegó Alumbrera todos creímos que venía el progreso” confiesa Urbano. La reacción contra la minera mezcla las denuncias de los Vecinos por la Vida, con mucho de experiencia propia y sentido común.
En la plaza 9 de Julio se arma la charla con cuatro obreros andalgalenses. Santiago: “La gente reaccionó cuando vio que le pegaban a las mujeres, a sus vecinos, a madres, a chicos, a viejos, a cualquiera”. Ángel: “Desde que está Alumbrera, estamos cada vez peor, más pobres y con menos trabajo”. Pese a que posee una de las mayores “inversiones extranjeras” en el país (1.200 millones de dólares) Andalgalá es el departamento con mayor desocupación de Catamarca, que sigue siendo una de las provincias más empobrecidas del país. Conclusión: el “desarrollo”, y el “progreso” tienen un significado técnicamente nulo para la gran olvidada de estas fiestas: la comunidad. Sobre 3.000 puestos de trabajo prometidos (es lo que mencionaba Alumbrera, con la trampa de que se refería a la construcción de la mina), hay en la práctica unos 50 andalgalenses trabajando allí, en limpieza y mantenimiento principalmente. “Como nos consideran imbéciles, ahora Agua Rica promete 8.000 puestos de trabajo. Siguen mintiendo descaradamente”. ¿Aceptarían un trabajo bien pago en la mina? “No, porque es verso, porque te toman un tiempito y volvés a la calle”. Carlos, en El Algarrobo, me dice: “Estoy desocupado, pero prefiero buscar otra cosa. No me gusta esa gente”. Daniel, taxista: “Las enfermedades se van a ver cada vez más. Se llenan de plata, y no nos dejan nada. Es hambre para mañana, pero ni siquiera es pan para hoy”.
Todo ocurre con la aprobación sucesiva de los gobiernos municipal, provincial y nacional. “Pero el pueblo le está diciendo que no al gobierno. Por eso estas experiencias recuperan la democracia directa, y el poder se obsesiona por desalojar a la asamblea” dice Raúl. “Está en juego el sistema representativo. Ellos quieren seguir teniendo el poder, pero ya no representan a nadie”. Sin embargo, políticos como Perea (o el que lo destrone) siguen siendo votados. “Pero hoy la gente está pendiente de lo que diga o haga la asamblea. Esos políticos ganan porque ponen recursos, plata, promesas, compra de votos, porque no tienen oposición, o porque se perdió la idea de que el voto realmente tenga un valor. Al aparecer la asamblea, surge otra forma más directa de participación”. Todos consideran que si hubiera un plebiscito, el resultado sería aplastante contra la minería. El temor: “¿Cómo haríamos para garantizar que no haya fraude?” Otra iniciativa: que el Concejo Deliberante prohiba la minería a cielo abierto al menos en Andalgalá. Urbano cree que eso no alcanza, el debate está abierto.
Se reúne la asamblea El Algarrobo. Todos hablan, con la virtud de la síntesis. Y del humor. En un momento de descarga, empiezan a recapitular escenas inesperadas. Cuentan de una vecina muy pulcra, que se sentó frente a las camionetas, pero sobre una lona para no ensuciarse con la tierra: “Hasta que la policía la sacó de los pelos, con lona y todo”. Marcela cuenta de otra vecina: “Rosita estaba en el piso, los policías no la podían alzar porque es medio gordita, ¿no? Entonces después le gritaba a los policías: ‘che, basura, dale, vení, levantame ahora a ver si podés’”. Relatan el caso de un veterano que escapó de la camioneta policial al grito de “estos pelotudos dejaron la puerta abierta”. Las risas completan cada historia, pero luego programan la creación de un equipo de comunicación y algunas presentaciones judiciales. Más allá, se sigue cociendo la polenta.
Martín nació en La Plata, pero hace años que está aquí, ahora un poco perplejo. “Pensar que a mi mamá le dije que que elegí Andalgalá porque es tranquilo. Pero este lugar me dio la fuerza, por ejemplo, para querer tener hijos. Y querer que la vida sea mejor. Lo que está pasando aquí no es un conflicto cualquiera. Aunque no siempre nos demos cuenta, estamos ante una cuestión de vida o muerte” dice sin dramatismo, sino con espíritu de describir lo evidente.
“Y cada uno tiene que elegir”, agrega. En Andalgalá, bajo un algarrobo, ya empezaron.

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